Por Rappol
El público del Bernabéu respiró aliviado antes del inicio del partido al comprobar que, al menos en el caso de los que estaban en el banquillo, los soldaditos de Galonso podían sentarse, después del ridículo cosechado el fin de semana precedente tras su penosísimo intento de asaltar el Colchopolitano. Los afortunados titulares daban prudentes saltitos y ponían caras de concentración máxima antes de que rodara el balón, pensando en si se les saltarían los puntos de los hojaldres si corrían un poco más de lo corrido en el anterior partido. La vida del futbolista de élite es dura e ingrata, qué duda cabe.
Los acontecimientos recientes hicieron que Galonso tuviera que recular, para tratar de hacer de la necesidad virtud. Valverde volvería a deleitarnos con su incapacidad para jugar de lateral, y Ceballos con su proverbial velocidad para mover el balón. Es por ello que el inicio del partido fue anti-fulgurante, a lo que también contribuyó el timorato planteamiento de Marcelino, que amasó en forma de coqueta murallita el pan y el vino del Mercarreal, para que el Real Madrid pudiera practicar sin muchos sobresaltos su lada-a-lada más anodino.
Así, la primera parte fue un coñazo notable, aligerado por la incertidumbre que siempre genera Franco cuando recibe por la derecha, y el nerviosismo que (todavía) acompaña a Vinicius por la izquierda. En honor a la verdad, había voluntad por ambas partes laterales del campo, pero el equipo jugaba tan a cámara súper-lenta que las «ocasiones» eran como las de los chavales que camelan en un bar y cuentan las veces que creen que los han mirado las chicas que tratan de cortejar en la distancia. Tanto fue así que la mejor ocasión del primer tramo del partido la tuvo el equipo visitante, en la primera gran soplapollez de las varias que cometió Piterjausen a lo largo del encuentro (ahora desarrollo). Salvó Pijamita, afortunadamente, que cuando se vence antes de tiempo, arrellanándose sobre el excelso tapiz del Bernabéu, todavía mide un buen trecho a lo largo, y puede rechazar la bola si es capaz de activar alguna de sus extremidades. Y el Mercarreal no tiene malos negros, pero en la Lotería del Negro Zumbón, el equipo que parece haber triunfado esta temporada es el Levante, por el momento, con Eyong (no tiene 21 años este tipo ni de coña).
[Empieza a poder suceder con Piterjausen que, después de haber tenido oportunidad de observar sus virtudes, comenzamos a ver sus carencias, a saber: usa mal los brazos cuando está en desventaja, le cuesta volver corriendo cuando le comen la tostada al espacio, mide mal los centros al área y despeja igual de mal cuando se tiene que girar rápido en defensas al borde del área. Conclusión: está en mala forma física, porque tres de las cuatro pegas que le pongo están relacionadas con eso. Ir convocado con la selección no le va a ayudar con eso]
Pasado ya el trance del aburrimiento, y comprobando de manera fehaciente que las suturas anales garantizaban que los pantaloncitos blancos no se tiñeran de malva, Galonso le dio las llaves de la churrería a Vinicius, y el chico subió la persiana y se fue a por Mauriño, al que ya tenía un poco mareado y amarillo. Volvió entonces el brasileño por sus fueros, compensando su falta de finura con la destreza que le llevó a las estrellas: la insistencia. Marcó un gol de rebote, tras desbordar a un impedido Mauriño; y consiguió un penalti que transformó en gol con su, siendo amables y comprensivos, poco ortodoxo estilo. Como si volviera a la casilla de salida, el sonriente Vinicius se puso el mandil y comenzó a chocolatear la noche madrileña, permitiendo los primeros suspiros de alivio entre los parroquianos.
Aun amenazó el Mercarreal el expediente del Madrid, acercándose en el marcador antes del último cuarto de hora (otro jugador interesante el Mikazette ese), pero Siquesá fichó en la oficina del golito y hasta se lesionó un poquito, por si se puede quedar en casa tranquilito estos días a que se le termine de curar el culete, que tiene a los novios ya desesperaditos por enchufársela de nuevo. En el carrusel de cambios, bien Brahim, bien Lingam (aunque todavía hieda un poco a Capitán Morgan) y, en fin, victoria aburrida que no soluciona gran cosa pero, esta es la verdad, ayuda a que las ganas que tienen los antis de que todo se salga de madre se atemperen un poco.
Madridismo crítico, que no suicida. Con que «irsen» a comerle el culo a La Sheila. Igual hace descuentos a grupos.
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– Real Madrid: 3 (Puficius, 2 (uno de pen.) y Mbluffé)
– Villarural: 1