Se acerca el día fatídico en que ha de inaugurarse el «nuevo» Bernabéu (a finales de este año o principios del siguiente), momento en el que finalizarán las teorías y proyecciones y nos sumergiremos en la realidad de este recinto que afronta tantos retos, principalmente el de multiplicar los ingresos del club. Aunque esta cuestión pecunaria es fundamental, hoy sólo voy a centrarme en la concepción misma del proyecto, especialmente en su apartado estético y lo que refleja acerca de toda la empresa. Soy consciente de que este texto puede granjearme todo tipo de calificativos poco amables, desde cenizo hasta ignorante, o incluso antimadridista, porque ya se sabe que, si algo gusta más a un merengue que ver ganar a su equipo, es repartir carnets de buen aficionado; pero entiendo que va en el oficio. Al fin y al cabo, esto no es «La Ventolera».
El apartado estético, decía: pese a lo relativamente lejano de la inauguración, casi toda la cobertura del estadio -lo que se ha llamado consistentemente «piel»- está ya colocada, y el resultado ha sido… decepcionante, por decirlo con toda la suavidad que me es poosible. Vaya por delante que comprendo la complejidad de la empresa, sobre todo cuando se ha escogido un material altamente reflectante, pero lo que estamos juzgando aquí no son las dificultades sino los resultados. Lo primero que salta a la vista es que el porcentaje de superficie cubierta varía enormemente según el punto del estadio, y mientras que en algunas partes la sensación de cobertura es bastante aceptable, en otras simplemente hay que decir, con sinceridad y crudeza, que no existe tal «piel», sino únicamente una estructura metálica externa, cuyos componentes -las famosas lamas- forman un ángulo tan perpendicular respecto a la antigua fachada que pierden cualquier tipo de función, no ocultando apenas el edificio antiguo y creando un efecto estético simplemente lamentable. Básicamente, esto, que algunos han denominado jocosamente «la parte de atrás de la nevera»:
La cuestión es más grave aún poque hablamos de la fachada de Castellana, es decir la emblemática del proyecto, que aparecerá en todas las fotos y transmisiones que den a conocer el recinto a todo el planeta. Repito que no dudo de los motivos ingenieriles (evitar los reflejos contra los edificios vecinos y los coches de una de las principales arterias de Madrid), pero el resultado es indiscutiblemente deficiente, y no tiene nada que ver con las imágenes iniciales que se difundieron mundialmente. Sí, está claro que en arquitectura siempre va a haber una disonancia entre render y mundo real, pero cuando dicha diferencia se hace acreedora del meme de Aliexpress, estamos ante algo realmente preocupante. Y aquí es donde entra la defensa habitual del argumento de autoridad: «es imposible que empresas tan importantes y directivos tan preparados se hayan equivocado de forma tan gruesa». Pero no sólo es posible, sino que ocurre a diario en compañías de todo el planeta, algunas con una facturación mucho mayor que el Real Madrid.
Esto es así porque en la cadena de decisiones a veces se producen errores, por más que se planifique, y raramente intervienen parámetros estrictamente racionales, sino que hay otros mucho menos deseables, como la obcecación personal o la inadecuada fiscalización de la cúpula dirigente por parte de los cargos medios (por temor, mediocridad, adulación…). Un ejemplo que cualquiera puede entender es el errático comportamiento de la compañía Disney en el último lustro. Otra defensa habitual del Nuevo Bernabéu es que la cubierta se ha hecho «acorde a proyecto», y que uno de sus tramos se simuló físicamente en Valdebebas. Bien, nadie niega que esto sea así; el problema es que, a la vista del resultado, el proyecto es terrible desde el concepto, y la simulación no ha servido su propósito, bien porque no imitaba las partes más deficientes, bien porque nadie tuvo el valor de decir que lo presentado no servía, con los enormes sobrecostos de tiempo y dinero que supondría volver al tablero de dibujo.
Los detalles que dificultan defender la obra se acumulan: véase la horrible solución que se ha encontrado para las llamadas pestañas, las cuales cubren el espacio entre el límite inferior de las paredes y el muro del edificio antiguo: en lugar de usarse una superficie metálica lisa, algo totalmente factible por la escasa distancia a cubrir, se ha optado por un espantoso patrón de lamas dispuestas como alerones, los cuales sobresalen enormememte del plano horizontal sin aparente justificación funcional ni estética, más allá de imitar torpemente la estructura de las verticales.
