Que no haya yshteria

mono
Supervisando el juego desde la banda.

Empiezo a notar entre el mandrilismo -y entre el fansismo, que es su expresión más depurada- una cierta inquietud porque no se han producido movimientos en la plantilla ni en el cuerpo técnico, exceptuando la triste marcha de Mourinho. Esta inquietd se debe sin duda a que mis estimados compañeros no han alcanzado el mismo estado de serenidad budista que yo: convertido en un bodhisattva merengue, ni siento ni padezco, y además logro ver la lógica absurda de todo ese asunto. Veréis, el hecho de que a estas alturas no haya entrenador, ni se hayan fichado delanteros, ni centrocampistas, ni defensas, da exactamente igual. Porque el Madrid ha dado un giro radical a su programación, consistente en que NO HABRÁ PROGRAMACIÓN.

Efectivamente, debéis asimilar que estamos en una temporada modo «octava Copa de Europa», que también podemos llamar «modo caos» o, como dice Custer, «modo Cthulu». Esto quiere decir que se hará todo como a Floper le salga de la polla, y luego Dios proveerá, si es que aún es del Mandril. El fichajazo será Bale, y para el resto de posiciones me imagino que se ahorrará bastante, que está la cosa muy malita. De hecho, ya se vislumbra una política tipo «Más cantera, y menos dafuera» con la incorporación de Carvajal y Jesé, más la consolidación de Moratita. Si la masa quería cantera, se va a hartar. Preveo pocas bajar: si bien Higuaín ya se ha auto-vendido, de Pepe ya ha dicho Floper que «es mu güeno y no se va». Alonso es «de los mejores del mundo» y nos tocará tragárnoslo -incluso de titular- en su penosa decadencia post-pubalgia. Eso sí, probablemente tengamos que despedirnos de un elemento extremadamente útil como Coentrao, únicamente debido a la ignorancia supina del combo prensa-piperos.

¿Y el entrenador? Non preocupare. Tras superar el tira y afloja con los moritos del PSG -que se superará- Carletto llegará en loor de multitud (compuesta por Floren, Ultramemo, Bosteza y Zidane), tras lo cual iniciará su tarea ipso facto, que consistirá en masajearse el paquete. En serio, ¿creeis que piensa hacer una gran reforma táctica, o que necesita ponerse a trabajar lo antes posible para implementar su sistema? No, amigos, entrenar en un año post-Mourinho o post-Capello es muy fácil, y Ancholotto seguirá el método de los grandes maestros del tocacojonismo -Del Bosque y Rexach el olivero-, consistente en disponer cuatro movimientos tácticos y decirle a los chicos «salid y divertíos». Es más, si el presi -o Relaño- quiere aportar algo vía servilleta, tanto mejor. Este año es para rebajar tensiones, y por lo tanto hay que sumar, no restar. No descarto incluso ver al mono Waldo, tan citado por aquí, como segundo entrenador.

Ya, ya sé que, como protopiperos que sois, os preocupa que este método quizá no dé resultados. Pero estad tranquilos, no estamos condenados necesariamente al fracaso. La plantilla será de nivel medio-alto, la presión de la prensa será baja, habrá inercia de Mou y la Farsa -dejando aparte la euforia de Neymar- probablemente no esté muy bien. Esto quiere decir que cumpliremos sobradamente en el frente doméstico y en Europa, salvo catástrofe, llegaremos mínimo a cuartos de final. E incluso podemos ser campeones, que ya se sabe que en fútbol la lógica sólo funciona a largo plazo. Claro que a mí, a estas alturas de la vida, me interesa casi más el método que los resultados (¡el estilo irrenunciable!), y sigo altamente desencantado con todo esto. Pero no sufráis, que si queréis resultados, es muy posible que los haya. Tan sólo debéis procurar no tener prisa, eso podría mataros.

Muy poco, muy tarde

floper 2

Se ha visto tremendamente distraido a Florentino en los últimos días recorriendo casi todos los medios el país, no porque le apeteciera aclarar los luctuosos hechos de nuestro final de temporada y la salida de Mou, sino para presentar su nuevo (e ilusionante, je) mandato presidencial. Me sorprende mucho cómo la tropa de twitter se ha alborozado tras las distintas intervenciones de Floper, especialmente la realizada en Junto Farlopa, simplemente porque el presi se dignó a dar un par de cachetes a alguno de los periodistas más tontos de la cabaña nacional, o a desmentir una o dos mentiras excesivamente burdas.

