Por Rappol
Pasan las horas después de que el Real Madrid se impusiera al Bocachanclona, y los hemisferios derechos cerebrales se van imponiendo a los izquierdos, paulatinamente, en lo que se refiere a los lances, los acontecimientos, los chispazos, las bravatas… y otra suerte de aspavientos que, formando parte del fúrgol, nunca son capaces de imponerse al resultado, ese impostor. Así fue que Galonso se dejó de piruetas y ofreció —al filo del posible abismo que hubiera representado para su proyecto madridista otra derrota en un partido importante—, una lección de realismo galonsista; bastante lógica, por otra parte, si tenemos en cuenta que se formó en las categorías inferiores de la Real Sociedad, despuntó allí como jugador, ganó su primera Champions a las órdenes de Rafa Benítez en el Liverpool, la segunda a las de Ancholoto (La Décima), etc… Haciendo, por tanto, gala de su aprendido realismo futbolístico, Galonso se aferró a su visión pragmática del juego y se marchó cerrando la puerta educadamente después de que la cantante indie le hubiera invitado a su cuqui-apartamento para enseñarle su nuevo tocadiscos y su colección de vinilos de Nicki Nicole. Hombre templado, vale por dos.
Cuando el mundo de la pelotita parece que se va a derrumbar, nada suele ser más efectivo que un 4-4-2. Es cierto que el Chanclalona venía medio en cuadro, lo que puede ser rectángulo mágico o triángulo bananero, pero la obsesión que parecía que se había manifestado en Galonso era la de cerrar por completo las posibilidades de jugar por fuera del equipo culerdo. Y a ello se dedicó tácticamente durante todo el partido, con notables aportaciones de Valverde y Camavinga por la derecha y de Carreritas (le secó la minga al ecuatomoro) y Vinicius por la izquierda. ¡Ay, Vinicius! Nadie parece entenderte. Sin embargo, no desistas. Despotrica y enloquece, porque en realidad el mundo del fúrgol actual no sabe lo mucho que valen los jugadores de verdad. Y me apuesto tres CocaColas a que tú, Vinicius, le hubieras mojado el pitillo a Marlboro Man en el penalti, y entonces el Real Madrid (con 3-1, al fin) le hubiera metido un saco de goles a todo ese hatajo de mercachifles adolescentes, bocazas y mamahostias que se creen los mejores jugadores de fútbol del mundo. Aunque hay que reconocer, en cualquier caso, que el Lapuertalona tiene en sus filas al mejor jugador ecuatomoro del mundo. En este punto, no hay discusión posible, y hay que rendirse a la evidencia, que es la madre de la cencia. Señorío obliga.
En consecuencia, equilibrado el juego del Madrid sobre un 4-4-2-corredor, los blancos pasaron por encima del Negreiralona durante toda la primera parte. Líneas juntas, jugadores atentos, Vinicius en estado de gracia, Bellingham trempando… y el becerro del pito anulando goles (a ver, alguno fue anulable, pero ¿el primero de los que metió Siquesá?… No me jodas Ceteá…). Cuando caía Camavinga a banda los enanitos decían «¡Blancanieves!», mientras Julio Kundera soportaba la insoportable levedad de sus meninges con su bandana, aceptando el sometimiento anal que le traían a pachas Carreritas y Vinicius (¿¡¡¡pero cómo puede nadie esperar que no se cabreara cuando Galonso lo cambió en la segunda parte!!!? Hay que entender a Galonso, claro. Pero también hay que entender a Vinicius, hostia ya).
En la visión de la sobradez, como suele suceder en el Bernabéu, Gulliver se despistó para que el onubense intrascendente empatara el partido y aumentara la leyenda de los jugadores de segunda fila que triunfan en la esquinita. Ese fue todo el bagaje futbolístico del Spotilona durante la primera parte, el del equipo pequeño que rasca algo gracias a un error del contrario. Al Madrid le bastó con volver a achuchar un poco, Vinicius mediante, para aprovecharse de la verbena defensiva visitante y mearse en las tetas de las mocitas culerdas, con un gol de lada-lada-bombeada que empotró Hey Jude, demostrando que ya vuelve a distinguir el olor del gol del de un buen chocho mojado. 2-1 y a mear las drogas al vestuario.
Había optimismo tras el descanso, y la sensación pareció confirmarse cuando el árbitro no tuvo más remedio (era demasiado claro) que pitar un penalti por mano de Eric Matthaus. Siquesá lo tiró fatal, y ahí se esfumaron todas las posibilidades de goleada, tripas culerdas desparramadas por el campo, vómitos en escopeta y culos ajenos como la bandera de Japón… Y Vinicius lo sabía. Y por eso se enfadó tantísimo cuando Galonso, impertérrito y ahíto de pragmatismo, lo cambió para seguir manteniendo la tensión defensiva por la izquierda. Luego Grogdrygo y Siquesá tuvieron dos llegadas por la izquierda, en diferentes momentos… Ojalá hubieran sido de Vini.
El resto del partido fueron aspavientos tácticos de Flicki, intrascendente dominio culerdo de la bola, y expulsión por triple amarilla de Platanito Decathlon que, encima, se echaba las manos a la cabeza. Quizá lo más destacable fueran las dos tanganas finales…
… porque demuestran hombría y ganas de matar, cobran facturas y empiezan a mostrar que el equipo quiere volver a tener carácter, quiere que lo tomen en serio y no aceptan, sobre todo, que petimetres como Lamingamal confundan su vida de papel couché con jugar en el Bernabéu contra el Real Madrid. Decía Sorg que el chico es joven y todavía no maneja bien que le piten en los campos grandes. Pues si no lo maneja bien, que empiece por cerrar el pico. O mejor, que siga sin cerrarlo. Al fin y al cabo es, con toda probabilidad, el mejor jugador de fútbol ecuatomoro de la historia. Conque nada, chaval. A grabar stories, que es lo tuyo. El realismo, en todas sus acepciones, te queda todavía muy lejos. El futbolístico, en particular, muy muy lejos. Pero sigue soñando tranquilo. Nunca más tendrás que volver al barrio, y eso ya es un gran logro. Toma tu corona y póntela (y el condón también, que nunca se sabe…).
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– Real Madrid: 2
– Farsa: 1

