
Flopertino Flópez era un gran hombre. Partiendo de su humilde posición como munícipe de una gran ciudad, había logrado levantar un vasto imperio empresarial que daba de comer a miles de familias. Como no podía pedirle nada más en lo material a la vida, decidió cumplir su sueño de juventud, que no era otro que presidir el Madriz Cluc de Fúcbol, el equipo de sus amores desde que tenía uso de razón. Aunque alcanzar tan ilustre puesto suponía todo un reto, don Flopertino lo consiguió en pocos años, gracias a la voluntad y los grandes recursos de los que hacía gala. Desde entonces, el Madriz había vivido momentos buenos y momentos malos, pero a don Floper le encantaba presumir de sus logros al frente del mismo. Con el tiempo incluso llegó a pensar que, sin él, el Madriz estaba abocado al desastre. ¿Pero quién podía culparle? Al fin y al cabo era uno de los empresarios más importantes de la nacíón, y había logrado que el Madriz fuera campeón continental más de una vez, aunque otros años no había logrado cosechar ningún título.
Llevaba, pues, una vida plácida don Flopertino: los negocios marchaban razonablemente bien, sus empleados le admiraban, le daban siempre la razón -y si se la daban, era porque la tenía, ¿no?- y en general estaba contentísimo de haberse conocido. Sólo tenía un defecto destacable nuestro personaje: llevaba muy mal que lo criticaran. Tenía la costumbre de leer prensa durante el desayuno o antes de acostarse, y si algún artículo censuraba su labor se le estropeaba la digestión o el sueño. Había quien lo acusaba de manirroto, de derrochón; algunos decían que se había endiosado, otros que mimaba demasiado a los jugadores, pero quizá lo que más le irritaba era cuando alguien lo acusaba de no tener la menor idea de fútbol; en tales ocasiones, doblaba el periódico, lo estampaba contra la mesa y exclamaba con tono iracundo: «¡¡Paparruchas!!»
El mes de Diciembre en el que transcurre nuestra historia no estaba siendo bueno para don Flopertino ni para el Madriz: el equipo pinchaba una y otra vez, los jugadores parecían hacerlo mal a propósito y todo eran críticas para el presidente, obviando todos los esfuerzos que había hecho por mantener a la institución en lo más alto y por aumentar sus ingresos anuales. Alguna pluma especialmente acerada incluso se atrevía de decir (¡¡habrase visto desfachatez!!) que el tiempo de don Floper había pasado, que era hora de entregar el timón de la nave a otros. «¡¡Paparruchas!!», exclamó una vez más el presidente, apagando la luz malhumorado y disponiéndose a dormir. Diez minutos ya casi estaba traspuesto, soñando con la presentación de un fichaje multimillonario en el palco del estadio, cuando un estridente sonido lo sacó de su sopor: era la canción «Ballbreaker», del grupo AC/DC, sonando a todo volumen en su dormitorio. Pero el asombro de don Floper Flópez no hizo sino aumentar al ver ante sí a un espectral personaje con el aspecto de un antiguo druida celta.
– Pe…¡¿pero quién repámpanos es usted?!
– Qué pacha Flópez. No te preocupes, no te haré nada malo. Soy lo que algunos llamarían un espíritu, o si lo prefieres un fantasma. El fantasma de las Navidades Pasadas.
– ¡¡Un fantasma!! ¡ésta es buena! ¿Tengo yo pinta de creer en tal cosa, caballerete?
– Qué ojete. Mira, toma esto y lo verás todo más claro – dijo el etéreo personaje, haciendo aparecer una botella en su mano y vertiendo parte de su contenido en un vaso que tendió al estupefacto presidente.
– ¿Y este mejunje qué es?
– Es el segoviano de la lucidez. No seas anal y bébetelo, que no tenemos toda la noche.
En parte por miedo, en parte por curiosad, don Flopertino se decidió a beber el vaso que se le ofrecía. Todo se difuminó a su alrededor, pero casi de inmediato volvió a ver con nitidez. Sin embargo, le costó salir de su asombro al comprobar que tanto él como el fantasma se encontraban en las oficinas del estadio Pipabéu. Estaban decoradas con árboles navideños y guirnaldas como correspondía a la época, pero su aspecto era bastante distinto del que conocía. Además, no era de noche sino que estaban en mitad del día.
