Champions de Agosto


En este engendro se jugará teóricamente la final.

Todos los ver-anos, Stephen Ross, el adinerado dueño de los Dolphins, organiza la International Champions Cup; se trata de un torneo con más ambición que relevancia y apodado (a menudo de forma jocosa) «la Champions del verano». Bien, si se cumple lo adelantado ayer por Sky Sports Italia, este año podemos tener una auténtica Champions del verano, que también sería la más concentrada de la historia: todos los partidos que quedan se jugarían entre el 7 y el 29 de Agosto. Un ritmo de vértigo, con encuentros cada tres días.

Ignoro si este plan o uno similar se llegará a formalizar, pero tiene sentido: si bien la temporada va a ser económicamente catastrófica para los clubes, jugar lo que queda en el formato que sea permitirá salvar los muebles, quizá incluso en un sentido literal. Y es que aun sin público, los ingresos televisivos generarían un pellizco nada desdeñable; una alternativa mucho mejor que dar carpetazo al curso y no volver a tener ingresos decentes hasta dentro de muchos meses. Cierto que estar jugando hasta Septiembre obligaría a alargar los contratos de los jugadores dos meses, pero sin duda el gasto compensaría, especialmente si se trata e de sueldos reducidos.

Es de imaginar que con este calendario se intentarían concluir las ligas entre junio y julio, también en formato concentrado. Desde luego sería toda una experiencia: ver temporadas completas de fútbol en unas pocas semanas, igual que ahora vemos las series; quién sabe si incluso no se convertiría en una modalidad más del gusto de la audiencia. Al hilo de esto, Flópor está intentando hacer de la necesidad virtud, y ha solicitado jugar lo que quede en el Di Stéfano, dejando el Pipas totalmente expedito para culminar su forrado con papel albal. Si el plan original era tener el Neopipas listo para la 2022/23, quién sabe, quizá gracias estos meses de obras ganados esté listo para finales del curso que viene; desde luego un resultado que sería muy del agrado Ser Superior.

En fin, es frívolo hablar de fútbol ahor,a pero creo que a la gente le vendría bien cualquier cosa que le ayude a recuperar una sensación de normalidad; incluso a puerta cerrada, reanudar la competición supondría una reconexión con esa antigua vida cercenada entre la epidemia y los políticos con vocación de carcelero. O quién sabe, podría ser el final del fútbol como entretenimiento hegemónico, dando paso a una sociedad más sofisticada, cuyos miembros empllen el tiempo de forma más productiva y menos alienante. Pero náaaaa; la verdad, no creo que pase.

Recuperar nuestro ser

En 1975 España tenía una excelente oportunidad ante sí: era un país saneado, unido, sin paro y con pocas disensiones políticas. Salía de una dictadura, pero tanto la propiedad privada como la ley estaban garantizadas, y Europa estaba dispuesta a acoger en su seno a uno de sus hijos predilectos. La Transición fue un periodo muy especial porque se unía la razonable prosperidad dejada por el franquismo con las ilusiones depositadas en la democracia; pocas épocas habrá tenido la historia de España con más optimismo y, sobre todo, libertad. El «prohibido prohibir» no era un simple eslógan, sino la realidad cotidiana en la que muchos crecimos. Puede decirse que era también una época de unidad, porque, ¿a qué aspiraba realmente un nacionalista de finales de los 70, más que a un mayor autogobierno y a que las escuelas dieran algunas clases en la lengua local?

40 años después hemos hecho… prácticamente lo contrario de lo que debíamos y podíamos. Sin querer entrar en una negatividad cerril, salta a la vista que la España actual es básicamente un estado fallido, algo que la crisis del coronavirus ha puesto aún más de manifiesto: con compatriotas muriendo en condiciones dramáticas, las comunidades autónomas no han podido traspasarse médicos intensivistas por demenciales cuestiones burocráticas, y los presidentes regionales han tenido que mendigar plazas hospitalarias a los de comunidades limítrofes, sin una autoridad central capaz de tomar el control efectivo (no teórico) de todo el sistema.

