Cuando suceden cosas como las del sábado uno hace propósito de enmienda. Decide dejar el fútbol y dedicar ese valioso tiempo a aprender un idioma, a hacer senderismo a aprender a cocinar… La sacudida es fuerte y se parece a una resaca de veterano: bache depresivo, cuestionamiento general de tu vida y promesas de cambio –año nuevo a mitad de temporada-. Pero el fútbol, como la peor de las drogas recreativas, comienza a despertarse en el interior de nuestras venas y en los rincones más encallecidos de nuestro cerebro. Ya somos mayores para asumir que el club está tatuado en la corteza cerebral con una navaja albaceteña y forma parte de nuestro sistema nervioso. El fútbol es nuestro reloj biológico.
Si nos hacen una resonancia nos sacan el escudo del club y una cosa con forma de copa de Europa. Y ya no se puede cambiar, hay que asumirlo y pedir a Floren que esto cambie.
Personalmente –no sé qué opina el socio- me permito una propuesta –este blog es, probablemente, el lugar más lúcido del madridismo, nos sobra autoridad moral para hacerlo, aunque no seamos muchos-. La propuesta, que sé que no gusta a todos, se llama Rafael Benítez. Arreglaría algunos problemas del equipo de un plumazo; a saber: confeccionaría una plantilla, introduciría las rotaciones, haría competitivo al equipo, contaría con la cantera, generaría automatismos tácticos y él solito haría de portavoz, escudo, manager y entrenador. ¿Qué no juega bien? Cualquier cosa es mejor que lo que ha venido haciendo el Madrid últimamente. Es español y madrileño. Le entendemos.
El club en sus manos y Floren con los números. Otras salidas nos llevarían a un similar desastre.
En los últimos partidos del Madrid he disfrutado viendo el centro de campo conformado con Ramos, Diogo y Mejía. No sabía por qué, puede que yo solo sea un degenerado más, pero es emocionante cuando tus jugadores son jóvenes, fuertes y dinámicos. Ya no recordaba al Madrid ganando balones divididos.
¿Qué tal si por una vez nos convertimos en un equipo de fútbol? No he visto nunca al Madrid defender en medio campo, ni presionar. Eso también tiene que ser bonito. No lo he visto nunca, de verdad. A la Quinta le siguió el bodrio de Floro, y al bodrio de Floro Valdano, y a Valdano Capello –meses que sirvieron para cambiarlo todo-, la quinta de los Ferraris y, voilà, Florentino. En total, dos meses de Floro, cuatro con Valdano y siete con Capello. Esa es toda la disciplina táctica que ha disfrutado un madridista de mi generación.
Y para terminar, he de subrayar las declaraciones de Gravesen, el naturópata. El danés consideró injusta la derrota del sábado y aseguró que ganaríamos la liga-a los naturópatas les gustarán mucho las hierbas, digo yo-. Añadió, además, que esperaba volver pronto a los terrenos de juego. Hay que recordar que Thomas se lesionó levemente y que los cinco días de baja del diagnóstico inicial llevan camino de superar las tres semanas. Gravesen, que no se caracteriza por un fútbol cerebral –más bien craneal- asegura que las lesiones se curan mentalmente. Tenemos un mediocentro en la línea Uri Geller. Schuster y Redondo utilizaban la cabeza para trazar hermosas geometrías, Gravesen cree en el poder mental. No es exactamente lo mismo hacer una ecuación que doblar una cuchara. En este equipo los que no son insumisos en el gimnasio lo son en el centro médico. Qué panda.