– ¡¿Qué ensalmo es éste?! Tú que te haces llamar fantasma, ¿qué hacemos en el Estadio?
– Es el Bernabéu de las Navidades pasadas. Aquí veremos al Madriz y a ti mismo tal como érais.
– ¿Tal como éramos? ¿En un vídeo?
– No precisamente: mira hacia allí.

Por un pasillo vieron avanzar al mismísimo Flopertino Flópez -pero con un aspecto mucho más joven-, acompañado de su más fiel subalterno, Manuel Orondo. Este presidente del pasado parecía estar de excelente humor.
– ¡Estamos que lo tiramos, Manolo! El equipo líder, el acuerdo de los terrenos viento en popa… ¡y decían que lo de Figu era una locura!
– Fue arriesgado, presidente, pero quien arriesga gana.
– Eso es lo que yo digo siempre.
El Flopertino del presente no daba crédito. «¡Ahí va mi madre!», exclamó, pero su yo del pasado y Manuel Orondo pasaron a su lado sin mirarle. El fantasma explicó la situación.
– No pueden oírte, son sólo imágenes de otras Navidades, las del año 2000. ¿Recuerdas la audacia con la que llegaste, el empuje, las ideas?
– Sí, sí, claro… ¡pero soy prácticamente el mismo! Todavía soy el presidente más innovador y más ambicioso.
– Antes le chorizabas a los jugadores al rival bajo sus narices, hoy haces pactos de no agresión.
– ¡Eso es distinto, es por el señorío madridista! ¡Un presidente debe velar por la imagen de la institución!
– Qué analidad. Vamos a otro sitio, anda.
El entorno volvió a difuminarse y la pareja se materializó en la sala de prensa del estadio. Una nueva versión de Flopertino estaba dirigiéndose a los medios allí reunidos, con aire cariacontecido.
– Quizá mi error ha sido mimar demasiado a los jugadores. Encontré al club en la ruina y lo dejo fuerte saneado, creo que mi labor ha terminado. Ya no quedan Zidanes que fichar.
– Ah, éste fue el día que dimití. Qué cosas más amargas me muestras, fantasma.
– ¿Estás escuchando lo que dices? ¿Cómo es que te fuiste por mimar demasiado a los jugadores y ahora los mimas MÁS?
– ¡Eh, no los mimo! Lo que ocurre es que el Madriz es una familia, y un club señor que cuida a sus figuras.
– Ya, y tanto que las cuida, so anal. Voy a llevarte a otro sitio.

La pareja se trasladó a una nueva localización. Esta vez estaban en el despacho del primero, que se encontraba acompañado de dos de sus jugadores más emblemáticos. Uno de ellos se dirigía a Flopertino con aire grave.
– Presi, o Mau o nosotroh.
– Jajaja, qué cosas tienes, Sergio. Espera… estás hablando en serio, ¿no? Bueno, habría que buscar una solución…
El fantasma miró severamente al Flopertino del presente.
– ¿Qué me dices de esto, eh? ¿Cómo no los mandaste a la mierda ahí mismo?
– ¡Tú no entiendes! ¡El Madriz no puede estar en guerra con sus jugadores!
– Y culo. Es la hora de volver.
La pareja se materializó en casa de don Flopertino, de vuelta al presente.
– ¿Qué has aprendido de lo que has visto? – preguntó el fantasma.
– Eh… ¿qué siempre he actuado por el bien del cluc?
– Por mis barbas, eres un caso difícil. Escucha este consejo: reflexiona sobre todo lo que has presenciado esta noche, y quizá llegues a alguna conclusión útil. Feliz Naboidaz y recuerda: todo, todo es anal…
– ¡¿Lo qué?!
Pero el fantasma de las Navidades pasadas ya no estaba ahí. Agotado y desconcertado, el presidente encontró las fuerzas justas para regresar a la cama, aunque antes de apagar se quedó pensando un rato, muy concentrado. Ahora que había regresado a a la seguridad de su hogar, la extraña aventura no parecía más que un sueño delirante. Finalmente, con gesto hosco, exclamó: «¡¡Paparruchas!!» y acabó por sumergirse en el sueño.
