El madridismo como conjunto humano puede definirse de muchas maneras, pero quizá una de las más certeras sería «paleto». Por supuestísimo, no tan paleto como otras aficiones: jamás podrá alcanzar el tribalismo ciego y resentido del Paleti, el acomplejamiento múltiple del valencianismo o la infinita indignidad del Athletic, pero sí, el madridismo, como todo futbolerismo, es vulgar y pueblerino. Por ello, ve la historia del club blanco de una forma sentimentaloide y folclórica, sin alcanzar a entender que el éxito en este deporte raramente tiene que ver con tales atributos, y sí con una gestión más bien templada y estratégica.
Es por ello que la sugerencia de «privatizar» el club ha generado mayoritariamente rechazo entre esa grey que no ha superado sentimentalmente a Juanito. Entrecomillo lo de privatizar porque, ¿qué club del mundo de tercera división para arriba no es absolutamente privado? ¿Hay alguno que sea de tirularidad pública, o que sea dirigido por el conjunto de sus socios? No, evidentemente no; el Madrid es tan privado como pueda serlo el Manchester o la Juventus, si bien escenificando una sofisticada ficción en forma de asambleas (ya sean ordinarias o aún más ordinarias) tras las cuales los socios se van a su casa inmersos en la fantasía de que están «dirigiendo el club».
Esto de las elecciones y las asambleas fueron una desafortunada consecuencia de la muerte del caudillo blanco, Santiago Bernabéu; ocurrida sólo tres años después de la del otro caudillo, provocó una devastación similar. Ambos habían llegado al poder por aclamación, y cuarenta años después todos sentían que lamentablemente no podían replicarse tales hechos. Poniéndose a cavilar, ambos grupos de subalternos encontraron la misma solución al problema: ¡¡la democracia!! Esta palabra viene de los términos griegos «demos» (paleto) y «kratos» (gobierno), y básicamente significa que la masa informe y sin higiene escoge al que va a destruir su colectivo votándolo por criterios de imagen y popularidad, o simplemente por tribalismo cavernario.
¿Qué tal funcionó en los respectivos casos? A España le trajo una serie de personajes de retornos decrecientes, hasta llegar al actual deficiente mental que ocupa la Moncloa, y al Madrid presidentes como Luis de Carlos, Ramón Mendoza y Lorenzo Sanz, de los cuales lo mejor que podemos decir es que eran entrañables, pero que desde luego no estaban llamados a liderar misiones históricas (aunque sí histéricas). En estas llegó Florentino, con un plan claro en la cabeza: sin un gramo del genio de Bernabéu, pero sí con inteligencia, al menos podía aspirar a emular los logros del indomable de Almansa. No es el propósito de esta entrada valorar las glorias y miserias del florentinismo; baste decir que funcionó en posicionamiento mundial y cosecha de títulos, y eso es casi todo lo que necesita el Madrid. No obstante, según el prócer avanza por el invierno de su vida, se plantea la cuestión ineludible de la sucesión: ¿qué hacer?
Por supuesto, para el paleto madridista (repito: una mayoría de la afición), la respuesta está clara: ¡¡elecciones!! Lo que decida la mayoría de borregos está bien. El problema es que ya vimos lo que nos traían las elecciones tanto en los tiempos prefloperianos como cuando tuvo la ocurrencia de dimitir: una de las peores colecciones posibles de arribistas, frikis e inútiles entre lo que es capaz de producir la patria hispana. Es fundamental asumir esa realidad: la España del siglo XXI, la de la Edad de Hierro, no junta una docena de políticos y empresarios capaz de dirigir una entidad como el Real Madrid: por cada Florentino, Amancio o Juan Roig hay cincuenta Villalongas, Juan Palacios o «empresarios de renovables»; la colosal masa de mediocridad que conforma la sociedad española postfranquista, en la que iban a correr ríos de leche y miel, produce líderes a su imagen y semejanza.
El Madrid tiene pocas opciones a futuro: la ya mencionada de las elecciones, la compra por parte de un megacapital que lo mercantilice definitivamente, o la adopción del «modelo Bayern», lo más parecido que puede tener a un gobierno benigno basado en criterios más allá de lo puramente económico o promocional. Por supuesto, al paleto madridista, al que tiene a Raúl en el Top 5 de jugadores de la historia blanca, se le cae la babilla iracundamente: «¡¡eso es privatizar el club!!». Insisto: el club es privado desde hace décadas, desde el momento en que es una multinacional del entretenimiento donde toman las decisiones un grupo reducidísimo de personas. Juan Socio tiene una nula incidencia sobre decisiones estratégicas del club; no fue él quien decidió construir una megacueva de 300 millones bajo el estadio cuyo mayor efecto tangible ha sido que padezcamos el peor césped de Europa.
Teniendo claro esto, que jamás un expreso futbolístico mundial será «de los socios», el «modelo Bayern» es lo más parecido a eso que vamos a encontrar. La junta directiva estará siempre formada por ex jugadores, no por pseudotriunfadores de la raquítica clase empresarial española, y es claro que se seguirá en la medida de lo posible los postulados del florentinismo-bernabeuismo. Incluso los socios podrán seguir manteniendo esa ficción de la propiedad, al ser titulares del 51% de las acciones. Eso sí, pronostico y sé que voy a acertar, que jamás podrán vender la supuesta acción ni verán ningún tipo de retorno monetario por ella; será un activo heredable pero no vendible, igual que el actual carnet de socio. La entrada de empresas aportará un saludable capital que ayudará a enjugar la monstruosa deuda dejada por el enésimo recauchutado del estadio, el Templo Intocable de la Castellana; ya que Adidas jamás va a hacernos una camiseta personalizada, al menos que ponga pasta. Incluso puede que se mantenga esa ficción de las asambleas, ¿y por qué no? No dejan de ser una pantomima graciosa.
En suma, jamás debe hacerse caso al socio madridista. Sus preocupaciones son pedestres: fichajes, mejor calefacción, no moverse la Castellana («que le pilla al lao»), erigir estatuas de 10 metros de Baúl. Si el Modelo Bayern no gusta al socio, indudablemente ese es el que hay que adoptar per secula seculorum, hasta perfeccionar la IA Bernabéu que haga innecesaria la intervención humana. Sólo queda recomendar que sigan el canal de Mon de Mon para las últimas novedades sobre este candente tema.