Tarde de otoño

El Bernabéu siempre ha tenido su tendido del siete. Ese público intratable, despótico, que se sabe dueño y actor principal, protagonista. Un público juez, emperador, pulgar arriba o abajo. Ha sido, toda la vida, un público taurino, de fácil olé –decían olé ante lo meritorio como yo canto gol cuando la mete Rakocevic; por costumbre-. En la actualidad es una masa silente que no transmite ningún estímulo al equipo y que parece haber dimitido de su responsabilidad. Alguien dijo que el público de un estadio era el DNI de las multitudes. Pues no se hable más, ya podemos decir algo de la sociedad española viendo la actitud del forofo merengue. Floren debería reconsiderar sus inversiones en el estadio. Tantas comodidades van a convertir Chamartín en un gigantesco salón de té. En una de las tribunas han colocado unos palcos roland garros que son antifutbolísticos: provocan aislamiento, estratificación y contribuyen al amodorramiento. Hoy, a medida que me irritaba viendo el partido –motivos, más abajo-, me he ido fijando, durante los planos cortos, en los rostros del respetable y me he dado cuenta de que el Bernabéu está lleno de viejas. Las mocitas madrileñas del himno se han hecho mayores y ya son venerables ancianas. Parece que la fundación del club haya firmado un convenio con el Imserso y que los viejos de España -los que levantaron el país que ahora se van a cargar otros-, en lugar de Benidorm, hayan escogido Chamartín como nuevo destino. Con este panorama, podemos presumir de un público sabio, juicioso, ponderado, ecuánime, tranquilo, pero absolutamente incapaz de transmitir al equipo la descarga de electricidad, el electroshock que a veces necesita. ¡Grada joven ya!

El segundo penalti lo tenía que haber tirado Robinho. En cualquier caso, ya sabemos qué le ocurre al muchacho. Es evidente que está ansioso por agradar y que tiene un conflicto interno por resolver. Si llegas a un sitio y las portadas te comparan con Pelé, Fleming, Edison, Napoleón , Mozart y Newton, es difícil asumir que, al día siguiente, los referentes sean Geovani, Giovani, Denilson y Renato. En cada jugada un montón de ideas le llegan a la cabeza y acaban por provocar el colapso. Quiere demostrarnos que es buenísimo y alguien le debería decir que ya lo sabemos, que no dudamos y que tiene una década y media para demostrárnoslo. Pero claro, es muy rentable abrir debates sobre Robinho. Es la típica cosa que suscita el interés de los partidarios y de los detractores, de los optimistas y de los cenizos; la típica cuestión que, en fin, se presta a la polémica. Es una grave irresponsabilidad del Madrid haber dejado a Robinho solo ante el peligro. El control que ha provocado el segundo penalti es excelente. Lleva tres partidos haciendo cosas decisivas para el equipo y tiene 21 años. Ya está bien, coño.

Lamentable el brujuleo de Beckham. Cuando sale de la banda se convierte en un nadacampista y hasta parece más feo. Su papel en el club tendría que ceñirse a meter centros desde la cal y a sonreir a las jovencitas en los desplazamientos.

¿Y Luxemburgo? Probablemente su portugués resulte cerrado incluso para sus propios compatriotas. Luxe, decididamente, no es valiente con la cantera. De la Red y Jurado deberían haber jugado esta semana. Valdano apostó por Raúl, Guti y Rivera. El primero le dio la razón al instante, el segundo a los cinco años y el tercero a los diez. Pero acertó. Hay que apostar por el talento de la fábrica. Ganancia asegurada.

Y tenía que pasar. En un corner, al principio, Woody y Milito se han cruzado. Se han mirado temerosos, algo cortados. Había algo de gafancia cómica e inevitable en el ambiente. Una especie de destinos intercambiados, un “oye tío, tu historia me pertenece”. Tenía que pasar, y al final pasó. Esfuerzo del central inglés y un crack lleno de melancolía en sus delicadas fibras musculares. Un hurra por los servicios médicos del club.

Real Madrid: 1 (Roberto Carlos, pen.)
Zaragoza: 0

¡Hala mañoooooos!

