Movimientos


«Papá, cómprame un Gago.»

Estamos en Julio, la Eurocopa acabó hace miles de años y la ansiedad causada por la piperina en la sangre sólo puede calmarse mediante un remedio: ¡¡fichajes!! Por suerte, ya vemos algunos movimientos en la plantilla mandrilista y podemos debatir a gusto. Una noticia de cierta importancia es que Carvajal se pira al Bayer Leverkusen, en un movimiento que bueno para su carrera: allá en Alemania se hará hombre, jugará Champions y sabremos si vale para el Madrid; si fracasa, nos reiremos de él. Pero quizá lo más significativo es que Mou se desprende de un potencial suplente de Arbeloa, lo cual nos indica que Maicon está muy cerca del Madrid, si es que no está fichado ya. Claro que también podría el fichado podría ser Píchichek, el polaco ése. ¡¡Que oficialicen algo ya!! En cuanto lo hagan, analizaremos a los jugadores (y sus zorritas) largo y tendido.

Otro que está sonando mucho es Modric. ¿Será verdad? Ni idea, pero lo cierto es que el croata juega de mediapunta, la posición más saturada del Madrid no ahora, sino en los últimos 25 años. Si nos lo trajéramos, habría que vender a uno de nuestros Maguillas gorilas, Kaká, aunque parezca una misión sin opciones de éxito. ¿Qué les pasa a los jeques de hoy día, que no son capaces de aflojar nueve milloncejos anuales por una estrella internacional? De todos modos, mi pálpito es que nos libraremos de él. Será un proceso largo y farragoso, pero alguien vendrá, se lo llevará y le estaremos enormemente agradecidos, no importa que sea a finales de agosto. Volviendo a Modric, no tengo ni puta idea de cómo juega, pero Lo Que Diga Mou. Espero que al menos  sea anticulerdo.

Uno que no cambia de club, sino de agente es Özil, que a partir de ahora estará representado por… su papá, Mustafa Özil, al frente de la empresa Özil-Marketing (no es coña). Además del papi, en la empresa trabajan su hermano Mutlu, su primo Sardar y «un amigo muy cercano», según soypipero.com. Como véis, Özil ha usado criterios estrictamente profesionales, nada de enchufismo. En fin, él sabrá, pero creo que a partir de cierta edad es una insensatez poner el dinero en manos de tus padres (mirad lo que le pasó a la Sánchez Vicario). De hecho, me tocan mucho los huevos todos los papás y hermanos representantes de jugadores, empezando por Jorge Higuaín y René Ramos. Nunca se vio a uno de estos a los que no les gustaran los euros más que a un tonto una tiza. Ay, «los entornos»…

Uno que sí se va del club es Ante Tomic, uno de los nuestros, al que aún debíamos sacar lo mejor de su carrera. Pero los dos comemierdas que desgobiernan la sección han permitido vilmente que se vaya a la Farsa, ¡¡gratis!!, revitalizando su viejo y decadente equipo a cambio de nada. La operación no tiene mucho más análisis que decir que el basket blanco está podrido hasta el tuétano, y Florentino sólo tiene la opción de invertir unas horas a la semana en ella (tampoco hacen falta tantas) o dejarla morir en una lenta y dolorosa agonía. Al menos podría haber designado un súperdirectivo para el basket que fuera competente y que amara la sección, pero no ha sido así; cada vez que veo al dúo sacapuntas me sangran los ojos por saber que tenemos ese depósito de incompetencia y mediocridad aún incrustado en las cañerías del club. No, los Rudys no bastan: hay que poner trabajo y demostrar que la cosa te importa. Que alguien le recuerde a Floper que no se le eligió para presidir sólo una mitad del club.
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Voces, narraciones y emociones

Por Minos

El fútbol de antaño, en el que no había la dictadura de las televisiones, el que sólo estaba al alcance de unos pocos, lo aborrecía. Recuerdo aquellas tardes lluviosas de domingo en pleno invierno, cuando mi madre sintonizaba Radio Nacional, donde la oscuridad del clima se traspasaba a mi cabeza, haciendo que el sonido de aquellas retrasmisiones me resultase repulsivo hasta el extremo. En aquella época donde los padres realmente educaban a sus hijos, a ver quién era el listo de montar con dos cojones una pataleta para que la quitaran. Así que para mí, desde las cuatro de la tarde hasta las ocho más o menos, todos los domingos durante la temporada eran una auténtica tortura que aguantaba como mejor podía.

