
Por Von Rothbart
Queridos putitos y putitas, fansistas todos. Seguro que muchos os habréis preguntado cual ha sido el motivo de la larga ausencia del Divino de los Huevos Pelones Empolvados en Talco de este antro de perversión y vicio, de este reducto de fascistas, alcohólicos, puteros, facinerosos, drogadictos y gentes de mal vivir en general. La respuesta es muy sencilla: En mi última Encíclica a los Fansistas del 31 de Diciembre del pasado año, que algunos simplemente se tomaron como una sarcástica e irónica parodia de los mensajes navideños que inundan las televisiones en esas fechas, señalaba subrepticiamente cuál sería mi línea de actuación en pos de la consecución del Santo Grial de la Copa De Europa, y a la vez dejaba claro que la clave de toda esta Cruzada Personal sería una bella palabra, Desesperanza.
Al igual que el que persigue su propia sombra por muy rápido que lo intente jamás será capaz de atraparla, el fansista debía dejar de perseguir su anhelo más íntimo, la Décima. Detenerse y esperar a que el sol del mediodía le iluminase y de esta forma la luz se proyectara perpendicularmente sobre su cuerpo. Es entonces cuando la sombra se convierte en uno, y uno en la sombra. De esta forma, el deseo será alcanzado, el objetivo logrado, la sombra atrapada. Por tanto, había que dejar de correr, dejar de desear.
La teoría estaba clara, pero carecía de las habilidades espirituales de alcanzar lo que deseaba sin desearlo. Tenía que ampliar mis conocimientos psicomágicos. Me reuní en París con mi Maestro Jodorowsky. Fueron varias sesiones de Tarot en un coqueto café del barrio de Montparnasse, madrugadas de sesudas discusiones filosóficas mientras caminábamos por las orillas del rio Sena entre botellas de vino barato y cigarrillos liados a la luz de la luna. Una noche terminamos en un infecto lupanar del extrarradio parisiense. Tendidos y desnudos en un sucio camastro repleto de chinches, piojos, ladillas y un completo muestrario de fluidos orgánicos de los peores especímenes humanos, mientras una gigantesca puta samoana nos masturbaba con su exquisita técnica manual, le pregunté al Maestro por el Gran Secreto, por cómo debía de actuar en esta nueva aventura para que mis rituales psicomágicos tuvieran más éxito que en cruzadas anteriores.
Y esta fue la respuesta: Un psicomago es como un buen arquero que lanza la flecha de sus sortilegios en busca de la diana de sus deseos. Sabe tensar la cuerda, calcular la distancia, la dirección y velocidad del viento, controlar su respiración y soltar la cuerda en el momento justo para que la flecha se dirija inexorablemente al centro de la Diana. Pero, a veces, el vuelo de la flecha se ve inexplicablemente desviado por las corrientes negativas de ciertos individuos dotados, pero ignorantes de su poder. Seres por lo general inofensivos, como el Niño Con Cuernos, que tienen la rara habilidad de convertir sus deseos en auténticos vórtices de negatividad y desgracia. De esta forma, si en el momento de soltar la cuerda del arco, aparece el Niño Con cuernos rascándose la nariz y pronunciando su frase preferida (“Al tiempo”), la flecha desviará su trayectoria, y cual boomerang volverá al arquero, clavándosele en los huevos.
Fue entonces cuando nos corrimos simultáneamente. Dos chorros de semen salieron de nuestros miembros y describieron una bonita parábola cruzándose en el espacio como arcoiris blancos. Sin lugar a dudas había entendido el mensaje. Por tanto, debía de actuar desde la invisibilidad, oculto entre las sombras; nadie debía de conocer cuáles eran mis intenciones para evitar que sus poderosas -por ignoradas- y siniestras influencias psíquicas pudieran dar al traste con mis rituales. Otro fue el consejo que me dio mientras vaciábamos nuestras vejigas en un oxidado orinal: según el Maestro, si quería tener éxito, además de la invisibilidad debía de recurrir a la penitencia, pues sólo el que se autosacrifica por una causa noble es merecedor de alcanzar la materialización de su deseo. Debía renunciar pues al amor mercenario, al chotis de los retretes públicos, al tango lúbrico de las pensiones, a la bucogenitalidad y a la gracia anal, debía de renunciar al alcohol, a la cocaína, a la heroína, a la ketamina, al DMT, al LSD, a los churros con chocolate y a la manteca colorá. Renunciar a todo por lo que la vida merece la pena ser vivida.
