Gracias al temporal que asola Galicia hemos podido enterarnos de que el fútbol aún guarda algunos vínculos con ese primo lejano, la tauromaquia: igual que las corridas se celebraban «con permiso de la autoridad, y si el tiempo lo permitía», los partidos de fútbol se juegan si al alcalde de la ciudad anfitriona le sale de los cojones: esgrimiendo un informe técnico, Abel Caballero, alcalde de Vigo, ha decretado que el Celta-Real Madrid no se puede jugar porque el techo de Balaídos tiene dos chapas sueltas. El club celeste, por su parte, ha hecho oídos sordos a todas las soluciones propuestas para disputar el partido, desde cerrar el sector afectado a jugar entre semana. Resulta muy difícil no pensar mal, ante lo pequeño del desperfecto y lo mucho que le conviene al Celta la supensión debido a su semifinal de Copa.
El incidente evidencia una vez más las sonrojantes carencias de la LFP. Si bien es cierto que este organismo no puede imponerse al poder de un ayuntamiento, sí que tiene recursos de sobra para hacer que un partido en peligro de suspensión se celebre a la mayor brevedad: resultaría muy fácil obligar al anfitrión a jugar en un campo cercano (El Molinón, por ejemplo) o trasladar el partido al miércoles, coordinándose mínimamente con la Federación. Al fin y al cabo, la final de Copa se juega a final de temporada y es totalmente irrelevante cuándo se celebre la semi, mientras que suspender un partido de Liga hará que se arrastre una clasificación irreal durante meses. Si el problema es la recaudación, se puede crear un fondo compensatorio para estas situaciones. De fondo está, por supuesto, el problema de los estadios españoles, auténticas mierdacas del Mundial 82 o recintos multiuso con pinta de atletismo que dan un aspecto tercermundista y chapucero a la presuntamente mejor liga del mundo.
Lo cierto es que un alcalde amiguete del presidente de turno puede, hoy por hoy, sacarse un «informe técnico» del ojete y suspender partidos a su albedrío (por cierto, curioso el informe en sí, con ese último párrafo escrito en espallego). Volviendo al símil taurino, es casi como si el jefe de la policía local decidiera si se sacan tarjetas amarillas o rojas, igual que concede orejas en las corridas. El Madrid, que incluso viajó a Vigo con la esperanza de solucionar el tema, seguramente debería preguntarse qué hace en esta Liga y no en una europea o mundial, sobre todo considerando que tomarlo por el pito del sereno siempre sale gratis.