No empezó a gustarme el fútbol quizás hasta la primera liga de Capello, con 12 años. Y sin embargo, ya hacía unos cuantos años que era del Madrid. ¿Incongruencia? Quizás, pero recuerdo perfectamente las emociones que me provocaba la camiseta blanca ya desde finales de los ochenta o comienzos de los noventa, y también la antipatía que sentía hacia la blau grana. Y no, en mi caso no fue por condicionamiento desde pequeño. Mi padre del Sporting de Gijón, mi madre del Real Oviedo, y mi hermano… cambiando de equipo de vez en cuando; pero todos ellos con un denominador común: tocarme los cojones con el Real Madrid, y en el caso de mi madre y mi hermano, un tímido sentimiento antimadridista, agudizado desde la llegada de Florentino Pérez al club y exacervado desde que Mourinho es nuestro entrenador.

Fichajes multimillonarios, la ética del deporte, el Madrid de las estrellas… Prepotencia, decían. Y sin embargo, en aquel año de Capello, se puede decir que desperté. Yo no sabía de ataque o defensa, no sabía de buen o mal fútbol. Yo simplemente veía subir a Roberto Carlos por la banda, y me emocionaba, veía a Mijatovic marcar goles, y gritaba, veía rabiar a los niños en el colegio con doce años… y lo disfrutaba, a fe que lo disfrutaba. La radio siempre nos acompañó casi en exclusiva, y en mi caso a pesar de la llegada de las televisiones, lo siguió haciendo desde entonces, pues en la temporada siguiente, tras un largo proceso de operaciones y negligencias médicas desde que tenía sólo seis meses, me quedé ciego con trece años. Y por eso hoy os escribo esta entrada, para que podáis entender como viví y vivo el fútbol.

No voy a extenderme contando cómo fue el proceso de adaptación a la ceguera o a la radio. No vienen al caso, y no es el objetivo de esta entrada. Partamos desde la temporada 1999/2000, cuando el Madrid ganó la octava. Redondo imperial, Raúl casta y pundonor, Anelka inadaptado… y una crisis por institucional y deportiva extrema, hasta que llegó Don Vicente. Este personaje, que en la actualidad resulta una caricatura de lo que fue, en aquel momento supo lidiar con una plantilla rota, encaprichada e insostenible, planteando un esquema de juego que hoy sería inaceptable por los adalides del fútbol patrio, pero que dio unos resultados inimaginables. Sirva este breve paréntesis para recordar a todo el mundo que todos tenemos algo por lo que debemos ser reconocidos, y aunque la misión del madridismo underground sea abrir los ojos a la gente, no debemos caer en el mismo error que comete la presa de ignorar precisamente lo que no encaja con su visión.

Pero volvamos al tema de la radio. En aquella temporada empecé a escuchar la SER, y a disfrutar del fútbol en función de las narraciones de los locutores. El partido se me hacía entretenido o aburrido en función de la intensidad que le pusieran en la radio, y no de cómo jugara el equipo. Su voz eran mis ojos, y su opinión, el único prisma que tenía para formarme la mía. Y hasta aquí, podríamos decir que es como un ciego entiende el fútbol: por la intensidad de la voz, y las opiniones que escucha. Y como sabéis, con sólo esos dos elementos de juicio, la visión del Madrid de los últimos años es muy negativa.

Sin embargo, yo empecé a cambiar. Allá por 1999 ó 2000, al inicio de la temporada, escuché a Chema Abad que Raúl estaba teniendo el peor arranque goleador de su carrera deportiva. Bien, una temporada puede pasar, es completamente natural. Pero la temporada siguiente volvieron a hacer ese comentario, y pensé lo mismo: puedes tener un mal arranque, pero lo importante es cómo se acaba. El problema vino cuando en la tercera temporada escuché nuevamente lo mismo, y ahí ya sí, empecé a convencerme de que lo que me estaban contando no tenía porqué ser lo que ocurría en realidad, y comencé a fijarme más en qué pretendían decir en lugar de lo que decían; o quiénes opinaban de un cierto modo e intentar comprender el porqué.