Se mire como se mire, vamos MAL: Profundísimas brechas interregionales, economía endeble, educación mediocre, políticos de nivel subterráneo… Para rematar el cuadro, una crisis demográfica profunda y una sociedad infantilizada y manipulable. Pero no escribo este artículo para pintar un cuadro siniestro, sino para apuntar hacia la salida. Uno de los principales conceptos que quiero transmitir es que España es una realidad sociocultural que se entiende mejor en lapsos de siglos que de años o décadas; tomó forma con la romanización de los pueblos ibéricos, y desde entonces nunca ha dejado de ser una realidad potente y claramente tangible; tanto es así que, cuando la invasión musulmana pareció haberla borrado del mapa, volvió lenta pero segura no ya para ocupar nuevamente toda la península, sino para convertirse en uno de los mayores imperios de la historia.

A primera vista, la España del año 2020 parece ajena a esa vigorosa realidad nacional; desde luego, si tomamos como ejemplo al votante de izquierdas medio y a los habitantes de las regiones separatistas no vamos a encontrar casi nada de lo que acabo de describir; quizá nos cueste hallarlo también entre el resto de la población. Pero España es mucho más que sus actuales fronteras geográficas: su ámbito sociocultural también abarca, sin género de dudas, a Portugal y a toda Hispanoamérica; y aunque estas dos regiones llevan siglos separadas políticamente de su matriz, eso ha borrado los profundos vínculos que las vinculan a ella.

Hispanoamérica se separó violentamente de la corona hace 200 años, en un proceso que buscaba emular al de los anglosajones del lejano Norte, quienes en poco tiempo se habían convertido en un gigantesco y próspero estado. Pero imitar la fórmula resultó no ser tan fácil; de hecho, el modelo del Sur, ese mejunje intragable llamado bolivarianismo, ha sido el mayor fracaso político internacional de los últimas siglos junto con el comunismo; lo único que sacaron en claro los hispanamericanos de la ansiada «liberación» de las colonias fue ese tremendo orgullo que sienten de pertenecer a países independientes; independientes y con un desarrollo sólo superior a África y a las peores regiones de Asia. Portugal, por su parte, tras su antinatural desgajación, ha sido una anécdota histórica; perdida su potencia marítima, no tiene relevancia política, económica ni cultural (más allá de la lengua portuguesa).

Estamos pues ante tres partes que separadas son un fracaso, pero que juntas podrían no sumar, sino multiplicar su potencial de forma casi ilimitada. La España actual está europeizada, sí, pero principalmente en el peor sentido: se ha convertido en un país de gente fría, desconfiada, nihilista; sólo se aspira a ganar un buen sueldo con el menor esfuerzo posible, y a gastar lo ganado en placeres efímeros, a menudo viéndose la formación de una familia como una anticuada «imposición social». Los hispanoamericanos por su parte son cálidos, adánicos, a veces pueriles hasta lo irritante, pero por eso mismo aptos para ilusionarse, para crecer, para arriesgarse. Sus mujeres saben amar y ser amadas, comprenden que la protección del hombre no es un sometimiento ni una humillación, sino una interacción dictada por la naturaleza mucho antes de que nos bajáramos de los árboles; algo fundamental: ven la maternidad como algo natural y deseable. Sin duda podrían curar muchas de las heridas psicológicas de la frígida y disfuncional sociedad española del siglo XXI, no sólo emparejándose con españoles sino enseñando un par de cosas a nuestras liberadas y profundamente infelices féminas.

Así pues, mi tesis principal es que para volver nuestro ser debemos recuperar la parta de la hispanidad que está en América, y la inversa, para dar el salto del progreso los latinos necesitan recuperar su hispanidad. Cuando el mediocre sátrapa Bolívar les negó el ser europeos, cayeron en una triste complacencia criolla de la que no han salido. El ruido, la fealdad y el caos forman parte de su cotidianidad urbana, abundan la pereza y la falta de estándares; les parece perfectamente natural dejar una fachada sin revestir porque «se ahorra dinero». Pero si pudiéramos mezclar su ingenuidad y vitalidad con la seriedad y el saber hacer europeos, qué combinación tan potente sería esa; en realidad, sería lo que tuvimos no hace tanto. En cuanto a los portugueses, tengo la intuición de que sólo esperan a que seamos un país realmente presentable para plantearse seriamente salir de ese encajonamiento entre Extremadura y el Atlántico y formar parte de algo realmente universal.

