Por azares diversos, en los últimos días he tenido alguna conversación con italianos aficionados al fútbol. Lo que me llamó la atención fue la antipatía creciente hacia el Real, así lo llaman ellos. Usaban la misma propaganda que tan habitual nos resulta en España. Alarmado me dirigí a los sitios italianos de internet y lo que encontré fue más de lo mismo. Los juventinos nos odian. Capello se ha convertido en el traidor más grande de la historia de Italia y aunque parecen excusar la marcha de Thuram y Zambrotta al Barcelona, se sienten atacados por los fichajes de Emerson y Cannavaro. No merece la pena argumentar que Capello antes que juventino fue entrenador de la Roma y que lo que valió en ese traspaso vale ahora, y tampoco recordarles que Emerson es su hombre de confianza y que Cannavaro era del inter y estuvo ya a punto de firmar con Florentino (aquel verano en el que el florentinismo se unió al camachismo para realizar la peor campaña de fichajes de la historia del fútbol moderno). Es inútil porque ha prendido el antimadridismo y ya no hay nada que hacer. Le desean lo peor a Capello y por tanto a nosotros. Pero es que la cosa no se acaba aquí. Los milanistas están de uñas. Además de ser italianos son lombardos y por si fuera poco están acostumbrados a la pasta y a la impunidad que les ofrece Berlusconi y no pueden asumir el hecho de que alguien les quiera quitar a Kaká. Desde que Berlusconi llegó al Milan nadie, salvo Abramovich, que es un Berlusconi misterioso, les ha birlado un jugador. De nada sirve hacerles ver que nadie en la historia del fútbol moderno ha sido más prepotente que ellos. Y además, no les falta razón en algo, Calderón se hizo publicidad con un jugador del Milan durante las elecciones. Eso no se hace, la verdad, y no sólo supuso un engaño al socio, también una manera de enturbiar las relaciones con el club de Milanello. Si finalmente Kaká viste de blanco, el Real Madrid, y no Calderón, deberá compensar al Milan por ese desliz. Yo pagaría casi cualquier cantidad por Kaká, pero no es Zico, ni Pelé. Deberían prohibirse, en los nuevos estatutos, las promesas electorales, porque ese ardid electoral lo acaba pagando el Madrid. ¿Valía Figo 10000 millones?
Pero lo peor no es lo relatado, lo peor de todo es que entre los tiffosi ha hecho fortuna la visión del Madrid galáctico. Se nos ve como un club prepotente, inhumano, sin espíritu, lleno de mercenarios y traidores. Un Chelsea sin rigor táctico. Una mezcla ibérica del Chelsea y del Inter. Incluso ellos, que han llegado a materializar el mercadeo de jugadores en una especie de feria donde representantes y clubes contratan jugadores como reses bravas, se sienten escandalizados por nuestra política de fichajes. También para los italianos parece existir un halo de inmoralidad en todo lo que hacemos. Todos los traidores van al Real. Desde Ronaldo a Capello pasando por Kaká. Se supone que el resto de traspasos no lo mueve el dinero, la codicia o la ambición, sino alguna filantrópica fiebre. De esto tenemos la culpa nosotros pero también lo que llega de la prensa española, los cantos de la prensa más amarilla, como el AS, y la propaganda culé. El argumento de la ciudad deportiva y la recalificación ya se parece a lo de Franco, es algo así como un pecado original que nunca purgaremos. Sirvió para explicar los fichajes de Florentino, el viraje del club desde el 2000 hacia la racionalidad en la gestión, los éxitos del primer florentinismo, pero todavia se utiliza, años después, para explicar que queramos y hasta podamos fichar a Kaká. Es absurdo pensar que la recalificación ha pagado el primer equipo de Capello, el segundo que ahora comienza y, entre tanto, los fastos del centenario, los delirios de don Florentino y hasta la recomposición patrimonial. Pasarán años y todavía coleará lo de la Ciudad Deportiva. Yo recuerdo que en una de las visitas al Olimpico de Munich un gilipollas alemán nos recibió con una pancarta (que la televisión alemana enfocó durante el tiempo suficiente) en la que se leía algo asi como «Real Bankarrot» seguido de un montón de ceros. Antes de la recalificación era la deuda. Los madridistas parecemos judíos, vemos antimadridismo por todos lados, somos un poco cómicos en eso. Yo personalmente hasta encuentro sospechosos a ciertos personajes de RealMadridTV. Pero tenemos algo de razón, despertamos algunos odios irracionales y tenemos que soportar argumentos que no soporta nadie. El tema de la deuda fue explotadísimo y se nos quería tirar de la Copa de Europa por ello, luego vino lo de la recalificación, que clubes enemigos como el Bayern y el Barcelona agitaron en Europa, y ahora es el asunto de la ética en los fichajes. Nunca cesarán los argumentos en contra. Estas cosas son indignantes porque se producen situaciones absurdas: los que condecoraron a Franco y los del Atlético Aviación nos llaman franquistas; los Galliani, los juventinos y los Abramovich de turno nos acusan de falta de ética y de depredadores.
