Me la suda todo

Tras la última andanada mediática contra nuestro amadísimo club y los supuestos «escándalos» que lo salpican, puedo decir que las supuestas revelaciones me sudan la polla por delante y por detrás, al estilo Rubianes. Qué curioso que el Abellán -el epítome de la objetividad- nunca encuentra escándalos de los putos indios ni de los culés, oye. Yo he descendido a la expresión mínima del aficionado: Ya sólo me importa que entre la pelotita, y si ganamos al Écija todo será de puta madre, y si no será una mierda.

Eso sí, les digo a los vociferantes que si estimamos en algo al club la temporada tiene que acabar con esta directiva aunque se caiga el puto estadio. Cualquier maniobra en sentido contrario supone boicotear el trabajo de Fabio Capello, un hombre válido que está trabajando duro por la institución. Observad su mirada recriminatoria, cabronazos. Hughes, háztelo mirar, pareces una tertuliana del corazón.

Que acabe la Liga y luego ponemos a Toñín el torero de presidente si queréis. Hastiado por los escandalillos casposos y el juego decepcionante del equipo, yo por ahora me abandono al mesianismo y confío ciegamente en el pater Fabio, que tarde o temprano conseguirá sacar algún jugo de esta panda de hijos de zorra. Por cierto: Arriba España.

Caídos por Dios y por España

Ayer el PPstream no me funcionó muy bien, así que vi el partido entrecortado, pero lo que alcancé a ver me pareció bastante cutre: nuevamente juego poco fluido, perdíamos bastantes balones y, aunque llegábamos a las inmediaciones del área del Celta, no creábamos peligro realmente palpable. El Celta era una verdadera banda, que no debería ganarnos ni en veinte años, pero un par de contragolpes les bastaron para amargarnos la tarde.

Yo, dentro de la decepción, quiero creer que hay una cierta corriente positiva, y que de forma lenta pero segura el juego va mejorando: nos crean pocas ocasiones y los jugadores se van conociendo; en algún momento la cosa hará «click». Pero no obstante, para llegar a ese deseado efecto, no estaría de más tomar alguna medida de apoyo, como librarse de Raúl. Sé que él no es el único ni máximo culpable, y que está muy feo pensar estas cosas, pero me gustaría que se muriera o que se partiera las dos piernas o algo. Me pone de mala leche verle, y sé que es un tío que no va a capitanear una reacción. Quiero ver a Reyes porque es mejor y mola más. Tampoco estaría de más mandar a Guti a generar ingresos atípicos (o sea, ponerlo de chapero) y colocar a un futbolista con cara y ojos, fichado, de la cantera o de donde sea. Pero vamos, básicamente me quedo con dos ideas: con el tiempo (a ser posible poco) mejoraremos y, en partidos como estos, es mucho mejor una derrota que un empate, porque se trabajará más por corregir los defectos y nos evitaremos ver bodrios parecidos.

Y sobre la cuestión del liderazgo del club de la que hemos hablado últimamente, una anécdota: Por la mañana estuve visitando Cuelgamuros, también conocido como el Valle de los Caídos. Majestuoso lugar ciertamente, recomiendo no perdérselo dejando aparte las preferencias políticas. En la basílica, pude ver que unos fascistas italianos habían dejado unas ofrendas florales a D. Francisco y a José Antonio. Más tarde, a la salida de la cripta, un par de monaguillos vendían participaciones de la lotería de Navidad. Un dirigente de los italianos, un hombre de treinta y tantos años vestido de traje y corbata y aspecto vigoroso, les espetó indignado: «¡Podíais dejar vuestras mercaderías para fuera del templo! ¡No es ya por Franco o José Antonio, es que está Jesucristo ahí dentro, joder!» Yo no soy creyente, pero me pareció que era un hombre de principios. Un tipo así quizá podría dirigir bien al Madrid, je je.

– Real Madrid: 1 (El puma Emerson)
– Celta de Vigo: 2 (¡A quién coño le importa!)

¿Quién quiere al Madrid?

