Hoy día la sociedad está dominada por lo gay. La tele y el cine son gays, la ropa es gay, la comida es gay, vosotros sois gays, y por supuesto el fútbol también. Leo en muchas partes, empezando por este una vez ilustre blof, que al Barcas no hay que goliarlo, que no es nuestro estilo, que mejor dejarlos cocerse en su mediocridad y nosequepollas.
Ante esta filosofía gay yo tengo una propuesta alternativa, rompedora si se quiere: meterles goles hasta que las redes de las porterías echen humo. Empezar a golear sin pretensiones, pero sin limitaciones, porque humillar al rival es chévere; comé pasto, burro. Uno, dos, tres, y por qué no, hasta 10 goles, número con gran significado en la cabalística. ¿El motivo? Ponerlos delante del espejo, con sus complejitos, con su soberbia de enanos mentales, con sus gastos de comprador compulsivo justificados como «necesidad estratégica» (¡¡ahora quieren fichar en invierno!!).
Que si los aplastamos pueden reaccionar, fichar a un entrenador mejor y terminar bien la temporada, vale. Me da igual. Lo inmediato, el placer del momento, el deleit de la revancha sañuda, también tienen un valor en sí mismos, y constituyen un alegato para las generaciones venideras: aplasta a tu enemigo, hazlo llorar lágrimas de sangre; no le gustaría mucho a Pirre de Cubertain, pero mola. Quiero un resultado para poner en camisetas y llaveros, para que los retraesados de youtube hagan vídeos de reeacciones mientras sus novias se follan al monitor del gimnasio (madridista), para que se metan por el culo la foto del enano pesetero colgando la ropa en el Bernabéu. No quiero largo plazo, ni pensamiento estratégico, ni orgullo gay. Sólo infligirles una humillación histórica, reírme en su puta jeta y que me lleven a urgencias con la mandíbula desencajada.