Llegan al Bernabéu los nobles baturros del Zaragoza. Club respetable que, desde tiempos de Lapetra, ha ofrecido al fútbol español magníficos conjuntos. Es de esperar que jueguen con su equipaje de avispa, indumentaria algo llamativa que nos puede ayudar, en caso de aburrimiento, a imaginar que estamos ante Peñarol en plena Intercontinental.

El partido tiene su intringulis, no obstante. Viene a culminar un mes que se prometía horrible y que, si ganamos, se quedara sólo en desagradable. Pero hay que ganar. Después llegará el bodrio de la selección y luego la insufrible visita del Barcelona. Moneda al aire, estrépito mediático y vuelta a empezar hasta Navidad.

El partido es, en mi opinión, más importante que el del Barcelona y no se presenta fácil, porque el Zaragoza llega con varios ex. El Madrid debe de ser como un amante castigador que acostumbra a despreciar a sus conquistas a poco que éstas no le satisfacen. Un don Juan altanero que las desvirga, las goza y las abandona. Y siendo así, es comprensible el aire de revancha y despecho que tienen estos reencuentros.

Llegan César, Celades y Savio. El primero es un portero correcto al que ha perjudicado, sin duda, su aspecto de recién levantado de la cama. Tiene cara de buen tipo y una locuacidad algo innecesaria en las ruedas de prensa. Nunca supimos por qué Del Bosque lo escogió en lugar de Casillas. Será un misterio hasta que alguien desclasifique los papeles reservados del salmantino. Su lesión en Glasgow fue uno de los hechos más afortunados de la historia del club.

El habilidoso Savio dejó entre nosotros un buen recuerdo. Su pase a Anelka en Munich valió media Octava y siempre fue del agrado del público de Chamartín –público antojadizo como pocos, la verdad sea dicha-. Excelente, en mi opinión, pero un poco por definir. Ni la solidez de un interior, ni el gol de un segundo punta. Liviano y, a ratos, inconsistente. Un extremo zurdo para un equipo que lleva cuarenta años sin jugar con extremo zurdo, porque cuando se marchó Gento no se le retiró la camiseta, se le retiró la demarcación. Poco después llegaría Munitis, que era como Savio, pero en bruto. Y con él el Bernabéu no iba a ser tan comprensivo. Trató de pulirlo a base de silbidos y acabo por desquiciar al muchacho. Pero esa es otra historia…

Y ojo con Celades. La Ley de Murphy aplicada al Real Madrid nos hace temer un partidazo suyo, con gol incluído. Incoloro, inodoro, insípido y, probablemente, uno de los jugadores más blandos que hemos podido padecer los madridistas. Fue, durante años, nuestro representante en la selección catalana –por cierto, Celades acudió siempre al sonar del Segadors mientras medio Barcelona se ausentaba. Algo parecido pasa con la selección valenciana, Vicente se va a Londres a pasar el weekend mientras Raúl Bravo, «el traidor», sacrifica sus vacaciones para jugar interesantes amistosos contra la selección de Zambia-.

Pero los ex no llegan solos. Imagino que por allí asomará el careto el simpático de Movilla. Antimadridista conspicuo que protagonizara, años ha, una polémica delirante en el Atleti. Creo que era Movilla versus Manzano –como Del Piero vs. Capello, pero en cateto-. Horas de radio, chorros de tinta, los colchoneros desgañitándose por su Movilla. «¡Movi, Movi!», gritaban los infelices. Y Movilla, que decía ser más indio que Cochise, a las primeras de cambio, al primer buen contrato que le ofrecieron, se fue pitando hacia Aragón, donde es de presumir que a estas alturas ande dando lecciones de baturrismo al mismísimo Labordeta. Tras irse, quiso hacerse perdonar por la afición rojiblanca pasándose de hostil con el Madrid. Lo habitual. En fin, espero que se le pite bien. O no, mira, ni siquiera eso, que el Bernabéu no interrumpa su plácido sestear para pitarle al piernas de Movilla. Eso sería una ordinariez; mejor la indiferencia. Desde las alturas del estadio, Movilla debe verse como una chincheta.

