Para quien no quiera tomarse el trabajo de leer, este es el resumen: sí, la salva. A continuación lo desarrollo.
Mandril y Farsa son vasos comunicantes, por lo menos desde finales del siglo pasado, debido a una confluencia de factores: la desaparición de la élite nacional del Athletic por su etnicismo rancio, la decadencia del Paleti de la mano de GilyGil, y la eclosión culera de la mano primero de Núñez y luego del complejo socialista-separatista-laportiano. Desde entonces, los Madrí-Barsa y viceversa ya no son «derbis» sino «clásicos» y lo que es bueno para el uno, es malo para el otro. Si uno no triunfa, el hecho de que el otro tampoco lo haga es el mayor consuelo.
El Madrid ha hecho una temporada de mierda, lo cual tiene todo tipo de explicaciones, como siempre mucho más fáciles a posteriori. Pero digamos que, principalmente, ha alargado un modelo de gestión disfuncional que iba obteniendo resultados gracias a cuatro-cinco puntos básicos que nos daban una ventaja competitiva y a momentos muy puntuales de la temporada donde el equipo daba un rendimiento óptimo. Pero claro, esto es como si vas derrapando al borde de un precipicio, te echas unas risas y queda muy molón, pero un día te vas por el barranquillo, y en mitad de la caída te preguntas qué pudo salir mal. Resumiendo, el enfoque «Dios proveerá» ha demostrado estar más que agotado.
Podría argumentarse que los malos resultados han venido por la abundancia de lesiones y otros infortunios, o por el desgaste natural de una plantilla ganadora. ¿Pero es realmente el infortunio el que rompe a los jugadores cuando el reparto de minutos es absolutamente desequilibrado, con algunos jugándolo todo mientras otros parecen no valer ni para la Copa, o para partidos totalmente decididos? ¿El sistema de estrictas jerarquías que impide sentar a una de las estrellas del ataque, es infortunio o una gestión acomodaticia del entrenador? La absoluta previsibilidad de los cambios, la nula confianza en la cantera o en los jugadores menos renombrados, ¿son accidentes también? No, se trata de vicios largamente arrastrados.
Y en estas nos hemos visto, con un casi-nadaplete (se ganó la supercopa uropeda y esperamos un milagro en Liga), echados de Europa por un equipo inferior, y sin ningún concepto claro de juego. Lo que es aún peor: Florentino ha permitido que nuestro peor rival se rearme, ayudándolo a inscribir jugadores irregularmente por acción o por omisión. En un club normal, tal situación habría ameritado exigir graves responsabilidades, pero en el Madrid cesarista todo se ha quedado en un cabreo más o menos intenso, según el nivel de aborregamiento de cada aficionado. Es, con todo, la peor temporada en bastante tiempo, y si el Barsa hubiera logrado el triplete el Ser Superior habría afrontado lo que más detesta: varios meses de incomodidad.
¿Pero con la caída farsante en Champions, además haciendo el ridículo? Es como una inyección de morfina: no nos cura, pero hace que no sintamos el dolor. Floportino (¿Poco tino?) consigue un efecto similar al de repartir toneladas de pipas entre la masa social (más masa que social), y todo se queda en una especie de gran susto. «Ja ja, no nos hemos caído por el barranco, sólo estamos agarrados de una rama a 800 metros de altura».
Sí, Flo ha logrado una vida extra. ¿La aprovechará para reestructurar el club y darle la vuelta como un calcetín (sudao)? Probablemente no: cumplirá a rajatabla los fichajes que tiene anotados en su excel y presumirá de un ejercicio económico con impecable equilibrio presupuestario, si obviamos unos cientos de milloncejos de deuda que, total, se acabarán de pagar en unas décadas y nos permiten tener bajo el estadio el hueco más inútil de fúrbol mundial. Si acaso le dará a Xabi Slownso algún jugadorcillo si le insiste mucho, aunque sin acabar de entender por qué un simple empleado tiene que poder decidir sobre las cosas de comer. Don Flo sólo desea que entendamos que estas decisiones, así cómo oxigenar a una entidad que nos odia a muerte y rompe las reglas constantemente, son cosas que hace por el bien del club.