El plan de Zipayo

La gente anda un poco mosca con los planes de Zidane para la próxima temporada. Su política de altas y bajas es un tanto contraintuitiva, y se está configurando un equipo con gran número de francoparlantes, con el consiguiente peligro de que se cree una camarilla. Algunas ventas cerradas o en ciernes, como las de Llorente o Ceballos, desconciertan a la afición, que se pregunta si no se podría sacar rendimiento a estos jugadores de obvia calidad. Entiendo todas estas inquietudes, y voy a aportar mi modesto punto de vista:

Me parece un ejercicio de sano realismo no esperar el próximo curso un fútbol pinturero ni espectacular, a la Kloop o Pepi. Probablemente tendremos mucho lada a lada y Kalima a la espalda, con una ejecución bastante ortodoxa y una capacidad de sorpresa que llegará más por las individualidades. Fútbol pinturero o de mucho toque era lo que ofrecía Lolari o incluso Losertegui, y no funcionó por H o por B. Ahora bien, eso no significa que el equipo no vaya a rendir. Yo creo que en la vida se pueden escoger planes más o menos brillantes, pero una vez elijas uno tienes que ceñirte a él hasta el final. Eso es lo que nos garantiza Zipayo, y lo cierto es que su palmarés (una de las cosas que no puede falsear un entrenador) es muy elocuente.

El francés tiene filias y fobias, por supuesto. Además, son bastante acusadas, incluso llegando a lo irritante, y seguramente se equivoque con más de un jugador. Pero ojo, que no es el único: Mau nos trajo a gente como Altintop, y Ancelotti consideraba a Casemiro carne de banquillo. ¿Por qué no le vale Llorente a Zipayo y le parece una súper-prioridad traer a un interrogante como Pogba? ¿Por qué es mucho mejor Jovic que Mariano, cuando tienen características muy parecidas? ¿Por qué…? Seguramente no existen motivos profundísimos; simplemente, cuando te dan poder para confeccionar una plantilla te vuelves caprichoso. Si Zipayo no tuviera más remedio que contar con el actual plantel, seguro que le sacaría rendimiento.

Desde luego todo el proyecto se apoya en nuestro calvo, esa será su gran fortaleza y su gran debilidad: como todas las plantillas «de autor», si este llega a faltar por cualquier motivo nos encontraremos con un grave problema. Pero el tipo tiene una idea clara y además la firme intención de ir a por las tres competiciones; nunca se le ha podido reprochar falta de ambición. Además, entrará mucha sangre nueva, lo que siempre es bueno para un equipo acomodado. Soy el primero a quien le gustaría ver más a los jóvenes, pero a este míster le gustan los jugadores hechos, y los dos brasileros no son precisamente ancianos; menos da una piedra. Como todo proyecto, el de Zipayo quedará validado o no por los resultados. En cuanto a la vistosidad, todo equipo que juega junto y gana junto mucho tiempo empieza a tener cierta estética, aunque sea sólo aquella derivada del orden. Veamos qué ha pergeñado la calva cocorota francoargelina, y no la echemos a los leones antes de tiempo.

No te digo trigo por no llamarte Rodrygo

Bien, bien, más carne fresca para la picadora. ¿Qué podemos decir de Rodrygo? No gran cosa: que es joven y que ha metido unos cuantos goles en Brasil. El muchacho no es grande (63 kilos y 1,73 cm, incluso más bajo que Kubo), pero sí bien parecido, y de momento no lleva tatus macarras. Su apá lo tuvo con 16 años, pero parece que la familia ha permanecido unida, así que puede -sólo puede- que no esté tan sonaja como el 80% de los futbolistas brasileros que llegan a Uropa (el caso extremo de «daddy issue» fue el de Adriano Leite, cuyo padre tenía una bala alojada en la cabeza). Por supuesto, en la presentación declaró que era del Madrí desde el útero materno, como Dios manda. También puso como referencia a Robinho, quizá porque le perdió la pista a poco de que llegara a Madrid.

¿Puntos negativos? Para empezar, la ligereza: cualquier defensa curtido de Primera lo puede echar al suelo meneando un poco los cojones. También es, de momento, un pelín blando de carácter (marikón): existe un infame vídeo suyo colándose en la entrevista de un compañero para denunciar que un rival había anunciado con lisiarlo; en vez de responderle que iba a arrancarle la polla y se la iba a meter en la boca fue a chivarse a la tele, lamentable. Habrá que buscarle rápidamente una novia, pero una de verdad, no como la «barba» que se ha echado Asensio.

