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Desde hace tiempo, Florentino Pérez tiene el propósito de maximizar los ingresos que proporcionan las instalaciones del club, sin duda animado por los datos de otros clubes europeos, los cuales consiguen financiar gracias su estadio buena parte de su presupuesto anual. Con este objetivo, hace ya más de un año que se presentó un proyecto para la enésima remodelación del Bernabéu, que consitiría en colocarle una enorme cubierta encima, creando un amplio espacio interior que albergaría un centro comercial y también posiblemente un hotel. La propuesta, ya aprobada en Asamblea Ordinaria de Piperos, venía acompañada por una presentación gráfica puramente conceptual, con unos diseños que imitaban el del Allianz Arena de Múnich. La prensa española, con su rigor habitual se apresuró a presentar dichos gráficos como el diseño definitivo, dando por hechos detalles ni mucho menos decididos como la superficie luminosa.
Lo cierto es que el concurso del proyecto no se presentó hace hace apenas un mes, y ya se ha realizado una criba de los candidatos. Pero antes de pasar a eso, primero voy a analizar la viabilidad la obra. Para mí uno de los problemas de querer poner una especie de cáscara gigante al estadio es el escaso espacio disponible alrededor del mismo. En el lado más depejado, el que da al paseo de la Castellana, si se eliminan los «Jardines del Mundial 82» habría 72 metros entre la fachada y la Castellana, un espacio no excesivo pero sí suficiente para un centro comercial de cierta entidad.
Sin embargo, como puede verse perfectamente en la foto área, el espacio disponible en Rafael Salgado y Concha Espina es mínimo, contándose únicamente con los aproximadamente cuatro metros de anchura que ofrece la acera. Parece casi inviable la construcción de cualquier espacio comercial en tan estrecho pasillo. En cuanto al lado de Padre Damián, el actual espacio ocupado por la Esquina del Bernabéu ya ha sido comprometido para una zona verde, por lo que no habría ninguna instalación ahí, mientras que el edificio ocupado por la tienda de Adidas y las oficinas podría seguir ahí, incluso con más altura, pero sería imposible taparlo y que la cubierta tuviera cualquier aspiración de simetría. Así pues, la única opción de tener zonas comerciales en ambos lados del estadio y cubiertas bajo el mismo techo sería tirar también ese edificio, aunque en ningún caso el lado de Padre Damián tendría la misma anchura que el opuesto, por falta de espacio. Las últimas posibles remodelaciones serían gran aparcamiento subterráneo en el lado de Castellana y un techo que casi seguro no se hará, por el poco uso que se le daría y su gran costo.
Otro problema importante a resolver es qué hacer con la fachada actual del Bernabéu. Si el interior del nuevo centro da directamente al muro del estadio tal como está ahora, será una vista decididamente bizarra, como lo sería la de cualquier edificio dentro de otro edificio. En principio, lo más lógico sería cubrir el exterior con alguna clase de material que hiciera menos brusca la transición entre ambos espacios, una especie de muro encima del muro. Pero esta operación no resultaría nada sencilla, puesto que la actual fachada del Bernabéu es cualquier cosa menos lisa: no sólo aumenta en anchura según vamos hacia arriba, sino que tiene unos enormes pilares incrustados alrededor de toda la estructura, además de otros mucho recovecos y espacios. En suma, todo un desafío, que obviamente se deriva de la irreductible insistencia del presidente en permanecer en la Castellana, en vez de empezar de cero en Valdebebas, con todo el espacio y facilidades del mundo. Pero la cosa ya parece inevitable , y por lo que sabemos los dos últimos candidatos que optan a firmar la remodelación son el español Rafael Moneo y el británico Norman Foster. Vamos a repasar someramente las principales características de su obra.