¿Cómo podría articularse esta reintegración? Alguno pensará que estoy proponiendo una anexión sin más, algo a todas luces infactible hoy día. No: Deberíamos empezar por una especie de «Commonwealth» con ventajas tangibles para ambas partes; por ejemplo, que aquellos que poseyeran ciertos títulos homologados o cierto nivel de ingresos obtuvieran automáticamente la nacionalidad en todos los países de toda esa Unión Ibérica; que España comprometiera una inversión anual mínima en los estados miembros; que a la hora de licitarse un contrato público (por ejemplo para extraer petróleo) todas las empresas de la unión optaran en iguales condiciones; ídem para crear empresas o contratar en cualquiera de los estados miembros; etc. En definitiva, aprovechar las enormes ventajas que nos confieren todas nuestras afinidades culturales e idiomáticas. Por supuesto, sería necesaria una verdadera transformación cultural, mostrarle a los latinos que jamás dejaron de ser españoles, y enterrar de una vez el mito no sólo de Bolívar, sino de esa América precolombina totalmente irrelevante, formada por 5 millones de indígenas que en el siglo XV no habían alcanzado a inventar la rueda ni a escribir un libro (obviamente se debe valorar y conocer esa historia, pero no cometer la locura de tomarla como base de un proyecto civilizatorio).

En la actual España tenemos ahora dos grandes regiones, quizá más, que se quieren separar del conjunto; por supuesto, no soy partidario de dejarlas ir sin más, pero un proyecto de país no puede construirse a base de contener desesperadamente las fuerzas centrífugas. Y sí, es posible que catalanes y vascos se lleguen a ir, formando sus utópicas republiquetas, ¿pero qué fuerza tendrán las mismas dentro de 100, de 150 años? ¿Y cuál sería su posición ante una potencial Unión Ibérica de 800 millones de habitantes/hablantes, frente a sus microlenguas y su provincianismo fundacional? Podría llegar el día en el que quienes tanto pugnan hoy por irse rogaran por integrarse en unas de las pocas entidades con posibilidades de ser importantes en el tablero mundial del tercer milenio.

Quizá todo esto no parezca más que un ejercicio ocioso o un sueño imperial, pero cualquiera que aspire a liderar España debería darse cuenta de que nuestros problemas van mucho más allá de una economía deficiente o de dos regiones desafectas; nuestra supervivencia y nuestra futura pujanza dependen de que recordemos todo lo que hay de español fuera de nuestro actual territorio; si logramos localizarlo y canalizarlo podremos una vez más, partiendo de nuestro punto más bajo, alcanzar las cotas más altas.

Diario de un Borrego – Capítulo 4

Día ni se sabe de cuarentena. Me he dado cuenta muy lúcidamente de lo que es en realidad este encierro. ¿Y sabéis qué es? ¡¡Socialismo!! Las restricciones a la circulación, los turnos para entrar en las tiendas, la escasez de productos… todo ello son atributos característicos de los regímenes socialistas, que tanta felicidad y abundancia han repartido a la gente que ha tenido la «fortuna» de vivir bajo ellos (recordemos que en el paraíso proletario de la URSS era necesario un permiso del gobierno para mudarse de ciudad). Se nota que los políticos ya están cómodos con la situación, y empiezan a aplicar medidas absolutamente abritrarias: por ejemplo, en Sabaneta y otros municipios se han cambiado los números de carnet que pueden salir a la calle cada día. Si antes los lunes podían salir los acabados en 1, 2 y 3, ahora son otros números, y de hecho el próximo lunes los volverán a cambiar. ¿Por qué? Porque pueden, así de simple. Así a lo mejor recolectan más multitas («comparendos») de esas que alimentan a los municipios de todo el planeta.

De hecho, la vigilancia policial se está estrechando, y el ayuntamiento sabaneteño ha cerrado todas todas las salidas del municipio excepto una, para no poder ni ir al pueblo de al lado sin explicárselo al poli de turno. Claro que yo, que soy un avezado peatón, creo que sí podría llegar caminando a las repúblicas fronterizas de Envigado e Itagüí, aunque sólo fuera por superar el reto. Este estado policial nos empuja más y más hacia los márgenes de la sociedad, haciéndonos conscientes de que para los políticos la libertad es algo que nos regalan ellos. ¿Y en realidad no les demostramos que es así con los hechos? El hombre de que desee ser verdaderamente independiente debe muscularse y aprender técnicas de supervivencia y caza al aire libre; en otras palabras: ¡¡debe ser Rambo!! Esto parece muy complicado, pero afortunadamente tenemos este videocurso de Franco Columbu para resolver al menos la parte de los músculos.