La siguiente jornada transcurrió de forma intranquila para don Flopertino. Los negocios marchaban como de costumbre y los empleados seguían dándole la razón, pero el magnate no podía dejar de pensar en los singulares hechos de la noche anterior. ¿Fue sueño o realidad? ¿Qué demonios significaba todo? Al final se convenció de que el motivo es el estrés: «Ah, a todos nos pasa factura esta vida. Tengo que ir pensando en dejar los negocios y centrarme sólo en el club, que es donde realmente me necesitan». Un tanto reconfortado por este pensamiento, don Flopertino Flópez volvió a casa y, tras tomarse un vaso de leche con galletas se quedó dormido. Pero nuevamente su descanso se vio turbado por una estridente música, esta vez el tema «Desnuda la mañana», del singular grupo andaluz Triana.
– ¡¡Aaaaagh!! ¡Me despiertan otra vez, y encima con una música horrenda!
– No seas malaje, anda.
Quien le hablaba era otro espectro, esta vez vestido con traje flamenco de color oscuro y sombrero a juego. La figura tenía un rostro familiar para los aficionados al cine: era el del actor John Belushi, si bien llevaba los ojos cubiertos con unas gafas de sol. Don Flopertino no pudo ocultar su desolación.
– ¡Otro engendro del infierno! ¿También eres un fantasma de las Navidades?
– No se te escapa una. Soy el fantasma de las Navidades presentes, y voy a llevarte de paseo.

El singular espectro dio una sonora palmada en el aire, y exclamando «¡Ole!» hizo desaparecer la estancia, transportándose junto con Flopertino. Ambos aparecieron en la entrega de insginias a socios del Real Madriz, donde el presidente explicaba en un enérgico discurso los logros conseguidos durante su mandato.
– Poooorque somos los primeros del ránking FILFA y primeros de la lista Forbes, y hemos ganando mogollón de títulos (añadiendo los de basket), y miren ustedes, es que el fútbol de hoy es muy competitivo, y no se puede estar siempre arriba, pero gracias a mi gestión estamos siempre luchando por los títulos y…
En ese momento ocurrió algo extraño, el presidente se quedó paralizado, con la mirada inerte, como le hubiera abandonado la vida. Al ver esto, Manolo Orondo corrió raudo hacia el atril y efectúo una discreta manipulación en la espalda del presidente. Si no fuera porque es algo imposible, se diría que le estaba dando cuerda. Al poco, don Flopertino reaccionó, recuperó el movimiento y siguió con su alocución.
– …y mientras yo sea presidente seguirán viniendo los mejores jugadores del mundo, y tendremos el mejor estadio del mundo, y el mejor patrocinio del mundo, y… ¡¡la mejor ciudad deportiva del mundo!! ¡¡Con ordenadores y la hostia!! – remato, golpeando enérgicamente el atril, gesto respondido con una cerrada ovación de los socios. El Flopertino del presente sacaba pecho.
– Bueno, ¿algo que decir, fantasma?
– ¡¿Algo?! Sí, que todo esto es mierrrrrrrda. ¿Muchos títulos? ¡7 de 36! ¡¡7 de 36!! ¡¡Y 6 Nadapletes en 12 años!! ¡¡Cabronazooooooooo!!
– Pero bueno, ¡¿sabe con quién está hablando?!
– Sí, con un viejo pedorro que está para irse al asilo y se cree un gran tiburón del fúrbol cuando es un boqueroncillo ridículo.
– ¡¡Habrase visto semejante atrevimiento!! ¡Yo he salvado a este club del caos y la ruina!
– Ah, ¿sí? Vamos a otro sitio.
Tras otra palmada del espectro, la pareja se materializó en uno de los salones del célebre mesón capitalino Txistu. Allí se hayan reunidas varias de las mayores estrellas de la actual plantilla madrizdista, comiendo y dialogando animadamente entre sí.
– Sergio, vaya cojones tienes.
– Ná, quillo, que a mí no me para una lesiocito de hombro. Si yo digo que juego, es que juego. ¡¡Por estos que me cuelgan!! ¿Es o no es, Karino?