Rafael Moneo: Al parecer, quedó traumatizado en su juventud por ser incapaz de resolver el Cubo de Rubik tras diez años intentándolo. Desde entonces, se dedica a construir cubos, o cuando no le es posible, cualquier poliedro lo más parecido posible (ejemplos aquí, aquí, aquí y aquí). Si vas por cualquier ciudad del mundo y ves un puto cubo marrón, lo más probable es que sea un edificio de Moneo. En caso de que alguien se pregunte cómo este pavo ha conseguido colocar sus mier, éste, edificios por todas partes, han de entender que el mundo de la arquitectura -mucho más emparentado con el del comercio de arte que con el de la ingeniería- es extremadamente siniestro, y el tráfico de influencias es cosa común. Eso posibilita sembrar el globo de basura susceptible de derribo siempre que se esté convenientemente relacionado. Una ampliación del Bernabéu diseñada por Moneo sería algo soso, con muchísimos ángulos, probablemente con ladrillo visto y, en general todo un incentivo para sacarse los ojos.

…Cualquier parecido NO es coincidencia.
Norman Foster: El principal servicio de Foster a la gloriosa nación española está ubicado en la «Cuatro Torres Business Area». Se trata de la Torre Caja Madrid, más conocida como el abrebotellas, un auténtico espanto en medio de lo que es un conjunto elegante y armónico. Foster tiene un estilo algo más variado que el de Moneo, aunque tampoco mucho. Sus edificios se dividen en dos tipos principales: los que tienen forma ovoide y los formados por rectángulos verticales. Pertenecientes a la primera categoría son el Reichstag alemán, el City Hall de Londres, la Free University de Berlín o el Edificio Gherkin, también conocido como «La polla». En la segunda categoría están la sede del Commerzbank, la Century Tower de Tokyo (quizá su edificio más feo) y el citado abrebotellas. A veces se reinventa y prefiere usar triángulos, como en la torre Hearst (con escalofriantes resultados) o plagiar la Opera House de Sidney como hizo con el auditorio de Glasgow (también conocido como «el bicho bola«). En general, si el edificio tiene mucho placas de metal bien visibles y vidrio azulado, Sir Norman se da por satisfecho.
En honor a la verdad, también ha tenido algún momento de inspiración, y sus edificios suelen ser muy bonitos por dentro, pero a mí desde luego no me conmueve generalmente. Decir que Foster ya ha diseñado un estadio de cero, el nuevo Wembley, que a mí me parece una puta mierda: un centro comercial totalmente genérico con un campo de júrgol en el medio y un arco en lo alto, por el módico precio de 950 millones de euros. Como nota curiosa, Foster está casado con la psicóloga española Elena Ochoa (sí, la de la tele) y vive a cinco minutos de Bernabéu. Esto puede significar bien que le tiene cariño al recinto y pondrá sus mejores esfuerzos en mejorarlo o bien que lleva años dando vueltas alguna idea grotesca que nos pondrá los pelos como escarpias. Foster es mejor que Moneo, y seguramente el favorito para ganar, pero también una apuesta arquitectónica casi aleatoria. Veremos con qué sale.
En cuanto al dinero, las obras, en principio presupuestadas en 250 millones de euros, se retrasaron debido a la falta de financiación, y ahora el coste se ha rebajado drásticamente, hasta los 100 millones, lo que sin duda una dificultad añadida. Me reservaré el juicio hasta ver el diseño definitivo, pero ahora mismo no espero nada bueno; más bien una obra complicadísima y unos resultados estéticos y de usabilidad muy cuestionables, que para colmo tendremos que comernos unos 15-20 años como mínimo. Sinceramente, ya que vamos a hacer este dislate de la cubierta, yo tiraría por un diseño que representara los verdaderos valores de la afición y lo que pasa en el estadio en cada partido, y eso es lo que le pedí a Quim Pons, que me mandó la imagen que véis bajo estas líneas. El diseño es brillante, pero podría llevarse más allá con la tecnología: por ejemplo la cubierta podría cambiar de colores acompasada con los pitos de los aficionados, creando así una gloriosa sinfonía audiovisual pipera. No sé si sería un estadio bonito, pero al menos dejaría claro a todo el planeta qué entienden los biempensantes oficiales como «el verdadero Madrid».

…Diseño de Quim Pons (pinchar para ampliar).
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