Cuando Flópor se cansó de ganar Champions, se dijo: «¿qué me falta para ser como Bernabéu? Ah, ya sé, hacer un estadio», y se puso manos a la obra, pero con truco: quería hacer un estadio, pero poco. Fundamental dejarlo en el mismo sitio que el anterior, no fuera que a los viejos y viejas les diera un síncope si pasaban por la Castellana (el «centro de Madrid» según personas peleadas con la geometría) y vieran en ese solar un parque, un rascacielos o un bloque de apartamentos. Y además había que construir sobre el antiguo estadio, para que nadie pudiera acusar al presi de «derribar el Bernabéu», y para ahorrar.
¿Ahorrar? Bueno, de aquella manera, porque para ciertas funciones accesorias se ha soltado la pasta como si la imprimiéramos en el despacho de JAS. Por ejemplo, el techo, gasto descomunal que nos protegerá en esos raros días en los que en la capital coinciden la lluvia y un partido de los blan… de los vikin… bueno, del Madrí. Digamos que lo entiendo hasta cierto punto: tardará décadas en amortizarse y le quita todavía más luz al campo, pero es cierto que si llueve los jugadores no se mojarán; concepto fácil de entender. Lamentablemente, no ocurre esto con la cueva. Ay, la cueva…
Cuando un delincuente mató a sus padres, Bruce Wayne aprovechó la cueva natural existente bajo su mansión para hacerse una guarida, pero en el caso del Madrid lo único que había bajo el estadio era túneles de metro. Eso no bastaba: el presidente decidió que necesitábamos una cueva, la Floporcueva. ¿Para qué? PARA METER EL CÉSPED. Sí, sí, para meter el césped. Se lo había visto a hacer a los americanos en la NFL, y si lo hacen los americanos es que está bien. Dicho y hecho: cueva excavada debajo del Bernabéu, con una estructura hidraulica descomunal y complejísima, disparando sideralmente el gasto de la obra, para tener un césped retráctil… que carece de espacio para arraigar.
Sí, amiguis: la faraónica inversión ha servido para asesinar minuciosamente, y varias veces, un césped que antes se caracterizaba por ser un tapete. ¿Pero para qué necesitaba un césped retráctil el Bernabéu, exactamente? «Para no estropear la hierba durante la celebración de eventos». Ya saben, los fabulosos eventos que harán que el estadio se use «365 días al año» y que generarán cienes y cienes de millones. Y claro, para eso había que hacerle un refugio al césped. Para que no se estropeara. Le hemos quitado literalmente el suelo de debajo, no puede enraizar, se pudre y hay que cambiarlo una y otra vez (esta misma semana se hará de nuevo), pero es todo «para que no se estropee».
Los apologistas habituales defenderán esto con el argumento de autoridad: «no es posible que esto sea una chapuza porque lo ha hecho gente muy lista». Nunca se ha visto que una pésima idea salga adelante por la voluntad del que manda, qué va. Se diría que el antiguo cuidador del césped no estaba muy entusiasmado con el asunto… la última aportación de Paul Burgess antes de irse fue sugerir un híbrido de césped natural y artificial, traído de Suiza. No funcionó. Luego se trajo la hierba de Extremadura, y ahora vendrá de Arévalo; se ve que a todo el mundo se le ha olvidado cómo sembrar un césped adecuado para el fútbol.
En fin, ahí tenemos la cueva prometiendo gastos gigantes de mantenimiento para esos días señalados en que vengan Dua Lipa o Kamela a dar un megaconcierto a la capital, lo cual permitirá amortizarla… ¿en 150 años? Por supuesto, se podría ignorar totalmente el invento, dejar crecer el césped como antes y simplemente taparlo cuando sea necesario, pero eso heriría muchos egos. Sin embargo, no todo está perdido: si la cueva no sirve para criar el céspet, ¿no es un espacio ideal para servir como mausoleo del Querido Líder cuando este se reuna con el altísimo, dentro de muchos años? Voy más allá: ¿por qué no convertirlo en un gigantesco nicho para madridistas de todo el mundo, que podrían descansar allí eternamente a cambio de una tarifa ajustada a mercado? Porque los conciertos no generan apenas dinero para el recinto que los acoge, pero si hay algo caro en todo el mundo, es morirse. Si en países como Colombia es habitual grabar el escudo de tu equipo en la lápida, nosotros podemos ir mucho más allá.
Pongo la idea a disposición del club, ni siquiera insinuando maliciosamente que esta fuera la secreta intención desde el principio. No, no, no, la intención siempre fue hacer un suelo retráctil. Para ahorrar, que construir algo realmente nuevo y rompedor resultaba prohibitivo. Y para cuidar el césped.