Gente de fiar.

Pero claro, estaba solo. Todo el mundo a mi alrededor pensaba igual: mal juego, prepotencia (incluso lo decían de Del Bosque), pérdida de los valores, el fin del fútbol como deporte y el comienzo del negocio… ante todo esto podía defenderme, podía negarlo con argumentos. ¿Pero cómo podía negar que el equipo jugase bien o mal? ¿Cómo podía yo argumentar que Zidane caído a la banda era una pérdida incalculable para poder acomodar a Raúl? ¿Cómo podía atreverme a decir que había jugadores que estaban siendo protegidos por la prensa? Lo cierto es que no podía. Lo intuía, pero no podía demostrarlo. Hasta que llegó Michael Owen, y él me ayudó a avanzar un paso más en mi idea de lo que debería ser el club. Un jugador que salía sólo en los últimos 15 minutos y marcaba, marcaba en todos los partidos… no podía estar en el banquillo. Era incomprensible para mí, y por fin tenía datos con los que defender mi teoría. Por fin pude defenderme, o meor dicho atacar.

El problema era que seguía estando solo, o casi solo. Cuando discutía con mis amigos, la cantidad de argumentos que podía esgrimir era limitada y estaban basados solamente en datos, y al lado de lo que ellos veían, no tenía forma de frenar ese aluvión. Sí, ya no podían cambiarme mi punto de vista, pero seguía sin poder demostrar mis ideas, porque a fin de cuentas, el fútbol son sentimientos, emociones, opiniones, y en ese sentido seguía estando limitado a la radio, y a mis amigos. En economía, en política, en el resto de temas, discutía con vehemencia y solía ganar, porque podía buscar información, entender el contexto y argumentar en consecuencia. ¿Pero en el fútbol, teniendo únicamente mensajes opuestos a mi forma de entenderlo? Sí, por muy sólidamente que estuviera enraizada en mí la idea de que ese mamoneo no era lo que quería para el Madrid, tenía la batalla perdida.

2006, al fin pude irme de Asturias. Solo, con mi bastón, sin haber salido nunca de casa, me marché a Estados Unidos a trabajar. Allí busqué información sobre el club, quería seguir la actualidad del Madrid, y di con los blogs, di con una idea muy parecida a la mía, y encontré Fans del Madrid. Gente a la que nunca olvidaré: Hughes, CQ, Otro anónimo, Espíritu Blanco, Enzo, Andrés… el autor del blog, y tantos más que no escribiré porque me quedaría enorme el listado. Gente que trajo una nueva luz a mi idea del fútbol y del club, gente con la que pude participar, discutir y aprender. Momento inolvidable fue el manifiesto por la continuidad de Capello, navegando por páginas de todo el mundo para extender el mensaje. Me sentía encantado al ver que existía más gente que pensaba como yo, y me sentía uno más en esta especie de revolución del madridismo. Al fin tenía a compañeros que comprendían mi visión, y mejor aún, me ayudaban a enriquecerla.

Luego os fuísteis a Olé Olé, y la página no era muy accesible a la hora de publicar los comentarios, así que lo dejé, pero no he parado de leeros. Unos se han ido, otros han llegado, pero la idea de que otro club es posible permanece inalterable. Y creo que fue ya en esta página cuando os leí que en la New COPE habían levado a un grupo de ciegos a comentar la actualidad deportiva por las noches, y no entendíais cómo podían opinar sobre la estética, el buen juego y demás. Ese fue el germen de ésta entrada, junto  la petición que me hizo el Socio para que pudiérais entender otro punto de vista. La respuesta a vuestra duda la tenéis aquí: Los ojos de muchos ciegos en el mundo del fútbol son la voz  del locutor. La manipulación mediática es terrible en los que pueden ver, pero en el caso de muchos ciegos es aún peor. Creo sinceramente que en esos chicos a los que nunca hice caso se puede apreciar, sin ningún edulcorante, lo vomitivas que son las opiniones de la prensa deportiva española.

