Rappol
La existencia es una tela tejida con las sensaciones sobre lo que ocurre. El fútbol puede que sea algo parecido. Y seguro que si a Antonio Damasio le pidieran que explicara qué es el Real Madrid —en términos neurocientíficos—, diría que es la imagen viva de la homeostásis del fútbol. Porque a la vista de lo que sucedió anoche en el Bernabéu, que no es más que otra noche más, dentro de una sucesión de noches en las que cuando todo parece arrasado, surge de manera prácticamente mágica el equilibrio que hace que el Real Madrid se alce con la victoria… ¿que cojones iban a poder decir Damasio o cualquiera, soslayando la evidencia empírica?
«En el Bernabéu vamos a hacer una cosa mágica, que es ganar», dijo Benzema después de perder en Manchester… No sé si Karim terminó el bachillerato francés, pero creo que sabe más que muchos científicos, cientificistas y mercachifles de la ciencia del fútbol. Quizás sea porque ahora mismo nadie puede superarle en el laboratorio del césped. Él, y una miríada más de niños, jóvenes y viejos, se juntaron ayer en el Bernabéu, en sus casas, en sus coches, en sus boxes, en sus cementerios y hasta en el cielo… para encender la hoguera en la que arden todas las falsedades y triquiñuelas de la existencia. Y estos fuegos hay que alimentarlos, porque si no, se vuelven pequeñas fatuidades azules que atufan a pretéritos imperfectos que se alejan de los presentes contínuos.
Ayer se dieron tantas situaciones y lecturas como se puedan ustedes imaginar después de haberlas visto. A mí, particularmente, me gusto ver cómo el futuro del equipo se hizo presente. Y me cagué en todo. Porque no eché de menos a Kroos cuando se fue. Pero cuando luego desfilaron Casemiro, Modric y Benzema, en una suerte de órdago progresivo de Carlo a Pep, mientras el resultado de la eliminatoria se iba dando la vuelta como una perrita en celo que apartara la cola hacia un lado para que la bienpenetraran… Carlo sabe más que Pep. Esa es la conclusión.
Porque en casa, mi hijo y yo estábamos muertos. El streaming se cayó dos veces. La primera para encontrarnos 0-1 en la recuperacion de la conexión. La segunda en el minuto 86. Mientras teníamos el fono boca abajo sobre la mesa, y abríamos nuevos enlaces… puuuuuu… ¿Eso ha sido un gol? Fono: gooooool. ¡Actualízate, puta página de mierda! Y… puuuuu… ¿otro gol? Al fono… Empaté, Kylian. Y cerramos la ventana.
Es una cosa acojonante lo de ser del Real Madrid, aunque me parezca mucho más acojonante ser antimadridista. Deben ser, como diría Damasio, diferentes sensaciones sobre lo que ocurre. Con la salvedad de que lo que ocurre —además de en la realidad—, es verdaderamente intransferible.
Y si estas cosas sólo las hace el Madrid, pues no sé. Todos los antimadridistas me parecen simplemente unos gilipollas que pretenden vivir en un mundo que no existe y que no existirá jamás. Al menos, mientras el fuego del Real Madrid se mantenga encendido. Y para eso hacen falta muchas más personas que las que ayer por la noche le prendieron los pelos a los mancunianos. Que ni son mancunianos, ni son equipo, ni son afición, ni son nada. Porque si son algo, es una copia muy mala y muy cara de lo que es el fútbol.
Que la sigan pagando.
El Socio
Sí, bueno, ¿no? He visto a algunas personas diciendo que el Madrid hizo un buen partido, y no tengo otro remedio que discrepar; ninguno de los dos equipos lo hicieron. Más bien salieron descaradamente a no arriesgar, uno resguardado en el resultado de la ida y el otro en la idea reconfortante de que sólo estaba a un gol de empatar el cruce. Prueba de lo primero fue la escasa importancia de la baja de Alaba, y de lo segundo que el jugador más en forma del mundo, Benzema, apenas apareció en el tiempo reglamentario. Fueron muchos más los balones que pasaron por las botas de Vinicius, quien aun así logró acercarse muy pocas veces al arco del delincuente Ederson.
La afición futbolera mundial disfrutó del enésimo concierto de despedida del Rolling Kroos, inamovible del once gracias a un Carlo que asegura que los jugadores son sus amigos. No, coño, esto es algo que por ejemplo Capello tenía muy claro: los jugadores no son tus amigos, tú eres su jefe; de lo contrario, acabas sintiéndote obligado a poner a alguno, como le está pasando a Pelopolla en Can Barsa. Mientras tanto, Camavinga cazaba moscas con palillos en la banca.
Sin embargo, el Siri no quiso machacarnos: ahora que Pep es «mayor», intenta demostrar que puede jugar a asegurar resultados, algo que sirve cuando sabes ejecutarlo adecuadamente y en el momento apropiado; pero Pepi, que cobra casi tanto como Simeone, sigue sin saber leer estos partidos a vida o muerte, y fracasa en ellos una y otra vez. Pese a todo lograron adelantarse, y al llegar el 90 el Madrid estaba oooootra vez desahuciado, hasta que llegó Rodrygo y dijo «no, mira, así es como se remonta». Que por cierto, vaya final de temporada está teniendo el chaval, lo cual me hace plantearle al dêmos: ¿qué preferiría un club de élite, tener a Rodrygo en el campo o a Carlo en el banquillo? Pues eso. Ha sido tal la explosión de talento que hemos experimentado este año que recuerda a la de aquel incomparable 96 capelliano.
Es sabido que cuando fuerzas la prórroga ya has hecho lo más difícil, pero siempre queda rematar, labor que le correspondió a Benzema como sufridor y ejecutor del penalti decisivo. Con la tensión al máximo, pude entender a los lanzadores que se cagan por la pata abajo en uno de estos lances, a veces negándose directamente a tirar. No fue el caso de Benzema: con unos cojones como los del caballo de Espartero o los del mismísmo Caudillo, colocó la pelota en el punto gordaco de cal para cumplir con su glorioso/penoso deber. ¿La tiraría a su «lado de seguridad», la izquierda? ¿Haría un Panenk(it)a? No, colocada a la derecha ante la impotencia del interno Ederson, a quien su grotesca tinta corporal no le otorgó ninguna capacidad de intimidación.
En fin, estamos en la final de París, algo completamente lógico o inexplicable, según se mire. Quizá vivimos en un universo determinista y, mientras vemos los partidos mordiéndonos las uñas, los resultados de todas las Champions están decididos desde el principio de los tiempos, pero más bien yo pienso que vimos fue una combinación de talento, huevos y física del caos (acabamos el partido con Vallejo, para más señas). Si sería emocionante la cosa, que hasta Valdano se acordó de cuando era madridista y estuvo observando el final dando saltitos en una banda, mientras Seedorf inmortalizaba esos momentos con su cámara. Realmente el Shitty y su detestable entrenador no merecían el premio de llegar a la final, que en lugar de eso será disputada entre dos clásicos con una rivalidad enconada pero esencialmente sana. Eso sí, tenemos poco que hacer. ¿O no, querido Carlo?
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– Real Madrid: 3 (Loldrygo (2) y Benzema (pen.))
– Manchester Shitty: 1 (Mahrez)