¿Final de la Libertadores en el Pipabéu? Una idea brillante, sí señor: traer a Madrid a 60.000 señores que se odian a muerte, «recalientes» tras todo lo ocurrido y que si se encuentran se van a agredir sí o sí. Todo ello en plena Navidad, con la capital colapsada y las mayores restricciones de movilidad que se recuerdan en su historia moderna. ¿Qué coño podría salir mal? Ah, pero espera, que todo el asunto tiene «el aval personal de Pedro Sánchez«. Ya se queda uno más tranquilo. No sé qué cojones le pasaba a Florentino por la cabeza cuando aceptó esta componenda, pero ciertamente es un asunto con muy poco que ganar y mucho que perder. ¿Acaso no aprendió nada de toda su penosa saga con los ultras? Ojalá no ocurra ninguna desgracia, porque como la haya no van a haber suficientes piedras bajo las que ocultarse.
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Micropene baloncestístico. Tercera derrota seguida en baloncesto. ¿Esto se sostiene? Yo digo NO. Vale que los rivales eran complicados, pero unos tipos con orgullo habrían preferido morir en la cancha antes que arrastrar el glorioso nombre del club por el barro tres veces seguidas. ¿Soluciones? Cortar a toda la plantilla, mandar a Laso a plantar lechugas y fichar a Lebron, a Curry y otro tres negros drogadictos de esos que juegan en gringolandia. Y a Doncic que lo devuelvan, que ya lo han sobado bastante. Espero que se esté trabajando ya en este plan.
https://youtu.be/eEFZzV9g0jM
Nacer con estrella o nacer estrellado. Lillo fue el entrenador debutante más joven de Primera División. A sus 53 castañas ya es cualquier cosa menos un joven, y su gran problema es que ese debut temprano fue básicamente el gran hito de su carrera, porque desde entonces ha ido de ridículo en ridículo. Su actual etapa en el Vissel Kobe con el cretino de Iniesta está alcanzando tintes surrealistas: cogió el equipo el 19 de Septiembre y en sus cuatro primeros partidos de la J-League encajó 15 goles, lo cual debe ser algún récord internacional. Desde entonces sólo ha ganado un partido, pero lo mejor llegó el pasado fin de semana en el campo del Shimizu: en el minuto 87 iban ganando 1-3 con diez hombres cuando los locales les metieron el segundo gol. Sólo tenían que aguantar 3 minutos para ganar, pero el árbitro alargó el partido hasta niveles nunca vistos, y finalmente les marcó el empate… ¡¡el portero rival en el minuto 14 del descuento!! Incluso todavía tuvieron tiempo para que les expulsaran a otro jugador, cuatro minutos después. ¿Es una cosa esotérica o no? Eso sí, hay que admitir que su agente es Dios. Inieste muy bien, vendiendo vino.