Ojo, no pretendo decir que estos ciegos estén indefensos, ni mucho menos, especialmente en la época actual, donde el acceso a la información es muy superior al de antaño. La responsabilidad de informarse es suya y sólo suya; pero aquellos que no lo hacen, o que aún haciéndolo, son llevados por su entorno a opinar lo mismo que la prensa (el 90% de la sociedad hace, los ciegos no iban a ser una excepción), nos sirven como ilustración perfecta del modus operandi de los grupos mediáticos. Quizás es por haber visto hasta los trece, quizás por la forma en la que me criaron, o simplemente por mi forma de ser; pero el caso es que nunca soporté conformarme con lo que otros tuvieran a bien darme. Mi forma de entender la vida es similar a la de entender el Madrid: luchar, tener siempre en la cabeza las metas, tener claro que nadie es perfecto, y no avergonzarme por las cosas que no sé. Simplemente, darte de hostias día a día con la realidad, intentando ser cada vez mejor con los míos y en lo que hago. Por eso Mourinho me gusta tanto para el Real Madrid, porque no recurre a las excusas baratas. Porque su filosofía es la mía.

Soy Minos, para aquellos que quizás aún me recuerden de mi etapa en el blog, o quienes me hayan visto muy esporádicamente en Twitter, @Minos25.
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Argespaña

Sí, la Coja ganó la Euro de los cojones, y lo hizo bien y merecidamente, masacrando a la que de siempre ha sido la selección más dura y competitiva, Italia. Si el hecho de que los italianos salieran a jugar al «toque» -intentando ganar a los españoles en lo suyo- estuvo motivado por un deseo de quedar bien, es que nos hemos convertido en unos putos maestros de la propaganda. El éxito en lo deportivo ha sido morrocotudo, aunque me reafirma en mi opinión de lo poco serio de estas competiciones medio folclóricas de selecciones. El que disponga de mejores futbolistas, mejor mentalizados y consiga hacerlos jugar a algo coherente entrenándolos apenas unas semanas al año, es el que se llevará el gato al agua. Por ello la Coja tiene mucho ganado: goza de una excelente generación de jugadores que además saben a qué juegan, porque -tonto es negarlo- siguen el modelo de la Farsa, con mayores o menores matices. Pero ojo, que si siguieran el del Mandril serían igual o aún más exitosos. En las demás selecciones no ha habido una identificación tan clara con alguno de sus clubes nacionales, y eso ha supuesto una diferencia crucial.

Teniendo los jugadores y el modelo, el equipo se entrena casi solo, ya esté de seleccionador Binguer-Aragonés, Pantuflo o Lotina. Es más, yo creo que podríamos ir a Brasil 2014 con Lotina y tener bastantes garantías de éxito. Basta con ver la selección de basket, en la que basta con que el míster no la cague muy escandalosamente para plantarse en finales y ganar medallas. Sea como sea, el fútbol de selecciones me sigue pareciendo inferior y sin impacto emocional. El verdadero profesionalismo es el del trabajo diario en temporadas de nueve meses, con preparaciones táctico-físicas meticulosas y competiciones de exigencia incomparablemente mayor.

Como era de esperar, la victoria trajo una violenta explosión de gañanismo en casi todos los rincones de la patria (no sé yo si en Baracaldo, Lizarza o San Juan de Despí celebrarían mucho), y foros como éste se volvieron a separar en dos grupos: los que piensan que toda victoria con la marca España es deseable y los que ven los festejos como algo puramente superficial que nada arregla, como quien quiere curar una fractura con una tirita. Lamento decir que estoy con los segundos: la celebración y la victoria nada tienen de malo -aparte del triunfo de unos cuantos hijos de su madre-, pero enmascaran la endémica desintegración nacional. Pudimos ver síntomas de esto apenas segundos después de alzar el trofeo, cuando casi cada jugador prefirió celebrar envuelto en la bandera de su terruño regional. Ese tipo de exaltación local profundamente paleta, en medio de un título ganado por ESPAÑA, deja bien claro el  desapego que llevamos cultivando desde los 70.

Se está hablando de que este éxito «crea país», de que fastidia los planes de los diversos independentismos y regionalismos. Bien, quiero saber, de entre todos los que han salido a celebrar la Euro con camisetas y la cara pintada en toda España, qué porcentaje votaría a favor de que su Comunidad Autónoma cediera un ápice de poder al estado, en aras del ahorro y una organización más racional. ¿Llegaría al 40%? La cosa es más grave en regiones con aspiraciones independentistas: en Cataluña sólo hay tres partidos que no hagan el juego al separatismo: PP, UPyD y Ciudadanos, pero tan sólo rondan el 20% de los votos. Si un tiparraco celebró anteayer la victoria de España en Barcelona pero luego vota a CiU o PSC, yo me cago en su reputísima madre. Francamente, prefiero que se guarde la banderita en el recto y luego no se dedique a joder a su país cuando toca ir a las urnas.

