Ante el estatuto, madridismo

Floren -nuestro líder, que diría el socio- es uno de los más importantes políticos españoles. Yo no sé si fue Mendoza el que dijo que ser presidente del Madrid era más que ser ministro. Me imagino, esas boutades eran genialidades habituales del caimán blanco. Qué sería de Florentino con el carisma, entre populachero y elitista de don Ramón. Ese galán eternamente joven que hizo de su frivolidad imagen del Madrid de la Movida. El Madrid de los ochenta, tan de entonces como el pop español o el cine de Almodóvar. Uno recuerda los debates de entonces con agrado. Eran dos formas de entender el mundo. Mendoza era un playboy capaz de marcarse un poema de Verdaguer en la TV3. Floren un tecnócrata repelente. En el fondo había una mutua admiración y no es difícil imaginar una secreta envidia de Florentino hacia la retranca de ese animal mediático que era Mendoza. Don Juan antes que gestor, más cerca de Briatore que de Bernabéu.

Decía que Floren es un gran político. No un tipo que hace política como Laporta. No, Floren es político en sus declaraciones. Es diplomático, pero, además, lo que dice tiene un claro sentido ideológico. Miente quien dice que el fútbol no es política. El fútbol es la guerra civil incruenta. –de nuevo don Ramón, con sus pasadas-. Floren nunca habla sólo de fútbol, su mensaje es, además, ideológico. Os reto a leer y escuchar sus entrevistas. Él habla siempre de valores. Habla de universalidad, de globalidad, de internacionalismo y de valores. El respeto, la dignidad, la deportividad, la superación, una concepción lúdica, artística del fútbol. Y eso no son sólo palabras. Cuando el resto de clubes pregonan IDENTIDAD, Floren expone valores. Ni madrileño, ni español; antes que nada, modelo de conducta. Una multinacional democrática que ofrece contenidos, y la mezcla de pureza y encanto que tiene el deporte cuando linda con el arte. Por eso Robinho es estratégico y por eso se lo van a querer cargar.

Mientras el Barcelona se territorializa y reafirma su catalanidad, el Madrid difumina sus contornos para ofrecer sólo valores. Y no es casualidad que en verano saque dinero de Japón y en invierno siembre de escuelas las zonas más pobres de sudamérica.

Se acerca el derbi y nos van a dar el coñazo con una igualdad que no existe entre el Madrid y el Barcelona. Ellos nos odian, nosotros les despreciamos. Ellos son la identidad, nosotros los valores. Ellos son el pasado, nosotros la modernidad.

El Madrid juega un clásico cada quince días. El Valencia, el Dépor, el Atleti y luego el Barcelona. Pero ni más ni menos. Nuestros rivales son el Bayern, el Manchester y el Milan. Ni siquiera el Chelsea. La oposición Chelsea-Madrid, el duelo del futuro, es la oposición indirimible entre el oligarca y la democracia. Modelos no homogéneos que no admiten comparación.

Ante las cosas que están pasando, uno no puede abstraerse. Ni el más furibundo de los forofos. No queda más que respetar y defender con civismo las instituciones. Y entre ellas, nuestro Real Madrid.

Lo que pasa en España acaba reflejándose en nuestro club. Un repaso. En la República nos quitamos la corona y el Real; la guerra nos destrozó –sí, sí, a nosotros sí, a otros les sirvió para subir de categoría-; la posguerra fue reconstrucción, los sesenta el despertar de la juventud yeyé (el poco pop que tuvo nuestra España); el fin de la autarquía la aparición, de nuevo, de los extranjeros –la moderna Europa nos llegó con Breitner y Netzer, esos alemanes patilludos con cuyas patillas no podían competir ni en corte ni en espesor las de Amancio o Pirri-; la larga sombra paternalista de Bernabéu, Saporta , Dominguez y compañía se prolongó y Luis de Carlos fue nuestro Suárez. Y de la propia Junta «ançien regime» un joven Mendoza, consejero de Prisa y luego la jet, la beautiful, los escándalos, la corrupción que en algún archivo llegó a afectar tangencialmente al club; luego, la regeneración de los noventa. Y el 11M, mazazo que nos hundió y del que poco a poco nos despertamos. Y ETA, la lenta y larga hija de puta, la sierpe en la que reptan tantos, también se acordó de nosotros y nos puso bombas al lado del estadio. Y CIU y ERC, que nos llevaron a las Cortes, como amenaza de lo que estaba por llegar. De lo que está por llegar.

No siendo bandera de nada, no podemos evitar ser un club español. Para lo bueno y para lo malo. Y todo lo que ocurre, más tarde o más temprano, deja su impronta en el tapiz entusiasmante de Chamartín. Celuloide y espacio ciudadano. Punto de encuentro, reunión de las miradas. Mágico, pero frágil.

Que no nos jodan el Madrid, muchachos.

(Y Helguera, que tiene el don de la oportunidad, se ha lesionado.)

Rebelde sin causa

La polémica entre Guti y el mundo me ha traído a la memoria los comienzos de Raúl, allá por mediados de los noventa. Raúl, al principio, no era esa máquina de escupir lugares comunes, sino un chavalito despejado echao p’alante, un poco bocas. Recuerdo que tuvo su primera y última polémica cuando, en medio de la crisis deportiva del segundo Madrid de Valdano, fue capaz de decir que “ahora no le ganamos ni al Rayo”. Semejante frase provocó las iras del presidente y el muchacho fue llamado a capítulo. Desde entonces nos ha torturado midiendo sus palabras y está por conocerse de qué pasta está hecho fuera del campo. En cierto modo, nos han privado de un ídolo, de su dimensión personal , porque no es posible que Raúl se oculte siempre diciendo lo que se espera que diga. Semejante falta de espontaneidad nos lo ha deshumanizado un poco. Es un profesional escrupuloso también ante el micrófono.

