Por Rappol
Salvando las distancias entre la Real Sociedad y el PSG, futbolísticas y morales en menor medida, parecía que después del paseo militar contra los etarritas la receta para la remontada contra el multiculturalismo gabacho-mercenario pasaba por oxigenar el centro del campo e ir decididamente a por el enemigo. Sin embargo, el fútbol —lo que sucede dentro del campo, cuando se juega intentando solo matar deportivamente hablando al rival— no tiene nada que ver con la moral, ni con la retórica, ni con la filosofía, ni con nada de nada. Puede que no sea más que física y química. Y también fe, no necesariamente relacionada con la física, la química, la religión o la ciencia. El fútbol es un acto creativo. A veces sale bien, y a veces sale mal. Ayer por la noche, el Real Madrid volvió a demostrar que, cuando se trata de fútbol, tiene ese talento creativo que nadie más ha demostrado tener a lo largo de la historia de este deporte. Y cuando digo nadie es nadie. Nadie. Absolutamente nadie.
Imaginen que van conduciendo un auto de vuelta a casa un miércoles de Champions a las 21:00 horas, con dos niños detrás que acaban de terminar su entrenamiento de fútbol en un equipo de infantil de media tabla de 4ª andaluza, y van conversando inaudiblemente mientras en la radio atruena la retransmisión del Real Madrid-PSG con el resultado de 0-1 en el partido de ida. Imaginen que todo el rato que dura el trayecto no se oyen más que nombres de jugadores extraños que parecen dominar un partido que no tiene pinta de ir bien para los blancos. Quizás sea mucho imaginar, pero antes de ganar tienes que imaginarte que ganas, porque si no, lo que suele pasar es que pierdes. Vencer esa resistencia mental es muy importante para la victoria, Pochettino, ¿saes?
La fortuna hay que buscarla. Y al que la fía al dinero (ay, morito de mis entretelas), le suelen acabar enterrando en galufo. Ya tiene magia, justicia y su buena dosis de chufla que sea un francés inmigrante que vive la fe de Mahoma a su manera el que te dé tres paladas de bacon para enviarte a protestar a ni sabes dónde, jequecito alcohólico, que le das mucho a la botella, truhán. Que la clase no se compra con dinero, capullito. Y el fútbol, la esencia del fútbol, lo que te ha vuelto a pasar por encima, ooootra vez, tampoco, Nasser, corazón de galufito, payaso con billetes, ignorante de La Meca. En definitiva, pichafloja.
Volviendo al fútbol, el planteamiento inicial del Don no convencía —porque no podía convencer— al fansismo. Porque el fansismo puede saber más o menos de fútbol, pero comparte con el madridismo ese raro don que tiene el fútbol del Madrid. Competitividad, «creer», lo que les salga a ustedes del alma. Póganle el nombre que quieran. Había que salir con oxígeno y cojones, para crear el territorio Modric, el territorio Benzema, el territorio del talento, el territorio del gol, el territorio de la creatividad. Como fuera, sí, pero con un centro del campo que reventara pulsómetros, mejor.
Uno quiere ser amable con Carlo Ancelotti, que tiene la ceja pelada, que es historia del fútbol europeo e italiano… y pensar que sacó un once para ver qué pasaba. Con un pulmón uruguayo, sí, pero con la carretera perdida que es este Carvajal; casi lyncheano, cornudo futbolístico, brótola boqueando sobre la arena. Mbappé parecía un Mistery Man oscurito cada vez que la agarraba por la izquierda, más tranquilo que Pablo Iglesias volviendo a casa con la boca apestando a fluidos vaginales.
De esta suerte, al iniciarse la segunda parte, Dick Laurent estaba muerto y el partido, verdaderamente, comenzó en el minuto 57 cuando entraron Camavinga y Rodrygo (para mí este chico ya ha explotado) por Kroos y Asensio. La oscuridad en la piel dio paso a la luz en el campo. El Madrid comenzó a presionar como era necesario hacerlo en ese momento (¿Carlo?) y a robar pelotas en tres cuartos, terminar jugadas y encender la lámpara de la mesita de noche francesa en la que estaban las toallitas y los pañales. 1-1, con falta clara de Benzema, para mi gusto y apreciación. Pero qué cojones: había que darle un motivo a Nasser Galufito y a su mamporrero Mauricio (que nunca nos entrene ese tío, por favor, que solo aspira a ganarle al Barcelona) para cerrar el círculo del ridículo después del partido.

Después, hubo otro momento clave de magia del entrenador italiano, antes del 2-1. Lucas por Autobahn Carvajal, cerrando la izquierda definitivamente, y contando también con el trabajo titánico durante todo el partido de Alaba y Militao. El austriaco cogería una silla más tarde, como antes cogía la cabeza de Modric en el 2-1, como veremos a continuación. Estos tíos saben. Estos tíos están por ahí perdidos por el mundo y llegan aquí, al Real Madrid y entienden que esto es el centro mundial de la pelotita, el agujero negro, el kilómetro cero del fútbol de clubes mundial. Lo raro es que Alaba no le estampara la silla en la cabeza a Messi, a Neymar y hasta a ese Mbappé que ya tiene que tener muy claro qué es lo que tiene que hacer si quiere ser una leyenda del fútbol mundial.
El 2-1. Minuto 75. Un tipo de blanco agarra una bola en la derecha desde la línea de atrás del Madrid y monta un contraataque rompiendo líneas. Está fresco, cómo corre, cómo se le van cayendo los negritos alrededor… Ese tipo es Luka Modric, el mejor centrocampista que ha visto el Real Madrid moderno. La jugada parece morir en Vini (el bueno de Vini, este sí que es un jugador diferente), pero vuelve la pelota a Luka Modric, para que dé el pasecito perfecto para que Benzema marque el 2-1. Ahí se acabó el partido. Ahí se cagó encima el PSG como Layne Staley en sus últimos días. En la celebración aparece David Alaba y hace ese gesto de cogerse las cabezas sin casco con Modric, como si fuera fútbol americano. «Waaaaa, Luka, eres la polla, pero solo hemos empatado»- dice Alaba. Y Modric le contesta, «Waaaa. No te preocupes. Vamos a marcar otro más». Y le dice el negro, «Vaaaa. ¿Y si marcamos otro, qué voy a coger que no sea tu cabeza?». Y Luka le dice: «Coge una silla».
El jequecito todavía está buscando dónde queda La Meca.
Hala Madrid, jequecitos.
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– Real Madrid: 3 (Benzema, Benzema y Benzema)
– PSGay: 1 (Principito Blanco)