Entrada de repente

Una entrada me manda hacer el socio

y yo respondo, lacayo atrabiliario,

De tanto como digo en «comentario»

cualquiera cosa entretuviese el ocio

Pero ¿de qué escribir si no hay negocio?

¿Gloso el discurso en Gatti estrafalario

o a San Martín, veleta agropecuario?

Si exulto ronceril, dirán: «¡beocio!»

¿El farsa? Poco ya (llega un rumor

de cagalera en Barna), y resta Guti,

Hamlet de Torrejón, pero es error:

Al no haber rima nuevo dilema es Guti

Pues Rimar con tutti no es arte mayor

Me quedo, triste, en un vulgar dabuti.

Emerson

No, no es un error. La entrada se titula Emerson, pero hemos decidio dedicar el frontispicio al momento cumbre en que el Generalísimo Francisco Franco recibe una medalla de manos de un gerifalte culé (porque en esa época sólo había gerifaltes). En los próximos meses intercalaremos de manera subliminal esta imagen y cosas parecidas para tatuarlas en vuestros córtex. ¿Goebbelsianos? Sí, lo asumimos. Pero con una diferencia, nosotros no pretendemos convertir por repetición una mentira en verdad, sino hacer de una verdad otra cosa mayor. El llamado por algunos traviesos club nandrolista condecoró al Caudillo en dos ocasiones, y ya se ha dicho que fueron dos insignias de metal frío llegando a la raicilla del grito franquista. Por favor, difundid entre vuestros conocidos este hecho. Algo tan hermoso no merece el secreto, no merece confinarse en el cofre polvoriento y cerrado del tabú. Abramos las ventanas y los armarios, saquemos los fantasmas, la ropa vieja a orear, que el viento (¡libre!) que maneja nuestra barca (homenaje a Reyes) la lleve a las riberas púbicas y doradas de la verdad (homenaje a Pedro Jota). Ese acto no fue un acto más, fue el gran gesto nandrolista, su mayor gesta: pagar los servicios prestados. Quienes siempre hemos dudado de la lealtad culé nos vemos obligados a rectificar. Franco se fue al otro mundo con la gratitud nandrolística y dos pequeños rasguños en sus pezones. ¿Por qué es tan importante recordar esta escena? Pues porque los actuales prebostes nandrolistas (porque ahora sólo hay prebostes), en su intento delirante por convertirse en un club antifranquista treinta años después, iniciaron, meses ha, una campaña de masivo lanzamiento de típex sobre su propia historia (porque el típex no se acaba en Ferraz, el nandrolismo es un inmenso cipote eyaculando típex por doquier, haciendo de la historia futbolísitca del siglo XX un paisaje nevado). Hubo un libro de ciencia ficción sobre el nandrolismo y su relación con el franquismo y, hace unos días, el psicotroll barretinado Joanet nos regaló un documento en el que podía leerse cómo un órgano nandrolista denominado Consejo de Notables decidía por mayoría que lo que aparece en la foto nunca existió. Ay, si todo pudiese ser así, si yo, reunido con lo más notable de mi mismo, pudiese desandar lo andado…

Pero la entrada se titula Emerson porque ya toca defender a este excelente futbolista. Defenderlo de los ataques de la progresía futbolera, pero también de los piperos que ya levantan su rumor de criticonas, su runrun gallinaceo, cuando la toca el brasileño (por cierto, me encantó lo que dijo el socio: los piperos y el cri cri de sus pipas, que son como grillos en la noche de Chamartín, sí, una masa social kafkiana que se convierte en grillo, que produce el sonido de 75.000 grillos acallando el voceo ya cada vez más marginal de los ultras), defenderlo decía de los ataques interesados, porque es obvio que Emerson es la proyección de don Fabio en el campo y que un buen modo de decapitar a nuestro tribuno (¡la tribuna enfrentada al tribuno!) es empezar por Emerson, apodado «El Puma». Para que Diarrá pueda hacerse ubicuo necesitamos de la inteligencia táctica y la capacidad de sacrificio de Emerson, que huyendo de todo protagonismo se ha dado a si mismo un aspecto ocre y abnegado. Es un brasileño a lo Mauro Silva, rarísimo e insensible a la samba, que cuando corre parece cargar sobre sus hombros algún peso invisible, corre con los brazos algo abiertos y yo siempre que lo veo me acuerdo de esos comandos que van corriendo por la jungla con metralletas, lanzamisiles, cantimplora y machete cubano. No es que sea lento o mayor, es que carga sobre sí con todo el equipo, aguanta sobre sus hombros toda la matraca táctica de Capello y es el ancla en un equipo de veletas. Emerson hará mejor a Guti, por ejemplo, y asumirá la parte de liderazgo con la que Raúl no pudo. De Raúl se dice un poco lo que se decía de la Quinta: buenos hijos pero malos padres. Ya parece que Raúl mejora un poco ahora que parte de su liderazgo lo carga también en sus anchas espaldas de estibador el bueno de Emerson.

Pero hay más roles que se comparten: Cannavaro alivia a Beckham del engorro de ser el guaperas oficial. Por fin podrá el inglés hurgarse la nariz en el autobús porque todas (¡y todos!) estarán mirando al Apolo napolitano. Van Nistelrooy libra a Ronaldo de la estresante obligación de marcar (que es un poco la obligación de echarle el quiqui diario y contractual a la parienta) y nos lo convierte en artículo de lujo, y ¡oh jugarretas del destino! Raúl, que pasa a ser colíder gracias a Emerson, libera un poco de sí y se convierte tambien en co-dilema, aliviando así a Guti, quien gracias a eso y gracias a la ayuda táctica de hermano mayor de Emerson se convierte, a sus años, en jugador maduro, superando su década de adolescencia futbolística. Cualquier día aparecerá en Valdebebas moreno y con el pelo corto para pasmo de todos (Nota: me he preguntado muchas veces la razón que lleva a Guti a mantener esa melena lacia y aceitosa color de bisutería, la respuesta es que esa imagen se ha apoderado de él. Guti es prisionero, rehén de un peinado atroz. Quien se ha dejado barba o perilla sabe lo difícil que es cambiar: uno ve a otra persona en el espejo por cierto tiempo. Si de lo que se trata no es de una barba, sino de ese tocado marujil, debemos multiplicar por mil esa sensaciónn equívoca de pérdida de identidad. Comprendamos a Guti, no es del todo libre). Raúl se convierte un poco en lo que ha sido Guti. El jugador metáfora, el jugador que divide a los piperos, el jugador que abre debates casi intelectuales en el club y trifulcas guerracivilistas en la grada. Ahora lo es Raúl. No me meteré por falta de tiempo en ese asunto, pero es evidente que en torno a Raúl revolotea siempre la nubecilla eléctrica, el zumbido del ruido mediático y de la polémica. Y eso no es malo, al contrario. Alivia a Guti de su trauma, le permite madurar pero no hace peor a Raúl, porque, como otro señor apellidado Emerson dijo una vez, todo héroe se aburre al final de su carrera y Raúl necesitaba las banderillas relañistas y el puyazo cobarde de los plumillas del sempiterno toro pasado. Emerson, por lo tanto, inicia por sí solo una cadena de efectos positivos en nuestro Madrid. Los jugadores comparten entre sí las pesadísimas cargas que impone nuestro amado club. Los galácticos, los fab flo, no tuvieron esa suerte.