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Youtube nunca miente.

Rodrygo Goes es diestro y juega como extremo, aunque en el Santos lo han puesto sobre todo a pierna cambiada, y también ha jugado como delantero centro; según dicen los hentendidos, también puede ser segunda punta. Quede claro que es sólo un proyecto de goleador: ha anotado 19 goles en 80 partidos con el Santos. ¿Qué hacer con él? Pues no sé, que se lo pregunten a Zipayo, pero más vale que le caiga en gracia a la primera, porque ya sabéis que cuando se le cruza alguien… La inversión ha sido de 45 kilos, con 4 de salario, así que tampoco es cosa de cedérselo al primero que pase. Si hubiera una Liga de filiales con total libertad para subir y bajar entre categorías todo sería más fácil, pero no es el caso. Esperemos que marque unos golillos pronto, porque ya conocemos la paciencia del Pipas. Y si no, tampoco pasa nada: que lo piten hasta que le revienten los tímpanos, que a los tres meses de llegar maldiga haber nacido y otra carrera a la basura; para entonces las cuchillas de la picadora ya estarán afiladas de nuevo.

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A las nueve toca el partido para rematar la liga Hacebé. Just saying.

Tsubasa vs Chile

La Copa América es un gran invento: como el fútbol CONMEBOL está en ruina perpetua, la única forma que tienen sus dirigentes de llevárselo calentito es organizar un torneo de selecciones bianual (?!). ¿Que los jugadores están ya destrozados tras la larga temporada europea, o es necesario parar todas las ligas del coño sur? No importa, hay que exprimir la teta lo que se pueda y más; total, quienes van a sufrir las consecuencias son los pringados de los clubes. ¿Que lo de jugar cada dos años es una tradición, me dicen? Sí, concretamente una que data de 1987. Vintage puro.

Lo único bueno de la Copa América, también conocida como «el Mundial de los torpes», es su audacia a la hora de invitar a selecciones de otras confederaciones, como hace ahora Eurovisión. Esta vez los agraciados son dos equipos asiáticos: Qatar (poderoso caballero…) y Japón, donde juega el madridista Kubo, alias Capitán Tsubasa, alias enano cabezón. El fútbol japonés nunca ha logrado nada fuera de Asia porque son unos putos alfeñiques, y no ganan un balón por alto o dividido ni aunque les inyecten adrenalina en los cojones; es un problema similar al de los chinos, quienes no han podido resolverlo ni con su dopaje estatal. Además, los japos tienen la política de inmigración más estricta del mundo, así que no pueden recurrir al típico truquito de nacionalizar a un negrata para meter músculo.

Con todo, apoyamos mucho a nuestro fichaje niponés; Chile es la actual campeona y las apuestas están 8 a 1, pero seguro que eso espolea a los amarillos. Como ganen, puede incluso que Yoichi Takahashi haga un especial conmemorativo del evento. Si se lo están preguntando, no me siento tentado de apoyar a Chile (¡¡la Roja!!), porque aunque sea el país del comandante, también es la selección de Arturo Vidal. Un consejo para los charlis: que prueben muchos tiros especiales (tiro con efecto, del tigre, del halcón, etc.), a ver qué puede hacer el portero rival. Se juega a la 1 a.m. de España, así que cualquiera un poco ocioso puede ver al nuevo madrilista en directo.

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ACB playoff, Round two:

Ganar la liga de basket es un poco como hacerse una paja en vez de follar, pero a lo tonto es el único título senior que podemos ganar este año, así que más vale aprovecharlo. Llevarse el segundo partido pondría todo de cara, así que esperemos no ver la clásica pájara lolasiana. Pero aunque la plantilla está algo cascada, aún aguanta el tipo; con algunos refuercillos seguiremos siendo competitivos. Para el año que viene pondría como prioridades a algún pívot bueno y a Russel Westbrook. Mientras tanto, parece que ya hemos cerrado el fichaje de Laprovittola, un fornido base argentino con mucha vitola (imagino que De Colo no estaba a tiro). El partido es a las nueve, así que si estáis MUY ociosos casi podéis empalmar el basket con el partido de la Copa Mérica. Planazo.

