Una vez perpetrado el criminal robo de la hora solar vespertina, propio de un relato mitológico, debemos aferrarnos a las pocas cosas que nos mueven y emocionan, como este Madrid bravo y brillante al que nadie ha sabido doblegar este año. No fue el de ayer, sin embargo, un partido cómodo ni especialmente virtuoso de los nuestros. El Hércules realizó ejecutó un plan audaz, pero con pocas posibilidades de éxito a la larga: en vez de plantar el clásico autobús, optó por dar mucha movilidad a sus líneas, de modo que cuando atacaba el Madrid le dejaba mucho espacio y le esperaba atrás, intentando contraatacar con muchos efectivos y hombres rápidos. En teoría esta estrategia podía funcionar, pero tenía dos problemas: primero, era demasiado exigente físicamente, y segundo, si regalas el centro del campo al Real Madrid estás muerto, a no ser que te metas con los once atrás. Y es que al final al Madrid las cosas le acaban saliendo: olvidada quedó la morosidad al mover el balón de principio de temporada, y es notorio que nuestros jugadores, a poco que se les deja espacio, saben perfectamente a quién pasar y lo hacen en el menor tiempo posible.
Es cierto que nos marcaron gol nada más empezar, pero parece que nadie se dio por aludido: el Hércules no se replegó, y me dio la impresión de que habrían jugado exactamente igual de ir 0-0. El Madrid, al ver que no le achuchaban ni se encerraban, enseguida se vino arriba. Era una situación nueva -por primera vez íbamos perdiendo esta temporada-, pero no hubo daño psicológico. Es verdad que los locales crearon su peligro y tienen jugadores muy aptos para jugar a la contra, como el tal Valdez. Habría sido muy interesante ver a Drenthe metido en ese esquema. Claro que pudieron disfrutar de la inesperada invitación que se les hizo por la banda derecha, y que por ahí llegaron buena parte de nuestros problemas. Si Benzema se lleva broncas antológicas, no puedo creerme que Ramos no se las lleve iguales o mayores. Pero claro, esas no trascienden, se vive de puta madre siendo un jugador protegido. Ya lo dice el baboso de José Félix Díaz: "Uno de los problemas del francés es que no se relaciona mucho con los periodistas". La cuestión del lateral, aparte de deportiva, es también política, y que nadie dude que Mourinho hace política, pese a tener la meritocracia como una de sus máximas. Quiero pensar que es capaz de mandar a Ramos al banquillo, y que si no lo ha hecho aún es porque considera que le interesa hacer todo lo posible por recuperarlo. Si llegamos a un punto en que esto ya no le parece factible, espero que haga lo mejor para el equipo.
Fue también una noche poco propicia para Pepe, con lagunas de concentración. Es fácil volverse contra este jugador, aparatoso en sus faltas, un tanto imprevisible y algo pesetero, pero me parece un error. Es un futbolista de características muy especiales que mejora y diversifica nuestro juego (igual que lo haría un Maicon en la derecha). En la mitad superior, habiendo tantos espacios, era claramente un partido para nuestros hombres más incisivos y conductores: Cristiano, Di María, Marcelo… Higuaín quedaba relegado a buscar el remate o el rechace, y ayer no logró brillar. Tuvo una con casi toda la portería libre, pero la estrelló en los pies de Calatayud. Una cosa que me encanta de este Madrid es que el tiro lejano se ha instalado como opción habitual de ataque, y ayer dio sus frutos: ya en la reanudación, cuando los repelentes locutores argentinos decían que el Madrid "se estaba desesperando" (¡en el minuto 50!), Cristiano lanzó un zurriagazo que el portero sólo pudo deflectar: por ahí apareció Di María como una descarga eléctrica y marcó en un remate abajo a arriba. Si Baúl era "el más listo de la clase", éste es que el que se quedó con su merienda, con su beca y con su chica. Inmenso fichaje.