Emerson es un jugador fundamental también porque a menudo se gira a hablar con los defensas, les anima, les pregunta, les ordena. Es un jugador que dedica parte de su atención a la defensa, el único que se gira, que está pendiente de lo que sucede atrás y que por tanto resulta indispensable para que no se parta el equipo y para dar al juego una continuidad que es más presencia que transición. Emerson es el ancla que nos fija en el mediocampo. Yo de táctica no sé, pero sí percibo que en un deporte donde todos miran hacia delante debe de ser muy bueno, por extraño, que alguien mire hacia atrás y se preocupe por sus defensas. La defensa madridista ya deja de ser una cosa ortopédica (los Spasic, Woodgates, Samueles y demás fueron como órganos implantados en un cuerpo que los rechaza) añadida a una delantera estelar, el equipo comienza a ser un cuerpo único que se dobla, o mejor, que se alarga o estrecha a la altura de Emerson, al grito de Emerson. Emerson no se toca, piperos.

Calderón, nos debes un verano

El verano debería ser una larga canción de Hall and Oates. Mujeres y atardeceres panorámicos en los que el cielo se derrama entre colores pastel. Para algunos seres desdichados, o simplemente degenerados, el verano es un fichaje. ¿Recuerdas aquel verano en que fichamos a Ronaldo? Agosto languidecía y nosotros decidimos pasar su agonía pegados al transistor. Es lo que tiene el fútbol. Cuando la temporada termina hay quien no se decide a enfrentar el colosal vacío emocional que deja. Una zona cero sentimental. Un cráter. Y comienzan los fichajes. Cuando el presidente del Madrid dice que la semana que viene presentará a Kaká, Robben y Cesc uno no puede desconectar. Pero la semana llega y no aparece nadie y entonces el presidente insiste en que lo de Kaká se hará y que la semana venidera será definitiva. ¿Cómo no prestar atención a las noticias de deportes si esos fichajes suponen devolver al club amado a la élite? Pero comienza agosto y las noticias son inequívocas. No parece que vaya a llegar nadie. Uno entra en el foro del As, buscando comprensión, respuestas, cómo es posible, por qué nadie dice nada, se pregunta el forofo un poco aturdido, y entonces… entonces descubre una comunidad de aficionados cibernéticos. Seres que se presentan con nicks y avatares, como egos tuneados, como armaduras o prótesis. Hay gente como yo, piensa el forofo… bueno, no exactamente como yo, pero presos de una idéntica pasión. Son los días en que los trolls toman el pelo al madridismo en la red. Y el primer troll de todos es el presidente. Es entonces cuando el antedicho pega un volantazo y anuncia que seguirá los criterios deportivos y que por tanto no se incumple promesa alguna, pues esa era la promesa fundamental, la promesa primera y principal y las otras eran promesas secundarias. La afición es una mujer y Calderón un galán barato que promete, promete, promete… Relaño dice que es Capello quien desprecia a las estrellas, y que la responsabilidad es suya. Hasta el forofo se da cuenta de que Relaño no puede poner de manifiesto la mentira de Calderón porque él ha sido copartícipe. Él ha avivado la ilusión durante unos meses, sabiendo que estaba vendiendo humo embotellado. Kaká ha ayudado a vender muchos periódicos a costa de la imagen del club, de la paciencia y de las ilusiones de sus aficionados más fieles. Kaká ha sido el McGuffin del verano futbolero.

Cuando ese giro se da en el club, comienza a perfilarse el equipo que Capello tiene en mente, y el aficionado, lleno de amor y de voluntarismo decide caer en el autoengaño supremo del que quiere: un valdanista se torna en capellista, por ejemplo. Seamos capellistas, pero seámoslo bien. EL madridismo se ilusiona con algo distinto, con un proyecto menos ambicioso, humilde y el propio Capello afirma en una entrevista que «con un central esta plantilla es perfecta». Si el club se deja de grandiosidades y somos capaces de olvidar el manierismo de Zidane y recordar a Camacho, Juanito o el mismo Stielike la cosa puede ser hasta coherente, nos decimos. Las semanas, los días pasan y el central no llega. El club es linchado en los medios, desde Italia, desde Londres, y nadie lo defiende. Es más, Galliani es invitado al palco del Bernabéu junto a ciento cincuenta socios.

Bien, la historia la conoce todo el mundo. El último día resume todo. Por la mañana los medios deciden exprimir el limón hasta la última gota y avanzan cuatro operaciones. En el club, silencio. O son muy listos o muy tontos, pensamos, como se piensa de quien no acostumbra a abrir la boca. Cuántos ilusos habrán comprado el periódico, cuántos pinchazos en las webs, cuántos sms desquiciados a Radio Marca… La masa de seguidores del Madrid es un mercado maleable. El colmo es el programa nocturno del tal Castellote. Hay antimadridismo de muchas clases, el de Radio Marca no es tan evidente como el del Sport, pero es muuuucho más nocivo. La organización de defensa del consumidor debería decir algo contra este tipo de fraudes. Pero lo grave no es que los medios hayan tomado el pelo a su audiencia, y que encima lo hayan rematado con una orgía de antimadridismo (no nos van a respetar si nosotros mismos no nos respetamos), lo peor es que el primero en hacerlo ha sido el presidente. Por su propio provecho.

Cuando el Socio dice eso de que «Lo que hay es lo que hay», uno tiene que protestar. Ese es un título tautológico, un empate a cero lógico. Quienes decidieron regalar al madridismo a este individuo que nos preside con el argumento de que era el mejor proyecto deportivo tienen que retratarse ahora. Que esto es lo que hay es evidente, pero es un desastre y hay que decirlo. Y lo es por lo siguiente: porque la catadura personal del presidente ha influido en ello. En primer lugar, apostando de forma irresponsable e interesada por un proyecto sin futuro. Por jugadores mayores. En segundo lugar, por hacerlo por un estilo de fútbol que sólo se justifica si gana. Y en tercero, y fundamental, porque por mantener el engaño o intentar lo imposible con Kaká, Cesc y Robben (a partir de ahora yo prefiero hablar de KCR), el club ha perdido el poco tiempo que tenía. Tengo la impresión de que a mitad de verano se decidió cambiar los planes sobre la marcha. No había una prioridad clara. Creo que eso el asunto KRC ha influido en la confección del equipo, para mal. Baldini preguntando por Ayala el último día… ¿tengo que explicar hasta qué punto eso evidencia un desastre? ¿Alguien puede explicarme por qué Reyes ha sido tan importante este verano? Es incomprensible. Casi tanto como lo de la plaza de extranjero de Baptista.