Dicho y hecho, me planté en el desierto de los Monegros para comenzar mi vida de penitente. Fueron días duros de sufrimientos y calamidades en parajes desolados y yermos que te hacen reflexionar sobre la levedad del ser y la infinitud del universo, pero esa es otra historia. Después de varias semanas de caminar sin rumbo y a punto de perecer de inanición (la carne de los perros abandonados era mi único alimento), me topé con un viejo puticlub de carretera que había vivido épocas mejores, y que ahora tan sólo era una demostración de cómo el Tiempo lo destruye todo. Un destartalado inmueble perdido en medio de la nada y en cuya fachada sólo aguantaban unas pocas letras de neón A V D A R A A S. Cansado y exhausto, mientras contemplaba el caprichoso juego de letras e intentaba averiguar cuál era su nombre original, tuve una revelación: Si ordenaba las letras de una determinada forma se podía leer el nombre del Valhalla fansista, la City of Paradise que cantaba el cocainómano pelirrojo. Sacando fuerzas de flaqueza, y presa de la emoción, comencé a cambiar las letras de neón de la fachada hasta que logré que se pudiera leer VARASADA.

La Ciudad de los Deseos: donde Custer, mi amado Padre, caza ballenas y tiburones en mares embravecidos y depués, refugiado en su camarote de las frías noches polares, relee a los clásicos; donde el Socio triunfa como actor principal en musicales de Broadway; donde Facun es Premio Nobel de Medicina después de encontrar la cura a la eyaculación precoz con las “güevas” de siluro, donde el Tío Lucas y Basilio comparten ex aequo el premio Nobel de la Paz; donde Kojiro triunfa en la televisión como la versión masculina de Eva Nasarre y pone de moda las canisetas con redesillas; donde Hilde regresa a la soltería y los coñejos nórdicos vuelven a sentirse dichosos; donde Mr. Bungle moja las bragas de madres e hijas como cantante crooner de baladas metal, donde ColombianoMasturbista es un picapleitos que contrae el SIDA por follar con monos aulladores de la selva colombiana sin protección y es condenado a prisión por estafar a quinceañeras y retrasados mentales con su ONG “Salvemos a Casillas”, que utilizaba para blanquear el dinero obtenido con el tráfico de coca en botes de conserva caducada, y comparte celda y retrete con Crichton, un médico encarcelado por inyectarse morfina y practicar la necrofilia en el tanatorio durante las horas de servicio; donde Ang-L es campeón mundial de boxeo en el Torneo de la Plaza de Los Cubos por incomparecencias de los rivales; donde enacid, después de recopilar y predicar las palabras de San Nicolás, funda la Iglesia Rothbartiana cuyos miembros intentan alcanzar la iluminación a través del sexo anal y la ingesta de hongos; donde el Marques de Albacete deja de ver los toros desde la barrera y se convierte en torero folla peperas; donde Flanker es Gigoló de divorciadas, solteronas y viudas piorréicas; donde Erik después de provocar una masacre en Alcohólicos Anónimos se marcha a un faro, con su perro, su rifle y su jamona extremeña; donde el Gato de Cuatro Caminos es nombrado miembro de la Real Academia de la Lengua y al día siguiente expulsado por comportamiento violento y paranoico; donde Miki el Mikingo es un conocido tipster deportivo y consejero sentimental que reparte felicidad a todos aquellos que hacen lo contrario de lo que dicen sus predicciones y consejos; donde el Mastuerzo arroja la Bomba una y otra vez y VARASADA se destruye y se crea eternamente a lo largo del tiempo y del espacio.