El Hércules duró 20 minutos más. Salió Portigol (que según los argentinos "no había disfrutado de oportunidades en el Madrid por no tener un apellido exótico") y nos recordó la medianía que es. Desde el ecuador del segundo tiempo, ya sin físico, los herculanos entraron en la dinámica miserabilista: cualquier excusa vaía para perder tiempo, cada entrada recibida era una agresión, que justificaba estar dos minutos en el suelo entre gestos de dolor desgarrador. Benzema, que iba a entrar justo antes de que marcara Di María, saltó al campo a 15 minutos para el final: otra vez las migajas, otra vez la angustia, otra vez el "venga chaval, cómete el mundo en un cuarto de hora". Y ahí salió Karim como un soldado hacia la primera línea de ametralladoras. Durante los primeros cinco minutos ni la olió. En el sexto, agarró un balón en la esquina superior izquierda y empezó a correr hacia su campo. Al cruzarse con Marcelo, se la dejó de un taconazo exquisito que le dio toda la ventaja al brasileño. Agradeciendo el obsequio, nuestro lateral penetró en el área como los mejores de la historia y se la dejó a Benzema, que había vuelto para terminar lo que comenzó. El chut fue rechazado por el portero, pero ahí apareció el de siempre, el Gitano, que, angustiado -je- marcó su undécimo gol en Liga.
Ese portugués, qué bueno que es.
El gol obró un milagro en los jugadores del Hércules: de repente ya no les dolía cuando les pegaban, ya no se caían al notar el roce de una mano, y si se caían se levantaban en un microsegundo y corrían como putas. Incluso tuve un placer malsano al ver cómo Rufete yacía en el suelo, porque sabía que esa vez le dolía de verdad, no como un rato antes, cuando se había tirado indecorosamente al borde del área. Mou metió a dos defensas, Arbeloa y Albiol (¡ultraconservador!), pero el Madrid quería más, siempre lo hace, y además tenía a Benzema con espacios. Un pase de Gramos habilitaba al francés para llegar en un gran sprint a la misma línea de fondo, a medio camino entre el corner y la portería, y dejársela a Cristiano para empujarla. Adentro y partido muerto y cerrado; los sueños de victoria del Hércules eran cosa de otro siglo. Nuestro 7 se llevó las manos a la oreja al marcar, después de haber soportado repetidos gritos de "¡ese portugués, qué hijoputa es!". Para algunos, tales gestos denotan prepotencia; para mí, indican que tiene cojones de toro, y me enardecen como aficionado. Otros prefieren a jugadores como Eto'o, que amenzan con irse del campo y chivarse a su mamá.
A un tris estuvo Cristiano de marcar su segundo hat trick consecutivo, cosa casi inédita en las ligas europeas, pero falló la definición en el último instante. De todos modos, dejó meridianamente claro quién es: seis goles en dos partidos lleva el angelito. El partido concluyó dejándonos tres puntos que no sé si llamar de oro, de platino o de qué metal, pero valiosísimos. Sin ser nuestra actuación más brillante, se vieron muchas de las buenas cosas que ya sabemos hacer. 16 victorias en 20 partidos oficiales. Benzema salió reivindicado, aunque no creo que jugara muy distinto de otras ocasiones: sí es cierto que estuvo más enchufado y despierto, pero tan sólo necesitó una situación propicia para sus cualidades. Para mí es totalmente obvio que disfrutando de más minutos le veremos muchas más acciones como las de ayer y aún mejores. Queda ahí, pendiente, el problema del lateral, que como siempre habrá que dejar en las sabias manos de Mou. Pero de momento tendremos que aparcarlo, porque llega el emocionantísimo duelo de San Siro.
– Hércules: 1 (Trezeguet)
– Real Madrid: 3 (Di María y El Angustiado (2))
Incidencias: Arbitró Clos Gómez, colegiado con un aire a Al Bundy, pero mucho menos divertido.