Euler
El Jesús Gilipollas Manzano, lo mínimo que debería hacer es pedir disculpas por ser tan incompetente, y hacer una dimisión inmediata.
Ver un penalti en el descuento que no tiene nada. Estar más de dos minutos con el VAR. Después, cuando no has terminado de añadir esos dos minutos extra, pitar el final en un centro al área… que acaba en gol. Y para colmo, sacando tarjetas rojas como un chulo prepotente, en vez de agachar la cabeza y asumir que acabas de cometer la cagada de tu vida.
El CTA saldrá a premiarle y justificarle. Cuando lo que procedería es nevera hasta final de temporada y proponer su descenso. Porque ningún árbitro de RFEF haría una gestión tan pésima de un final de partido.
Llorar lo justo, porque hemos cagado demasiado para merecer ganar. Pero la actuación de Gilipollas Manzano en el descuento es para el museo de los arbitrajes más malos que el sebo. Por vergüenza debería dejarlo.
Rappol
El retorno de Vinicius al campo del Valencia se cocinó como uno de esos platos catetos legendarios que la gente de provincias se va a probar a otras provincias que parecen que son menos de la capital que de provincias, porque cuando se trata de comer, todo el mundo es de provincias. Y el error de Carlo —que es el error del Real Madrid— fue plantarse en el restaurante haciéndose el panglobalista y, además, aceptando que le cobraran el pan en la factura. Y se lo cobraron muy bien.
El Violencia pasó toda la semana mediática lavando su imagen para que le cambiaran un par de vocales. Hasta los cánticos de la grada estaban pulimentados por aquello del qué dirán. El error, de nuevo, fue que el Real Madrid salió al campo dispuesto a —como hizo— regalar 45 minutos, con la intensidad de un pedo contenido y con el despropósito táctico de conceder a un equipo alto (y ancho, lotti) el dominio real del partido al contraataque. Así fue que el Real se fue al descanso 2-1, y gracias. Gracias a Vinicius, que por lo demás, mantuvo un comportamiento ejemplar durante todo el partido para que no lo violearan. Porque es muy importante no ir mostrando cacho para que no te violeen. A no ser que seas Dani Alves, claro.
El 1-0 fue una chorrada. El 2-0 una cagada. El 2-1 un a-ver-si-es-que-nos-estamos-equivocando. ¡Que los que estaban bajo el microscopio woke eran ellos, no nosotros, Carlo! Que en el «chou» ya estaba quedando claro. Que no hacen falta cuarenta y cinco minutos para darse cuenta (cuneta) de que se lo estamos poniendo en bandeja.
Evidentemente, la segunda parte fue otra cosa. El Violencia desapareció y, andonse, el que tuvo que aparecer fue Gil Manzano. Qué pedazo de hijodeputa Gil Manzano. Viendo que el partido se le escapaba, trató de pitar El Penalti Imposible. Pero claro, cuando vio las repeticiones del VAR (absolutamente innecesarias para el calado de la acción), se la tuvo que envainar bien envainada.
Con todo, al final Gil Manzano tuvo su momento de gloria. ¡Y qué momento! Ni corto ni perezoso, pitó el final del partido cuando Brahim centraba para el gol de la victoria blanca de Bellolingam (que anduvo bastante desaparecido todo el encuentro), y además le sacó tarjeta roja por no saber inglés (Gil Manzano, no el inglés). Acojonante.
No podrán decir que Vinicius no se portó bien. Eso sí, lo que se cantara o dejara de cantar no lo vamos a ver en prime time.
No podrán decir que el Madrid no dio facilidades. Carlo las dio. La Obra Social Real Madrid las concedió. Todo por un empate que no se creen ni ellos (los baloncianistas).
No podrán decir, tampoco, que Gil Manzano no hizo su trabajo. Será premiado convenientemente por ello. Atiendan, simplemente, al resto de partidos que pitará este año.
El Real Madrid no debería dejar que pasen estas cosas. Por más que esta semana se vuelva a medir al PeppaPig en Champions. Cuando tú no te tomas en serio, nadie te toma en serio. Sobre todo si se apellida Gil Manzano y es árbitro del Tinglado.
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– Tractoria del Sur: 2
– Real Madrid: 2 (Vinicius)