Cuando te rompen bien el culo en la idea de una eliminatoria, es normal apelar a la épica para la vuelta, con distintos niveles de horterada o lo que ahora llaman «cringe». Esto es algo totalmente comprensible: el fútbol va de superar dificultades abrumadoras, de épica y demás conceptos adyacentes. Todo lo cual no tiene nada de malo si el equipo que debe remontar ha hecho un esfuerzo sincero en la ida y ha caído víctima del infortunio o de un mal día. No fue el caso del Madrid, cuyo partido de mierda se derivó directamente del trabajo -o falta de él- de todo el curso 24-25. Llegar con el equipo reventado y mal preparado tácticamente no se debe a una pájara, sino a la deficiente labor del cuerpo técnico. Dicho de la forma más cruda posible: el Madrid no merece pasar, aunque haya quien piense que merecimiento y victoria son siempre sinónimos en fútbol.
Realmente, ¿le haría bien al equipo pasar a semifinales? ¿Le hace bien a un alumno aprobar un examen estudiando la última noche y siendo preguntado precisamente por lo que había estudiado? ¿Le hace bien al padre de familia salvar el mes apostando en las carreras? Todo esto, claro, importa poco al aficionado más primario, que acudirá a dar apoyo al equipo en la «busiana» (palabro inexistente en el diccionario pero no en el «acervo»), llenará sus redes de epicidad enlatada o incluso acudirá al estadio. Ahí, sobre el sarcófago de 500 millones actualmente sin ningún uso, 90.000 turistas chinorris-digoooo, aficionados madridistas tratarán de dar alas al equipo. También la Frada Fans, claro, que antes del duelo desplegará un tifo espantoso (ya filtrado) pero que eh, está pintado a mano como Las Meninas. Obviamente es un método obsoleto a día de hoy, pero lo importante es que los chicos disfruten haciéndolo y se saquen fotos, como los mongolitos de los cursos de manualidades.
Sí, todos empujarán, pero cada grito de aliento contribuirá a que sigamos confiando en la «flor» ancelottiana e impedirá que empiece el runrún, cuando lo que necesita el equipo es precisamente eso, dos meses de runrún para que el ser superior se sienta incómodo (lo que má sodia) y emplee cualquier táctica para salvar su culo. ¿Y qué se peude esperar de Carlo, realmente, para remontar la eliminatoria? ¿Algún cambio sorprendente en el once, inspirar solidaridad defensiva repentinamente a los once cabrones? Es jarto dudoso, la verdad.
¿Nos da por lo menos para ganar el partido? Hombre, sí podemos y debemos ganar a un equipo al que se le ha pasado el momento álgido de Arteta y ya está acomodado en el papel de «el mejor de los peores», liderados por un Martin Odegay ya con 26 años que prefirió ser cabeza de ratón a cola de león, pero que nunca será «the next big thing». En Londres es feliz, algo muy contraproducente para un futbolista.
Entonces sí, ganaremos (seguramente) pero eso se, eso se, eso será todo, amigos; las pajas mentales que nos hagamos ahora sólo dejarán una culpabilidad posterior, de modo parecido a las pajas reales. Todos los ciclos futbolísticos llegan a un fin, y normalmente es mejor que lo hagan con estrépito, para no retrasar la reconstrucción. El nuevo Madrid debe crecer sobre el cadáver del anchelotiano.