Vivimos en los tiempos de la comunicación instantánea: la tecnología nos permite usar nuestra cuenta de twitter para cagarnos en los muertos de alguien situado en cualquier punto del mundo en apenas unos segundos; sin duda un gran avance para la humanidad. También tenemos, claro, un acceso mucho más rápido a las noticias, y a través de un número mayor de fuentes: la información (y la opinión) ya no está en manos de un puñado de periódicos, televisiones y radios. Pero claro, la tecnología no es la solución a todo: es imprescindible tener criterio para discernir cuáles de estas fuentes de información son fiables y cuáles no. En el caso de la prensa deportiva española existen dificultades añadidas, ya que ningún medio de nuestro país reune la honestidad y rigor mínimos para ser considerados de fiar. De este modo, nos encontramos con que el grado de distorsión en la información deportiva es muy parecido al de la era analógica, con la excepción de un puñado de webs -normalmente blogs-, que resisten al modo de aldeas de Astérix digitales.
En los últimos tiempos, estos medios ha ofrecido numerosos ejemplos de lo fácil que resulta inventar, intoxicar y manipular, siguiendo la máxima del periodista rastrero: «no dejes que la realidad te estropee una buena noticia». Una de las ideas-fuerza que han tratado de vendernos desde el bendito día en que Mourinho llegó a Madrid era que su personalidad no encabaja con la idiosincrasia del club (definida por ellos mismos, claro está), y que más pronto que tarde «la afición» (en realidad se referían los lectores de sus periódicos, no necesariamente madridistas) se cansaría de él. Una vez sentada la aseveración, sólo era necesario «ratificarla» poniendo un filtro desfavorecedor a toda la información relacionada con el entrenador portugúes: si se mostraba confiado, era chulo; si plantaba cara a la prensa falaz, despreciaba a la profesión; si aislaba a los jugadores desleales, era un tirano; si quería centralizar funciones, un megalómano. Y la guinda era, cómo no, la «opinión de la calle», que consistía en sacar cámaras a la rúa, preguntar a la gente por Mourinho y luego emitir estrictamente las respuestas que les interesaban. Curiosamente, en estas entrevistas «espontáneas» casi toda la gente se mostraba contraria al entrenador del Madrid.A veces las preguntas se hacían en un ambiente madridista o al menos futbolero, otras ni se molestaban. Porque al fin y al cabo, resulta de enorme interés la opinión sobre Mourinho de una señora que está comprando en la pescadería.
Bueno, pues ayer el estadio Bernabéu fue escenario de una macroencuesta callejera limpia de polvo y paja. Sin necesidad de «reconocidos profesionales» explicándonos lo que pasaba, porque lo veíamos con nuestros propios ojos, y sin la posibilidad de editar las imágenes porque las recibíamos en directo. La realidad resultaba innegable y abrumadora: nuestra afición, pero la de verdad -no los barcelonistas y atléticos que votan en la web del as, ni siquiera los indolentes abonados- está clamorosa e incondicionalmente a favor de Mourinho: que los periodistas se pongan como quieran, que tergiversen tanto como gusten porque les cierran los entrenamientos a los 15 minutos o les llaman mentirosos cuando mienten; lo cierto es que jamás un entrenador del Madrid ha recabado tanto apoyo y entusiasmo entre la masa social blanca. Ciertamente, no en la época dorada en que apenas se sabía algo de los entrenadores, pero tampoco en la era de los preparadores estrella: ni Boskov, ni Di Stéfano, ni Beenhakker, ni Capello, ni por supuesto Del Bosque tuvieron jamás un respaldo similar. Las imágenes de ayer son simplemente inauditas: ¿cuántas pancartas había apoyando a Mourinho? ¿50? ¿100? ¿300? ¿400? Y no sólo estaban las grandes traídas por peñas y grupos, sino también multitud de carteles individuales hechos en casa.
Algunos interpretan todo esto como un fenómeno populista, una masa enfervorecida siguiendo ciegamente a un líder que les da carnaza y despierta sus instintos más bajos. Es una interpretación profundamente miope y estúpida: no se trata de que Mou apele a los peores instintos de la afición, sino que los supuestos gurús de la prensa en realidad no tenían ni puta idea de lo que era la masa social madridista. Los mismos que quizá usen las chanzas con lo del ojo de Vilanova como ejemplo de que se está fomentando la violencia, en otro análisis torpísimo. Vamos a ver, lo del dedazo como hecho aislado es feo y poco edificante, pero se obvian dos cosas: primero que es una agresión de pitiminí, poco más que una travesura, equivalente a una tobita, con nulas consecuencias para la integridad del «agredido». Y segundo que lo que se aplaude no es el dedazo en sí, sino la reacción mourinhana ante un entramado barcelonista que durante la temporada pasada cometió todo tipo de abusos contra la limpieza del juego, desde arbitrajes cocinados (lo de Van Persie pasará a la historia de la infamia) a su incalificable teatro sobre el campo, pasando por graves desprecios verbales («os hemos ganado la Liga, españolitos»). Lo que se aplaude es el «basta ya» de Mourinho, el no poner la otra mejilla como decía una de las pancartas, y habría pasado exactamente lo mismo sin el dedito de marras. Quizá lo mejor sea que esto lo ve desde un cani hasta el merengue más formado; es puro instinto madridista. El que no lo quiera entender, que siga en su realidad paralela, es su problema.
Obviamente, a partir de ahora las mentiras de los medios van a tener mucha menos fuerza: el apoyo del madridismo a Mourinho es tan espectacular e inquebantable que por muchas toneladas de mieda que arrojen a diario y por muchos comentarios de supuestos madridistas avergonzados que inunden sospechosamente cada noticia, será extremadamente difícil que se produzca una fisura en el frente blanco. Esta tarde a eso de las seis conoceremos a nuestros rivales de la Champions, y afortunadamente nuestra única preocupación será derrotarlos. A diferencia de otros años, ya no tenemos cánceres, y los periodistas, que antes casi manejaban el club, ahora son sólo un puñado de idiotas llenos de ruido y furia. ¿Querían la opinión del madridismo? Ya la tienen: LQDM.
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