He de reconocer que el desabastecimiento en realidad es anecdótico: aunque en los súper pequeños han faltado huevos y leche en los últimos días, en la gran cadena (Éxito) hay de todo y fresco. De hecho, me está saliendo más barato el carrito de la compra por la gran cantidad de ofertas existentes, debidas a los productos próximos a caducar; pasando por la sección gourmet, me proveo de delicadezas que normalmente costarían el doble, y que me ayudarán a pasar estas semanas en las que me toca ser émulo de Valjean y Dantés.

Por cierto que, debido a estas visitas al Éxito, he tenido que usar por primera vez la puta mascarilla, o tapabocas, como la llaman aquí. Hay que decir que se trata de un instrumento totalitario casi perfecto: por un lado es un ronzal, y al tapar la mitad del rostro deshumaniza y uniformiza, educándonos en el anonimato y la obediencia. También amortigua la voz y fomenta la paranoia, creando masas de temerosos e hipocondriacos. Será una prenda cada vez más prevalente y obligatoria en los próximos años, todo por nuestra protección, claro está. Lo peor es que te acostumbras enseguida a ella, e incluso te mantiene caliente la boca en días desapacibles por el aliento retenido en su interior. Nada más confortable en cualquier época de la historia que doblegarse a la autoridad.

Todo apunta a que saldremos a principios de Mayo. ¿Por qué? Pues porque sí, alguna fecha había que poner, y si puede ser la misma en todos los países nadie tiene que dar explicaciones complejas. En Colombia el número de contagios sigue siendo escasísimo, 2.500 oficialmente a día de hoy, así que cuando salgamos puede ser una puta fiesta por la falta de inmunidad, pero eh, lo de los países cárcel es una idea cojonuda. En cuanto al resto del mundo, como apuntaba en mi texto anterior las consecuencias son difíciles de vislumbrar. Pero sin duda, aparte de los miles de muertos, los perjuicios serán casi incontables. Por ejemplo, ¿cuántas relaciones sentimentales se habrán roto durante el encierro, ya sea por el exceso de convivencia o por la falta de ella? Puedes pagar las pérdidas económicas de una empresa, ¿pero quién paga por un corazón roto, por las ilusiones perdidas? Hasta el amor matan estos bastardos.

Y desde luego una gran perdedora será la convivencia vecinal. Si ya antes España era un país que no destacaba precisamente por su placentera vida comunitaria, imaginad cómo será ahora que la gente ha descubierto que la mitad de sus vecinos tienen vocación de soplón policial o de kapo de campo de prisioneros. Una vez más, recurrimos a Stallone (el filósofo más importante del siglo XX) para ilustrar lo que estamos viviendo, con la ayuda de este genial doblaje de Alfredo Díaz. No es cierto, como se dice, que se llegue sin compañía a este mundo (necesariamente está ahí tu madre), pero en cuanto caminas sobre tus dos patas estás solo, completamente solo…

El mundo que vendrá


Se ve la contaminación humana. No.

A medida que avanzan las semanas es inevitable preguntarse por cómo cambiarán nuestras vidas una vez abandonemos la reclusión. Aunque la respuesta obvia es que nos encontraremos en un mundo más temeroso y empobrecido, las cosas no son tan simples. Veamos unos apuntes al respecto:

Sin necesidad de entender mucho ni poco de finanzas, parece claro que la economía va a sufrir un fuerte retroceso, tanto a nivel mundial como local, especialmente en países como España cuyo tejido productivo está cogido con alfileres. A la vuelta de una semanas habrá que ver el porcentaje de empresas, empleados y autónomos que quedan activos en nuestra patria, o los que están en disposición de activarse en breve. Será una economía contraída, como la de 2008, ¿pero es posible que haya algún efecto beneficioso?