Y olvidaba que regresa Milito. La más despechada de las amantes. Y encima se trae a un hermano. Uno se imagina que los Milito –papá Milito, mamá Milito e, incluso, el abuelo Milito- se reunen todas las semanas frente al televisor para celebrar las derrotas del Madrid. No podríamos reprochárselo, lo suyo fue una putada.

¿Y el Madrid? Ramos y Robinho crecerán otro centímetro más el domingo. Han de ir creciendo, poco a poco, hasta alcanzar la altura extraordinaria de Hierro y de… y aquí está el interés, en saber hasta dónde llegará Robinho.

Convite de empresa

Debe ser incómodo que aparezcan a tu lado un montón de agresivos periodistas a fotografiar el instante previo a la pitanza. En ese momento en que los jugos gástricos anticipan el dulce placer de las viandas, los fogonazos de los flashes han de cortar el rollo, por fuerza. El ratito en que media humanidad está tentada de comerse el pan o empezar a desmigar el mendrugo. Uno, antes de comer, no sabe que hacer con las manos y es normal adoptar la postura del gran Arrigo: codos apuntalados en la mesa sin ningún complejo, manos entrelazadas y a esperar, un poquito envarado. La postura, después del café, será la misma, pero con los movimientos mandibulares de quien se hurga ,con disimulo, el espacio entre las muelas con la lengua.

Pero, además de este universal lenguaje gestual de los restaurantes, en la foto de ayer destaca la distribución de los comensales. Una simetria negociadora nada casual. Floren y el capitán, frente a frente, practicando eso tan dificil que Luis reclamaba a Romario, ese “mirarse a los ojitos” que sólo pueden hacer las personas con conciencias y cuentas claras. Y a sus flancos, los lugartenientes, los vicecapitanes y los vicetiples técnicos de Floren. En cualquier caso, lo de ayer parece la representación de la negociación laboral en nuestro Madrid. Patronal y sindicato, frente a frente. No cuesta imaginarse a Roberto Carlos sacando las estadísticas macroeconómicas del ejercicio y un gráfico con la evolución del IPC.

En el fútbol se admiten las medidas de conflicto colectivo. Derecho constitucional, en todo caso. Una huelga de futbolistas sirvió como anticipo de la Quinta, cuando un Michel juvenil marcó un gol fantasma que el destino, ese hijo de puta con calculadora, habría de quitarle en México 86. Y hace un par de temporadas, un equipo entero de segunda decidió encerrarse en el vestuario en huelga por los impagos. Fue una original aportación del fútbol al mundo de la protesta, porque los huelguistas contaban com playstations y servicio de catering.

Pero estos capitanes nuestros de hoy son poco comparado con Hierro. Sin Hierro casi puede decirse que ha llegado la paz social al club pues el de Velez (Málaga) –a Hierro siempre le acompañaron esos apellidos toponímicos- era un sindicalista duro. Un convencido con conciencia de clase. Él era futbolista puro dentro del campo y futbolista igualmente íntegro fuera del cesped. De los que cuando mueren, a los ochenta y tantos, se dice eso de que ahí se va un futbolista. Un pelotero vocacional. Con el famoso «código del fútbol», un tocho como el código civil que se edita en Argentina. Hierro convertía el vestuario del Madrid en la «Ley del silencio», aunque cuesta imaginarle, con su cara de banderillero, haciendo de Marlon Brando. A la que Floren se descuidaba, Hierro le montaba un motín. El motín de Mónaco, el motín del Txistu… La escena clara: Hierro sacando su largo dedo acusador, ese dedo de ET que sacaba a los árbitros cuando protestaba, con su cara de pena e indignación, como de cantar saetas… Méndez y Fidalgo, a su lado, unos maricas burgueses.

Pero es que Hierro, ya digo, era un clasista. Creía que el futbolista se regía por unas leyes y un estatuto aparte. Tan rígidos como los que protegen al sexador de pollos o al fresador. Hierro era un piquetero y ha establecido unas primas que ya no se negocian, que sólo se indexan al IPC y tirando.