Se ha hablado últimamente en la bitácora de cuál es la esencia del Madrid. Se trata de una cuestión complicada. Si me preguntaran a mí, la resumiría en dos palabras: Excelencia y caballerosidad. No obstante, existen varios aspectos de nuestra historia que contradirían lo de la caballerosidad: ¿Era Hugo Sánchez un caballero? ¿Lo era Juanito? ¿Hierro? Yo creo que no, ni por asomo, pero los tres forman parte inextricable de la leyenda madridista. Creo que la caballerosidad siempre ha sido deseable en el Madrid, pero no una condición sine qua non. Si yo fuera presidente (Tola dixit) siempre intentaría buscar esta caballerosidad, pero si me ofrecieran por ejemplo a Wayne Rooney… la tentación sería demasiado fuerte. Aunque quizá después de ficharlo intentaría hacerle formar; quién sabe. Pero a lo que voy es que, al final, con lo que nos quedamos es con la excelencia, la búsqueda de la excelencia, y lo que debemos debatir es la forma de alcanzarla, o más concretamente quién puede en estos momentos llevarnos a ella.

Y para hallar la respuesta yo creo que todo se reduce, aunque pueda sonar cursi, a quién quiere más al Madrid y está dispuesto a ponerlo por encima de sus intereses particulares. A este respecto, los últimos tiempos han resultado demoledores, hasta el punto en que he llegado a cuestionarme mi madridismo. Parece que, de todo el conglomerado social que rodea al club, sólo una exígua minoría está dispuesta a trabajar de por él de forma desprendida, sin servirse de la institución. Parecemos el Barcelona, coño.

El personaje que más he pecado últimamente de este defecto es sin duda Juan Miguel Villar Mir. El hecho de que alguien aún pueda defender al veterano empresario y sus motivaciones resulta para mí absolutamente desolador, un fracaso de esta bitácora y hasta una razón para olvidarme del Madrid. Es el suyo un caso tan flagrante de egolatría y ambición personal que me deja pasmado que no sea evidente para todo el mundo. Dejemos las cosas claras: Villar Mir (alias Iznogud) ha sido siempre un empollón: Matrícula de honor en todo desde la guardería, veintiséis carreras, diplomado cum laude y lo que a usted se le ocurra. Lo sé porque su currículum completo aparece hasta tres o cuatro veces en la red (lo cual no me parece muy normal), y él se encarga de recordarlo allá por donde va. Se trata de un empresario exitosísimo y riquísimo. Pero no ha dejado nunca de ser un señor con corbata un tanto aburrido. Y de repente, tras toda una carrera y con casi 80 años de edad, se da cuenta de que nunca se ha hablado tanto de él como desde que se ha relacionado con el Real Madrid. Al embarcarse en la carrera por la presiencia, probablemente pensó: «Esta es mi ocasión. Ahora todos sabrán lo listo que soy». Aprovechando un sistema electoral altamente defectuoso y fagocitando a Carlos Sainz, pensaba tenerlo todo atado y bien atado para firmar un nuevo éxito, realizando una campaña soooosa e inefectiva. Pero Ramón Calderón, un pez pequeño y díscolo («¡¿quién es éste?!», debió pensar Villar Mir), lo descolocó todo con su recurso judicial. No obstante, el empresario esperaba llevarse el gato al agua en el voto presencial. Por supuesto, de haber ganado entonces, las sacas del juzgado le habrían importado un pimiento, y se habría proclamado presidente legítimo e incuestionable. La derrota debió suponerle un trago amarguísimo («¡perder contra ese don nadie!»), y desde entonces ha convertido al Real Madrid en un asunto personal. ¿Le preocupan a Iznogud los resultados de la semana que viene, respetar el proyecto ya iniciado? ¿Le preocuparía si, por ejemplo, su desembarco se produjera en vísperas de una eliminatoria decisiva de Champions? En absoluto. La única prioridad en su cabeza es la vendetta personal contra Calderón. Así pues, la cuestión que nos planteamos en este artículo, su amor por el club, queda meridianamente clara: Es algo residual y secundario para él. Por tanto queda absolutamente incapacitado para ser presidente, ahora o en el futuro.