– No te oye, está con los cascos y el whatsapp.
– El Mishter no enchiende que tienen que jugar os millores. Somosh nosotrosh los que damosh la cara en losh momentosh imporchanches. ¿Verdad, Marce?
– Pues yo mientras esté el gordo cabrón ese no corro mais. Corred vosotrosh que tenéis que batir los récords. Joder, cómo entra este cochinillo.
– ¡Parece que te estás zampando al míster! – Todos ríen.
– A ver si lo eshamo antes de fin de año y er Tito noh trae uno que noh toque menoh loh huevo.
– Brindo por eso.- El grupo brinda risueñamente.
Al ver la escena Flopertino quedó un tanto sonrojado.
– Una plantilla 100% unida por la causa, ¿eh? -le dijo severamente el fantasma.- ¡¡Manda cojones, Floper, manda cojones!!
– ¡Pero esto son bravuconadas que dicen estando solos! ¡A la hora de la verdad los tengo metidos en cintura, saben que si no rinden hay consecuencias!
– Qué jartible eres. Voy a enseñarte otra cosa, a ver si dices lo mismo.

Una nueva palmada los llevó al plató del programa televisivo «La voz de Flopor», donde un presentador de pelo repeinado repetía enfáticamente una serie de consignas.
– Porque tienen que jugar los mejores… el Madriz no es lugar para experimentos… Si Betínez no entiende esto, que se vaya a Inglaterra con su mujer.
– La independencia de la prensa, ¿eh? Justo lo que necesita el entrenador, que le haga el once un guiñol del presidente – espetó socarronamente el fantasma.
– ¡No sé de qué me hablas! Este periodista dice lo que quiere, y el entrenador hace las alineaciones con total libertad.
– Me estás levantando dolor de cabeza. Vamos pa tu casa, anda.
Una última palmada devolvió a la pareja al punto de partida. El espectro parecía resignado.
– No te pregunto qué has aprendido, porque es evidente que nada. Pero recuerda que para muchos serás, por encima de todo, el presidente de los mamoneos y los Nadapletes. ¡¡Hala, a pastar!! – Y sin más, la etérea presencia regresó a los ocultos planos desde los que vino, para alivio del presidente. Volviendo a su dormitorio y sentándose en la cama, don Flopertino se preguntó si no estaría sufriendo un brote de esquizofrenia paranoide. ¿Debería tomarse unos ansiolíticos? Sin embargo, tras ponderar la cuestión durante un rato, exclamó: «¡¡Paparruchas!!» y retomó su interrumpido sueño.
La siguiente jornada fue nuevamente de tensión para don Flopertino Flópez, que parecía despachar normalmente pero en realidad andaba dando vueltas a los bizarros acontecimientos de las dos últimas noches. Por supuesto, como hombre humilde don Flopertino era capaz de reconocer sus errores, pero estos eran tan pequeños y se producían tan raramente… ¿sería posible que hubiera gente descontenta con su gestión? «Ná, no puede ser», se dijo el presidente. Sin embargo, su sorpresa ya fue pequeña esa noche cuando la música rompió nuevamente su sueño. Se trataba del tema «I hate everything», del cantante country George Strait. Al alzar la cabeza de la almohada, don Flopertino pudo ver a otro fantasma, que esta vez tenía forma de ángel de 1,90 metros de estatura y piernas peludas. El presidente le interpeló:
– No me lo diga, usted es el fantasma…
– De las Navidades futuras, correcto.
– Oh, bueno, vayamos donde me quiera llevar -, respondió resignado Flópez.
– Un momento. ¿Tiene microondas?
– Ah… sí. Por aquí, en la cocina.
El presi guió hasta el aparato al fantasma-ángel, quien se sacó de debajo de la túnica media pizza de tamaño familiar que introdujo en el horno, y tras calentarla durante dos minutos, devoró en cuatro o cinco bocados.
– ¡Aaaah! ¡Odio viajar con el estómago vacío! Ahora una cervecita para bajarla. – El fantasma extrajo una lata de cerveza marca Hacendado de su túnica y, tras engullirla en unos tres segundos, emitió un sonoro eructo, que sirvió para trasladar a la pareja a otro lugar y otro tiempo. Ambos aparecieron a pie de césped en un estadio donde se disputaba un partido.
