En los últimos días se ha ido gente de esta página. Me acusaban de radical, de atacar sañudamente a nuestros símbolos. Bien, que vayan con Dios, la libertad de opinión es sagrada. No obstante, es sólo en esta «radical» página donde van a poder leer la cruda y desnuda verdad de lo que pasó ayer. No se asomen a la prensa generalista ni la deportiva: viven en una realidad paralela.
Lo que vimos ayer en Roma fue un Madrid pequeño. Un equipillo corriente que podría haber ganado, empatado o perdido, como fue el caso. Sin identidad. Y ojo, que no estábamos jugando contra ningún transatlántico europeo: nuestro rival era una Roma que no pasa de ser un equipo aseadito incluso en su estadio. Horroroso el Olímpico, por cierto. El espectador más cercano está a tres kilómetros del césped y tiene un nulo ambiente. ¡Esta gente no debería ni estar en Champions!
Decíamos en los últimos días que el tiki-taka sólo funciona cuando las cosas se ponen de cara. Ayer fue buena ocasión de comprobarlo: en el minuto ocho, tras una gran subida de Robben y un estupendo pase en profundidad de Guchi, nos adelantamos con un gol de Raúl «marca de la casa»: semirebote en el pie, no sabemos si quería tocarla o no, pero va para dentro. Lo celebró como si hubiera marcado el gol de Zidane en la Novena.
Ya estábamos por delante, en teoría sólo había que dejarse llevar por la inercia. Pero esto es Champions, y las cosas no son tan sencillas. El equipo mostró una evidente falta de tensión, los desmarques brillaban por su ausencia y por momentos se jugó a cámara lenta. Vale que el resultado era muy bueno, pero uno no puede mostrar tal indolencia ni mucho menos llamar a eso luego «buen juego». Tampoco es que fuera un Real Madrid horrible, tan sólo correcto. Guchi aparecía cada vez menos, Gago carecía de profundidad y Diarrá tenía que partir todo el bacalao del centro del campo, donde como se preveía no le faltó trabajo.
En un contraataque de la Roma llegó el empate. Pssss, mala suerte. Quizá así se pondrían las pilas. No fue el caso: seguíamos con el piloto automático, pasando la pelota a un lado y a otro, pero creando muy poco peligro. Arriba, Raúl y Van Nistelrooy dieron poquísimos problemas a la poblada defensa italiana. Por algún motivo, en vez de estar los dos arriba sólo uno de ellos se quedaba en punta, perdiéndose en la maraña defensiva. Evidentemente, la «velocidad supersónica» de ambos contribuía a esto, pero ya se sabe, son «la pareja más letal de Europa», y no vamos a fastidiarla metiendo a un tío rápido, ¿no?
Sólo Robben creó verdadero peligro. Una vez más, jugó con soltura y acierto, realizando varias internadas de mérito. Aunque claro, un extremo juega solo, para eso no se necesita «toque» ni elaborar sistemas. Ramos ayudó lo que pudo, y me parece que poner a ambos en la misma banda sólo sirve para que se taponen. Se llegó al descanso sin más goles.
En la segunda parte el Madrid estuvo peor. No recuerdo una sola intervención de Guti, y la sensación de monotonía era tal que resultaba asombrosa la ausencia de cambios. Todo apuntaba a que se mantendría el empate, a menos que una jugada aislada desesquilibrara. Y ese jugada llegó, pero a favor de la Roma. Pase de Totti, Macini desborda y adentro. Ya íbamos por debajo, y sin que nos hubieran atacado con nada especialmente brillante. Uno se pregunta dónde está ahora ese gilipollas del titular «Con Casillas es imposible perder». Pues ya ve que sí. No fue culpa del portero, es evidente, pero cuando no se juega a nada te pueden ganar en cualquier momento.
Nosferatu, el entrenador de la Roma, había hecho bien sus deberes. ¿Y Schuster? Ahí estaba, con su gesto técnico preferido: cruzarse de brazos. ¡Todo le parecía bien al tío! No recuerdo n tiro a puerta en todo lo que iba de segunda parte, pero al parecer las cosas marchaban cojonudamente. «¡Seguid así, chicos!» Ya por fin, en el minuto 80, debió pensar «Mmm, igual podíamos meter alguna variante ofensiva». No se comió mucho el coco: sacó a un extremo por otro (Robben por Drenthe) y a un medio defensivo por uno ofensivo (Diarrá por Baptista). Fue cogerla Drenthe, recorrerse la banda derecha él solito y meterle un pase a VN, cuyo remate acabó en el poste. Un rato después se convirtió en una especie de proyectil y se metió prácticamente hasta la cocina del área romanista. Ahora era evidente por qué no había entrado antes: Le habría dado demasiado color y alegría al juego, y a Roma habíamos ido a pasar un buen muermo. En diez minutos, el holandés hizo más que Baúl y Guchi en toda la segunda parte. Baptista, por su parte, rompía arrogantemente los esquemas del tiki-taka: a diferencia del soso Gago, se iba hacia el área en cuanto podía, ¡e incluso tiraba a puerta! ¿Será posible? ¿Pero nos sabes que hay que pasarla a los lados, ¿chaval?
Sin embargo, la aportación de los hombres de refresco no bastó. El partido se acabó y nos íbamos derrotados para casa: ¡y los cachondos de los jugadores le reprochaban al árbitro haber pitado 10 segundos antes, cuando se habían pasado mareando la pérdiz todo el puto partido! Se acaba la cosa y uno piensa: «joer, ahora les van a dar hostias a estos en todas partes». Y resulta que no, que miras las distintas webs… ¡y te dicen que hemos jugado de puta madre, que la derrota fue injusta! Ahora resulta que los 35 minutos de la segunda parte en los que estuvimos tocándonos los huevos fueron fino estilismo, «elaboración», «buen juego». ¡¡Pero por Dios!! ¿Desde cuándo se puede jugar bien SIN TIRAR A PUERTA? ¿Pero de qué coño estamos hablando, de fútbol o de masturbación? ¿Es que un equipo grande puede vivir de hacer ronditos de mierda?
Bueno, que sigan con estas estupideces. Schuster se queja del árbito. ¿Autocrítica? Ninguna, pa qué. Entérate, bigotudo: Gago aporta MENOS que Baptista, métetelo en tu cabeza de estrella del porno. El fútbol es VERTICAL, no horizontal. Con dos delanteros lentos TE COMEN. Guchi es un tío para TREINTA MINUTOS. Pero bueno, si quiere seguir erre que erre a mí me la pela. Creo que la Liga la ganaremos igualmente -aunque sin brillantez-, y no puedo ocultar que me hará gracia ver cómo el pretendido modelo del «buen juego», todo el castillo de naipes de la «excelencia», se derrumba estrepitosamente ante un equipo de medio pelo como el romano. Total, sólo será otro año desperdiciado. Ya van muchos. Eso sí, toda la cuadra prisaica habrá podido hacerse sus pajas a gusto. Podemos dormir tranquilos.
– AS Roma: 2 (Pizarro y Mancini)
– Real Madrid: 1 (El Vitalicio)
Hombre del partido: Robben. Grandes prestaciones como extremo.