No sé de fútbol y no voy a aburrir más con los pormenores. Con lo que ha pasado se podrían escribir cien entradas y aún quedaría lo del baloncesto, que a mí, personalmente, ya me deprime. Lo del baloncesto es una humillación que el propio club se inflige. En cualquier caso, vender a trece tíos por siete millones de euros no es un éxito. Regalar a Lendoiro media defensa no es un éxito, se parece bastante a un error que nos provocará serios problemas gástricos cuando visitemos Riazor y sus pancartas. Y es sólo un ejemplo. Sanear la plantilla no es mantener a Helguera, Salgado, Ronaldo y Raúl y renovar a los laterales izquierdos, «los patapalos».

La personalidad del presidente tiene mucho que ver en lo que se acaba haciendo. Calderón dejó claro, muy pronto, qué tipo de persona era, o mejor, qué tipo de persona había decidido ser. No tengo nada en contra de él, pero no me gustan sus maneras ni las maneras de quienes le apoyan. Yo nunca admitiría a Roberto Gómez como mi pelota oficial. Los medios del club se utilizan con un partidismo propagandístico de una grosería intolerable. Gestionan, no a favor del Madrid, sino para resultar menos ridículos. Para minimizar daños personales, pera que el ridículo (su ridículo) de la campaña electoral lo sea menos. Los calderonianos, además, se comportaron durante el periodo electoral como una especie de camisas pardas lelas denigrando a Villar Mir con argumentos a cada cual más inelegante y amenazando con caceroladas, presos de una especie de agresivo furor democrático, tan parecidos a…

La mentira no fue venial. Es más, de ese error de base nacen los demás. Porque tienen que maquillarlo y porque no ofrecen confianza. Y este modelo de club exige confianza, porque no juegan con su propio patrimonio. La trola fue determinante al decidir la presidencia del club y ha robado tiempo, claridad de ideas y energía a la hora de confeccionar la plantilla. Una mentira mantenida, sostenida, con frialdad asombrosa. El Madrid, tristemente, no tiene el equipo necesario para jugar como Capello quiere. No hay fuerza, no hay tonelaje suficiente. El equipo es un aguachirle, algo heterogéneo e incompleto, inacabado, una cosa desflecada. En realidad, somos lo de antes más Diarrá, básicamente. El central era cerrar la plantilla, blindar la defensa con Ramos en el lateral y satisfacer a Capello, al técnico. Cosa que no se ha hecho, incumpliendo, por pura ineptitud, lo que para Calderón era la promesa a tener en cuenta. El central era el quid del asunto.

Si yo fuese Calderón dimitiría; no lo hará, pero exigirlo es una obligación. Como una especie de regla de etiqueta democrática. No hay que alarmarse por ello. Tampoco creo que la crítica sea una moción de censura. Es aconsejable y para algunos de nosotros es hasta saludable. Ocho mil tíos han decidido lo que debe ser la primera marca española. Prefiero no pensar cuántos votaron pensando en los KCR. Yo propongo a los aficionados que animen incondicionalmente al equipo, pero que sean críticos y que manifiesten de algún modo su disconformidad. Que no lo pague el equipo, pero que se haga notar. Demasiado tiempo hemos sido una masa silente. Consumidores fácilmente manipulables. Quizá ya va siendo hora de que en torno al Madrid se forme algún foro, INDEPENDIENTE y no alineado, de debate sobre el club. Una plataforma de socios. Como una peña pero con más capacidad crítica e intelectual y una preocupación mayor por el largo plazo. Lo único que recuerdo es un engendro postsanzista de un tal Peña Abizanda (No Pena Madridista Abizanda, sino el señor Peña Abizanda), una broma pesada que pretendía defender el patrimonio del club del voraz Florentino. De chiste.

Yo propongo al aficionado que baje sus expectativas. No tenemos equipo para ser favoritos a nada. Podriamos esperar un buen central en diciembre, pero sería volver a caer en el error. A mí ya me han jodido el verano, quien quiera ver cómo convierten sus navidades en algo parecido adelante. Creo que un club está bien gestionado cuando el aficionado no necesita hacer mentalismo, fuerza mental, para tratar de reconducir las acciones de los rectores. Ya sabemos que ningún medio les exigirá ese fichaje.

Para el futuro deseo, aunque no espero, lo siguiente: en el corto plazo, que yo coloco en diciembre, un central e incluso el trueque de los dos garañones brasileños. A medio plazo (que colocaré en las próximas elecciones, sean cuando sean), un candidato prestigioso, señorial y con mejor aspecto que divida el club en dos, césped y oficinas, y que regale el poder absoluto en lo segundo a José Ángel Sánchez y en lo primero a Benítez. Es más, si yo fuese socio y millonario, comenzaría ya a llamar diariamente a casa del entrenador del Liverpool. En el largo plazo (lo situaré en el territorio futurista de ciencia ficción en el que algunos ya sitúan a Raúl), deseo que el Madrid se convierta en SAD y se desespañolice de forma casi total.

Personalmente, me voy a tomar unas vacaciones de fútbol. A ver lo que dura. Estoy hasta la polla. Son unos incompetentes y unos mentirosos. Uno no acostumbra a estar pendiente de gente así, y no creo que haya pasión alguna que justifique eso. Necesito un descanso. En el entremés surrealista de mis sueños han empezado a aparecer, como replicantes de no sé qué arcadia futbolística, nicks, avatares, enlaces a youtube, regates encapsulados de Cristiano Ronaldo, terroristas gramaticales con tan buena intención, metódicos asesinos de la hache (como García Márquez, pero sin ínfulas, internautas velando por la economía y la prontitud del idioma), culandras obsesivos con los ojos inyectados en sangre, trolls con informaciones de primera mano, calciotrolas, alineaciones ideales como declaraciones de amor… Recuerdas aquel verano en que casi fichamos a Kaká, me dirán. Sí, responderé: los atardeceres parecían la cara de un boxeador después del combate, y el rielar de la pantalla del ordenador daba a mis ojos un falso brillo de emoción.

Pasando de Relaño

He estado unos días haciendo turismo, como el plumilla del As que se parece a Buddy Holly, y me he mantenido todo lo desinformado que he podido. La Ley de Murphy tiene algunos axiomas estivales y futboleros. Uno dice que si alguien se tira el verano entero pendiente de un fichaje y decide escaparse por un par de días, puede estar seguro de que entonces y sólo entonces llegará el fichaje. Y así es. El sábado, al salir del hotel, me encontré con varios individuos con riñonera parapetados tras enormes letras impresas que anunciaban el fichaje de nuestro ídolo de ébano, nuestro apolo africano. Gracias a la portada de Marca sabemos que además de una enorme verga negra, Diarrá posee dos piernas que parecen las columnas de Hércules. Uno pagaría dinero por ser amigo de Diarra para salir de copas por Madrid con él. Sus desventuras madrileñas harán las delicias de cualquier aficionado al porno sección interracial.

