https://youtu.be/D2murVGwZmE
Ya desde sus comienzos como arte masivo en los 60, el manga japonés logró plasmar en la página el drama de los deportes individuales y colectivos. Mientras que los autores americanos rehuían completamente la narración deportiva, que tan mal se adaptaba al cómic-book mensual autoconclusivo de veintipocas páginas, los nipones se explayaban en larguísimas historias acerca de beisbolistas o boxeadores, con los mangas https://youtu.be/tHBudNTBoeU (La Estrella de los Gigantes) y https://youtu.be/mF4Lgakr7aE (Jo del Mañana) como obras más emblemáticas, ambas con exitosas adaptaciones animadas.
Los años 80 fueron la época durada del manga y el anime; un momento en el que ambas artes habían madurado durante 20 años, abundaban los autores brillantes, tanto el dibujo como el coloreado eran locales y casi completamente a mano, y el entretenimiento digital apenas daba sus primeros pasos de bebé, sin devorar todo como ahora. En esa época irrecuperable en que el Shonen Jump era la revista más vendida del planeta, albergando series legendarias como Dragon Ball o Saint Seiya, un joven Yoichi Takahashi (21 años) recibió la oportunidad de publicar su primera serie larga, Captain Tsubasa.
Pese a centrarse en un deporte absolutamente minoritario en Japón como es el fútbol, Tsubasa cuajó rápidamente usando recursos típicos del manga: protagonistas con personalidades muy marcadas, rivalidades extremas, dibujo muy dinámico y un tono épico que emparentaba el simple enfrentamiento deportivo con las batallas de samurais. Todo ello aderezado con técnicas futbolísticas especiales que violaban alegremente las leyes de la física pero que aumentaban la emoción y la sensación de poder de los personajes. No todo era bueno: junto a valores positivos para los jóvenes se fomentaban otros nocivos, como el jugar lesionado o enfermo, exponiéndose a lesiones permanentes o incluso la muerte, todo impregnado de un sentido del sacrificio muy nipón.
La adaptación al anime se encargó a Tsuchida, una filial del colosal estudio Toei que trabajó con un minipresupuesto, el cual debería estirar durante docenas de capítulos si todo iba bien. Aunque la animación era básica y carecía del pulido de la casa madre, los animadores dieron en el clavo con lo esencial: transmitir toda la motricidad del manga y lograr que partidos de fútbol divididos en múltiples capítulos de 20 minutos no resultaran monótonos, encerrando en cada uno de ellos su propio drama. Una excepcional https://youtu.be/bHtA9h6fpB0, con todos los agasajos correspondientes. No mucho antes, el club de la vida real había fichado a Takefusa Kubo, un proyecto de Tsubasa con el que conquistar el suculento mercado japonés, indiferente a la J-League pero siempre anhelante de ídolos de cualquier tipo.
El sueño se frustró pronto: el Barcas incumplió las reglas de fichajes de jóvenes y la FIFA lo obligó a devolverlos a sus respectivos países. Así pues, Kubo siguió su formación en el archipiélago nipón y logró la titularidad en el FC Tokyo, con el que ganó la pasada liga. Llegaba el momento de volver a Europa, pero quien lo quisiera debería pagar una buena ficha; el Barcas titubeó y el Madrid estuvo más listo: Kubo ya es oficialmente blanco, y tendrá ficha en el Castilla.
Se trata del primer jugador japonés de nuestra historia, y aunque no puede negarse que ilusione, su gestión será todo un reto. El Castilla puede ser aceptable durante unos meses o una temporada, pero históricamente ha sido muy mal acomodo para los jugadores «con nombre». Hay que buscar a Kubo una cesión lo antes posible y, si rinde debidamente, incorporarlo a la primera plantilla como mucho en dos temporadas. Todo lo demás será fastidiarle la carrera y perder nuestro tiempo. Este diestro juega en la superpoblada posición de mediapunta y será realmente complicado encontrarle hueco, pero ahora que Tsubasa va por fin de blanco otra vez… ¿vamos a dejar que vuelva con los malos?