Esas zarandajas de lo políticamente correcto nunca podrán con Guti. Guti es, definitivamente, un rebelde. Aunque su rebeldía sea un poco disparatada. No sabemos contra qué molinos se pelea, ni qué malestar metafísico lo tiene compungido, pero es indudable que él, Gutiérrez, no está dispuesto a pasar por el aro. Sea cual sea ese aro. Guti, que a fuerza de aceptar el término maricón, ha hecho más que nadie en España por la causa gay, es un caso raro de rebeldía inútil y estética. Es un decadente y un dandy un poco hortera. Podría haber hecho mil cosas para masculinizar su aspecto, por ejemplo, pero decidió que no, que mantendría para siempre esa melena color “candelabro deslustrado”, su eterna peluca de cuarentona binguera que todos odiamos y que él probablemente decida retirar el mismo día en que acabe de jugar.

Gracias a Guti los madridistas nos preguntamos a veces por las cosas. Nos lleva a debates esencialistas: Lo bello o lo útil, el músculo o la materia gris, lo recto o el arabesco… Gracias a Guti hemos vuelto a cuestionar la figura entre cielo y tierra de Di Stéfano o la rara condición de Sacchi (la persona que más nos ha hecho sufrir es, ahora, uno de los nuestros). Guti, como buen madridista, se niega a ponerse enteramente en manos de un milanista. Y tiene razón en esa disidencia interna.

Raúl es lo inhumano del madridista. El ansia y lo cuantitativo. Guti es la duda, lo hamletiano, y lo cualitativo. A los dos un busto en Chamartín andado el tiempo. Al hombre de los records y al hombre que habiendo podido tenerlos todos dijo que no, que para qué.

Guti, un poco al estilo Mazagatos, casi sin querer, con ese mohín un tanto pijo que impide que nos lo tomemos en serio, dijo ayer una gran verdad. Otra perla: “En el fútbol hay mucho extremista”. Genio.

Semos buenos

Pese a las críticas feroces de la prensa, pese a los agoreros y a los vendedores de apocalipsis, ahí está el Madrid, un año más en los cruces europeos. Todavía no hemos podido poner la alineación de gala (sí, esa que estás pensando, que esperas desde hace meses) y ya estamos arriba en todo. Podemos pararnos en el desastre estético de nuestro medio campo. Cogérnosla con papel de fumar marca segurola y empezar a objetar que si esto, que si lo otro… Pero podemos pensar, con la misma justicia, que si esto lo hacemos así, qué no haremos con toda la máquina engrasada (aunque, qué coño, nunca seremos una “máquina engrasada”, vamos a ser una sinfonia, una epopeya, una avalancha, porque el talento es natural. El émbolo y las bujías para el Chelsea o la Juventus. La junta de la trócola para el Barcelona).

Hay que esperar, pero entre tanto Luxe va descubriendo canteranos casi sin querer. Ahí esta Mejía –¿qué tal si mandamos a Pavón al Getafe y nos quedamos con él?- y ya asoma la jeta “Pumuki” De la Red. Guti se va haciendo un hombrecito a sus treinta tacos y Robinho deja cosas en cada partido. Cuando aparezca Ronaldo ya no seremos Ronaldo- dependientes, así que sus goles ya no serán la dosis de necesidad, sino un lujo que podremos darnos. La fiesta orgiástica del sábado noche.

Casi todos los años jugamos contra el Rosenborg y son tan fríos que es imposible desarrollar una rivalidad. Si nos ganan será siempre accidente y nuestras victorias siempre les parecerán algo natural. No hay manera de enfadarse con ellos. Estos equipos le dan pintoresquismo a la Champions League. Pero el fútbol europeo limita al norte con el Bayern y al sur con el Real Madrid. Lo de arriba y lo de abajo está para hacer bonito, para darle amplitud y variedad a la competición. Vikingos y sevillanas.

Hablando de sevillanas. Enhorabuena al Betis. Han conseguido lo que parecía imposible. Dani, alias Chemita, ese jugador culebrero y roedor, ese tirillas pendenciero –la contraprueba para quienes afirman que en España hay doping- consiguió lo que no pudo media Premier.

Que en el fútbol pulula gente extraña lo sabe todo el mundo. No hay más que oir una rueda de prensa del inquietante Juande Ramos o pararse a observar por un momento a Cañizares, ese señor de Puertollano que se ha convertido en una diva del electro-punk. Pero también hay instituciones muy particulares. A mí siempre me ha llamado la atención la IFFHS. Una secretísima federación de estadísticos alemanes que, cada poco tiempo, lanza al orbe futbolero un escalafón incomprensible. A base de algoritmos y ponderaciones surrealistas consiguen darle la vuelta al fútbol. El Inter, un equipo que lleva décadas sin comerse un colín, es el segundo club del mundo; el Villarreal ocupa el décimo puesto; el Betis, el vigesimoquinto mientras nuestro Madrid languidece en el trigésimo lugar del ránking.

A medida que se acerca la apertura del mercado invernal comienzan los rumores. En ocasiones, llego a pensar que lo bueno del fútbol son los fichajes. Lo que hay entre medias es un aburrimiento premeditado. En Inglaterra colocan a Cristiano Ronaldo en el Madrid y en Alemania a Ottmar Hitzfeld. Ese entrenador alemán que se parece a Josemi Rodríguez Sieiro. Con él, afirman en Alemania, llegarían varios jugadores de por allí –Ballack, Podolski…-. Una germanización para corregir una brasileñización. El híbrido podría ser interesante.