Por Rappol
Recuerdo que cuando era joven y leí «Un mundo feliz», releí el final varias veces. Al poco tiempo, me pasó lo mismo con «Crónica de una muerte anunciada»; esto es, volví a leer cada vez con más atención el final varias veces. Tiempo después, cuando vi «Sin perdón» en la pequeña pantalla, tuve que pasarme el final, de nuevo, varias veces. Lo del Madrid esta noche en Grecia creo que basta con verlo una vez. Porque ya lo he visto muchas veces, victoria incluida.
Marcó Siquesá prácticamente todo lo que chutó a portería. Cuatro veces. Corría la banda Venancio como en sus mejores tiempos. Jugaba el Madrid con un solo central (¡Ansjenszio!). Luger, luguereaba, Tront templaba centros y corners, y lo demás… era un sindiós. Bien. Esta película la hemos visto ya, por más que los resultados (esos impostores) digan que nosequé…
Observo ahora imágenes de París a vista de pájaro. Las imágenes de la mentira, porque no muestran París, sino el simulacro de París. A pie de calle, París, hoy en día, es una mierda muy gorda para cualquiera que haya podido, alguna vez, tenderse en los Campos Elíseos a que se le pasen los vapores del calvados, un día soleado, con la Torre Eiffel a tiro de foto trucada estando tumbado sobre la hierba, y sin el reflejo sucio y falaz de cualquier clase de metacrilato. Y con el Real Madrid sucede algo parecido. Es una bendición, y es una desgracia. Es como volver a quitarse un cáncer tonto pero persistente, otra vez.
Faltó, de nuevo, todo lo que en Elche faltó. Podría haber metido Siquesá catorce goles, y hubiera seguido faltando lo que falta. Si el Madrid se pudo dejar ir, corriendo tan poquísimo, y dejando vendido al ucraniano en todos y cada uno de los goles que el equipo encajó, fue porque Mendilíbar tiene un equipo que es una porquería de tal calibre que, bueno, le da al Madrid para salir a hacer lo que le salga de la polla y ganar el partido sin tener que poner mucho de su parte. Por tratar de dimensionarlo de acuerdo con acontecimientos recientes: a este Madrid actual, incluso con todos sanos, le agarra un Chelsea o un PSG y le mete ocho nada más que apretando un poco. Así están las cosas.
Galonso ha firmado su finiquito hoy. Al estilo en el que hace las cosas, Galonso. El tipo que salva su matrimonio yéndose a morir de asco a Alemania, le gana un pleito a Hacienda —no lo ganó él, lo ganaron sus bienpagaos abogados—, y leverkusenea… El vasquito leverkusenea… Nonononono, aquí partimos de un error de concepto. ¿Qué se sabe del Galonso adolescente? ¿Cuál era su talante cuando era un simple estudiante de bachillerato? Coño, ¡que jugaba en la Real Sociedad!
Galonso ha dado su bracito a torcer. No era el brazo de Stallone en «Yo, El Halcón». No nos engañemos: ya lo sabíamos. Y ante una mierda pura de equipo, o una pura mierda de equipo, dejó para la galería todos los tics del entrenador que ya se ha marchado. ¡Joder, es que ni ha echado el pulso!
Porque no puede. Porque todavía no sabe. Porque no ha empatado con nadie, por más que pueda decir… ¿qué? ¿Qué puede decir? ¿Que le ganó al Laportalona en la Liga del Baratillo del Frame? Jé.
Las comparaciones son odiosas. Y tengo la teoría de que los españoles, particularmente, hacemos unas comparaciones y unas metáforas que son mierda —matemática—, y bosta lingüística. Por tanto, no es necesario alargar esta demora: vuelve, Galonso, si te llegas a hacer un hombre, dentro de algunos años. Porque si te haces hombre, querrás hacerlo. Y, mientras tanto, deja que todos estos jugadores que se creen muy hombrecitos ya, demuestren que no son más que unos mamahostias bienpagaos de los cojones, en muchos casos. O, acaso, demuestren que pueden ser hombres.
La gloria, hijos míos, tiene sus tiempos. Y, sobre todo, sus sacrificios.
Hombres. Hom-bres. Queremos hombres. Y por eso, Galonso, te irás, y nunca podrás volver.
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– Olympiacós: 3
– Real Madrid 4 (Negro Pesetas)