Lamentablemente, esta tímida reacción no basta, no basta en absoluto. De hecho, lo primero que evidencia es que con un departamento de comunicación potente tendríamos a la prensa totalmente acorralada, puesta día tras día ante el espejo de sus mentiras. ¿Es que cuesta mucho tener un portavoz en el club que haga lo que ha hecho Floper estos días un par de veces al mes? Y para ello ni siquiera sería necesario que pasara por las zahurdas televisivas y radiofónicas, pues para eso tenemos nuestros propios medios. Pero si algo ha quedado claro es que Floper piensa que hay que pagar tributo a todos los sospechosos habituales: ¿cómo puede ser que después de la humillación incalificable de hace unos años haya vuelto a pisar un estudio de Deportes Cuatro? Y en Punto Pelota, tras repartir la supuesta paliza a los periodistas ariscos, no dudó en despedirse de todos con un efusivo abrazo, dejando claro que, pase lo que pase, «todos somos amigüitos». Y nos vemos en la cena de Navidad.

He llegado a ver a alguno de esos entusiastas de twitter fantaseando con que «el As se va a hundir». No, mis queridos: un día de sol no hace verano. Las tendencias, especialmente las de consumo, son algo que cambia muy despacio, y una escaramuza como la de la otra noche se olvidará rápidamente. De hecho, no me extrañaría que el As del día siguiente tuviera más ventas de lo normal. En el mundo de los medios, la exposición es oro puro («que hablen de mí, aunque sea mal»), y la charla de Floper, en realidad, fue una publicidad cojonuda para el As. La prensa deportiva se hunde, sí, pero igual que toda la prensa en general. No por campañas de «ni un solo click» (que están bien), sino porque el formato está obsoleto. Lamentablemente, el Madrid no les ha hecho la guerra, y queda claro que no se la va a hacer.

Para mí lo significativo son las cosas concretas dichas por el presidente estos días, que nos dejan un panorama sombrío: «No realizaremos ningún acto de agresión contra el Barcelona» (traducido: «no iremos a por Thiago»). ¡¿Por qué?! ¿Es que sus medios se van a cortar en seguir pintándonos como la gentuza más vil y prepotente del mundo? «Me encantaría una grada joven, pero es difícil juntar tantos asientos». Traducción: «No se me pone en los cojones, que cuando hay que mover el palco bien que se desplaza hasta al socio nº 1». Ítem más: «Casillas es el mejor portero del mundo». Sí, sí, ya se sabe que aquí tenemos todo lo mejor del mundo: club, estadio, afición, portero… será su última frase cuando lo estén devorando las hienas. «Los jugadores saben que el poder lo tiene el entrador». Sí, bueno, disciplinados como marines.

Florentino puede intentar colorear las cosas, pero lo cierto es que teníamos a Mou, nuestro entrenador más fuerte y honesto desde los tiempos de Bernabéu, y hemos dejado que lo hicieran trizas poco a poco. Y ahora, con todo ya perdido y un futuro desolador, se acerca un ratito a las tertulias para dar dos collejas. Pues muchas gracias, hombre. Ya puede meterse en la cueva otra vez, hasta dentro de unos añitos, cuando toque presentar de nuevo el aval.

El Madrid apesta. Parte 3: Los jugadores

jugadores

Mi trilogía apocalíptica sobre el fracaso del proyecto deportivo blanco no podía dejar fuera a los jugadores del Real Madrid. Se trata de los principales trabajadores del club y sus mayores generadores de imagen, lo que los hace piedras angulares en nuestro funcionamiento, pero desgraciadamente hace décadas que no están a la altura. Esto se debe principalmente a la perpetuación de un modelo disfuncional, en el que los jugadores pasan a formar parte de la jerarquía del club, dentro de una dinámica orientada a proteger sus propios intereses y a hacerles ostentar más poder que su entrenador o incluso su presidente.

