Disfrutad de mi verbo florido y mi súper-peinado.
Autor: El Socio
Diario de un Borrego – Capítulo 5
Artículo de Wall Street Journal (republicado por CFI):
https://centerforindividualism.org/topics/coronavirus/
Otro artículo interesante sobre la eficacia de los encierros:
https://streetwiseprofessor.com/burn-down-the-lockdowns/
Men in Black
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Falta la versión con Flanker.
Circula por ahí un mensaje presuntamente redactado por un Gobierno-1 (enlazo aquí el texto completo) con una serie de predicciones sobre la España post-covid. Destacan entre ellas:
– Quiebra del sistema de pensiones y de la seguridad social en tres meses (es decir en Julio).
– Quiebra de varias CCAA, siendo especialmente vulnerables las dependientes del turismo.
– Ruptura de la coalición gubernamental y elecciones en Enero.
– Renta mínima durante dos años.
– Bajada de los precios de la vivienda entre el 30 y el 40%.
– Mayor tasa de paro y menor tasa de natalidad de nuestra historia.
Pero el pronóstico que más me ha llamado la atención de este mensaje, quizá ficticio pero plausible, es la llegada (también en ese fatídico mes de Julio) de los MEN IN BLACK™ de Bruselas, esos hombrecillos que, al modo de los Supertacañones o los Supercicuta, te sanean cualquier economía a base de recortar gastos frívolos, superfluos e inasumibles, es decir los que más gustan a los políticos españoles. Si se cumplen las predicciones del texto no cabe duda de que España se enfrentará a unos años terribles, con muchas personas empujadas a la precariedad, la marginalidad o incluso la delincuencia; pero al mismo tiempo, pasado lo peor de todo ello, ¿podría producirse a medio plazo el cambio cultural que tan desesperadamente necesitamos?
Me explico: ¿sería posible que evolucionáramos a situación en la que, aunque no desparecieran por completo los subsidios, se fiscalizara mucho más el destino de cualquier dinero público? En caso afirmativo, finalmente veríamos desaparecer o aminorarse uno de los grandes lastres para nuestro progreso, la presión fiscal que se come prácticamente el 50% de los ingresos de todo trabajador español. Ojo también a las pensiones, con diferencia la mayor partida de gasto, que con un reajuste razonable podría contribuir a esa rebaja fiscal. Por último, eliminar nuestra adicción a la deuda también liberaría una gran cantidad de fondos que podrían destinarse a algo mejor que pagar intereses durante décadas.
Obviamente, no debemos depositar una fe excesiva en los MEN IN BLACK™: el españolito cree que lo merece todo y que lo merece gratis, y eso no va a cambiar de la noche a la mañana. Pero los oscuros burócratas europeos van a ser los únicos con una capacidad real para frenar nuestro disparate de gasto; sabemos con seguridad que ninguno de los dos partidos tradicionales tendría jamás el coraje de acometer algo semejante. Y oye, si la crisis covid ha servido para darnos cuenta de la trágica desconexión que existe entre las CCAA y comprender que no tenemos «la mejor sanidad del mundo», quién sabe, a base de verdaderos recortes y escasez quizá algunos aprenden a apreciar el valor de la austeridad. Desde luego a los tipos de Bruselas (o de donde vengan) les espera un trabajo difícil; ojalá tuvieran un lapicerito como el de la peli para hacer olvidar a nuestros probos rectores lo mucho que les gusta gastar el dinero «que no es de nadie».
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Quincena de los lectores
Hace muchos años, invité a los lectores de Fans del Madrid a que se convirtieran en coautores de la página, no a través de los comentarios como hacen habitualmente, sino escribiendo ellos mismos las entradas del blog. Hoy retomo la idea y os animo que me enviéis al correo habitual (contacto@fansdelmadrid.com) vuestras colaboraciones, que en esta época de la tecnología no tienen por qué ser en forma escrita ni periodística: pueden ser un vídeo, un audio, una ilustración, un pogüer point, un poema… en fin, cualquier cosa que pueda expresarse informáticamente. La temática admite la misma variedad: puede ser política, acerca del coronasida, críticas de cine/música/juegos, una salida de armario… incluso podeís hablar de júrgol. Obviamente existirá un filtro de calidad, pero cualquier cosa publicable verá la luz (previo pulido) en esta vuestra página amiga. La iniciativa durará los próximos 15 días, o mientras le dure la mecha.