Estoy pensando particularmente en los presupuestos públicos, que si alguna vez han sido austeros ha sido precisamente en la crisis de hace una década. Sabemos que la anterior intención del gobierno social-comunista era aplicar una política expansiva de gasto, con multitud de subsidios y gasto mal llamado social, pero eso obviamente ya no puede ser. ¿Cabe la posibilidad, por lejana que sea, de que por una vez se elaboren presupuestos (no sólo nacionales: también autonómicos y locales) realmente austeros y «libres de grasa»? Y cuando digo austeridad no me refiero a recortar en lo necesario, sino a, por una vez, sacar de las nóminas a toda la clase parasitaria que se ha venido cebando durante los últimos 25 años. Este grupo abarca a multitud de ONGs, «Institutos» de toda laya e incluso a clubes deportivos, muchos de los cuales siguen siendo generosamente subvencionados. Sí, confieso que me gustaría ver a Loli Peloazul, licenciada en sociología y colocada hace 15 años en el Instituto de la Mujer de la Comunidad XX, salir al mercado a buscarse la vida con sus capacidades laborales. Otro efecto beneficioso puede ser el despegue definitivo del telebrabajo, concepto siempre mirado con desconfianza.

¿Y qué pasará con las mentes de los jóvenes? Es algo que ya hemos discutido por aquí: son ya varias las generaciones que han vivido en la cultura del dramita artificial y del yolovalguismo, convencidos de que sus títulos de la tapa del yogurt debían abrirles las puertas del paraíso; son jóvenes han vivido temerosos del «cambio climático», del «genocidio de las mujeres» y del mil crisis imaginarias más; ¿cómo pensarán ahora que han probado unas cucharadas de verdadero drama y emergencia? Creo que unos cuantos se caerán del guindo: seguramente pocos, menos del 5%, quizá aún menos, pero desde luego muchísimos más que si no se hubiera producido esta debacle. El cura que predica frente a mi casa, que es un golfo, decía el sábado que el coronavirus ha sido enviado por Dios para que el hombre se vuelva más humilde y para devolverlo a su casa en plena Pascua Universal; desde luego yo no afirmaré semejante desfachatez, pero los potenciales efectos positivos que de un buen baño de realidad son innegables. Esto puede ser el germen de una generación que, en 10 o 20 años esté mucho menos idiotizada que la actual.

Buena parte de la población permanecerá igual que antes, ojo, incluso exacerbando sus posiciones extremistas. Sin duda los más cafeteros de la izquierda culparán de la riada de muertes a los «recortes criminales de la derecha», como la culparían si en su ciudad apareciera King Kong o si un tsunami arrasara la costa atlántica española. A nivel mundial, alguno se bajará del barco del ecologismo catastrofista, pero otros se atarán a su mástil, haciendo al hombre responsable de la pandemia (como ha hecho el mismísimo papa). Eso sí, será curioso ver cómo los medios intentan asustar con vaporosas catástrofes futuras a una población que ha pasado por la experiencia de una cuarentena planetaria. Es muy posible que estemos ante el principio del fin de ese relato.

Creo que nuestra vida en general será más incómoda. Si el 11 S convirtió la experiencia de volar en algo aún más engorroso que antes, debido a una fútil obsesión con la seguridad (democracia y seguridad absoluta seguramente sean conceptos contrapuestos), esta nueva crisis impondrá todo tipo de precauciones y profilaxis que sólo serán útiles en un pequeño porcentaje. ¿Podemos ver, por ejemplo, la obligatoriedad de las mascarillas en el transporte público o en los supermercados? Pero hablando de profilaxis, o más bien de su contrario, no me parece descartable que se produzca un «baby boom» en el mundo. Sería un inesperado y feliz efecto de esta crisis, y menos improbable de lo que parece: una gran mayoría de decisiones en nuestra vida son más sentimentales que racionales.

¿Cómo cambiará la sanidad? ¿Puede vivirse permanentemente en preparación de una catástrofe que puede tardar un siglo en llegar? ¿Es posible hacerlo sin un gasto exagerado de recursos?

¿Y qué le pasará a los políticos? En España ninguno ha sabido alzarse como líder en la emergencia, más bien al contrario. Pedro queda muy tocado (aunque aún no se sabe cuánto), Casado ha sido irrelevante y a Vox le ha faltado argumentario y sobriedad. Una incógnita es saber si se producirán acciones legales contra el Gobierno, aunque hasta donde alcanzo a entender condenar a un ejecutivo por la gestión de una crisis es casi imposibilidad jurídica. Internacionalmente, creo que el gran ganador será Boris Johnson, quien ha vencido literalmente al virus y gozará de enorme popularidad, pese a las críticas a su gestión. En América la gente se aferrará a Trump, en un contexto similar. La gran pregunta es que pasará con China: ¿se convertirá en un paria mundial o por el contrario ha iniciado su camino hacia la hegemonía?