– Eh, esto es el Nou Kampf, ¿no?
– Exacto, es la última jornada de fase regular de la Champions 2030.
– Pues no sé qué tengo yo que ver con el Barcemona, la verdad.
– Te gusta mucho decir que el Madriz fue el mejor club del siglo XX y que también será el mejor del siglo XXI, ¿no? Pues fíjate un poco más en los jugadores del Barcemona.
– Mmm… no veo nada raro. Son muy pequeñitos y tienen los ojos como enrojecidos, eso sí.
– Mira bien en el parche que llevan la manga.
– Eh… es el de las Champions ganadas, ¿verdad? Pe-pero…¡¿eso es un 9?!
– Eso es, 9 por ahora. Gracias en buena parte a tu acertada gestión del futuro, presidente.
– ¡Ah, claro! ¡Si al final tendré yo culpa de todo! ¿Es que puedo yo impedir que el Barcemona gane, eh?
– Te recuerdo que estuvieron por debajo del Madriz durante muchas décadas. Es curioso que la situación se haya dado la vuelta durante tu presidencia, ¿no te parece? Te voy a enseñar otra cosa. – Tras un nuevo «iruto» del fantasma, ambos aparecieron en los pasillos del estadio Pipabéu del futuro.
– Entremos en este despacho – dijo el ángel señalando a una estancia.
– Espera, ¿qué dice el cartel de la puerta? «Presidente de Honor, don Flopertino Flópez». ¡¿Cómo que de honor, qué burla es ésta?!
Ya dentro del despacho, adornado de forma acorde a la época festiva, ambos vieron colgados en la pared retratos de Alfredo Di Stéfano y Paco Gento. También hay un mástil vertical con una bandera tricolor en la que puede leerse «República Colectivista de Españistán». Sentados en sendos sillones se encontraban un don Flopertino un tanto avejentado y su fiel Manolo Orondo, ambos ataviados con gruesos jerseys y bufandas. El Fopertino mayor se dirigió a su amigo.
– ¡Cuántos recuerdos, Manolo! Los jóvenes de ahora no aprecian nada, pero caray, la de éxitos y títulos que hemos logrado para el club. Joer, el año pasado sin ir más lejos. ¿Está por ahí el vídeo de la final?
– Creo que sí, presi. Un momento que lo pongo.

Encendiendo el televisor de la sala y manipulando unos botones, Manolo Orondo puso un vídeo que mostraba un partido reciente del Madriz. El Flopertino del presente intentaba distinguir de qué encuentro se trataba.
– Mmm, seguimos en el 2030, ¿no, fantasma? Y según ha dicho mi yo futuro, eso es una final.
– Así es.
– Coño, si jugamos contra el Arsenal (¡y todavía Vénguer ahí!) ¡Tanta crítica, tanta crítica, y resulta que seguimos llegando regularmente a la final de la Champions! ¡¡Ja!!
El partido se encontraba en los últimos minutos, y el lateral izquierdo del Madrid (¿Podía ser Marcelo? El presidente no llevaba las gafas y no veía muy bien) mandó un pase lateral rematado por un jugador de cráneo pelado (¿era Benzema?). «¡Gooool!», exclamaron los Flopertino y Orondo del futuro. El encuentro finalizó y los jugadores blancos se dirigieron al palco a recoger el título. El Floper del presente se sentía lleno de orgullo.
– Oye, no está nada mal esto de ver los títulos del futuro. Ahora entiendo que el objetivo de estos viajes era hacerme ver lo gran presidente que soy, he sido y seré. Gracias, fantasma. Ah, mira, ya les dan la Copa. Pero… un momento… eso es… ¡¿eso es…?!
– Sí. Es la Europa Lij.
– Pe… ¿pe-pe-pe-pero qué MIERRRRRRRRDAAAAAAAA es ésa? ¡¡El Madriz no gana Europa Lijs!!
– Y no es la única de esos años. Si quieres te digo cuántas…
– ¡¡No, no quiero oírlo!! ¡¡No quiero oírlo!! ¡Sácame de aquí!
– De acuerdo, volvamos a tu casa.