Lo de anteayer, por tanto, no era sino el anual refrendo de lo que Hierro negociara en su día. Lo han disfazado, también, con la palabra conjura, pero me da que no. El socio ilustró la última Florentinina –tras la derrota destroy en Getafe- con una foto que era reveladora: Floren como profesor de escuela y todos los galácticos oyéndole sentaditos. Ahí había superioridad y jerarquía, lo de anteayer era un «tête a tête», algo distinto.

Floren dijo hace poco que los veinte futbolistas del primer equipo le daban más quebraderos de cabeza que sus miles de empleados en ACS y es que, no nos engañemos, aunque se habla de paz social y de calma en el vestuario, también se ha dicho últimamente que el club estaba pensando en Hierro como enlace entre la plantilla y la directiva. Mal asunto si el mediador ha de ser ese Demóstenes moderno.

Por, cierto, en la expresion de Messi, el nuevo De la Peña, encontré algo raro. Una ligera turbación química, un halo artificial en la mirada, como el de aquel colega que se pasaba con las raves. Una cara congestionada, rara. Y como soy un cabrón me he ido al Google y he cruzado “Messi” con “EPO”. Lo primero que me ha salido ha sido esto:

http://espndeportes.espn.go.com/story?id=375145

¿Os imaginás algo así con Robinho? ¿Merecería portadas en los periódicos? Ay, la prensa libre…

Back in the 90s

El director del diario AS, Alfredo Relaño, debe, cada tiempo, purgar sus complejos a costa de sus lectores. Dirige un diario orientado hacia el público madridista, pero semejante vulgaridad le obliga a desmarcarse. Roncero y Guasch le hacen el trabajo sucio y él, super progre, se puede dedicar a hablar del Betis, de Ormaetxea o del balón de oro.

Esta vez, el diario AS, en otro ejemplo de acomplejamiento capitalino, va más lejos que nunca, y reclama el trofeo para Ronaldinho y Maldini. Los enemigos naturales del Madrid. Los jugadores que mueven las visceras de sus lectores. Ni la Gazzetta, ni siquiera la prensa catalana, llegan tan lejos en sus ditirambos. Ronaldinho, siendo buenísimo, no es el indiscutible número uno mundial, no mientras jueguen a ésto Ronaldo, Adriano, Robben, Lampard o Kaká. Y Maldini no debería tener lo que no han tenido Hierro, Raúl o nuestro Roberto Carlos. A ver, lo repito alto y claro: Roberto Carlos ha sido trescientas cincuenta veces mejor lateral que Maldini y tiene mejor palmarés.

El diario AS tuvo siempre una sección, la chica del AS, para alegrar la vista de sus lectores –por lo general, machos primarios-; una jaca de bandera de las que colocan siempre los tabloides británicos. Fue desembarcar Prisa, y con Prisa Relaño, y sustituir el par de domingas diarias por un artículo de opinión femenino. Cosa muy loable que, sin embargo, fue rápidamente abandonada. En la actualidad, sin sección fija, pero con periodicidad diaria, las pin-ups han vuelto a la contraportada. Y es que los complejos de su director pugnan duramente con el gusto de su clientela.

Por cierto, ha vuelto, por cuarta o quinta vez en la última década el dream team. Eto’o, ese Stoichkov negroide, ha dicho en L’Equipe –el prestigio que entre todos le regalamos a esta publicación es otro ejemplo de papanatismo insuperable- que si el Chelsea vence él se retirará del fútbol. Han vuelto. Ya se oyen los alaridos panfletarios en la ciudad de lo prodigios y los aleluyas de su coro de voces blancas madrileñas: ha vuelto el fútbol.

Durante el lustro en que el Madrid ganó tres Copas de Europa (hecho sin precedentes en Europa desde tiempos del Liverpool glorioso) los estetas futbolísticos de la prensa, esos gurús, decidieron que el Madrid ganaba, sí, pero por pura acumulación de talento. En eso no había esfuerzo, ni virtud, tan solo mera facilidad. El buen fútbol y el triunfo moral eran patrimonio del Celta de Víctor Fernández. ¿No os acordáis? Yo sí, e incluso puedo recitar de memoria, como padrenuestros, los artículos en que Palomar –lo repito:el juicio tan desviado como la mirada- dudaba de Zidane.