En fin, muchas incógnitas. Algunas cosas que creemos que cambiarán en realidad seguirán como siempre, y otras serán distintas de modos que aún ni sospechamos. Como en toda situación extrema, se producirá un proceso de selección para bien y para mal: algunos se tirarán por la ventana antes de que acabe la cuarentena, y otros habrán aprendido un idioma, se habrán puesto cachas o habrán creado una empresa exitosa. Se producirán multitud de series, películas, libros y estudios sobre el evento, y durante las próximas décadas una pregunta se convertirá en parte habitual de la conversación en todo el planeta: «¿Y a ti dónde te pilló la cuarentena?»

Todos quieren trincar

El mundo del fúrbol se prepara para un eventual regreso tras la pandemia. Si este se produce (que aún está porr ver), será una excelente ocasión para practicar uno de los deportes nacionales, el trínquing. ¿Quiénes son algunos de los que quieren trincar? Veamos:

– Fríker Topillas y Tebas. Paji ha lanzado a través de tuíter su propuesta de calendario: terminar la temporada en final de año, descansar unos meses y disputar la 21/22 en el año natural, culminando con el Mundial de Cagar 2022, que se jugará en Noviembre. Yo diré que siempre me ha gustado la idea de jugar en año natural, como en las ligas nórdicas, porque eso de la temporada repartida en dos años me parece de gitanos y homosexuales; desde luego facilitaría mucho la labor de recordar las temporadas. Dicen que en ver-ano hace mucho calor para jugar, ¿pero es que en invierno no hace demasiado frío? Si vas a poner partidos a las nueve como se hace ahora, desde luego los meses veraniegos son mejores para eso. Aunque claro, no se sabe si sería una medida provisional, sólo para el 2022.

En todo caso, Paji probablemente ha propuesto esto para quedar como «hombre de jugadores», no comprimiendo la temporada y protegiendo el físico de los jurgolistas. Tebas le ha respondido que por los kojones, que si se empieza el nuevo curso el año que viene se pierde una temporada. La discusión ha agudizado la rivalidad que mantienen a cuenta de la presidencia de la Federación: Paji quiere trincar, pero Tebas quiere seguir trincando, y trinca mejor con Rubiales. ¿Quién trincará más al final?

– Mensi: está buscando la forma de recuperar lo que dejará de ganar estos meses sin que se note lo que es: el jugador más pesetero del mundo junto con Neymar (bueno, en ambos casos los padres mueven los hilos, pero al final es lo mismo). Atentos a sus nuevos «derechos de imagen» y similares.

– Rouras: Ha denunciado al Barcas porque ha descubierto que lo insideaban en redes sociales (barsagate). También apoya a Casillas en las elecciones a la FEF. Desde luego ha trincado mucho, ¿pero será capaz de trincar aún más? ¿Será candidato en la sombra a las elecciones del Barcas? ¿Y cómo le estarán sentando a su economía estas semanas sin fútbol?

– Nobita Nobi: Se le han ido (o ha echado) a varios directivos, que ahora piden «resarcimiento patrimonial». Al tipo se le acababa el trínking el año que viene, pero quería coloca a un delfín Flipper. ¿Podrá hacerlo ahora? Parece complicado. En el fondo Nobita me cae bien, porque es un loser de manual, bastante menos peligroso que Gargamel. Ojalá gane candidato y pueda seguir trincando. Eso sí, como alguien le audite bien las cuentas al club de los 1.000 millones la cosa va a ser… curiosa. Can Far$a necesita una generosa ayudita del Estat (el catalá o espanyol) lo antes posible. ¿Y quién duda que la tendrán?

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Miki Mikingo anda buscando cadáveres. Se pasea por las ciudades con un traje haz-mat, una libreta y una cinta de medir. Anota el número de fiambres, les toma medidas y sigue su camino. Para hacerlo más metódicamente, ha creado esta encuesta, podéis colaborar con él si lo deseáis.

Coronasurvey Mikinga

Necesitamos una Greta


Loca del coño.

