…«Sigue tú, que a mí me da la risa».
Los deportistas profesionales pagan muchísimos impuestos; tantos como para verse impelidos a fijar su residencia en refugios fiscales o, en casos más extremos, a defraudar a Hacienda. Cuando se produce esto último, el deportista en cuestión suele ser calificado por el ciudadano de a pie como «ladrón», lo cual es injusto a mi modo de ver. Realmente me cuesta poner esa etiqueta a personas que están entre los 100 primeros contribuyentes de todo el país, aportando docenas de millones anuales al erario público, una cifra miles de veces superior a la del contribuyente medio.
Por supuesto, las autoridades tienen otro punto de vista, y los estados suelen defender su Hacienda con un celo y una abundancia de medios sólo comparables a los del mantenimiento de la integridad territorial; la maquinaria estatal necesita dinero, mucho dinero, y si te pillan puedes acabar incluso en la cárcel, aunque ningún individuo haya recibido daño por tus acciones y seas incapaz de matar una mosca; que se lo pregunten a Wesley Snipes. Desde luego prefiero sistemas como el español, que propicia sentencias sin cárcel y da la oportunidad de pagar lo debido, aunque los infractores por lo general ofrezcan excusas muy poco creíbles: si bien obviamente no son ellos quienes ejecutan la evasión personalmente, tengo grandes dificultades para creer que sus asesores fiscales montan esos entramados defraudatorios por iniciativa propia; como ocurre con el dopaje, estamos ante un caso de riesgos asumidos, estimulados, eso sí, por una presión fiscal exagerada. Sinceramente, yo creo que era preferible la «ley Beckham» (19,5% de tipo general fijo), y que sería justo reducir casi a la nada los tributos pagados a partir de cierta cantidad.
En el caso concreto del fútbol y la Liga española, los ejemplos son harto numerosos, e incluyen, además de los dos más conocidos (Messi y Ronaldo), a Dani Alves, Mascherano, Modric, Xabi Alonso, Neymar, Özil… todos ellos tuvieron que pagar un buen pellizco, pero me alegro de que no fueran a la cárcel; poco bien habría hecho eso a nadie. No obstante, el caso concreto de Messi me llama la atención. Primero, por la reincidencia, pues ha seguido defraudando bastante tiempo después de su juicio y condena, y segundo, por la naturaleza especialmente fea de su entramado: un fundacion supuestamente benéfica sin apenas actividad real y que sirve como tapadera para cobrar un sobresueldo de dos millones de euros anuales por parte del Barcelona. Todo ello lo con hace año y medio Javier Chicote (quien luego adquiriría notoriedad por destapar el caso de la tesis de Sánchez) en una detallada investigación. El entorno de Messi presentó una demanda poco después, la cual ha perdido hace pocos días, quedando avalada la veracidad de la información.
Opino que este caso es especialmente grave, y que debería tener consecuencias. Puede que no estemos lejos de verlo: un ex empleado de la Fundación Messi Argentina ha demandado a la entidad alegando que, al igual que en la rama española, los fondos recibidos (que provienen en un 90% del F.C. Barcelona) no son luego invertidos en proyectos benéficos, sino que engrosan el patrimonio del jugador.
Messi es un tipo raro; si bien Cristiano me despierta una nula simpatía, a menudo ha tenido gestos de cercanía con los desfavorecidos, especialmente con niños, mientras que el argentino parece vivir completamente ensimismado en su burbuja, probablemente por la letal mezcla de adulación sin fin y unas casi nulas habilidades sociales. Me pregunto si será consciente de lo aberrante de defraudar a través de una fundación benéfica, y de las consecuencias nefastas que esto puede tener a nivel de imagen e incluso penal.
Habrá quien diga que lo que quiero es que encarcelen al jugador para que no meta más goles con el Barcelona. No es el caso: si fuera encontrado culpable, me parecería bien que demorasen su condena digamos diez años, y pudiera concluir satisfactoriamente su carrera deportiva (además de seguir contribuyendo, claro). Peso en casos como este, por el claro desprecio a la ley, la complejidad de la trama creada para defraudar (orquestada por su padre y el club, pero siempre con la firma del futbolista), y el medio escogido para materializar el delito (una fundación benéfica) pienso que sí sería justa y recomendable una condena ejemplarizante.