Su segundo de a bordo, Sainz, sí ha demostrado preocuparse más por la imagen de la institución al apartarse de la contienda poselectoral, pero por desgracia no ha salido a los medios a posicionarse en un sentido o en otro. Éste, como Zidane, es uno que no se moja ni debajo del agua. Si bien quiere al club más que su jefe, su ambigüedad y grisura lo inhabilitan también. Lo que Hughes vio como una «lección de caballerosidad» en la noche del famoso debate con Camacho, para mí sólo fueron balbuceos inefectivos de un personaje a todas luces blandito. Sin duda un objetivo extremadamente fácil para los perros de presa prisaicos (los PPP).

Examinemos ahora a otro bando aspirante a llevar las riendas del Madrid: Los camachistas. De ellos se ha dicho ya de todo aquí, y su inaceptable sentimiento de posesión del club resulta tan patente que poco más se puede incidir en ello. El problema de Camacho es que se ha creído su propio mito. Si los medios no se hubieran encargado de agrandar la figura de este muchachote murciano, probablemente lo recordaríamos con gran cariño como ese defensa de coraje ilimitado, largos servicios al club y algo corto de luces, más tarde corajudo y simpático entrenador. Pero alguien que andaba en busca de esas «esencias madridistas» (¿realmente valdrá la pena buscarlas?) llegó a la conclusión de que Camacho era una parte esencial las mismas, símbolo y depositario. Y el de Cieza, que ya tiene que esforzarse para no hacer el ridículo en los anuncios de Citroen o en los de Polaris World, se lo creyó, se creyó ese personaje. Cual retrato de Dorian Gray, Camacho ha sufrido una degeneración progresiva. En su segunda dimisión, decía «creo que lo mejor es que me marche», sin decir a las claras que el club le parecía un desastre. Ya en campaña se soltó la melena: su grupo daba a entender sin compeljos que «el Madrid era ellos», y él en concreto empezó a despotricar contra todo lo que se movía en el club (particularmente vergonzosa su cateta intervención en el Ferrándiz). Ya en tiempos poselectorales ha perdido todo sentido de la medida, convencido de que ganó las elecciones (vaya, igual que Iznogud), y sin importarle la retirada de su cabeza de cartel, Juan Palacios. Como los hermanos Marx, está dispuesto a seguir adelante aunque haya que quemar en la caldera los propios vagones del tren. Después de todo, parece pensar, «si Camacho es líder, es referencia, ¿por qué no puede ser presidente?» Por supuesto, mandar una temporada o dos más a la basura es un mal menor para él.

Su principales acólitos, Pirri y Del Bosque, estaban tan acostumbrados a recibir un cheque mensual del club que parecen haber desarrollado síndrome de abstinencia. Pero claro, de cobrar del club a quererlo hay una distancia. Del Bosque, por ejemplo… ¡ni siquiera es socio! Después de tantos años en los que la institución ha puesto un plato sobre su mesa, podría haberse acercado a sacarse el carnet, Don Vicente… son sólo 150 euros al año. En definitiva, toda la facción camachista suspende también estrepitosamente el examen de amor al Madrid.

Y es que ha habido muchos personajes del madridismo, con tantos o más galones que todos estos, que nunca han salido a darse golpes de pecho, que no se han constituido en «entorno». Pensemos en gente como Amancio, Goyo Benito, Sanchís… ¿alguien conoce declaraciones de Francisco Gento? Durante los años de ostracismo que pasó Di Stéfano, ¿alguien le oyó despotricar contra la gestión del club? Todos estos madridistas me merecen mil veces más respeto que los hasta ahora citados. Me valen la pena.