No sabemos hasta dónde llegará la cuenta final de caídos pelotos: ¿16.000, 18.000, 20.000? Lo que está claro es que el gobierno tiene muchas posibilidades de irse de rositas, de lavarse las manos con gel hidroalcohólico y decir tururú. «¿Responsabilidades, qué responsabilidades? Yo no sabía, oiga; sólo soy el gobierno de la nación. Y si lo hice mal, otros hicieron lo mismo, o hicieron más, o lo hicieron peor. O lo habrían hecho peor.» Sí, este ejecutivo Frónkonstin tiene como consigna suprema navegar hacia delante, hacia delante pase lo que pase, sin importar que lo que espere sea un áisberg, un remolino que baje a las fosas abisales o el mismísimo fin del mundo; desde que a Píter Sanchopánchez le dimitieron dos ministros al poco de tomar posesión, tiene muy claro que de ahí ya no se mueve nadie si no es con los pies por delante.

Y el pueblo español, tan comprensivo, tan lanar, tan BORREGO, por supuesto aceptará sumisamente la no asunción de responsabilidades. «Es lo que hay», dirán, cabizbajos pero agradecidos de que se pueda salir un día a la semana a comer un pincho de tortilla hecho con papas sintéticas y una cerveza elaborada con meados de chinos muertos. Ni siquiera los esfuerzos de plataformas integradas por personas válidas y tenaces tienen muchas posibilidades de prosperar, porque nuestro sistema y gremio judicial en 2020 es el que es («¿Quién manda en la fiscalía? Pues eso»). Ahora bien, existe cierto factor que aún nadie ha aprendido a controlar efectivamente: el sentimentalismo, la cursilería y la credulidad de la masa informe ante ciertas pantomimas, siempre que se estén adecuadamente orquestadas. Sólo así se explica el fenómeno de Greta Turdberg (sí, Turdberg), niña literalmente trastornada y desescolarizada que ha llegado a persona del año de la revista Time por impactar a todos los cretinos del mundo.

Efectivamente, una «Greta del coronavirus» sería lo único capaz de descabalgar a la mayor panda de incompetentes, palurdos y sinvergüenzas que hayan perfumado nunca con sus pedos la bancada azul del Congreso. Por supuesto, sería imprescindible que esta niña, a la que podemos llamar Greta Españoleta, tuviera uno o varios familiares muertos en la epidemia, idealmente su abuelo, su abuela o ambos, siendo los ancianos los símbolos de esta pandemia; no importaría mucho que hubieran muerto realmente por el coronabicho, pues al fin y al cabo hablamos de una operación de imagen. Lo que sí es fundamental es que sea niña (los niños son asesinos en potencia) y que mire a la cámara con cara de trastornada, arrojando figuradamente a los pies del gobierno el cadáver de su yayo o yaya sin el menor pudor. La niña ha de ir acalorándose, con progresivo furor uterino, y rematar la alocución con una frase lapidaria, que podría ser perfectamente: «¡¿cómo se atraven?», incluso repitiéndola en inglés para los medios internacionales: «How dare you?!»

Habrá quien piense que la canallesca, ahora al borde de la ruina y pendiente de un paquete de subvenciones salvador, no daría publicidad a semejante personaje, pero estos cuando huelen la sangre no conocen a su padre ni a su madre; la criaja trastornada haría relamerse e incluso lubricar a las dos reinas frígidas de la telebasura matinal, Ana Zorra y Susana Grissom. Y si al principio no invitan a la cría a las teles, que empiece en redes sociales, ya la invitarán.

Porque insisto, amigos: ninguna asociación, denuncia o informe detallado puede hacer rendir cuentas a los sacamantescas de la Moncloa; pero una niña medio loca (o loca del todo), pegando alaridos y llamándolos asesinos, mientras sustiene a su perrito entre los brazos, es justo el tipo de imagen que puede soliviantar a la ignorante e infantilizada población española, como sólo lo harían los desmanes (auténticos o inventados) cometidos por un gobierno de derechas. Y una vez la masa se revuelve, estás jodido, por muchas artes de pastoreo y prestidigitación que poseas. ¿Habrá alguna pareja de padres (o progenitor soltero) con la suficiente falta de escrúpulos y dedicación para convertir a su hija en un espectáculo ambulante, probablemente dejándola tarada de por vida, con el único fin de vengarse, de conseguir sus fines políticos o de alimentar sus egos? Por el bien de todos y todas, esperemos que sí.