Acabado el florentinismo deberiamos ser humildísimos. Si el club entero abomina del término galáctico resulta descorazonador que Roncero siga utilizándolo. En su última columna lo leí, leí la palabra galáctico. Yo leo los artículos de Roncero en diagonal y con la expresión del alumno que observa cómo el profesor arrastra la tiza por la pizarra con sadismo. Con la cara de quien se toma, recién levantado, un zumo de tres limones y dos pomelos. No queremos galácticos, ni grandilocuencias. Utilizar esa palabra es un delito contra el Madrid. Queremos un equipo humano y jugadores con debilidades y compromiso. Queremos disfrutar del lado edificante del deporte. Estamos hartos de que en torno a nuestros futbolistas sólo se cuenten frivolidades y miserias. Nos merecemos mentiras, que nos mientan, que nos vuelvan a decir que nuestros jugadores son capaces de renunciar a una barra libre y a una orgía con modelos balcánicas por la camiseta blanca. La propaganda no nos dejará, Capello y su fútbol serán demonizados, pero nosotros no podemos contribuir a ello. Capello representa desde ya el cinismo futbolístico contra la pureza arrojada y valiente del Barcelona, aunque luego aparezcan Motta y Deco dando cera y puliendo cera, dando cera y puliendo cera… Debemos incidir en que no somos, ahora mismo, sino un equipo en reconstrucción. Ni somos el Barcelona ni el Chelsea, ni siquiera el Lyon. Debemos ser muy humildes. El diario AS está haciendo mucho daño al Madrid con ese triunfalismo grosero. Roncero, que ha demostrado ser, en contadas ocasiones, un periodista de raza, ofrece de nosotros una imagen chabacana, irreflexiva, engallada y cañí. El forofo no es así, el forofo es ciclotímico y ese optimismo es falso. La dialéctica antimadridistas-madridistas necesita un madridista ronceril, porque si no es así no se sostiene, por eso le invitan a los programas catalanes. Para los medios valencianos él es el portavoz del madridismo. Y es de comprender que El Rondo lo tenga como periodista estrella porque permite mantener vivas todas las viejas querellas contra el Madrid. ¿Pero beneficia esa postura al club? Y lo mismo sucede con la RealMadridTV. Estoy hasta los cojones de que todo lo nuestro sea «lo mejor» o «lo más grande del mundo». No me gusta que llevemos el símbolo que nos acredita como mejor club del siglo XX. Lo somos y lo sabe todo el mundo, pero ¿por qué alardear? El Barcelona, que ha evitado siempre que las camisetas españolas reflejasen el equivalente en rojigualda del scudetto y las estrellas que resumen las diez ligas italianas, y que incluso ha evitado que luzcamos en Liga las 9 copas de Europa, ha aprovechado el momento para lanzar una campaña con la Unicef. Hacen de la necesidad virtud y son sutilísimos en su maldad. Mientras nosotros lucimos publicidad y presumimos en nuestra camiseta ellos hacen altruismo. Ese va a ser el argumento.
Como Kaká no llegue al Madrid Calderón habrá mentido. Maroto y Roncero siguen hablando del fichaje, el primero tiene algo de credibilidad, el segundo ya no tiene mucha. Relaño prefiere pontificar sobre ciclismo después de haber intentado cargarse ese deporte con una serie de entrevistas a un «problemático» ex-ciclista. Siempre la pureza del deporte. Relaño hablará al final y seguro que veladamente criticará, de nuevo, la prepotencia del club. Prepotencia que él alienta dando una columna a Roncero o a Gatti. El Marca ha comenzado una vena editorial humorística que acaba resultando simpática. Pero el diario AS hace más daño que bien al club. Porque, además, cuando llegan los asuntos serios no podemos esperar mucho de ese periódico. En las elecciones no han servido más que para confundir al socio.