Llegamos hasta la directiva actual, los Calderón y cia. Tengo que romper una lanza a su favor. Ramón Calderón ha estado durante lustros al pie del cañón, formando parte de la vida del club, asistiendo a las asambleas de compromisarios y demostrando un compromiso. Quizá no haya sido el único ni el que más ha hecho, pero ahí está el historial. Hemos dicho más arriba que probablemente nuestra única seña fija de identidad es la excelencia. ¿La busca Calderón? Yo creo que sí. Es el único que ha hablado de la NBA, y de empezar a construir un pabellón ya mismo. Quizá no lo consiga, pero ahí está la idea, el ansia de expansión. En cuanto al otro requisito, el amor al Madrid, ¿lo tiene este presidente? Sinceramente pienso que sí. ¿Defectos? Por supuesto, muchos. Tiene una cierta tendencia a meter la pata, se ha contradicho en varias ocasiones y está haciendo todo el autobombo posible de su gestión. Sin embargo, yo, que suelo ser algo malpensado, no alcanzo a ver tintes de mala voluntad en su mandato. Creo que le encanta ser presidente del Madrid y que hará todo lo posible por no marcharse, pero si llega el momento en que le desalojen, creo que lo hará sin mirar atrás. Sin abrir más heridas, sin intentar bloquear la vida del club. También tiene sus porsonalismos, por supuesto, y comete errores, pero pienso que, de todos los que ansían dirigir el Madrid ahora mismo, es el único al que el club le importa algo más que su poder personal. Creo que cambiar el proyecto ahora, pasar el testigo a cualquiera de las hienas que ambicionan hincar el colmillo a la entidad, sería el primer paso para que el Madrid se convirtiera en algo impersonal y vacío; un instrumento al servicio de ambiciones bastardas. En definitiva, algo que, en lugar de amar, nos importaría un pimiento.

¡¡Gooooooooooooooooool!!

El partido fue malo, pero la cosa tiene arreglo, esa es la buena noticia. Sintetizando, para mí el mal del equipo es que los cabrones no corren. Sí, suena a tópico, pero es que es así. Y no me refiero a correr detrás de la pelota, sino a lo que ya he dicho alguna vez: los jugadores no se desmarcan, no se ofrecen, no se crea un juego dinámico. En las posesiones nuestra secuencia suele ser así: Empieza la jugada desde atrás, el balón llega al centro del campo y hay que decidir el siguiente pase. En ese momento crucial, en el que deberíamos contar con varias opciones (bien alguien corriendo para recibir, bien una jugada colectiva engarzando varios pases para descolocar al rival), se queda todo el mundo mirando al que lleva la pelota. Éste, después de un perezoso vistazo al campo y de tomarse su tiempo, hace el pase que le parece más asequible. Si el pase es a Robinho, todos a esperar que le salga la genialidad (lo cual no puede ser siempre, claro); si es a otro jugador, o bien está marcado y se le echan dos tíos encima, o bien continúa la jugada con la misma lentitud que su antecesor, hasta que perdemos la pelota o hasta que logramos algo positivo en ataque (lo cual ocurre cada muchos minutos).

Pero más que todo lo que yo pueda decir, hay una secuencia de vídeo que lo resume todo: Concretamente en el minuto 67 se puede observar a varios jugadores al mismo tiempo tocándose los cojones de forma escandalosa, quizá pensando que la jugada va a hacerse sola; es una visión bastante dramática. Voy a poner el partido a bajar e intentaré colgar ese minuto revelador.

Sin embargo, no todo es malo: Al menos creo que todos se saben muy bien sus posiciones defensivas y, en algún rincón de su podrido cerebro, también deben tener memorizadas las instrucciones de ataque que le han dado. Otra cosa es que se les ponga en los huevos llevarla a la práctica. Y Robinho está carburando bien; tanto que ya parece haber una cierta «Robinho-dependencia». La verdad es que a mí me gusta más Reyes. No es tan individualista y es mejor pasador. Pero Robinho es un año más veterano y costó dinero, me parece bien que se respeten las jerarquías. En cualquier caso, lo que los jugadores hacen ahora no es lo que les ha pedido Fabio, porque éste se desgañita en la banda. Está claro que aún falta mucho trabajo.

Pese a todo, durante la segunda tuvo cierto interés: Los nuestros le ponían más ganas y empezaron a crearse algunas ocasiones de gol. Y de repente, el remate templado de Nicolita; qué frialdad, cómo colocó al ralentí la pelota. 1-0. En ese momento pasaba delante de mí un tipo cabezón en el pub donde veía el partido, así que el desconcierto fue doble: todos los jugadores celebrando de improviso el gol. La verdad es que para los 15.000 rumanos que había en el estadio habría sido mejor que el Madrid marcara el penalti. Así habrían tenido menos sensación de ser vencidos por la fatalidad. Pero a nosotros no nos habría beneficiado: es mejor que salgan todas las vergüenzas.

