
Amigos, escribo para despedirme de vosotros. Durante un tiempo estaré alejado de la bitácora y me temo que también del fútbol. Asuntos personales muy absorbentes me van a ocupar el tiempo que esto requiere. No creo que me aleje de la actualidad del club, es imposible desentenderse de lo que le sucede. El Madrid es como un hijo tonto, golfo o con problemas. Digamos que tendré un ojo siempre vigilante, una mirada de reojo que espero no me deje bizco como a la mayoria de periodistas deportivos. Bueno, este sitio tiene su importancia. Para quienes vivimos el madridismo en soledad es casi casi indispensable y debe continuar. Yo, si el socio me lo permite, volveré en unos meses, presumiblemente para entonces el club será un nido de Kennedys y de demagogos y ahí tendrá que separarse el grano de la paja: habrá discursos y todo discurso encierra una visión de las cosas. Será divertido. Ah, y no pasa nada si estamos uno o dos años sin ganar nada, el madridismo necesita curtirse. Como el anonimato me protege puedo confesar que alguna vez lloré por el club. Como a todos, se me han caido las lágrimas cuando el Madrid ha agarrado la Copa de Europa, pero aprendí a amar a este club mucho antes, con el 5-0 en Barcelona y con lo de Tenerife. Creo que lloré de pena y de orgullo. Me sentía triste por la imagen de esa camiseta y algo humillado. Y siempre que lo pienso me avergüenzo un poco, pero qué cojones, el madridismo es la única militancia que me permito y la llevo hasta el final, como todo lo que se quiere. Suelto esto para decir que mi madridismo se forjó en las derrotas. La Quinta me hechizó, la camiseta blanca radiante en los resúmenes del domingo, cuando el Bernabéu era un coso rodeado de tierra clara, pero fue el vapuleo constante y el desvalimiento de los primeros noventa lo que me atrapó. Hemos de recuperar la actitud de entonces, cuando el Bernabéu tenía algo de estadio argentino y ganas de jarana. El Madrid es el equipo que más ha ganado, pero también es el que más ha perdido y nos quedan muchas cuentas pendientes: volver a dominar a los miserables rivales domésticos, poner a la Vecchia putana, bien sodomizada, en el sitio que merece y más adelante, cuando ya se nos haya olvidado todo eso, recordar a los pijos de Milán quién manda aquí, algo que le queda pendiente a Florentino. Porque va a seguir, va a seguir la dictadura del Madrid… Y ha de volver el viejo himno. Ya lo ha hecho, sonó contra el Zaragoza. Su letra, llena de ese retoricismo añejo que suena tan lejano, resume muy bien lo que somos. Ya está bien de la ampulosidad blanda del himno de Plácido. Necesitamos un himno que se pueda corear y jugadores a los que poder cantar y dedicar letras. Yo nunca cantaré nada para Ronaldo, sólo Guti merece mi alarido. En fin, recuperemos todo eso y volvamos a ser un club heroico. Os cuento una cosa: formé parte durante unos meses de una peña madridista en Valencia y en ella había un señor mayor, un anciano, aparentemente distraido y no muy futbolero que sólo hablaba para reclamar cojones. Un hombre humilde, pequeño, renegrido, rural. Un español de antes, vamos. Este señor, cada vez que el Madrid ganaba y atronaba el himno en los altavoces se levantaba, cerraba los ojos, agarraba una invisible gachí, una mocita, dejando una mano para su copa, eso sí, y se marcaba un pasodoble que solía acabar en zapateado. Se arrancaba por «alegrias madridistas» y una felicidad difícil se asomaba a sus ojos. Y yo siempre pensé que estaba viajando a otro tiempo. El Madrid es una ilusión y una región de la memoria. Que vuelva el himno viejo, coño, y con él todo lo demás. Se trata de que los chinos se parezcan un poco a nosotros, no de que acabemos todos como pekineses.
Y nada más. Esta página se situa frente a los antimadridistas, pero se descuelga del oficialismo y del seguidismo de los medios. No hay Lamas, ni Sanzistas camuflados, ni hay complejos. Una peña en el éter donde dejar nuestras impresiones en torno a la particular visión del socio. Viene muy bien cuando el equipo pierde, se agradece poder poner en palabras la mezcla de amargura, sinsentido, y violencia difusa, sin objeto, que genera una derrota. Los argentinos dicen bronca y va por ahí. Las derrotas del Madrid me desestructuran. Por un momento las cosas pierden su valor y se trastornan. Yo soy un ultra al revés, sentimental y teorizante, que en lugar de aporrear la cara a un infeliz aporrea un teclado. Yo agradezco a Michel Salgado el haber hecho posible tantos desahogos y al socio la posibilidad de escribir y comunicarme con los demás.
Saludos a todos: al madridismo concienzudo y entusiasta del Ángel, a Daniel, que ha defendido las esencias, al comedido Álvaro, a Redondo, un tipo al que el Madrid le duele, a odie, ot, geodotto (pedazo de madridista), al sensato Santillana y al muy equivocado aunque aún aprovechable Nadj. Y a los que ahora, con las prisas, olvido. Y al socio de forma especial, claro. Hasta pronto, tíos.
Nos vemos en unos meses. Sigan participando. Está claro, ya se ha dicho, que será de esta bitácora de donde salga la regeneración del madridismo. Somos un poder fáctico alternativo e insobornable y el secreto mejor guardado del madridismo. Somos la esencia y el espíritu y Bernabéu estaría orgulloso de nosotros. Es más, nos tendría de página de inicio.
¡Hala Madrid!