La muerte de la Coja – Capítulo 4: Italia

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En primer lugar, congratular a las gentes de bien de este país (algunas quedan) por no tener que construir un búnker en su jardín ni necesitar hacerse con un buen surtido de armamento. Con estos resultados electorales habrá muchos dimes y diretes, pero Mariano dispondrá de otra legislatura para seguir haciendo «lo suyo», y probablemente para volver a decepcionarnos. Esta vez la bala ha pasado rozándonos la sien, pero ojo, que tanto va el culo a Chueca que al final… Quizá la nota más divertida de la noche sea la teoría conspirativa del #tongo difundida por los zombis podemitas, la cual, dentro particular burbuja psicológico-ideológica, es la única explicación posible para el batacazo. Por favor, sí, que se repita el recuento, pero a mano, contando los votos con libreta y lapicero, todo hecho por voluntarios suyos. Será una experiencia novedosa para ellos, trabajar.

Otro evento extremadamente divertido ha sido la final bis de la Copamérica, otra vez decidida por penaltis y otra vez perdida por Argentina. Al finalizar el partido, Messi, en una nueva muestra de personalidad y carácter indomable, anunció su renuncia a la selección con 29 años. He ahí otro que se adapta muy mal a la vida fuera de su burbujita.

Bueno, la Urocopa: Ya sólo faltan por decididir dos cuartofinalistas, que saldrán de los duelos Inglaterra-Islandia e Italia-La Coja. Italia, a través del imperio romano, fue la gran galvanizadora de la civilización occidental , y por eso siempre se le tendrá cierto respect. Por aquel entonces se convirtieron en dueños de casi todo el mundo conocido  y, aunque al final todo se fue a la mierda, nos legaron lengua, leyes, religión y cantidad de otras cosas que nos resultaron la mar de prácticas. Después pasaron largos y convulsos siglos de ciudades-estado, desorden y mamoneo, pero ahí dejaron el Renacimiento como para decir que aún pintaban mucho (nunca mejor dicho), y además tenían El Vaticano, que durante las edades Media y Moderna fue verdadera potencia político-militar.

Llegó Garibaldi y finalmente los italianos se constituyeron en un estado moderno, sin la solidez de una Francia o una Alemania, pero con otras cosas a su favor, como la industria y ese aura de árbitros de la estética que los acompaña. La verdad es que siguen siendo una tierra muy caótica, pero siempre se ha dicho que Italia puede funcionar con cualquier mal gobierno, o incluso sin gobierno; además, para cualquier posible carencia está ese «estado dentro del estado» que es la mafia. Su político más paradigmático de las últimas décadas ha sido Berlusconi, que se hacía perdonar excesos como el Bunga Bunga logrando que el país tirara para adelante de un modo u otro. Aparte de esto, ninguno de sus adversarios era una alternativa real, así que les meaba en la cara muy alegremente. ¿Quién es hoy el presidente de Italia? Nadie lo sabe, y por tanto es casi seguro peor que Berlusca.

En cuanto a selección italiana, durante la época dorada de los equipos nacionales tuvieron una gran aura ganadora, que los llevó por ejemplo a ganar el Mundial 82, que en teoría pertenecía a España o Brasil. Esa aura se ha ido desgastando con las décadas hasta dejarlos en la condición de «equipo que siempre está ahí», pero que ha perdido fuelle respecto a la incombustible Alemania o las emergentes como La Coja. No obstante, tienen tanto oficio que resultan peligrosos en cualquier eliminatoria, y aunque seguramente sus jugadores no sean nada del otro jueves, no sería nada extraño que hoy mandaran a su casita a un equipo tan blandengue y débil psicológicamente como la actual Coja. La jembra italiana que hoy destaco es Valentina Zambrotta, esposa del jugador homónimo, pese a que sus encantos sean un tanto exagerados y en el fondo no exciten a los machos fansistas, que como es sabido no son nada primarios y poseen un exquisito gusto en todo lo concerniente al género femenino. Anda que no.