El fichaje es estratégico, pero no a la manera mediática y comercial de Floren, sino a la manera musculada y tacticista de Capello. Era imprescindible y debe completarse con un central potente. Porque lo necesitamos y porque es la manera de dejar de ver a Helguera y Salgado en el once titular, algo que para quien escribe resulta imperioso. Se puede justificar la larga decadencia de Raúl, porque es un mito, pero ¿en calidad de qué debemos aguantar el horror de Salgado y ese manojo de tics que es Helguera? He leído esta mañana algunas cosas que me preocupan. Noto que los de Prisa, no contentos con meter mano en quién y cómo ha de llevar el club (en quién y cómo ha de llevar el país), están empecinados en corregir el fútbol de Capello. En echar agua al vino fuerte y añoso de Capello. Sobre todo Relaño. Su artículo del domingo merece un lugar de honor en la hemeroteca. Aburrir e irritar es lo que lleva haciendo durante décadas este progre a la violeta. Hay mucho ruido en torno al club y espero que sean fuertes y completen el equipo en esta semana. Que no renuncien al central que necesitamos por este tipo de presiones. El otro día puse la radio un rato, la Ser, y noté que se ha subido el diapasón, que las críticas son despiadadas y que hay un gusto indisimulado por crear inquietud en el aficionado: «Robinho, Baptista y Cicinho están acabados en el Madrid», «Peligra Casillas» (la afición madridista se moldea, como cualquier otra, también a base de temores, de miedo, el de Casillas es un espantajo que se saca a pasear cada poco tiempo), «Ronaldo al Milan por 15 kilos»… Se opina del Madrid como de una cosa pública, sin dueños y sin sus propias prioridades. Y Relaño, por fin, ha sacado al Lou Grant que lleva dentro y se ha puesto a escribir sobre el club. Parece querer influir en la última semana de contrataciones. El Madrid debe ser fuerte y apostar firmemente por el Capellismo. Gallas antes que Reyes. Gallas antes que nadie, en realidad.

Como aficionado deseo una defensa con Ramos de lateral, y un central titular de garantías junto a Cannavaro. Un mediocampo con Emerson y Diarra como dos MC’s infatigables rapeando un fútbol afro, sudoroso, constante, galvanizado, urgente y machacón. Cicinho antes que Beckham (leí que el socio lo comparaba con un poste, tiene razón, a mí me recuerda a un pinball) y los brasileños antes que el resto en la delantera. Pero sin debates excluyentes. Menos disyuntivas y más copulativas (eso, eso, más copulativas, pensarán algunos). Y la ilusión puesta en Javi García, De la Red y Granero. Tres centrocampistas modernos para el futuro.

Paseando me he encontrado con los habituales puestos turísticos de camisetas de equipos de fútbol. La mayoría eran piratas. Vi más camisetas madridistas que barcelonistas, por cierto, pero lo que me llamó la atención fue que en un par de puestos sobresalían, como pendones de alguna contienda civil, dos camisetas, la azulgrana de Ronaldinho y la blanca de Gravesen. Me pareció la mejor descripción de nuestra desorientación actual. De ahí hay que salir como sea.

Yo hubiese optado por un proyecto deportivo distinto. Una idea de juego menos directa y una apuesta por cuatro o cinco fichajes en la línea de los que propuso Sanz, que completasen la renovación apenas emprendida por Floren. Un equipo de veinteañeros junto a los Cicinho, Ramos y compañía. Algo más parecido al Ajax. Bien, se ha elegido otro camino. Calderón ha trazado una línea recta hacia el triunfo con Capello, que a su vez traza una línea recta hacia el gol. Si esa es la apuesta se debería apoyar con toda firmeza. El ultra no es el grado cero del forofo, sino su última estación. Aprendamos de ellos. Se puede ser crítico con Calderón (Se debe. Sus ideas sobre la NBA y el futbito son ridículas, como abrir una franquicia en Manhattan y otra en Villaconejos), pero con lo que sale al campo nos une una adhesión inquebrantable. Yo, que soy valdanista, estoy dispuesto a disfrutar del fútbol de Capello y a tener paciencia hasta que el equipo, como se dice siempre, acabe teniendo el carácter de su entrenador. En años pasados los equipos se nos acababan pareciendo a López Caro o a Luxemburgo. Ya hemos ganado algo si a fin de temporada tenemos un conjunto a la medida de don Fabio, que reproduzca el aire marcial de sus gestos.

Otra cosa. Deberíamos huir de las comparaciones con el Barcelona. El nandro, como se le conoce por ciertos pagos, tiene un equipo fenomenal, uno de los mejores de su historia, le sale todo, tiene el aire de cara (también soplan Villar y Arminio, cual soplagaitas escoceses con aliento a ajo) y dominan el balón. Al tenerlo juegan mejor, no tienen que robarlo, es suyo (por cierto, para los que saben de fútbol: ¿el fichaje de Diarra nos aleja o acerca al balón? Pese a lo que se dice, ¿no disfrutaremos más del esférico estando la estaca de Mali con nosotros?). Son los favoritos para ganarlo todo y probablemente lo hagan. Pero nosotros deberiamos olvidarnos de eso. La primera obligación del Madrid es crear un equipo que sea competitivo. Que podamos ir a Lyon sin que nos vapuleen. Lo demás vendrá solo. También en los puestos de camisetas se percibe hasta qué punto ha hecho fortuna esa tontería que dicen los culés: «El Madrid necesita al Barcelona y viceversa». Las camisetas una junto a otra, como gemelas. No es cierto. Lo que ocurre es que ese antagonismo vende. Ese es el enfrentamiento que vertebra nuestro fútbol, el duelo que resume nuestra liga, pero no ha sido el único. Hace años fue el Madrid galáctico e individualista contra el Valencia del bloque, de la solidaridad, del esfuerzo (entonces, estas palabras estaban cargadas de altas virtudes moralizantes y cada jornada de liga era como una reedición del cuento de la cigarra y la hormiga, con la pestilente y pacata moraleja). Y antes el lujoso Madrid contra el modesto y humilde Deportivo, o el Madrid señorial, pijo, pilarista y triunfador contra el Atlético sentimental, suburbial y perdedor (esa mentira que tanto detestamos). Los anuncios del Pateti, por ejemplo, parten de esa idea, hasta el punto de que uno piensa que nos deberían dar royalties, porque siempre se definen por oposición a algo que sin nombrarse está presente, nosotros. (Son la Nordic -el refresco más envidiso del mercado- y nosotros la Schweppes. Bueno, son la Mirinda con un ramalazo de Nordic. Son, qué coño, la pobre zarzaparrila de posguerra, su mejor época.) Las promociones del Valencia hacen lo mismo. Ahora empieza un campeonato y nadie enfrenta al Barcelona un Valencia españolizado sin Aimar. Al contrario, nos exigen que definamos en un mes un proyecto capaz de hacer frente a un equipo campeón. Me temo que no sea posible tal cosa. Kaká, Cesc y Alonso no han dejado de venir por decisión de Capello, no han venido porque eran jugadores fuera del mercado. Y punto. Era imposible construir una alternativa al Barcelona en un mes. Imposible. Lo más que se puede es dejar que Capello vaya armando un bloque. Que les vayan con urgencias a otros. Si no tienen a estas alturas un trailer convincente que vender de la película de la liga es su problema.