Una vez más, el mal comienza tras la muerte de Bernabéu, personaje que aún no ha tenido relevo digno. Si bien el jugador de fútbol siempre ha tenido tendencia al caciquismo, valiéndose de su potencia mediática, Santiago Bernabéu jamás permitió a sus estrellas salirse de su sitio, marcando una línea clarísima entre jefes (presidente, socios, entrenador)  y empleados. No es que no existieran jugadores con tendencias caciquiles (Di Stéfano, Pirri, etc.), sino que se les dejaba claro que, aunque tenían su cuota de poder en el césped y en el vestuario, había una línea que no se podía cruzar. Tras el fallecimiento de Bernabéu y la etapa de Luis de Carlos, los sucesivos presidentes del club han tenido un extraño complejo de inferioridad que les ha llevado a buscar una relación idílica con los jugadores, basando en ellos su poder y borrando esa frontera que tan eficaz se había mostrado en épocas anteriores.

Esta tendencia arranca con las famosas «trillizas» de Ramón Mendoza (Míchel, Butragueño y Sanchís), «niños mimados» que empiezan a tener una relación demasiado cercana con el presidente, incluso antes de la era de los teléfonos móviles. Mendoza tuvo algún amago de resistencia, como el traspaso de Martín Vázquez por pedir demasiado dinero, pero paradójicamente luego se repescó al jugador, incluso mejorando las cantidades que había pedido en un primer momento. Se ve también en esa época un cambio en la tipología del jugador: frente a los toscos, casi rurales, futbolistas que predominaban hasta los primeros 70, empieza a imponerse el jugador infantilizado, que tiene claro desde pequeño que va a vivir del fútbol y consciente de su tirón mediático. Comprensiblemente, la imagen es importante para ellos: hoy conocemos la frustración de Míchel en aquella época por no encontrar en esa época lugares donde se realizara la manicura masculina.

Mendoza es desalojado, en una maniobra oscurísima (de la que ciertamente se ha hablado muy poco), por Lorenzo Sanz, y el gris empresario madrileño se siente en una necesidad aún mayor que su predecesor de legitimarse. En esa época Hierro ha tomado el relevo de las trillizas, y el poder de los jugadores está ya muy asentado. La falta de seriedad en el club es absolutamente patente: Fabio Capello, primer entrenador de Sanz, dura sólo un año, sin que el presidente haga ningún esfuerzo por retenerlo. Empieza así un carrusel infernal de técnicos que raramente superan el año en el banquillo, estando ya vigente la máxima de que «es más fácil echar a uno que a veinte», por otro lado tan típica del fútbol español. Es vox populi que los jugadores madridistas pueden «hacer la cama» a su entrenador, y de hecho vemos numerosos ejemplos. Benito Floro, el mismo día en que es destituido, tiene que espetarle a sus futbolistas: «¡¿Cómo se puede ser un jugador y no llegar sufriendo a un balón?!»

La época actual

Lamentablemente, el patrón se ha repetido en las dos etapas de Florentino Pérez, un presidente que nunca supo capitalizar sus altos niveles de aceptación entre los socios. Entramos de pleno en la etapa de los jugadores inmaduros, a menudo con una imagen extravagante, mitad estrella de rock, mitad futbolista. El caso paradigmático es Guti, quien inexplicablemente permanece 14 temporadas en el club, cuando debió ser traspasado una década antes por su escandalosa falta de profesionalidad. El gran cacique es Raúl, de la mano de su representante Ginés Carvajal, quien, aprovechando la debilidad del presidente, aprovecha para colocar varios jugadores de su «cuadra» en el club, llegando incluso a designar a dos entrenadores (López Caro y Juande Ramos). Se fragua también en esa época la popularidad de Casillas, quien -al igual que Raúl- tiene como principal herramienta de ascenso a la prensa, la cual eleva sus meritorias carreras deportivas a la categoría de míticas, ensalzándolos fuera de toda medida razonable, por supuesto para cobrarse la factura luego. Al dimitir abruptamente en su primera etapa, Pérez cita expresamente el excesivo acomodamiento de los jugadores.

