El equipo está en la mierda pero ganó, algo es algo. El aficionado, yonki de la victoria, no pide mucho más, sólo ganar de vez en cuando; así es como sobreviven los equipos modestos que no tienen títulos pero sí alguna victoria memorable contra un grande. Angeloti tuvo que verse al borde de la alineación indebida para poner canteranos, y aun así dicen que se resistió, llegando a rogarle a Chendi, Butragueño, Baúl y Arbeloca que se vistieran de corto. Por lo que a él respecta, los sub23 no deberían tener permitido jugar fútbol profesional a menos que hayan costado 50 millones, y deberían llegar a Primera ya curtidos en una liga de jovenasos; vease los casos muy comentados en su día de Casijuego y Odegay.
Se guardó un minuto de silencio por Hugo Gatti, quien jamás fue nada del Madrid; qué coño, jamás fue nada de Europa, sólo jugó en Argentina, pero… eh… ¿salía en el Chiringuito? En fin, cosas del Superior Being. Luego vino lo que viene siendo un partido de fútbol, con las cosas que suelen suceder en esos eventos: penalti escamoteado a Endrick, el Madrit se come un gol y no sabe reaccionar… lo normal.
El céspet estaba espantoso, quizá peor que nunca en la historia del club, soltando docenas de copitos bajo los pies de los jugadores y tiñéndolos con esas manches sólidas verde oscuro que no se ven en ningún otro campo del mundo. Nos decían que la Batcueva no sólo iba a traernos a los mejores artistas internacionales, como Karolyí y Badboni, sino que además la hierba no sufriría en absoluto por estar encerrada en una cueva refrigerada. Ahora que está hecha una puta mierda, la solución es fácil: no se habla de ello y punto. Al fin y al cabo, ¿no es un acto de romanticismo volver a los patatales futboleros de nuestra infancia? Y además, si la pelota da tres vueltas es reglamentario jugar.
Mbappé. ¿Es un incomprendido? Seguramente sí. Un jugador menor se habría quedado en el Mónaco comiéndole los huevos al PSG durante 15 temporadas, pero a este le tocó un talento especial y ha debido tomar decisiones complicadas en su carrera. Se dice que ha llegado algo tarde al Madrid, pero ahí está, metiendo un montón de goles. ¿Hará Slownso un equipo a su alrededor, o lo liará todavía más? El caso es que se rebeló, no quería entregarle la Liga a la Farsa aún.
El aficionado está ahí básicamente para triturar a los jugadores, y eso está bien. De ahí vienen los ancestrales pitos: del intento de la plebe de igualarse a multimillonarios atacándoles la autoestima. Sin embargo, pitar a un canterano que lo que más necesita es confianza supone un nivel extra de hijoputismo que nos recuerda la clase de ganao que suele dejarse las tardes en un estadio de fúrbol. Así pues, no es de extrañar que Ramón (que rima con maricón) no las tuviera todas consigo cada vez que este curso salió con el primer equipo; el típico mostrenco de dos metros al que no obstante le falta confianza. Pero no hay mejor antídoto contra eso que meter un gol de la victoria en el ultimísimo minuto, y eso es lo que consiguió ayer Ramón, además a pase de otro maldito como Vallejo (Maffeo puso gesto contrariado, jodido por no poder amargarle la noche a 60.000 personas). El mostrenco celebró eufórico y al arrastrarse por el pasto dejó dos rastros como las vías del transiberiano. 1.500 millones para tener un céspet de regional, las paradojas del fúrbol; cuando Ramón tenga unos 42 años se acabará de pagar esa deuda.
¿Qué se puede decir del Madrid de ayer? Que aún le importa algo jugar, y eso es muy bueno. Empezar hundidos y rebotar en el fondo puede parecer muy épico y queda genial en las pelóquilas tipo «Major League», pero en la vida real es un muy mal punto de partida. Ancholoti figlio da putana tiene una última deuda con el Madrid: no contagiar a los jugadores de su indiferencia en estos sus últimos días. Que los haga sufrir, aunque en realidad no tengan nada que perder.
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– Real Madrid: 2 (Negro Pesetas y Ramón)
– Menorca: 1