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La muerte de la Coja – Capítulo 2: Turquía

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Ah, Turquía. Hace unos meses, en una de mis celebradísimas entradas histórico-culturales, describí a los turcos como descendentes de los mongoles, pero esto no es exacto: en realidad sus antecesores primigenios fueron los selyúcidas, pueblo nómada procedente del Aral, uno de los tres mares interiores que antiguamente existían en Europa, y que hoy es poco más que un charco (una de tantas cosas que tenemos que agradecer a ese invento llamado Unión Soviética y a sus delirantes políticas agrícolas). Durante sus movimientos por Asia a lo largo de los siglos, los selyúcidas fundaron imperios tan conocidos como el Huno, y en el siglo X tuvieron la mala ocurrencia de convertirse al islam, momento en que decidieron empezar a lucir bigotes y dejar de bañarse.

Era el selyúcida un imperio poderoso y extenso, que abarcaba lo que hoy es Irán, Irak, Afganistán y otros países (vamos, que más moros imposible). Muy crecidos, tuvieron la malhadada idea de enfrentarse al Imperio Bizantino o Imperio Romano de Oriente, minando poco a poco el poder de aquellos grandes defensores de la cristiandad. Esto permitió a los invasores añadir a sus posesiones la península de Anatolia, donde se encuentra Turquía en la actualidad y que en tiempos antiguos albergó enclaves como la legendaria ciudad de Troya (agárrame la polla).

Hacia el siglo XV, la dinastía osmanlí fue aumentando su poder, hasta desbancar a los selyúcidas y fundar el Imperio Otomano. Este fue el encargado de derrocar definitivamente a Constantinopla en el año 1.453, hecho que se considera el final de la Edad Media (¡¡qué hijos de puta!!). Es verdad que los otomanos se hostiaron a menudo con los mongoles y hasta fueron vasallos suyos, pero vaya, mongoles puramente no fueron. Ya sin el estorbo bizantino, el imperio se expandió a lo bestia y llegó a abarcar 6 millones de kms. cuadrados, englobando países actuales como Egipto, Libia, Grecia, Rumanía, Bulgaria, Hungría, Ucrania… Hasta Palestina dominaron durante siglos, sin que a nadie le importara un carajo.

Durante todo ese tiempo, y tras la fundación de su propio califato, los otomanos tuvieron una idea muy clara: expander el islam por todo el mundo conocido, objetivo que sólo pudo ser frenado por la nación más santa de toda la Creación: ESPAÑA. A ver si os creéis que Cervantes se quedó manco haciéndose pajas. Hasta a las puertas de Viena estuvieron los hijos de puta, pero al final se quedaron con las ganas. Luego llegó la Primera Guerra Mundial y la caidita de Estambul, en la cual perdieron gran parte de sus posesiones y quedaron confinados a Anatolia, que de todos modos es bien grande. Fue el fin del Imperio Otomano y el nacimiento de Turquía.

Hoy día siguen sin lavarse, y una de sus principales aficiones es mandar ciudadanos suyos (80 millones tienen, y les sobran) a colonizar Europa, porque seguir con el rollo de la expansión nunca se les ha ovidado. Son laicos en la teoría y decididamente islámicos en la práctica, pese a lo cual la Unión Europea quiere cometer el suicidio de hacerlos miembros, una nueva caída de Constantinopla pero sin armas. Sin embargo resistiremos, ya lo creo que sí. Aunque Erdogan me cae bien y el país tiene importantes pibones como Simen Kobal y muchas otras, aún no tengo ganas de convertirme en un puto moro. En lo que respecta al fúrbol, cuentan con jugadores tan conocidos como Sahin o Nuri Sahin, y aunque perdieron con Croacia el primer partido, los veo perfectamente capaces de ganar e incluso golear a la puta Coja. Esperemos que así sea, y poderlo celebrar bebiendo vino y comiendo panceta; lo mejor de ambos mundos.

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