Es decir, que las cosas vuelven donde estaban. Si les ganamos siempre será con el «sí, pero…» y si perdemos por actuaciones arbitrales estilo Tenerife en ello no dejará de haber cierta justicia. Porque, sépanlo todos –sépanlo advenedizos del Chelsea, Juventus o Milan- el fútbol se inventó en Barcelona y si hay justicia tendrá que ganar el Barça. Lástima que el dios del fútbol lleve un siglo empecinado en no hacer ni puñetero caso a semejantes merluzos.

Ante el estatuto, madridismo

Floren -nuestro líder, que diría el socio- es uno de los más importantes políticos españoles. Yo no sé si fue Mendoza el que dijo que ser presidente del Madrid era más que ser ministro. Me imagino, esas boutades eran genialidades habituales del caimán blanco. Qué sería de Florentino con el carisma, entre populachero y elitista de don Ramón. Ese galán eternamente joven que hizo de su frivolidad imagen del Madrid de la Movida. El Madrid de los ochenta, tan de entonces como el pop español o el cine de Almodóvar. Uno recuerda los debates de entonces con agrado. Eran dos formas de entender el mundo. Mendoza era un playboy capaz de marcarse un poema de Verdaguer en la TV3. Floren un tecnócrata repelente. En el fondo había una mutua admiración y no es difícil imaginar una secreta envidia de Florentino hacia la retranca de ese animal mediático que era Mendoza. Don Juan antes que gestor, más cerca de Briatore que de Bernabéu.

Decía que Floren es un gran político. No un tipo que hace política como Laporta. No, Floren es político en sus declaraciones. Es diplomático, pero, además, lo que dice tiene un claro sentido ideológico. Miente quien dice que el fútbol no es política. El fútbol es la guerra civil incruenta. –de nuevo don Ramón, con sus pasadas-. Floren nunca habla sólo de fútbol, su mensaje es, además, ideológico. Os reto a leer y escuchar sus entrevistas. Él habla siempre de valores. Habla de universalidad, de globalidad, de internacionalismo y de valores. El respeto, la dignidad, la deportividad, la superación, una concepción lúdica, artística del fútbol. Y eso no son sólo palabras. Cuando el resto de clubes pregonan IDENTIDAD, Floren expone valores. Ni madrileño, ni español; antes que nada, modelo de conducta. Una multinacional democrática que ofrece contenidos, y la mezcla de pureza y encanto que tiene el deporte cuando linda con el arte. Por eso Robinho es estratégico y por eso se lo van a querer cargar.

Mientras el Barcelona se territorializa y reafirma su catalanidad, el Madrid difumina sus contornos para ofrecer sólo valores. Y no es casualidad que en verano saque dinero de Japón y en invierno siembre de escuelas las zonas más pobres de sudamérica.

Se acerca el derbi y nos van a dar el coñazo con una igualdad que no existe entre el Madrid y el Barcelona. Ellos nos odian, nosotros les despreciamos. Ellos son la identidad, nosotros los valores. Ellos son el pasado, nosotros la modernidad.

El Madrid juega un clásico cada quince días. El Valencia, el Dépor, el Atleti y luego el Barcelona. Pero ni más ni menos. Nuestros rivales son el Bayern, el Manchester y el Milan. Ni siquiera el Chelsea. La oposición Chelsea-Madrid, el duelo del futuro, es la oposición indirimible entre el oligarca y la democracia. Modelos no homogéneos que no admiten comparación.

Ante las cosas que están pasando, uno no puede abstraerse. Ni el más furibundo de los forofos. No queda más que respetar y defender con civismo las instituciones. Y entre ellas, nuestro Real Madrid.

