
Siempre he sostenido que el viaje, tal como se concibe en la sociedad contemporánea -el realizado como mero turisteo y con la principal obsesión de crear un álbum de fotos- es una experiencia superficial, estresante y sobrevalorada. Pero no menos cierto es que el viaje de toda la vida, el de exploración, autoconocimiento y transformación, siempre valdrá la pena y tendrá vigencia para cualquier humano que se precie. Y tal es el que ha emprendido el autor de este blof, en un periplo que lo llevará por varios países y varias ciudades del mundo mundial, con un «shoestring budget», los ojos bien abiertos y afán de narrar fielmente lo que observe. Cuándo y cómo volverá -o si llegará a hacerlo- es algo que todavía está por verse.
Mi primera etapa me ha llevado al Norte de Europa, concretamente al país llamado Kongeriket Norge, también conocido como Noruega. Lo que uno se pueda imaginar sobre los paisajes de esta alargada nación se corresponde con la realidad de unos bellos bosques de coníferas, abundantes manchas de agua dulce y tejados de dos aguas, todo ello mucho más vistoso bajo la luz de un tiempo benigno. La capital, Oslo, es un lugar francamente acogedor y agradable, con poco aspecto de gran ciudad, debido a la baja altura de sus casas, su arquitectura de aspecto clásico y la presencia siempre palpable de la naturaleza.
Huelga decir que la raza dominante es la nórdica, aunque ciertamente aquí también ha llegado la invasión moruna (hay que ver lo que les gustan los países de infieles), y tampoco escasan los gitanos rumanos, normalmente dedicados al pedigüeñismo. Otras razas minoritarias incluyen a los indios y, creo, los filipinos. En cuanto a las subculturas, parece haber un número importante de frikis militantes -con coloridos atavíos y teñidos- y de metaleros. No es raro tampoco verpor la calle a jóvenes militares solitarios, luciendo llamativos uniformes de camuflaje. Los hábitos de moda son algo distintos a los de aquí, y muy distraidos de observar, y en palpable un mayor nivel de vida y esa modernidad a la que España nunca acaba de llegar. Por ejemplo, la estación central de trenes es más amplia, luminosa y mejor construida que cualquier infraestructura hispana similar.

Sé que queréis que os hable de las zorritas y lo haré: ¿es realmente la guarrilla noruga tan superior a la de otras latitudes del mundo? Francamente, resulta difícil de decir. Desde luego es curioso moverse entre una población donde la proporción de rubios y de morenos/castaños es exactamente la inversa que en los países mediterráneos, pero no firmaría con sangre que las noruegas estén en general más buenas que las españolas; hay rubias que son del montón o simplemente monillas. Quizá podamos decir que aquí hay un 20% más de cachondas que en Ispain, y también un número algo mayor de pibones despampanantes, sobre todo si a uno le gusta el modelo de valkiria ojiazulada. Lo que es innegable es que les gusta el ejercicio, y cada poco uno se cruza con alguna chavalita corriendo por la calle embutida en sus mallas. De tales hábitos se deriva que apenas haya gordas, y también un número notable de culazos. ¿Parecen más amigables y sanas que las españolas? Sí, desde luego, y esa es una gran ventaja.
Curiosamente, lo que quizá reafirme a los noruegos como campeones de la guapura sea que también hay un número notable de tíos apuestos, no pocas veces empujando el carrito que transporta a sus hijos. Oslo parece próspera, tranquila y fértil. Y esa prosperidad sin duda tiene sus consecuencias, con unos precios que se antojan desorbitados para el recién llegado. Hasta el producto más básico cuesta un buen puñado de coronas noruegas (NOK), y es fácil quedarse totalmente NOKeado en cuanto uno sale por ahí y consume un poco. Por poner un ejemplo, el billete más barato de metro cuesta 30 coronas, que hoy día son 4,7 euros. Billete que por cierto no es necesario para entrar a los trenes, pero según me sopló mi anfitrión Hilde existe una «Metro Police» vestida de paisano que puede crujirte muy cucamente si optas por tentar la suerte.
Una gran diferencia cultural es que aquí el bilingüismo es una realidad, y puedes estar seguro de que si preguntas algo en inglés a cualquier persona escogida al azar por la calle, ésta te responderá como mínimo con corrección; algo que en España seguirá siendo una quimera mientras el 90% de la gente consuma doblados los productos culturales extranjeros, por mucho que se invierta en ostentosos programas bilíngües. También es llamativo que se pueda pagar con tarjeta casi en todas partes, incluso los 10 céntimos que cuesta usar los lavabos de las estaciones; literalmente, usan la tarjeta hasta para cagar, y en ningún momento necesité la divisa local.

Además de ofrecerme hospitalidad, Hilde tuvo la gentileza de llevarme a un pub futbolero de la capital. Distribuídos en numerosas televisiones, se ofrecían partidos de las principales ligas europeas, cada uno con su pequeño grupo de espectadores (¡incluyendo una peña juventina!). Los españoles allí congregados siguen al Madrid degustando pintas a 61 coronas la pieza y con el interés que confiere la nostalgia, conviviendo amigablemente, no obstante, con personajes como un noruego -según me aseguraron- supremacista y del Atleti. «It’s the only way!», reafirmó el barbudo personaje. Del partido, pocas cosas novedosas podría decir. Lo que os aseguro es que, obviando el drama-esperpento de la portería, un equipo que juega siempre a tres-cuatro toques en estático jamás desarbolará a un equipo encerrado atrás y que tiene toda la paciencia del mundo. El cuadro se completa con dos defensas que olvidaron hace mucho cualquier rigor táctico y a un supuesto 9 que desperdicia escandalosamente ocasiones inmejorables. Basta con mirar a la cara de los jugadores para saber que ya nadie cree en nadie y que la temporada será un penoso peregrinar, para aquel que tenga la paciencia de seguirla.
En conclusión, Noruega es ciertamente un lugar que vale la pena, sobre todo cuando está bañada por el sol como en esta época. Si te ofrecen un trabajo aquí, seguramente no te arrepientas aceptándolo: podrás ahorrar mucho dinero a poco aplicado que seas, y tendrás ocasión de ligarte a muchas zorritas. Pero para mí ésta ha sido sólo una corta etapa del viaje. Aunque mi vuelo para el siguiente destino se ha cancelado y ahora escribo desde un hotel, mañana espero reanudar la marcha; el siguiente capítulo será redactado a muchos miles de kilómetros de aquí.