Tras un nuevo eructo, la pareja regresó la cocina del presidente. Don Flopertino parecía hundido. El fantasma se dirigió a él:
– Durante los tres últimos días has visto el pasado, el presente y el futuro. Los dos primeros son inamovibles, pero el último aún no está escrito. Si actúas ahora… las cosas aún pueden ser distintas. Y ahora me piro, que va a empezar el combate de MMA. No te importa si pillo un par de cosas de la nevera para el viaje, ¿no?
– No,no, adelante.
Tras dejar el frigorífico prácticamente vacío, instroduciendo los contenidos del mismo bajo su túnica, el fantasma de las Navidades futuras desapareció. El presidente, solo y abatido, empezó a dar vueltas por la casa. «No puede ser, no puede ser… tengo que hacer algo para impedirlo». Tras varias horas así, al despuntar el alba, una expresión de lucidez asomó a su cara.
– ¡¡Ah!! ¡Eso es! ¡Eso es!
Vistiéndose a toda prisa y llamando a su chófer, don Flopertino se presentó en las oficinas del Pipabéu, dirigiéndose a un despacho que le era bien conocido. A través de la puerta entreabierta se veía a un hombre sentado en un sillón con un gato chinchilla sobre el regazo, al que acariciaba pausadamente mientras hablaba por teléfono.
– Sí, Jaume, no te preocupes… todo según lo previsto. ¿Lo de la sociedad anónima? 5 años como mucho, descuida. Sí, dile al jeque que estará en posición ventajosa para las acciones, de eso me encargo yo. Luego te llamo, que tengo visita. – Flopertino irrumpió en el despacho.
– ¡Jose! ¡He tenido una epifanía!
– No me digas. ¿Cómo es eso, presi?
– ¡Como te lo digo! En las últimas noches me han visitado… ¡presencias! ¡Espíritus que me han hecho ver todo lo que he hecho mal estos años! Hasta ahora creía que era el presidente perfecto, pero ahora veo que estaba confundido. Hay mucho, mucho que se puede hacer mejor. Por ejemplo, he visto a los jugadores hablar a mis espaldas. ¡Se ríen de mí, me critican! ¿Te das cuenta de lo que significa eso? ¡Están descontentos! Yo creí que les había dado buenas renovaciones, pero obviamente eso no basta. Repasa todos los contratos de toda la plantilla, mejóralos y alárgalos todo lo posibe. ¡A ver si así tienen las narices de decir que están descontentos! – El subalterno asintió con una sonrisa socarrona, mientras seguía acariciando a su gato.
– Así se hará, presi.
– Pero eso no es todo. Durante estos tiempo nos hemos gastado millones y millones para tener a los mejores y romper el mercado. ¡Pero eso no era suficiente! Hoy día dices que tal jugador ha costado 100 millones y la gente ni levanta una ceja. ¡¡Hay que gastar mucho más!! Ahora mismo llamo al padre de Neymardo y le digo que le ponemos un cheque en blanco, ya veremos cómo cuadramos las cuentas (o que parezca que cuadran). ¡Y ve arreglando un crédito para la cláusula!
– Pero presi, recuerda que la cosa se nos iba como a 200 millones.
– ¡¡Excelente, excelente, eso es lo que necesitamos!! Una última cosa, dile al entrenador que venga a verme a las 12, que tengo que comentarle un par de cosillas sobre la alineación del otro día. ¡Uauh, va a ser un día muy largo, luego te veo, que tengo mucho trabajo! ¡¡Y Feliz Navidad!!
·····
¡Funding week Naboideña!
Y con este entrañable relato empezamos la «funding week» de fin de año. Como sabéis, el verbo inglés «funding» significa «fundirse la pasta», un dinerito imprescindible para que la página más fantabulosa y divertida del madrilismo siga adelante sin que al dueño le den ganas de dropear la bomba. Todas las contribuciones son bienvenidas, desde los 5 a los 100.000 euros, mediante el botoncito de Paypal que hay bajo estas líneas o por transferencia bancaria (consultar en correo@fansdelmadrid.com). El blog se tomará un descansito navideño durante esta semana, para volver a su actividad normal el día 30 o 31, coincidiendo con el partido contra la Real. ¡Felices excesos!
.