Como aficionado exijo normalidad para el Madrid. Durante el Florentinato hemos regalado al mundo juego, alegría, hemos sido generosos y blandos, hemos llenado campos y hemos hecho un fútbol abierto y desprotegido. Hemos conseguido patrocinadores para la competición, hemos generado ingresos, hemos abierto mercados, hemos puesto el culo. Hemos sido putas y hemos puesto cama. Se acabó, señores. Me gustaría que al Madrid se le permitiese, por una vez, un fútbol cínico. El Madrid debe aspirar al status de equipo normal, a que no se le falte el respeto de forma gratuita, a no comprar caro y vender barato por costumbre, a no regalar a sus canteranos, a aprovechar, por una vez, el fallo del rival; a montarle el pollo a los árbitros. ¿No eramos prepotentes? ¿No lanzábamos un reto intolerable al mundo del fútbol y sus leyes? ¿No ibamos de bonitos por el mundo? Pues queremos normalidad para nuestro Madrid. Volvemos cabizbajos y derrotados al redil, y queremos empezar por lo primero, por la defensa, el orden y cierta sugestión en torno a la palabra equipo. No queremos abanderar ninguna idea sobre este deporte, sólo ganar partidos. Que lo que vale para el Chelsea, el Bayern o el Inter valga para nosotros, al menos durante un tiempo. A los miserables que en Cádiz gritaron el «a segunda, a segunda» que les divierta su puta madre. El Madrid se debe a sus socios y aficionados. Ni tiene obligación de ir al Carranza, ni de divertir a nadie como unos Globetrotters. Han muerto los Fab Flo y ha nacido la decuria madridista de Capello. EL Bernabéu será un coliseo romano, donde exaltados McNamaras tendrán lo que buscan: pan, circo y boogie movie. Como diría el genial rapsoda de los tiempos prezerólicos: Relaño, eres muy categorista, eres muy terminator, bonita. En el fondo sur: las huestes de ultra sur; en el fondo norte, como alternativa a los muermos piperos: la primera peña madridista de Chueca, peña Diarra, el mandingo blanco. Grada rosa, ya. También grada joven. Una grada nueva, un nuevo Bernabéu, agresivo y alegre, aguerrido y marica. Que se prohiban las pipas en el estadio. Que se acepte a Guti. No como quisiéramos que fuera, sino como es. Un Chamartín tolerante y reconciliado con su equipo.

Yo me niego, como aficionado, a esa gran gilipollez que algún dia dijo Michel, eso de que «la crisis viaja en puente aéreo». Los éxitos del Barcelona no nos pueden desesperar. El ciclo euforia-depresión se debe romper. Pero parece difícil; hoy (por ayer) nos encontramos en la prensa con ditirambos para el Barcelona y cuestionamiento de todo lo relativo a nuestro club. Ese adjetivo, «irritante», utilizado por Relaño me preocupa. Anticipa la demonización del Madrid en esta nueva temporada. Siempre hay argumentos. Que un equipo apueste por transiciones cortas no lo convierte en irritante, puede que sí en aburrido, pero no en irritante. No invita a sus seguidores a abandonar, no lo estigmatiza moralmente. Se puede jugar a eso y hacerlo bien. Relaño y Segurola, esos individuos antiestéticos, han abanderado una corriente de esteticistas del balón y se comportan como gurús dictatoriales y dogmáticos. Por lo que sé, Relaño salió en el descanso del partido despotricando contra el juego del Madrid. ¿Con qué derecho? ¿Es socio? Se comporta como un crítico cultural (bueno, más bien un crítico gastronómico), inflexible en la defensa de cierto buen gusto. Segurola se tiró años haciendo lo mismo en EP. Están convencidos de haber moldeado el gusto del español por el fútbol, pero en mi caso, sobre el placer de ver una pared o de recordar el fútbol del primer Madrid de Valdano, está el placer casi libidinoso de ver ganar al Madrid. Circulan un montón de leyendas urbanas en torno al Madrid de Capello: hubo goles, compromiso, cantera, delanteros, competitividad y magníficas entradas en el Bernabéu (en realidad, ese año se pareció bastante a una de esas películas de coaches de High School americanas: un entrenador baqueteado, con el cuajo de un John Wayne de los banquillos, metiendo en vereda a un montón de niñatos: lecciones por doquier, historias de superación y un manteo final con Capello, triunfador, volando por los aires del estadio). Yo creo que este ataque tan virulento y precipitado no responde a estrategia alguna, no se trata ya de los derechos o de las entrevistas o de ejercer un poder caciquil en la sala de prensa o en la zona mixta, se trata de algo más simple, se trata de poder: del cosquilleo que a Relaño le entra en el bajo vientre cuando manda sus mesnadas de reporterillos a asediar una idea, cuando lo consigue; cuando reina intelectualmente en el páramo desolado que es nuestro fútbol.

El club más tramposo y detestable del deporte mundial

(La escena se produce en un pub, a altas horas de la noche, dos amigos que se conocen desde hace poco tiempo comienzan a charlar animadamente. Ambos padecen un extraño tic que les obliga a llevarse a la boca bien un cigarro, bien una copa, cada diez segundos. Acodados en la barra, han dejado de mirar a la pista, como resignados a un final de vómitos y onanismo. Y sin embargo, uno de ellos es alto y guapo, inusualmente guapo, y tiene el aspecto de quien cumple su palabra, se trata de un joven que está virando hacia opciones políticas conservadoras. Es madridista, pero lo es de una manera rara y frenética, como si cobrase del club. El otro es menos alto, menos guapo y simpatiza con movimientos terroristas irlandeses, no cree que exista algo llamado España, a pesar de ser él mismo triste y anodinamente español, odia al PP y no hay constancia ni evidencia testimonial de que odie a ETA.)

Hughes: Oye, ¿y tú por qué tienes tanta manía al Madrid?

El otro: Es que se trata de un club racista.

Hughes: ¿Lo dices por los Ultras? Hombre, no sé si todos lo son, en cualquier caso esas cosas las hay en todos los estadios, ¿no?

El otro: Ya, pero en el Madrid es diferente, es que el club mismo es racista

Hughes:…

El otro: Sí, joder, nunca ha fichado jugadores negros, en tiempos de Franco, no había negros.

Hughes: ¡Joder, tío, pero si Bernabéu fichó a Didí en los años 50!

El otro: ¿Quién?… Ya pero estuvo poco tiempo, ¿verdad?

Hughes: Hombre, porque no se adaptó y porque creo que se llevaba mal con Di Stéfano.

El otro: Porque era negro.

Hughes: Joder, ¿pero entonces para qué cojones le ficharon?

El otro: No sé, pero ¿a que no hubo más?

Hughes: Hombre, en los años sesenta en España no había jugadores extranjeros, luego llegarían los alemanes Netzer y Breitner, «El abisinio»…

El otro: ¿El abiqué? Joder, tío, qué freaky eres, pero ¿cómo eres tan madridista?

Hughes: Porque es lo único decente que se puede ser si eres español y te gusta el fútbol. Pero no me cortes, que quiero aclarar o del racismo. Después, a principios de los ochenta, el Madrid fichó a Cunnigham, un inglés que era negro negrisimo.