Así, no es de extrañar que hoy sea casi imposible ver a jugadores comprometidos ante todo con el proyecto deportivo del Madrid, y no con sus propios intereses. Es además una época de jugadores con poca personalidad, que muy raramente van a salirse de los tópicos futboleros en sus declaraciones, por lo que resulta dificilísimo verlos defender con rotundidad a su entrenador, por más que éste sea clave en el éxito del proyecto. Yo no les pido que digan al club explícitamente que tiene que mantener a un técnico, pero es fácil usar expresiones que lo ensalcen sin entrar en terrenos pantanosos («para mí es el mejor», «la continuidad es fundamental para el éxito», «con este entrenador podemos ganarlo todo», etc.).

Pero claro, ¿es que acaso tienen los jugadores la inteligencia suficiente para darse cuenta de qué entrenador les conviene? En el caso de Mourinho parece que no ha sido así. Los apoyos han llegado tarde y mal. De repente, nuestro futbolistas parecen haber recordado que tenían cuentas en redes sociales desde las que podían mandarle mensajes de adhesión. ¿Por qué ahora los elogios en twitter y en Instagram, y no a mediados de temporada, cuando nos asaltaban las dudas deportivas? Hasta Wellington, de un equipucho como el Málaga, ha demostrado más categoría, escribiendo una sentida misiva al entrenador saliente. ¿Tantas ganas tienen los blancos de volver a una vida más cómoda, o tan pocos cojones para enfrentarse a los popes del vestuario, que en realidad son unos mindundis? Es realmente desolador que dos analfabetos funcionales como Casillas y Ramos hayan podido tirar el único proyecto solvente del Madrid en décadas, por motivos, dejémoslo muy claro, per-so-na-les. Tan sólo Arbeloa, en un último arranque de orgullo, se ha arrancado a sacarles la vergüenzas a estos dos personajes, mandándoles un recado meridianamente claro.

El santo temor al traspaso

La solución, por supuesto, sería aplicar un «modelo Manchester» en el que las estrellas siempre son susceptibles de traspaso si ponen palos en las ruedas del proyecto. Entiendo que pueda haber casos especiales como el de Kaká, que no pueden venderse sin anotar pérdidas tremendas en el balance, ¿pero cómo puede justificarse mantener contra viento y marea a tipos amortizadísimos como los citados Ramos y Casillas? El presidente alude a la «paz institucional» o «paz social», que en realidad quiere decir que le acojona que le critiquen en la prensa, causando así un gravísimo perjuicio al club. No, querido señor Pérez: vender a las vacas sagradas que se han salido del corral no sólo sería bueno: sería un verdadero hito en la historia del Madrid, que restituiría por primera vez desde los tiempos de Bernabéu la jerarquía natural: los de arriba marcan la estrategia, los futbolistas se dedican a ser profesionales honrados y a mirar por el colectivo.

Considerando todo lo anterior, no podemos dudar que los futbolistas del Madrid son una parte grave de sus problemas, incluyendo a los canteranos, esos muchachos que, pese a haberse criado en la institución, son incapaces de comprender los intereses de la misma. Se habla mucho de los valores del club, pero nadie se los inculca en absoluto: ni se les enseña nuestra historia, ni se les dan unas pautas de comportamiento que protejan nuestra imagen institucional. ¿Alguien les ha enseñado que simular faltas es un atentado al espíritu del juego, que escupir no es una necesidad fisiológica, que cubrirse la piel de tatuajes y lucir peinados ridículos es totalmente antiestético? ¿Cuáles son los «valores» madridistas, pues? ¿Dar entrevistas al Marca? Como digo, tanto los criados en casa como los fichados fuera se han convertido en colaboradores fundamentales del enésimo proyecto fracasado, por no saber arropar al hombre que representaba su mejor oportunidad de alcanzar un palmarés glorioso.