Coronaencuesta 2
¿Cuándo es suficiente?
Llegados a una cifra de mortandad difícilmente concebibles al inicio de esta crisis, la situación de relaciones públicas que tiene entre manos el gobierno es francamente delicada. Uno querría pensar que su mayor preocupación es salvar las más vidas posibles, pero conociendo al socialismo del último cuarto de siglo, es seguro que conservar el poder ocupa un puesto muy alto en las prioridades del ejecutivo. Y aunque la población puede estar relativamente sosegada mientras se controle el mensaje que le llega, según se degrada la situación se aprecian más grietas y filtraciones en la nave colectiva.
Las caceroladas que se han generalizado los sábados, por más que sean un modo de protesta primitivo y de nula sofisticación, son útiles como termómetro del descontento popular. Lo mismo ocurre con las demandas judiciales de diverso tipo que empiezan a acumularse, independientemente de sus (escasas) posibilidades de prosperar. Dejando aparte las manipulaciones de un Tezanos que incinera el prestigio que pudiera quedarle al CIS en aras de la «estabilidad», se intuyen en la sociedad una frustración y un rechazo cómo sólo son posibles cuando se han perdido seres queridos en situaciones muy penosas (por ejemplo, no pudiendo siquiera velarlos).
Desde luego hay una parte de nuestra sociedad que jamás retirará su apoyo (al menos, no públicamente) a un gobierno que sea percibido, siquiera superficialmente, como «de izquierdas» o «de progreso» (dos conceptos irremediablemente pervertidos en España). Son generaciones ya totalmente perdidas, que no sólo fueron criadas en el odio a «la derecha», sino que vieron validados sus prejuicios en el atentando/elecciones del 11M, los cuales privaron a los conservadores de una continuidad en el gobierno que se habían ganado con su correcta gestión. ¿Pero qué hay de la población de tendencias menos radicalizadas? ¿Serán capaces de tumbar a un gobierno que probablemente es el mayor problema de la nación actualmente?
Por supuesto, cabe la posibilidad de que la coalición social-comunista se atrinchere en La Moncloa, tratando de alcanzar el lejano horizonte de 2022, y quién sabe, quizá pasados unos meses desde el desconfiamiento todo se estabilice lo bastante para lograrlo (pagas y cataplasmas varias mediante). Pero el panorama que se dibuja es más bien de empeoramiento progresivo, con una recesión y empobrecimiento general peores que en 2008. Más bien se intuye que Sánchez y cia buscarán un balón de oxígeno electoral antes de un año, tratando antes de lubricar a las masas mediante las herramientas propagandísticas ya tan perfeccionadas. ¿Serían capaces de revalidar su mayoría, incluso aumentando el exiguo número de escaños que poseen actualmente? No es en absoluto descartable, porque al fin y al cabo, ¿qué barbaridad tiene que hacer nuestra hiperlegitimada izquierda país para pegarse un verdadero batacazo en las urnas? ¿Ser responsable de miles de muertes (no ficticias y vaporosas como las de los iraquíes, sino muy reales y próximas)? Supongo que estamos cerca de comprobarlo.
Pero igual que puede «no moverse el cocotero», podría producirse un estallido entre los exasperados por la paupérrima gestión de esta crisis. Seguramente este no sea posible sin un elemento aglutinador de alto valor simbólico (por ello hablé en otro artículo, más o menos jocosamente, de la necesidad de una «Greta»), pero desde luego no podemos descartarlo. Hay demasiada gente que ha pasado demasiado tiempo callada, mirada despectivamente debido a opciones ideológicas perfectamente legítimas, generalmente por individuos inferiores en los planos intelectual y moral. Y esas personas despreciadas no sólo han visto coartados sus derechos civiles durante muchas semanas, sino que muchas de ellas han perdido su empleo, su negocio, o a seres cercanos, en condiciones muy penosas. Quizá ha llegado el momento en el que, como dice la expresión anglosajona, suficiente es suficiente.