Ante todo esto se puede ocultar la cabeza, o defender con uñas y dientes que el club está muy satisfecho con la ejecución. Es más, ha surgido todo un subgénero de canales de youtube que monetiza la retransmisión de las obras, fomentando un entusiasmo artificial. Sin embargo, la realidad es diferente: según se ha confirmado por parte de múltiples fuentes, la directiva ha tenido que rendirse a la evidencia, y las lamas de Castellana van a ser sustituidas por otras con un ángulo menos inaceptable; no para lograr una verdadera cobertura, pero sí intentando mitigar el problema en lo posible. Los sobrecostos que esto producirá los sabremos algún día.
El «mejor estadio del mundo»
Ser patriota no quita para admitir que el español ha estado por lo general aquejado de un notable provincianismo; si hablamos del español futbolero, esta tara se vuelve aún más pronunciada. Desde que se presentara el proyecto de reforma del recinto, no han cesado las proclamas grandilocuentes de que este sería «el mejor estadio del mundo», como si internet no nos permitiera conocer en segundos lo que realmente puede ofrecer una estructura deportiva de ultimísima generación. Lamento la crudeza, pero es necesario decir esto, aunque no vayáis a leerlo en ninguna otra parte: un armazón del año 1947 puede ser dotado con enorme esfuerzo de algunos elementos característicos de los estadios punteros de la actualidad, pero no puede ser, ni será jamás, la base para el mejor estadio del mundo en 2023; es físicamente imposible por motivos estructurales, estéticos y tecnológicos. Y ninguna forma mejor de ilustrarlo que ver lo que realmente es capaz de producir la arquitectura deportiva actual partiendo desde cero:
Mercedes-Benz Stadium (Atlanta)
Un exterior de cautivadora geometría y elegante decoración, interiores vastísimos y diáfanos, 15 amplios y cómodos puestos de restauración, una de las mayores pantallas del mundo… creo que las imágenes hablan por sí solas. Lo que compartirá con el Nuevo Bernabéu es la capacidad de reconfiguración y el marcador gigante (aunque el estadounidense es mucho mayor), así como el techo, que es quizá la parte más emblemática del estadio. Pero sinceramente, comparar la sólida y cautivadora flor rotatoria del Mercedes con el toldo glorificado del Bernabéu, no apto para el frío ni para el calor (algo que encantará a los organizadores de eventos), resulta casi doloroso.
Allegiant Stadium (Las Vegas)
Uno de los principales motivos para que los populares Raiders de la NFL se mudaran de Oakland a Las Vegas. Su prístina elegancia, amplitud y modernidad lo han convertido desde su reciente inauguración en un referente absoluto. Su elegante estructura oblonga, recubierta de vidrio color azabache, alberga todo lo que una instalación deportivo-comercial puede pedir en el siglo XXI, con un diseño de interiores que recuerda más a un centro de convenciones ultramoderno que a un simple estadio donde patear balones. Rematan el conjunto dos colosales puertas deslizantes que forman parte de la propia fachada, revelando una gigantesca antorcha LED, y un césped retráctil que no se mete bajo tierra sino que se desliza al exterior del estadio. Ventajas de construir «en las afueras».
SoFi Stadium (Los Ángeles)
https://youtu.be/Z5kIp_zV0Kk
Oficialmente el estadio más caro de la historia, con un coste de 5.000 millones de dólares, el SoFi es un edificio absolutamente masivo, donde no se ha reparado en gastos ni en exuberancia arquitectónica. Su techo fijo abarca no sólo el estadio sino todo el complejo, por supuesto vale para toda condición climática y deja pasar la luz de modo que se evita el indeseado efecto penumbra de otras coberturas. El estadio ofrece también un gigantesco marcador de 360ª que no está fijado a ninguna pared, sino que pende del mencionado techo. La miriada de espacios interiores y puestos de restauración es también lo bastante elocuente, en un recinto que albergó la última Superbowl y que seguramente no será superado en varios lustros.
En fin, creo que no necesito extenderme más… Con suerte, el nuevo Bernabéu será una notable fuente de ingresos adicional, si bien es un modelo de negocio no probado que encierra muchas más incógnitas de lo que nos transmite la prensa del ramo, tan crítica en lo deportivo y tan huérfana de especticismo en todo lo que rodea a la reforma. Ahora bien, lo de ser referencia arquitectónica mundial es una endeble fantasía que se disipará muy pronto, concretamente en cuanto se dispute el Mundial de 2026.