Kubo, nuestro Capitán Tsubasa

https://youtu.be/D2murVGwZmE

Ya desde sus comienzos como arte masivo en los 60, el manga japonés logró plasmar en la página el drama de los deportes individuales y colectivos. Mientras que los autores americanos rehuían completamente la narración deportiva, que tan mal se adaptaba al cómic-book mensual autoconclusivo de veintipocas páginas, los nipones se explayaban en larguísimas historias acerca de beisbolistas o boxeadores, con los mangas https://youtu.be/tHBudNTBoeU (La Estrella de los Gigantes) y https://youtu.be/mF4Lgakr7aE (Jo del Mañana) como obras más emblemáticas, ambas con exitosas adaptaciones animadas.

Los años 80 fueron la época durada del manga y el anime; un momento en el que ambas artes habían madurado durante 20 años, abundaban los autores brillantes, tanto el dibujo como el coloreado eran locales y casi completamente a mano, y el entretenimiento digital apenas daba sus primeros pasos de bebé, sin devorar todo como ahora. En esa época irrecuperable en que el Shonen Jump era la revista más vendida del planeta, albergando series legendarias como Dragon Ball o Saint Seiya, un joven Yoichi Takahashi (21 años) recibió la oportunidad de publicar su primera serie larga, Captain Tsubasa.

Pese a centrarse en un deporte absolutamente minoritario en Japón como es el fútbol, Tsubasa cuajó rápidamente usando recursos típicos del manga: protagonistas con personalidades muy marcadas, rivalidades extremas, dibujo muy dinámico y un tono épico que emparentaba el simple enfrentamiento deportivo con las batallas de samurais. Todo ello aderezado con técnicas futbolísticas especiales que violaban alegremente las leyes de la física pero que aumentaban la emoción y la sensación de poder de los personajes. No todo era bueno: junto a valores positivos para los jóvenes se fomentaban otros nocivos, como el jugar lesionado o enfermo, exponiéndose a lesiones permanentes o incluso la muerte, todo impregnado de un sentido del sacrificio muy nipón.

La adaptación al anime se encargó a Tsuchida, una filial del colosal estudio Toei que trabajó con un minipresupuesto, el cual debería estirar durante docenas de capítulos si todo iba bien. Aunque la animación era básica y carecía del pulido de la casa madre, los animadores dieron en el clavo con lo esencial: transmitir toda la motricidad del manga y lograr que partidos de fútbol divididos en múltiples capítulos de 20 minutos no resultaran monótonos, encerrando en cada uno de ellos su propio drama. Una excepcional https://youtu.be/bHtA9h6fpB0, con todos los agasajos correspondientes. No mucho antes, el club de la vida real había fichado a Takefusa Kubo, un proyecto de Tsubasa con el que conquistar el suculento mercado japonés, indiferente a la J-League pero siempre anhelante de ídolos de cualquier tipo.

El sueño se frustró pronto: el Barcas incumplió las reglas de fichajes de jóvenes y la FIFA lo obligó a devolverlos a sus respectivos países. Así pues, Kubo siguió su formación en el archipiélago nipón y logró la titularidad en el FC Tokyo, con el que ganó la pasada liga. Llegaba el momento de volver a Europa, pero quien lo quisiera debería pagar una buena ficha; el Barcas titubeó y el Madrid estuvo más listo: Kubo ya es oficialmente blanco, y tendrá ficha en el Castilla.

Se trata del primer jugador japonés de nuestra historia, y aunque no puede negarse que ilusione, su gestión será todo un reto. El Castilla puede ser aceptable durante unos meses o una temporada, pero históricamente ha sido muy mal acomodo para los jugadores «con nombre». Hay que buscar a Kubo una cesión lo antes posible y, si rinde debidamente, incorporarlo a la primera plantilla como mucho en dos temporadas. Todo lo demás será fastidiarle la carrera y perder nuestro tiempo. Este diestro juega en la superpoblada posición de mediapunta y será realmente complicado encontrarle hueco, pero ahora que Tsubasa va por fin de blanco otra vez… ¿vamos a dejar que vuelva con los malos?

