Pensando sobre el encuentro de hoy, me di cuenta de que muy probablemente será el último gran partido que vivamos en Fans del Madrid; alguno dirá que luego viene el clásico, pero un partido contra el Far$a laportiano me parece una cosa bastante de chirigota, la verdad, más después del espectáculo ofrecido ayer por los pupilos de Pelopolla y los de Luis Tabique. No, lo gordo, el partido fetén, es el del Etihad, contra un equipo que en realidad representa muchas de las mismas cosas que el Far$a temible de antaño.
Sí, es seguramente el último encuentro gordo experimentado colectivamente en el blog, y por más que uno se haya desapegado del fútbol, tal hecho necesariamente provoca algo de nostalgia. Durante veinte años hemos vivido estas grandes eliminatorias con una mezcla de expectativa, arrogancia e histeria, emociones que llegaron al culmen con la consecución de la Décima y que, al menos para mí, se han ido suavizando desde entonces. Pese a ello, siguen siendo ocasiones tremendamente entretenidas que logran recordarnos el gran espectáculo que puede ser el fútbol cuando se juega al máximo nivel.
El título «La última batalla» se ha usado en múltiples trabajos de ficción por ser breve, potente e inmediatamente evocador. Por ejemplo, así se llama el último (y no especialmente inspirado) libro de la serie Narnia, obra del proselitista cristiano C.S Lewis, pero la batalla que nos ocupa no tiene nada que ver con leones que sirven de metáforas cutres de Cristo, sino con la tremenda lucha que nos espera en City. Creo que llegamos mejor armados futbolísticamente que el año pasado, pero eso parece poca cosa para ganar a este morlaco en su casa. Hay que llegar con ganas de ofrecer una gran noche europea, acompañándolas de acierto y suerte. Por ello conviene ser realistas y reconocer que pasar la eliminatoria es altamente improbable, pero al menos el equipo debería dar su mejor versión y no cometer errores absurdos como en la ida.
Hay que decir que las eliminaciones india y culerda no juegan especialmente a nuestro favor; al contrario, existe un efecto de vasos comunicantes que hace que inmediatamente nos relajemos si nuestros rivales españoles caen en Champions; persiste esa ridícula percepción de que, si sobrevives un día más que ellos en la competición lo has hecho mucho mejor, cuando realmente no es el caso. También es cierto que la mítica competitividad madridista puede surgir en cualquier momento, sobre todo en noches tan señaladas como la de hoy. Así pues, aunque tenemos un portero de juguete, una defensa de circunstancias, un ataque sin nueve y un entrenador de vuelta, seguimos siendo el Madrid, y al fin y al cabo empezamos con la eliminatoria empatada. ¿Apostaría a nuestro favor? No. ¿Apostaría en nuestra contra? No soy tan tonto.