Lo que pasa en España acaba reflejándose en nuestro club. Un repaso. En la República nos quitamos la corona y el Real; la guerra nos destrozó –sí, sí, a nosotros sí, a otros les sirvió para subir de categoría-; la posguerra fue reconstrucción, los sesenta el despertar de la juventud yeyé (el poco pop que tuvo nuestra España); el fin de la autarquía la aparición, de nuevo, de los extranjeros –la moderna Europa nos llegó con Breitner y Netzer, esos alemanes patilludos con cuyas patillas no podían competir ni en corte ni en espesor las de Amancio o Pirri-; la larga sombra paternalista de Bernabéu, Saporta , Dominguez y compañía se prolongó y Luis de Carlos fue nuestro Suárez. Y de la propia Junta «ançien regime» un joven Mendoza, consejero de Prisa y luego la jet, la beautiful, los escándalos, la corrupción que en algún archivo llegó a afectar tangencialmente al club; luego, la regeneración de los noventa. Y el 11M, mazazo que nos hundió y del que poco a poco nos despertamos. Y ETA, la lenta y larga hija de puta, la sierpe en la que reptan tantos, también se acordó de nosotros y nos puso bombas al lado del estadio. Y CIU y ERC, que nos llevaron a las Cortes, como amenaza de lo que estaba por llegar. De lo que está por llegar.

No siendo bandera de nada, no podemos evitar ser un club español. Para lo bueno y para lo malo. Y todo lo que ocurre, más tarde o más temprano, deja su impronta en el tapiz entusiasmante de Chamartín. Celuloide y espacio ciudadano. Punto de encuentro, reunión de las miradas. Mágico, pero frágil.

Que no nos jodan el Madrid, muchachos.

(Y Helguera, que tiene el don de la oportunidad, se ha lesionado.)

Rebelde sin causa

La polémica entre Guti y el mundo me ha traído a la memoria los comienzos de Raúl, allá por mediados de los noventa. Raúl, al principio, no era esa máquina de escupir lugares comunes, sino un chavalito despejado echao p’alante, un poco bocas. Recuerdo que tuvo su primera y última polémica cuando, en medio de la crisis deportiva del segundo Madrid de Valdano, fue capaz de decir que “ahora no le ganamos ni al Rayo”. Semejante frase provocó las iras del presidente y el muchacho fue llamado a capítulo. Desde entonces nos ha torturado midiendo sus palabras y está por conocerse de qué pasta está hecho fuera del campo. En cierto modo, nos han privado de un ídolo, de su dimensión personal , porque no es posible que Raúl se oculte siempre diciendo lo que se espera que diga. Semejante falta de espontaneidad nos lo ha deshumanizado un poco. Es un profesional escrupuloso también ante el micrófono.

Esas zarandajas de lo políticamente correcto nunca podrán con Guti. Guti es, definitivamente, un rebelde. Aunque su rebeldía sea un poco disparatada. No sabemos contra qué molinos se pelea, ni qué malestar metafísico lo tiene compungido, pero es indudable que él, Gutiérrez, no está dispuesto a pasar por el aro. Sea cual sea ese aro. Guti, que a fuerza de aceptar el término maricón, ha hecho más que nadie en España por la causa gay, es un caso raro de rebeldía inútil y estética. Es un decadente y un dandy un poco hortera. Podría haber hecho mil cosas para masculinizar su aspecto, por ejemplo, pero decidió que no, que mantendría para siempre esa melena color “candelabro deslustrado”, su eterna peluca de cuarentona binguera que todos odiamos y que él probablemente decida retirar el mismo día en que acabe de jugar.

Gracias a Guti los madridistas nos preguntamos a veces por las cosas. Nos lleva a debates esencialistas: Lo bello o lo útil, el músculo o la materia gris, lo recto o el arabesco… Gracias a Guti hemos vuelto a cuestionar la figura entre cielo y tierra de Di Stéfano o la rara condición de Sacchi (la persona que más nos ha hecho sufrir es, ahora, uno de los nuestros). Guti, como buen madridista, se niega a ponerse enteramente en manos de un milanista. Y tiene razón en esa disidencia interna.

Raúl es lo inhumano del madridista. El ansia y lo cuantitativo. Guti es la duda, lo hamletiano, y lo cualitativo. A los dos un busto en Chamartín andado el tiempo. Al hombre de los records y al hombre que habiendo podido tenerlos todos dijo que no, que para qué.

Guti, un poco al estilo Mazagatos, casi sin querer, con ese mohín un tanto pijo que impide que nos lo tomemos en serio, dijo ayer una gran verdad. Otra perla: “En el fútbol hay mucho extremista”. Genio.