Buitres

Adiós, Mou

mou

Hoy el Madrid disputa su último partido con Mourinho de entrenador, dejando un amargo sabor de boca a los que vimos en la colosal figura del portugués una oportunidad para que el club recuperara, de una vez por todas, sus verdaderas esencias: el poder de arriba hacia abajo, la seriedad en la planificación, la meritocracia, la absoluta independencia de factores externos. Tres años después, constatamos que todo eso -que debería ser lo normal- es demasiado esperar del actual Real Madrid, y que por tanto el sitio de Mourinho no está aquí. Nos quedamos así huérfanos, como nos ocurrió en el año 2007 con el pater Capello, quien se fue por la puerta de servicio -tras una de las Ligas más extraordinarias de la historia- porque al chorizo del presidente y a la prensa no les gustaba el doble pivote. Nos han dejado con esta sensación de desamparo demasiadas veces a los madridistas, y francamente, algunos nos hemos cansado ya.

La marcha de un superprofesional como Mou -ninguneado, acosado, vilipendiado- tiene un significado mucho más allá de lo futbolístico. Denota ante todo el profundo fracaso de España, una sociedad que tras la transición debería haberse modernizado y europeizado, pero se ha quedado con casi todo lo malo del franquismo, ha desechado lo bueno y ha desarrollado novedosos y endémicos vicios. Cada vez que alguien, en un bar, facultad u oficina ningunea a Mourinho, llamándolo inútil o dictador, revive lo peor de la España cerril y atrasada. Un nº 1 que llega de fuera con los mejores logros en su currículum les parece incompetente porque «no respeta a los nuestros». Pasó con Capello, pasó con Messina y con tantos otros. Se indignan porque mande a segundo plano a una vaca sagrada, igual que hacen cuando sus jefes, sus profesores o sus gobernantes les exigen más o les quieren quitar un privilegio. En tales casos se monta una huelga destructiva para paralizar todo, o se intenta abortar una ley ya aprobada. España es innegablemente un fracaso, y los mejores, con toda lógica, se van.

La prensa se despide de Mou con el peor estilo, usando titulares revanchistas, barriobajeros, auténticamente sonrojantes. Son una mafia y no lo ocultan, están exultantes porque han logado expulsar a Elliot Ness de la ciudad. Me parecen los peores exponentes de la condición humana, sólo ligeramente por encima de asesinos, terroristas y torturadores; auténticas lacras de la sociedad a las que no deseo nada bueno, por mucho que, en petit comite, aleguen que «tienen que comer». Si mañana murieran todos los miembros de la plana mayor de As y Marca, tan sólo lo lamentaría por la buena gente que haya en sus familias. España, como sociedad, sin duda saldría ganando librándose de semejante lastre de mediocridad y vileza. Mourinho se abstiene de dar una postrera rueda de prensa, y hace bien: ¿por qué ofrecerles un último show, más minutos de radio y televisión, más páginas para vilipendiarle? Ya les dio demasiado en estos años, sin que entrara en absoluto dentro de sus obligaciones. La despedida de Mou se ha producido en la web, breve y concisa: «Gracias y Hala Madrid». Suficiente. Veremos si el estadio le dice adiós con, al menos, un mínimo de dignidad.

Por supuesto, el mayor fracaso en esta historia es el del club, que, incapaz de reterner a Mourinho, ha levantado su propia lápida, en la que bien podría leerse R.I.P. Real Madrid C. de F. 1902-2013. Y el fracasado máximo es Florentino Pérez, un personaje indigno que ayer salió a presentar ufanamente su candidatura presidencial, por supuesto la única, después de podar posibles rivales vía votación asamblearia («así muere la democracia, entre aplausos»). Se felicitó por «la paz social», la misma de Chernobyl. Avisó también de que nos preparemos para la misma mierda en los próximos años, pero, eso sí, «el Madrid seguirá siendo de los socios». Bla bla bla, palabrería, mentiras. Prometió convertir el estadio en «el máximo referente arquitéctonico, el mejor exponente de la era digital, un Bernabéu de vanguardia». Por favor, qué falta de decoro: un edificio de los 40 convertido «en referencia» poniéndole un capuchón de 200 millones, claro. En los días anteriores rindió pleitesía ante sus enemigos, confirmándoles expresamente que podían echar a quien quisieran, incluido él. Espero que tenga la salida más indigna del club, la que se ha ganado.

Se va Mou. Queda la deshonra, el ruido y la lista Forbes. Una carcasa vacía.