El Otro: Ah, es verdad, pero bueno…

Hughes: Ya, y no me jodas: Roberto Carlos, Karembeu, Seedorf… hombre, no me jodas…

El Otro: Ya, pero eso ya es en democracia…

Hughes: ¿Y?

EL Otro: ¡Pues, coño, que el Madrid era el equipo del régimen, lo sabe todo el mundo!

Creo que son pocos los madridistas que alguna vez no han tenido que soportar uno de estos diálogos en bucle. Al final, el Madrid tiene un pecado original, algo político y oscuro. Estos intercambios de impresiones, que suelen acabar en suspiro prolongado y resignado del madridista, se producen de manera más acusada, o mejor dicho, más frecuente, con los barcelonistas. Todos conocemos a alguno. Los hay catalanes y los hay de fuera de Cataluña. Estos últimos suelen ser propensos a la anorexia, se creen modernos, distintos. Es habitual que se trate del primo tonto que todos tenemos o del amigo ignorante que lee a Suso de Toro. Suelen tener cara repelente, y a veces hablan antecediendo un hmmmm, como si fuesen ingleses, aunque hayan nacido en Móstoles o Villarrobledo.

El madridista crece con esa conciencia de pecado. Lo normal es que el madridista gane una media de 0’9 títulos al año, de forma que las pequeñas infamias no le afecten. Bueno, parece decir, éste es el precio que pago por ser del Madrid. El problema, o lo divertido, comienza cuando uno vive eso mientras su equipo, el Madrid, no gana nada. Entonces ya no compensa tanto, y uno siente una creciente rabia que le lleva a aprenderse los cánticos de los UltrasSur, a duras penas adivinados en la retransmisión televisiva. Y así se explica que uno, de niño, haya cantado solo, durante años el «¡Es polaco, venga bote, bote!» en lugar del reglamentario «¡es polaco el que no bote, eh, eh!» . A mí me pasó, yo empecé a afeitarme el bigote y a explorar mi cuerpo en los años en que el cometa Dream Team cruzó Europa. La experiencia me marcó. En lugar de asentir al habitual vilipendio culé (ojo, ¡y ché!), me decidí a informarme y eso me convirtió en lo que soy: Hughes, un nick situado en el fondo sur de la blogosfera (aunque podría haber sido HULK-hes, por la facilidad con a que el asunto en cuestión transforma a un liberal cabal en una masa muscular verde con ropa de niño).

Paso a relatar, sin pausa alguna y sin ninguna reflexión mi memorial de agravios. Voy a escribirlo a calzón quitado. No pienso dedicar al club estatutario mi verano, dedicaré, por tanto, algo más de una hora a lo que merece una enciclopedia: la desvergüenza culé. Pido perdón por la poca calidad del texto y por su tamaño y pesadez. Agradezco a anti-barcelona.com su información, me ha ayudado a refrescar la memoria. Aunque poco. Yo mismo me asusto al comprobar que tengo en mi disco duro cerebral el 90% del contenido de una página lúcida pero furiosamente antibarcelonista (en realidad, la única manera de ser respecto al Barcelona -al que de aquí en adelante llamaremos el puto Barcelona- si uno es español y aficionado al fútbol).

El fundamental responsable de la Leyenda Negra que padece el Madrid es el puto Barcelona. En realidad, el club y esa órbita de indeseables en torno a la que gravita y que se conoce como el entorno. Un tal Ernest Lluch, desafortunadamente asesinado por ETA (en la manifestación de Barcelona, tras su muerte, sus familiares pedían la negociación con ETA, y uno duda de si hubiese sido lo mismo si el señor Lluch hubiese sido asesinado, pongamos un ejemplo, por el Grapo, o por un comando ultraderechista), se encargó, junto con el escritor catalán Vázquez Montalbán de dar prestigio intelectual al antimadridismo. El primero usó sus mañas de historiador para falsear la historia del fichaje de Di Stéfano por el Real Madrid (imaginen qué acuciante problema para la historiografia mundial), el segundo fue el que bautizó al Barcelona, en inigualable combinación de fanatismo y cursilería, como «el ejército desarmado de Cataluña». Montalbán era catalanista y comunista. Su obra y actitud política se pueden resumir así: dedicó más páginas a Aznar que a Stalin y describió el lanzamiento de objetos y almohadillas al cesped del Nou Camp con el siguiente alarde lírico: «amapolas volando sobre trigales verdes». Ahora se me viene a la cabeza el relato de Andrés Sorel, de sus dificultades para hacer compatible su militancia comunista y su pasión merengue, o la forma en que la web del Real Madrid, nada más entrar en el club Ferreras, empezó a colgar artículos de Prado o noticias de ex jugadores madridistas republicanos. Los que hemos estado o los que están en posiciones izquierdistas o en terrenos cercanos a la bohemia, la intelectualidad o el arte, sabemos hasta qué punto esas pamplinas tienen éxito.

Lo cierto es que Di Stéfano jugó en el Madrid porque don Santiago llegó a un acuerdo en el momento justo con el club que tenia sus derechos. Los culés no sólo mienten aquí, sino que se dejan por explicar la irregular manera en que años antes consiguieron a Kubala, gloria barcelonista, del Barcelona de les cinc copes, cantado por Serrat, en uno de esos descansos que Franco se tomó en su persecución al barcelonismo. En realidad, Kubala se benefició de un chanchullo para poder jugar en el Barcelona, pese al interés del propio Real Madrid. Esa táctica, la del chanchullo administrativo, la han utilizado posteriormente, Messi es el último ejemplo. El cuñado de Laporta se encargaba de realizar las nacionalizaciones express de los futbolistas del puto Barcelona. Cuando hubo acabado su cometido, el muy ortodoxamente nacionalista entorno culé inició una cruzada contra sus «nostalgias imperiales». En realidad, el Barcelona ha sido siempre un club con gran penetración institucional. Aznar tardó seis años en reconocer su madridismo, pero ZP no ha dudado en bajar a abrazarse con la copa en París. Tienen una peña en el congreso, una peña barcelonista, un descarado lobby culé en la sede de la soberanía nacional. Los partidos nacionalistas, los mismos que han hecho poco o nada en contra de ETA o HB (y perdon por la redundancia) no han dudado en cargar duramente contra el Madrid, llevando nuestros asuntos al propio parlamento o a instancias europeas. Así sucedió con la ciudad deportiva, pero pasó también con el sello conmemorativo del centenario o con la llegada de Ronaldo a Madrid. Pero no se acaba aquí la cosa: tienen presencia en la Casa Real e incluso han llegado a vetar al Madrid en los Premios Principe de Asturias. En eso tuvo mucho que ver Samaranch, personaje que me viene de perlas para ordenar este caótico relato. Me viene de perlas por dos cosas: porque representa a la burguesía catalana y porque por su longevidad me permite retroceder mucha décadas atrás, al año 1943, cuando firmo una crónica incendiaria contra el Real Madrid con motivo del famoso 11-1 de la vuelta de la eliminatoria de Copa del Rey, tras un escandoloso e ignominioso trato padecido por los blancos en Les Corts. En lo que ha sido una constante de nuestras visitas a Barcelona, el maltrato: desde los primeros años de siglo hasta el caso Figo.

