Es cierto que cada 3 o 4 años se producen partidos llamados «del siglo», la mayoría de los cuales, analizados con frialdad, se quedan lejos de merecer ese calificativo. Quizá los de la eliminatoria del Madrid de Mou contra el Barsa de BEP sí fueron acreedores a él, y seguramente alguno de los protagonizados por el Madrid en el último lustro también. No obstante, habría que hacer mucha memoria para recordar un encuentro que haya creado tanta expectación como el de esta noche, en el cual se enfrenta el Real Madrid legendario -mezclando a sus viejos jerarcas con los jóvenes pujantes- y el Manchester Shitty de BEP, obra laboriosamente cincelada a lo largo de años a base de millones (muchos millones), grititos e infinitas líneas en una pizarra blanca.
Esta colisión de filosofías tan opuestas siempre es interesante, pero en esta ocasión todo es mucho más dramático por haberse dotado el Shitty de un arma de destrucción masiva que casi garantiza el aniquilamiento del rival o, como mal menor la destrucción mutua asegurada. Hablamos del noruego altote y excesivamente concentrado, que en su mente sólo procesa porterías de fútbol y un par de placeres hedonistas muy básicos. Así pues, todos quieren saber ver si el supercampeón que ha superado todas las pruebas posibles podrá contra una máquina de guerra aparentemente perfecta. Tuvimos parte de la respuesta el pasado miércoles, cuando el Shitty estuvo mentalmente fuera casi todo el partido, pero ahora hay una segunda ronda en la que pueden corregir esa debilidad o definitivamente caer en la trampa psicológica del Madrid. Las casas de apuestas y los analistos opinan que esta vez los balncos no saldrán vivos, pero ya se sabe que la diferencia entre teoría y práctica en el fútbol se mide en decenas de Copas de Europa.
Carlo Ancelotti, entrenador controvertido donde los haya, se tomó la molestia de escribir o dictar un libro sobre su estilo futbolístico, al que llama «árbol de Navidad», así que no debería ser muy difícil analizar las claves de su juego. Claro que si tiene cuatro cacerolas probablemente se deba mucho menos a ese dibujo que a ser capaz de coger un equipo de campeones y sacarles su máximo rendimiento deportivo-emocional; seguramente por eso rinda mejor en un Madrid o un Milan que en un Everton o PSG, equipos cuyos jugadores no se ajustan a esa definición de «campeones». BEP por su parte ha juntado un (ultracarísimo) grupo muy ganador, pero aún no son «campeones». La duda es saber si se producirá esa transmutación de piedra filosofal.
Debido al empate de la ida y a la (acertada) eliminación del valor doble de los goles, el partido es una final a todos los efectos, excepto porque el ganador no recibirá un recopón, «trámite» que presuntamente se cumplimentará en el verdadero partido final (aunque ojete…). En otras palabras, el que gane hoy por cualquier diferencia pasa, y los empates nos llevarán a los círculos infernales concéntricos de la prórroga y los penaltis. A mí me parece muy meritorio que un Madrid «de transición» haya llegado vivo a estas alturas y sin duda tenemos buenas opciones, pero ya dije que no ganar en Madrid sería un hándicap difícil de remontar. Si ya me comí ver al monguer más acabado que Gascoigne levantando una copa mundial amañada con barriles de petróleo (le pusieron una chilaba para dejárselo claro hasta a los más obtusos), es también muy posible que me toque ver a la marica más mala e hipócrita de Europa levantando una Champions como mal ganado premio. Tampoco es que me vaya cortar el apetito que ocurre, pero si por casualidad el Madrid pasara, seguramente me mejoraría el humor durante una buena temporada.
En fin, tampoco me parece un partido para analizar muchísimo sino para verlo y sentirlo. Esperemos que sea una justa digna de la expectación levantada (el árbitro deberá ayudar a eso) y que podamos comentar durante muchos años («¿te acuerdas de cuando el balón le dio en los cojones a BEP?»). Lo mínimo que nos deben estos cabronazos tras dedicarles tanto tiempo y atención es un duelo memorable aunque sea una vez al lustro.