Sí, las victorias deportivas, y muy particularmente las futbolísticas, pueden sumir en un profundo sopor a un país. Lo hemos visto durante décadas en el Brasil y muy especialmente en Argentina, convertida ya en feudo perenne de la corrupción y el populismo. La población se ha acostumbrado a unos estándares de vida decrecientes, usando como placebos el peronismo y la albiceleste, que les proporcionan un triste simulacro de felicidad. Aquí estamos imitando el proceso con escalofriante exactitud, y apenas nos faltan unos pasos para consumar la argentinización, el principal de los cuales sería la eliminación efectiva de la alternancia en el poder.

El PSOE, de hecho, lleva décadas trabajando en este objetivo: tras los 14 años de González, la etapa de Aznar se consideró un insufrible paréntesis, aunque pronto pudimos disfrutar de otros 8 años de socialismo, bombazos mediante. El retorno del PP a la Moncloa los ha irritado profundamente, y la principal consigna de trabajo es acortar su gobierno lo máximo posible; de hecho, el primero objetivo era que no llegaran a fin de año. Ahora Rajoy ha conseguido acuerdos muy ventajosos para España e incluso el paro está bajando, con lo que ha ganado bastante crédito, pero ojo, la ofensiva no parará. Si alguien duda el éxito de esta estrategia a largo pplazo, basta con preguntar a cualquier menor de 40 lo que piensa de recortar el gasto público, modificar privilegios laborales desfasados o de ceder la gestión de ciertos servicios a empresas privadas. La sacralización de «lo público» es un fenómeno ya irreversible en sitios como la citada Argentina o Grecia, y nosotros estamos muy cerca del punto de no retorno. Emborrachada por las victorias futbolísticas, buena parte de la población se conforma con culpar de los problemas a «los políticos», sin darse cuenta de que ellos también forman parte de esos problemas, y de ellos debe salir el remedio (empezando en las urnas). Será eso o convertirnos definitivamente en una fútbol-nación.


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Odio a la Coja, The Final Chapter: Italia


«¡Reengánchate, decían! ¡Verás mundo, decían!»

Una afición mía que no suelo comentar son los safaris y la observación de la naturaleza en general. Hace un par de semanas, cargado de ánimos y energías, me lancé a uno de estos inciertos viajes, y visité Coslada. En esta localidad del Nordeste madrileño, antiguamente ciudad dormitorio (y hoy también) pude observar una fauna de lo más variopinta: canis, chonis, panchis, europeos del este… sin duda fiel reflejo de lo que es en el siglo XXI la periferia capitalina. Esta gente se caracteriza por comportamientos sociales tales como ir al súper en bermudas y pasear a un bulldog francés, o, en el caso de los ejemplares más jóvenes, darse el lote en un banco mientras se fuma un piti.

Ciertamente no son costumbres sofisticadas, pero en esos sitios se lleva una vida llana, auténtica, y desde siempre se ha profesado un patriotismo más desacomplejado que el de otros lugares y gentes. Un parleño, mostoleño, getafense o cosladeño, aunque tenga una formación política deficiente o nula, tiene muy claro que es español; un progre capitalino, no tanto, y uno de provincias para qué decir. Yo desde luego prefiero al primer grupo, el de esta gente simple. Reflejo de tal sentimiento era la profusión de banderas nacionales en balcones, fachadas de bares e incluso carritos de niños. Ciertamente es una pena que se trate de un fenómeno estacional, exclusivamente limitado a la duración de los campeonatos de selecciones. Unas escasas semanas en las que nos permitirmos sacar la bandera sin avergonzarnos, igual que en Navidad nos esforzamos por ser mejores personas y no putear al prójimo.