Por cierto que de esos 15.000, 12.000 ya vivían aquí. De repente, hoy en Madrid nos dimos cuenta de todos los rumanos con los que compartimos la ciudad, normalmente mimetizados entre los locales, pero que hoy sacaron su kit de hincha, compuesto de una camiseta y/o bufanda del equipo de la capital rumana.

Ronaldo no jugó hasta el final. Unos dicen que por tortícolis, otros que por ser un gordo cabrón. Lo cierto es que pesa 91 kilos y le han dicho que debe perder como mínimo otros cuatro o cinco. Pues oye, si no se le pone en los huevos ser un deportista profesional, que le vayan dando.

Estamos en octavos.

– Real Madrid CF: 1 (Nicolita (p.p.))
– Steaua de Bucarest: 0

– Un madridista en Barcelona: Finalmente no llegué a la capital catalana hasta el domingo, así que no tuve ocasión de presenciar el Nástico-Madrid por aquellas tierras. Mi paseo por la ciudad al día siguiente resultó muy instructivo. Hacía cuatro o cinco años que no iba, y durante la caminata no dejaba de rondar por mi cabeza este pensamiento: «¡Qué ciudad tan española!» Los barrios, la comida, la gente… y desde luego, si alguien piensa lo contrario, o es muy tonto o no ha salido en su vida de Cataluña.

Las calles estaban ornamentadas con los distintos carteles electorales. Los más llamativos sin duda, los de ERC, con un Carod-Rovira afeitándose frente al espejo y la leyenda en catalán: «somos humanos como tú» («aunque parezca mentira», se podría haber añadido). En otro, leíamos «de izquierdas y catalanistas como tú», con una foto de Puigcercós taladro en ristre (¿para diseccionar el cráneo de algún díscolo españolista, quizá?). En cualquier caso, la batalla del idioma la tienen perdida en la capital: en cuanto te sales de los barrios más céntricos no haces más que cruzarte con «inmigrantes» venidos de otras partes de España, hablando español con gran desparpajo. Y en las calles y comercios, cantidad de hermanos latinoamericanos con poca cara de votantes de ERC. En las Ramblas y demás enclaves turísiticos, hordas de guiris a los que les dan igual el catalán y el español, y que con el inglés van que arden.

Y sin duda es una ciudad muy bonita. Espléndida arquitectura y gran sensación de espacio, de espacios públicos: el Paseo de Gracia, la plaza de Cataluña, la de España… sensaciones que contrastan con la aburrida uniformidad del ensanche. Multitud de sitios para ver, sin duda. Lástima de ciudadanía, que ni se acerca a votar, que deja hacer… la indiferencia y los 60.000 votos en blanco no dejan de constituir complicidad con las fechorías con los que se han apropiado del concepto «Cataluña».

Tema fúmbol: Hegemonía blaugrana machacona y total, por supuesto. Se ven tantas camisetas del Español como del Numancia. Hay que ser del Barça para integrarse, ya lo sabemos desde el marxista Vázquez Montalbán. Pero bueno, matizo: lo que venden las «botigues» no son camisetas del Barça, sino camisetas de Ronaldinho. Si tienen de algún otro jugador deben estar muy escondidas. No me extrañan los celos de Eto´o.

Durante uno de mis paseos me crucé con un tipo sonriente… ¡llevando la camiseta del Madrid! Héroe. (Por supuesto, en Madrid no hace falta ningún valor especial para llevar la casaca blaugrana.) También vi a un sujeto babeante, con cara de cabronazo y vestido con los colores del Barça, que, juraría, se rozaba disimuladamente sus partes mientras observaba uno de los carteles electorales de Carod Rovira. Esta visión me recordó algo, pero en ese momento no sabía exactamente qué. Un rato después, mientras seguía caminando, caí en la cuenta: «¡Juanito!» (Por cierto, y podemos debatir sobre esto si queréis, dudo mucho que un independentista pueda ser buena persona. A lo sumo, un tonto desorientado.)

Ah, ¡y qué difícil es encontrar un lugar para conectarse a internet en Barcelona!

– Os recuerdo que la fecha de la quedada (3 de diciembre) se aproxima. Ya sabéis, partido contra el Ethnic en el Bernabéu y posterior cena en el Txistu. Idme diciendo vuestra intención de asistir, porque después del día 20 no se podrá garantizar ni la entrada para el partido ni sitio en la cena.