A mí me parece particularmente reseñable el hecho de que cosas increibles sucediesen ya antes de que el Madrid fuese grande. Por ejemplo, en los años de la guerra el Madrid no pudo participar en una especie de competición catalana, contando como contaba con el apoyo del fútbol catalán, por culpa de la negativa del Barcelona, del puto Barcelona, quedándose los deportistas castellanos sin poder practicar su noble profesión. Pero bueno, hablaba del comportamiento culé. Yo lanzo en cascada lo siguiente: el linchamiento a Guruceta, el cerdo con la camiseta de Brito Arceo, las agresiones a Helguera y Roberto Carlos, los lanzamientos de bolas de billar, navajas, botellas de güisqui, mecheros, cascos de moto, las declaraciones de Masfurroll achacando la cabeza del cochinillo a un montaje de la aviesa prensa madrileña, las provocaciones de Gaspart, la propia reacción de Gaspart culpando a Figo de «haber ido a provocar a su casa», Gaspart comparando el palco del Bernabéu con El Molino, Núñez diciendo que «Juanito las embarazaba por las esquinas» (¿por dónde las embaraza Eto’o?), las butifarras de Giovanni por las que nunca pidió perdón, los insultos de Figo, de Stoichkov, del propio Eto’o, la quema de banderas… a mí me indignan especialmente las manifestaciones racistas. Por lo que tienen de malas y porque pasan inadvertidas. El público culé es doblemente racista: abuchea al español y abuchea al oscuro. O aulla. Roberto Carlos tiene asegurado, si decide quedarse con nosotros, sus abucheos selváticos, su monedita de dos euros en el cogote y hasta puede que le vuelvan a regalar un simio de peluche desde la grada. ¿Pero quién se acuerda de Hugo Sánchez? Yo, siendo un crio, compré alguna revista donbalón, pero dejé de hacerlo cuando entre lo mejor de un año de fútbol destacaron la «gracia» de una pancarta mostrada en el Nou Camp donde se leia: «Hugo, torna’t al Africa». A Hugo le menospreció también, aludiendo a su sudaca condición, cierto directivo barcelonista.

En fin… ¿por dónde iba? Ah, sí, Samaranch y la burguesía catalana. El Barcelona es la representación deportiva del itinerario político de la burguesía catalana. Se dice que Franco no sólo no era madridista sino que tenía incluso admiración por Samitier (el prototraidor). Lo cierto es que Madrid le costó tiempo al Generalísimo, mientras que en Barcelona entró con cierta tranquilidad, tras haber recibido determinadas visitas implorantes en Burgos. El Barcelona ganó cinco ligas franquistas hasta que el Madrid consiguió ganar su primera, y creo recordar que son 10 las copas del Generalísimo que levantaron (por cierto, antes de que se me escape: en tiempos democráticos, el Barcelona destaca en las finales de Copa: robos al Mallorca en Mestalla, al Madrid en La Romadera, provocaciones varias en Chamartín el año del Betis, batalla campal contra el Athletic, silbidos y vejaciones a la bandera y al himno español y a la figura del Rey, y plante a la misma Copa e indulto posterior…). El Barcelona obtuvo una recalificación en los años 50 y dos en los años 60. El Barcelona, en realidad, disfrutó del «desarrollismo» más que el Madrid, pues mientras que al Madrid le negaban la ampliación, Franco les firmaba decretos. Por estas cosas condecoraron a Porcioles, alcalde franquista de Barcelona (para el que trabajó Maragall, ese resistente). También condecoraron al propio Franco, incluso más de una vez; con Franco en realidad fueron reincidentes, porque le volvieron a condecorar en los años 70 por las subvenciones para la construcción del Palau Blaugrana, ese recinto catalano-balcánico donde se ha llegado a pedir a ETA que los mate, que los mate, y donde Petrovic, el mejor jugador de la historia del baloncesto europero decidió dejar el mundo FIBA al comprobar cómo, después de haber ganado todos los titulos esa temporada y de haber padecido los lloriqueos diarios de Aito, un árbitro compulsivo apellidado Neyro impidió que el Madrid pudiese acabar el partido con un número mínimo de cinco jugadores. En fin, estos pájaros son muy dados a condecorar, también lo hicieron con los presidentes del Valencia y del Tenerife en los primeros años noventa, y con el propio Villar. Pero Tenerife llegará después. Ahora sigamos con la burguesía catalana. La verdad es que el Barcelona tuvo presidentes franquistas, e incluso colocó a reconocidos culés en las instituciones deportivas. Por entonces, por los mismos años en que Guruceta purgaba todos los colps de falc dados a destiempo, un tal Rigo llevaba en volandas al Barcelona hasta la final de Copa, la famosa final de las botellas, que ganara el Barcelona tras escandaloso arbitraje de su trencilla de cámara, el tal Rigo, porque, sí, amigos, el puto Barcelona tiene la capacidad de enviar al ostracismo a un árbitro o de tener árbitros de cámara, incluso en tiempos de la dictadura, que para ellos, ya estamos viendo, era más bien dictablanda: la discrecionalidad autocrática les sacó de la ruina, les permitió construir el Nou Camp, tener a Kubala y hasta fichar a Cruyff por cantidades millonarias. Llegaron los setenta y los hijos de papá se hacían de la gauche divine. Tiempos de puño en alto porque se olía la transición. Catalanismo y clin, clin caja. El Barcelona iba a seguir siendo el equipo del régimen… nacionalista.

El mismo Barcelona de Montal era el de Montalbán. Con Pujol llegó la inmersión, la lingüística y la futbolística. Un nuevo régimen de planificadores sentimentales. La inmersión futbolera se dejaría en manos de la TV3. En esa cadena, que ha servido para pagar contratos a los jugadores del Barcelona y que junto a LaCaixa y al propio Barcelona forman una especie de monstruo de tres cabezas, una suerte de Trinca catalanista, se ha llamado hijo de puta a los jugadores del Madrid, se han realizado debates en los que se trataba de decidir si el Madrid era o no era un enemigo de Cataluña, se ha caricaturizado sin piedad y con una saña abominable al madridista catalán como una especie de supercateto ignorante y cerril. Recuerdo las imitaciones que uno de los cómicos de guardia del Pujolismo hacia del madridista catalán. Al cómico luego lo encontré apoyando en un acto al diario Egunkaria e incluso en un documental internacional que emitió el Canal Plus y que trataba de las rivalidades furbolísticas: Inter-Milan, Boca-River y también el Madrid-Barcelona, que partía de la Edad Media, de las ansias bélicas y expansionistas de los castellanos y terminaba en ese mismo cómico hablando por boca de madridista. Me pregunto qué habrá pensado de nosotros quien haya visto ese programa en Australia. Pero es que la relación del puto Barcelona con los medios es un mundo aparte. Recuerdo los programas de Arús, las chanzas a los madridistas sobre un fondo de paredes desconchadas y evidente pobreza. Y mi primera y última esperanza con el Sport, siendo un chaval: dos páginas dedicadas a todas las lesiones de los jugadores madridistas. Lesiones que yo desconocía enumeradas y exageradas para lectores morbosos. Ay, si a nosotros nos pasase lo de Superga… ¡¡¡Y quién no recuerda a Hierro crucuficado en el diario Sport!!!