Sí, acabará la Eurocopa y con ella este patriotismo tan superficial. Cuando lleguen las elecciones, muchos de los habitantes de estos pueblos votarán al PSOE por ser un partido «de izquierdas», pese a sus reiteradas traiciones a la patria en regiones como Cataluña y el País Vasco. Desde luego esta generación no puede redimirse ya, pero estoy pensando en la siguiente: en los chavales que ahora tienen cinco, diez, doce años. Son los primeros niños desde la muerte del Generalísmo Franco (¡¡viva Franco!!) que ven banderas españolas en el hogar y en las calles con naturalidad, sin que nadie lo afee ni lo asocie a movimientos reaccionarios. ¿Qué pensarán estos niños cuando, convertidos en adultos, vean que existen partidos y personajes públicos que desprecian la idea de España y mercadean con ella? ¿Seguirán dando su voto a esos partidos para que acaban de desguazar el país y vender los restos, únicamente porque sus padres lo hacían? Sospecho que algo dentro de ellos puede rebelarse y empezar a sumar 2+2. Es el único efecto bueno que se me ocurre de esta fiebre pseudopatriótica, que es poco más que una moda y un fenómeno gregario, y que nos depara imágenes de gusto más que dudoso.

El último partido de España es el mismo que el primero: contra Italia, a la que curiosamente pudo eliminar si hubiera pactado un empate a 2 con Croacia. A mí ese tipo de ententes no me gustan, pero tampoco hay que negarlas como si fueran anatema. Si me preguntaran por ellas, yo daría largas y luego que pasara lo que tuviera que pasar. Italia como país significa sobre todo Roma, la civilización que definió el mundo occidental. Y lo hizo con la cultura, pero también de forma fundamental con las armas. Abrió así uno de los dilemas más viejos de la historia: ¿hasta qué punto es legítima la expansión territorial y cultural mediante la guerra? ¿Compensan los posibles efectos benéficos a largo plazo el derramamiento de sangre? ¿Deberían los romanos haber dejado a su albedrío a los pueblos de la Galia, Iberia o Bretaña? Es una pregunta muy difícil, que tiene plena validez hoy día.


¡Que la armen los Bad Boys!

El imperio romano cayó, pero su rama oriental pervivió a lo largo de los siglos (aún existía cuando nació Isabel la Católica, en el siglo XV), y Roma siempre fue uno de los corazones de Europa, residencia del Papa, esa figura de enorme importancia histórica. Italia, sin embargo, se convirtió tras el colapso en un batiburrillo de repúblicas cuya unificación no se emprendió hasta bien entrado el siglo XIX. Ya en el siglo XX, la historia italiana está marcada por el fascio liderado por Benito Mussollini, movimiento profundamente denostado por las izquierdas pero que, no obstante, tiene mucho en común con ellas. Al fin y al cabo, no es más que otra variante del socialismo, con la consabida letanía de los obreros como principales actores de la sociedad. El gran error de Mussollini seguramente fue querer convertir en imperio a una Italia que hacía mucho que no estaba para esos trotes. Por ello unió su suerte a la de Hitler y acabó de la peor manera, cayendo en manos de radicales izquierdistas, que lo asesinaron y colgaron como a un vulgar gorrino. Otro ejemplo de «libertadores» entregados a la peor revancha y barbarie, como el que vimos muy recientemente con Gadafi.

En fútbol, los italianos siempre fueron los más listos del mundo. Eternamente criticados en España, lo cierto es que aquí éramos incapaces de entender lo que hacían, y en buena parte seguimos igual. Por su exaltación del pragmatismo y la competitividad, serían los más justos verdugos de una Coja que sigue encaramada a su presunta superioridad moral. Verdad es que los españoles han merecido llegar a la final tras cargarse a Francia y Portugal, pero esto no quita para que el manejo de los jugadores por parte del Marqués del Nabo haya sido un verdadero despropósito. Ciertamente, esta generación de jugadores gana casi por inercia, como ha venido pasando en el basket (¿alguien piensa que Pepu Hernández o Sergio Scariolo son entrenadores de élite mundial?). Pero pese a estos méritos, una victoria italiana supondría toda una lección para mucha gente que la necesita con urgencia. Un triunfo de la Coja, por el contrario, subiría a los altares a una serie de personajes bastante infumables y pagados de sí mismos, para desmayo demmucha gente de bien, que vería una vez más puesta a prueba su paciencia.
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