Mendy: paquetazo

Una cosa que no ofrece muchas dudas del nuevo lateral izquierdo madridista es su etnicidad: blanco no parece que sea, asiático tampoco, y desde luego tampoco pasa por latino. No, Mendy es negro como el sobaco de un grillo, como el alma de un socialista, como los cojones de Kunta Kinte; el cabrón tiene que ponerse chaleco reflectante para salir de noche. Es nuestro jugador más negro de los últimos años, quizá de toda nuestra historia (no cuento a Essien y Adepayo, que estaban cedidos), y tenemos que asumirlo, para bien y para mal.

En cuanto a su fútbol: nadie del mundo lo ha visto jugar, ni siquiera sus compañeros de equipo recuerdan cómo lo hace, pero la sentencia de su majestad Yutup (que nunca miente) es rotunda: Ferland es un pufo importante. ¿Por qué lo ha traído Zipayo entonces, ha visto algo especial en él? No, claro que no, pero le gusta ir de descubridor de jugadores y, mucho más importante, quiere afrancesar el Madrid: después de Varane y el francoparlante Hazard llega el Lerendy este, y luego quiere colgarnos al pufo sideral, Paul Pogba. El plan cocido durante lustros por Zidane para entregarnos a la potencia invasora (a cambio de quién sabe qué) empieza a rendir sus frutos. Pero vamos a resistirnos, claro que sí. O no.

Por supuesto, cuando en Fans se usa la palabra «paquetazo», se hace con doble sentido. Y más le vale a Mendy calzar un buen… número, porque esa será una de sus pocas esperanzas de triunfar en el Madrí. Como los aficionados más veteranos saben, los grandes cipotes africanos irradian una especie de campo de fuerza que aparta a los rivales y permite al jugador avanzar casi sin oposición; fue así como se labró su ilustre carrera Makelele, apodado trípode y no precisamente por ser aficionado a la fotografía.

Sobre el estado de salud de Mendy, el tipo pasó una época en silla de ruedas por unaa rotura de cadera, pero ha superado dos controles médicos y nuestros galenos dicen que está listo para curtirse contra todos los bestiajos de Laliga. No obstante, en nuestros fichajes suele cumplirse una especie de Ley de Murphy sanitaria: si el jugador puede romperse, se romperá. Por ello, veo el asunto con serena resignación. Podría decir que me conformo con que no tenga la SIDA, pero ni siquiera: me conformo con que no se lo pegue a ninguno del vestuario-bestiario madridista; Ausencio, ándate con ojo.
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La morralla blanca

A lo tonto a lo tonto, y contando sólo a sus jugadores profesionales, el Madrí tiene una nómina que ríete tú de la de Amancio Ortega. Esto se debe por un lado a la política de cantera, que produce todos los años media docena de becerros listos para la feria ganadero-balompédica, y por otro a una política mucho menos edificante, que es el fichar por fichar.

Sí, sé lo que algunos me vais a decir: que en un club de este nivel cada incorporación se sopesa detenidamente y se somete invariablemente al dictamen del cuerpo técnico. Siento deciros que no es así, hamijos: si bien algunos fichajes responden efectivamente a criterios técnicos, hay muchos que se realizan merced al viejo principio «culo veo, culo quiero»: un jugador que destaca en una liga pseudoprestigiosa, otro que «se pone a tiro», otro que «puedes quitarle al Barça»… La cosa no es mucho más profunda, realmente. Ejemplo paradigmático: Brahim. Aún nadie sabe por qué se trajo a este chaval ni por qué se pagaron 20 millonazos de lauros cuando su contrato se extinguía en 6 meses; ciertamente no parece que se lo estuvieran rifando los grandes de Uropa.

Otro fenómeno que nos engorda la plantilla es del jugador fichado con razonables expectativas pero que falla por lo que sea, inciando un ciclo infernal de cesiones en las que casi siempre el Madrid apoquina buena parte de su sueldo. Son piedras atadas a los huevos que hay que arrastrar hasta el jubiloso día de la extinción del contrato, en el cual el contable jefe exclama: «¡¡jugador amortizado!!»

Así, tomando de aquí y allá nos sale un Madrid del exilio que juega en los campos de la melancolía, compuesto por jóvenes de futuro incierto y por tipos más mayores reconcomidos por no haber dado la talla o por estar convencidos de que una taquilla del Pipabéu les pertenece. Con ellos he confeccionado un once que podría competir perfectamente en Primera, pero que jamás jugará junto, y cuyos componentes, con escasas excepciones, mirarán toda su carrera por el retrovisor preguntándose por lo que pudo ser.