Pero tras los años de la inmersión culé del pujolismo, el puto Barcelona se prepara para ser el equipo del régimen de Perpiñán. Laporta se fue de bolos nacionalistas con Carod. Proclamó la independencia catalana en una inauguración de peña en el extranjero (ay, las trobadas mundiales de penyas, si eso no es prepotencia…), retiró la bandera española de La Masía (dice el socio que una narcosala, yo insisto en que es una ikastola con campo de fútbol de hierba), convirtió una enorme bandera española que la organización de un amistoso colocó en el estadio de Cardiff (sin duda, para disimular la escasísima afluencia) en una improvisada cuatribarrada (no sé cómo, hay individuos que parecen viajar con carretes enormes de tela, fanáticos de las banderas), retó a gritos y en calzoncillos a un Guardia Civil (Oleguer, cachorro culé y el cromo más rechazado por los niños españoles, ha imitado alguna vez esa resistencia a la autoridad, quedando el incidente en ese limbo periodístico de los secretos culés donde van los doping de De Boer, las declaraciones de médicos italianos sobre el desarrollo de Messi, la vida familiar y automovilística de Eto’o, las supuestas violaciones de algunos ex…), todo minucias si se compara con la instrumentalización política del Barcelona, la que Laporta prometió a sus socios, desde la misma noche electoral: Declaración contra el trasvase, negativa a portar la bandera de apoyo a Madrid 2012, apoyo escrito al Estatuto en los momentos de menor apoyo al proyecto y hasta una declaración pro-Països Catalans con mapa incluido en el césped del Nou Camp. Césped que parece un ateneo de los años treinta, por lo mucho que se utiliza para discusiones políticas. Aunque nadie ha visto durante estos años una pancarta rechazando la tregua selectiva de ETA en Cataluña, claro. En realidad, el Nou Camp es el lugar perfecto donde debes ir si luego quieres pasarte por una exposición o por alguna filmoteca para ver algo de Leni Riefenstahl. Se comprende todo mucho mejor. La fascinación del espectáculo deportivo. Esa orgía de las masas, esas coreografías de las muchedumbres, ¡multitudes al unísono! Inolvidable esos tifos pagados por los periódicos culés y tomados desde todas los ángulos posibles por el realizador de la TV3, tifos también institucionales, esas banderas de récord Guiness, esos himnos belicosos, ese palco en el que no falta nadie (¡y hablan del palco, estos caraduras!)

El Barcelona tuvo unas buenas relaciones con el franquismo, del que salió como el club más rico de España, con subvenciones, créditos, ayudas y recalificaciones de todos los colores; pasó por el pujlismo como la representación balompédica del volkgeist catalán y ahora, bueno, ya sabemos que ahora es el equipo del nuevo régimen de Perpiñán. Desde luego, no hay en toda Europa una entidad deportiva que tenga semejante capacidad para aprovecharse de las instituciones y, a la vez, presentarse a sí misma como un equipo alternativo, contestatario, incluso lo consiguen cuando le abren el campo a Gadafi junior por cuatro rupias. El Barcelona es una estafa y un enemigo de España. Un instrumento político para romper España mientras se aprovecha de su mercado televisivo y copa sus instituciones políticas y deportivas. ¿Hablamos de la RFEF? ¿Hablamos del plante a la Copa, del recurso a la justicia ordinaria, del cierre que nunca fue del estadio, del partido contra el Sevilla a las 00:00 (¡Qué es prepotencia! ¿Y tú me lo preguntas?
Prepotencia… eres tú), de la traición a la LFP para que siguiese Villar, de Gaspart (el que sacaba cuernos a los rivales, se reconocía uno de los Boixos Nois, y del que cuentan que llegó a pagar dinero a Henry y Karembeu para que no ficharan por el Madrid), de Arminio y sus palabras contra el Madrid, de sus arbitrajes desternillantes…

El Barcelona y Europa: niegan las copas del Madrid, pero presumen de ridículas Ferias contra la selección de Londres; han ganado su última Copa robando a todos los equipos contra los que se han enfrentado y oh, la, la, la hemeroteca de L’Equipe da fe de la compra de los dos colegiados ingleses, Ellis y Leafe, en 1960. Creo que al Madrid le anularon tres o cuatro goles en el partido de vuelta. Bueno, casi como en Tenerife II, con tres penaltis que Gracia Redondo (¡¡¡No sabes cómo jodernos, ¿no?!!!) no quiso ver. Llego a Tenerife, por donde empecé. Primas reconocidas al Tenerife, invitaciones al Gamper a los equipos (y no sé si incluso a alguno de los árbitros), condecoraciones y unas declaraciones de Luis Milla en las que confesó que le llegaron a ofrecer dinero desde el Barcelona por dejarse vencer. Milla lo denunció, pero no se investigó. Moggi no sé si llegó a tanto. Pero no hizo falta, Milla marcó un gol injustamente anulado por fuera de juego. Los años culés del dream team. El equipo más prepotente de la historia. Bruyns Slot levantando la manita, Cruyff dando lecciones al Milan de Capello (ese 4-0 en Atenas, una de las noches más felices de mi vida, cuando en el Prat se podía leer el triunfo del Barcelona, del puto Barcelona, «que prestigiaba la Copa de Europa»), cada jornada de Liga precedida de noticias en el Sport sobre el interés del Barcelona por la estrella rival. El grandísimo juego de ese equipo, que ganó una copa de Europa contra la Sampdoria de falta (Sí, lo adivinaste: injusta) y en la prórroga, comparable al de Magic, Jordan, Bird y compañía… Quien vivió esos años sabe de qué hablo. Tenían el dinero, los árbitros, la Federación, los medios, el balón y la «legitimidad futbolera» por jugar con extremos, aunque el extremo se convirtiese en carrilero al llegar a Chamartín.

Pero si alguien ha sufrido esta Leyenda Negra, si alguien fue dañado por este modo ignominioso de proceder, ese es sin duda don Santiago Bernabéu. Todavía hace pocos años, una revistilla histórica catalana, de esas que utilizan para manufacturar los mitos con los que luego comercian en los medios y en el Parlamento, contaba no sé qué miserias sobre la participación de don Santiago en la guerra. Doble mixtificación: la de la guerra civil y la del propio Real Madrid. Durante décadas, ese hombre culto, preclaro, honradísimo, cabal, deportivo y pionero tuvo que aguantar los ataques mezquinos de quien no sabe competir si no destruye. Mientras otros le ponían la insignia a Franco él se la ponia a un general israelí, ajeno al antisemitismo franquista (sí, como ahora). Años después, siguen manchando, con fanática saña, su gran obra. Por él y por la memoria de tantos aficionados, jugadores y directivos de nuestro club, es un deber responder a cada una de las falacias e insidias. No sólo defendernos, sino exigirles que expliquen tanto desafuero. Y claro, serena, pero firmemente (de nuevo lúcida, pero furiosamente) gritar con española voz: ¡PUTA BARÇA!