A mí me encanta que en España cada cual publique lo que le venga en gana. La culpa la tenemos nosotros, madridistas, por comprar ese periódico. Pero me jode que quienes han moldeado una visión falsa de la historia del fútbol español y de nuestro club se salgan con la suya y nos roncericen a todos. El club no debe contribuir a ello y debería imponer una línea de sobriedad en las presentaciones de los jugadores y en sus medios de comunicación. Ni somos ilimitadamente ricos como el Chelsea, ni poderosos, ni tenemos a las instituciones detrás como tiene el Barcelona. Dependemos sólo de nuestra capacidad de seguir fascinando a millones de personas. Francamente, eso se consigue con buenos jugadores y con una actitud de absoluta humildad. Y con un mimo exquisito al tratar nuestra historia. Somos el club más romántico y libre del futbol mundial, pero somos absolutamente inútiles a la hora de defenderlo. No hay que darles la más mínima excusa para que impongan su visión de nosotros. Yo creo que Florentino no tuvo la culpa y que, en realidad, su mensaje se malinterpretó, por un lado por la propaganda antimadridista que demoniza todo lo que hacemos y, por otro, por la euforia de nuestros lamentables «líderes de opinión». Hay una línea que separa el marketing de la agresión y deberiamos marcarla con la cal con la que señalamos el punto de penalty en el estadio.
Bueno, escribo aceleradamente y espero haberme hecho entender. Me imagino que todos vosotros habréis sentido alguna vez lo mismo que yo. Ese desconcierto y esa rabia que me produce comprobar como todo lo que hace el Madrid se menoscaba moralmente. Siempre hay algo, la deuda, la recalificación, el franquismo, la prepotencia, la forma de contratar jugadores, cuando jugamos bonito somos burlones, cuando jugamos serios somos cínicos, cuando ganamos hay una inmerecida facilidad, cuando perdemos un escarmiento divino. El madridista, como el español, debe arrastrar esa «leyenda negra», y como el judío siente siempre esa susceptibilidad a flor de piel del que se siente agredido. Salvando todas las distancias, claro. Para normalizar el club sería necesario algo más sutil e inteligente que Roncero. Aún recuerdo esas tertulias en el canal del Madrid, una cámara fija sosteniendo un largo plano de Roncero, un zoom lento, Roncero sacando con su pulgar la roña de las uñas, se dispone a hablar, el club le ha puesto a su disposición una tele para que el mundo entero conozca su visión de las cosas, va a hablar del Valencia, uf, me afecta, yo soy de allí, qué dirá, valencianistas, dice, mirando fijamente a la cámara, como un telepredicador con colesterol, queríais chinchar al Madrid, verdad, pues mira, ahora os jodéis, sin championslí, mientras hace un corte de manga, y uno siente que todo su esfuerzo por dar una imagen civilizada y amistosa del Madrid en esta hermosa ciudad se viene abajo. Hay un incendio y aparece un camión de bomberos con Gatti, Roncero y un enorme depósito de orujo.
He empezado a hablar del fútbol italiano y de nuestra relación con ellos, y con eso quiero terminar. No hay club en el mundo que les conozca mejor que nosotros y nadie que sienta más respeto por su fútbol. A Capello lo trajimos nosotros y a Maldini lo invitamos al centenario como una muestra, en mi opinión muy meritoria, de reconocimiento a un campeón que nos ha ganado siempre y al que admiramos tanto. El Madrid se ha hecho grande en duelos a muerte con los más grandes equipos de la historia del calcio. De memoria: la Juventus de Sivori y Charles, con desempate en París, la de Platini (cuando a Michel le dijo antes del penalti: tú tendrás más, yo estoy acabando), la de Lippi, sobrehormonada y supervitaminada como un equipo de super-ratones, la pareja de tango que formaron Vierchowood y Raúl, nuestro hambriento Raúl de la Colonia Marconi, el blando Madrid postValdano contra la Juve del joven Del Piero, nuestros duelos contra la Juventus de Moggi y Capello, aquel penalti fallado por Figo, aquella alineación de Makelele en Huelva; ¿Y el Inter? En los tiempos previos a la Champions League en que los equipos se pasaban décadas sin enfrentarse, nosotros jugamos durante un lustro contra el Internazionale, siempre marcaba Santillana, duelos en Uefas e incluso en Copa de Europa, y qué decir del Inter de Mazzola y Suárez, contra el envejecido Madrid de Di Stéfano, o el Milan, desde Schiaffino hasta el homenaje a Redondo de un Bernabéu puesto en pie, pasando por las humillantes derrotas contra la máquina perfecta de Sacchi y los holandeses (nunca nadie habla de la segunda eliminatoria, no obstante, con un par de arbitrajes dudosísimos); Maradona marcado por Chendo en un Bernabéu vacío donde había millonarios que pagaron por ser recogepelotas, o la Fiorentina de la final del 57, o la Roma victoriosa de Totti y Capello o aquella Lazio potentísima de los Verón, Crespo, Nesta y Nedved… Los mejores equipos de la historia del calcio han pasado la prueba definitiva del Bernabéu y allí ganó la azzurra su penúltimo campeonato mundial. Es increible que con toda esa historia detrás ahora nos puedan ver como un Chelsea cualquiera o como un lugar donde los traidores tienen fácil acomodo.