Se acaba de fundar la primera peña del Castilla. Hecho importantísimo, pues aúna tres de las cosas mas importantes del fútbol: las peñas, el madridismo y el Castilla.
El madridismo es una fe. Es, en términos teológicos, un carisma, al que se puede llegar, también, por la razón, el análisis y, sobre todo, por la comparación, pues siempre será mejor que cualquier alternativa. Pero bueno, sobre el madridismo nos estamos ocupando habitualmente.
El Castilla es el exponente de la cantera más importante de España. La que nutre en mayor número a los equipos de primera división y la que quizá presente en mayor medida los defectos y virtudes de lo que conocemos como “jugador español”. Produce la fábrica jugadores equilibrados, pero faltos del atrevimiento y de la espontaneidad del callejeo, del potrero, que dirían los argentinos. Uno tiene la impresión de que son como productos de laboratorio. Se aseguran de que los jugadores cumplan determinados parámetros, que alcanzen una sobrada medianía en todo. El más claro ejemplo, en mi opinión, es Víctor, actualmente en el Depor. Lo hace todo bien, correctamente. En todas las facetas del juego puede pasar por jugador de primera división, pero en ninguna sobresale. Es –y esto es el mayor punto en común de nuestros canteranos- un tipo muy razonable. Le oyes hablar y se parece a esos niños aviejados que no han tenido juventud; esos mozalbetes que a los diez años hablan como subsecretarios. Víctor, Pavón, Núñez y compañía parecen aplicados estudiantes de derecho que, los sábados, se reunen a jugar al fútbol. El Madrid, la fábrica, el vivero de la ciudad deportiva es una escuela de prudencia. Un colegio de jesuitas que produce excelentes futbolistas para el Zaragoza. Tipos honestos, sobrios, que saben tocarla, que son disciplinados y que meten cinco goles por temporada.
Ha habido casos raros. La rebeldía de Guti, que desde chico fue un poco por libre; la obsesión goleadora, un poco autista y, desde luego, egoista de Portillo y –hay que ponerse de pie- el canibalismo de Raúl. Un tipo que no salió con el sello que les ponen a todos los canteranos. Hay que reconocer que llegó demasiado tarde –a los quince, creo- y que fue el Bernabéu, más que la Ciudad Deportiva, el que le hizo madridista.
Nuestra cantera ha dado otro tipo de futbolista que, para la propia cantera, se puede calificar de puñetero. La flor tardía. Caminero, Cañizares, García Calvo, Rivera, el mismo Eto’o… jugadores notables a los que les faltó ese hervor o esa pizca de decisión –o fortuna- en su momento y que se tuvieron que marchar para demostrar su valía. Son casos complicados porque se crian en el Madrid, aprenden lo mejor del club y luego acaban aplicándolo en clubes rivales. Cañizares y Benítez, dos madridistas, han hecho más por la grandeza del Valencia que toda Paterna; Eto’o y Luis Enrique son nuestros peores rivales. En realidad, nosotros somos los peores rivales de nosotros mismos. No hay peor enemigo que un ex-madridista.
Hay que evitar esa fuga de talento porque con ellos se va un pedazo de historia del club. Se va lo que de diferente tiene el Madrid y no queremos que clubes tan indeseables como los antes citados aprendan a tener parte de lo que nunca tuvieron.
En la actualidad, destacan algunos jugadores. El portero, Palencia, Arbeloa, Tébar, De la Red, Balboa, Jurado y Soldado. Creo que todos los mencionados servirían para completar las fichas 15 a 22 del Madrid.
Mi debilidad es Jurado. Un futbolista artista que hace un fútbol desmayado, torerísimo, con la elegancia dejada, displicente, de Martín Vázquez. Tiene el mismo modo de caminar con el balón. Jurado no corre, Jurado avanza con el esférico. Torres, por citar a un gran jugador, corre con la pelota. Va trotando y lleva el balón como quien lleva un problema. Tiene Jurado, eso sí, el problema del físico. Es regordete y pequeño, y en eso, ay, recuerda a Sandro o al mismo Rivera. Por eso, por no tener la potencia fácil de un Balboa, sus regates deben ser obras de arte. Necesita burlar para avanzar, necesita el ardid y la prestidigitación. Pero tiene pase, visión de juego y un sentido del tiempo, una tranquilidad muy necesaria en el primer equipo.
Floro dijo de Sandro que era un jugador de futbito. ¡Error! Sandro es un jugador de fútbol en la era del doping, en la que los campos de fútbol están llenos de jugadores de futbito, cuando no de meros atletas, los deportistas inútiles, los predeportistas, pues el atletismo es el fundamento de los demás deportes, la introducción.
En realidad, Pelé no jugaba así y quizá los Guti, Jurado, Rivera no seaan sino el intento español de dar un jugador específicamente de aquí. Por eso salen abortados: o gordos, o inestables, o inmaduros o como un cencerro. Una ganadería tarda tiempo en lograr la depuración racial, la joya; la historia de la ciudad deportiva está repleta de cadáveres y proyectos de genios hispanos del balón. Jurado está cerca y esperemos que teniendo la condición de artista y futbolista le acompañe el físico.
De la Red, sin embargo, tiene un físico cuajado, planta de futbolista. Tener planta de futbolista es lo que tenía Míchel, y no debe confundirse con tener un cuerpo atlético. Los hijos de Sanz, por ejemplo, eran altos y fuertes, pero no andaban como futbolistas. A éstos, como a los toreros, se les pide un paso distinto –en realidad, cada especialización determina nuestro caminar-.
De las peñas hablaremos otro día, en esta especie de peña cibernética que ha montado el socio. De la cantera, por fortuna, se puede seguir hablando siempre. Como esos viejos que se pasaban la jubilación en la ciudad deportiva, auspiciando a los jóvenes prodigios.
Que me gusta ese chico, De la Red. Y Jurado y Soldado. Los quiero en mi equipo. Ojalá tengan más suerte que otros, pero con este Luxe lo veo complicado. ¡Qué vuelva Del Bosque! ¡O Valdano! Carajo. Y los pavones. Ay… los pavones.