VARASADA, El Templo del Sacrificio, el Paraíso Fansista y CriptoLupanar donden la penitencia del Divino tendría lugar. Fueron días de Vida Sencilla: ese concepto de más por menos que reivindica la belleza de lo simple; un movimiento de lo más cool entre hipsters, hippies de boutique, gilipogres, buenistas, novias de culerdos, Jarrosones, Hughesianos y demás sectarios new age, con el matiz de que hace dos siglos, alimañeros, cazadores, ladrones de ganado, buscadores de oro y pescadores, es decir, hombres de verdad como mi querido padre, el General custer, ya confiaban en esa armonía cósmica. Como diría Jeremiah Johnson: “Tenía suficiente sal, azúcar, café, tabaco, un saco de veinte kilos de harina, mil cartuchos de munición, semillas, nueces y frutas secas, una salud perfecta y una polla descomunal. ¿Qué más, les habría preguntado a los filósofos, podía desear un hombre? Y todo aquello era gratis”.
Otra extraña revelación tuvo lugar en el viejo puticlub: en una de las habitaciones donde se traficaba tiempo ha con goces y fluidos encontré, debajo de un mugriento colchón, un amarillento ejemplar de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola entre condones y jeringuillas usadas. Entonces recordé las palabras que me dijo mi Padre cuando me echó del cortijo: «Lee a San Ignacio, hiojoputa”. Lo tomé como una nueva señal en el camino. El otro consejo que me dio, por si alguno le interesa, fue: «Nunca te corras dentro de ninguna rajuda”. Comprendí que los senderos para alcanzar la Gracia y la Iluminación son infinitos, ya que en realidad son Uno sólo. Budismo, Cristianismo, Madridismo, Chaperismo, Politoxicomanía, son distintos caminos que conducen todos ellos al mismo lugar, y por tanto no existe diferencia alguna entre cumplir escrupulosamente los ejercicios de San Ignacio, cocinar la 1001 recetas de Simone Ortega o recitar OHM mientras te masturbas desnudo entre tus heces hasta caer desmayado.
Estos días y noches de rutina y penitencia, de soledad, mortificación y ejercicios espirituales sólo se veían alterados cuando, tras largas caminatas de muchos kilómetros, visitaba la Biblioteca Municipal del pueblo más cercano para comprobar los progresos del Club de nuestros amores y desvelos, y examinar qué corriente psíquica se estaba desarrollando en el Fansismo, ya que, como muchos de vosotros entenderéis a continuación, ambos están indisoluble y mágicamente unidos. Curiosos fenómenos meteorólogicos comenzaban a tener lugar en Camelot: los añejos Vientos del Triunfalismo, como el Levante Benitoflorista o el Mistral del Centaurismo, a los que estúpidamente confiantes los marineros fansistas se habían encomendado, arriando las velas de sus naves, esos vientos traidores que siempre terminaron conduciendo al fansismo a los arrecifes y acantilados, a los naufragios más dolorosos, comenzaron a amainar y una nueva brisa refrescante comenzó a soplar: el Viento del Cagazo. Las antiguas canciones putoamistas de estribillos estúpidos como “Con el Pito nos lo follamos” que canturreaban los piratas fansistas mientras remaban inexorablemente hacia al desastre daban paso al característico sonido de la mierda líquida cuando es expulsada con fuerza por el esfínter anal. El Cagazo, la Diarrea, la descomposición intestinal que aparecen cuando el Miedo y la Desconfianza hacen acto de presencia en la psique humana.
Y, sin embargo, queridos Niños, cuanto más abrazábamos los vientos del Cagazo y la Brisa de la Hiysteria, más cerca estábamos de alcanzar la otra orilla, la Puta Gloria. Así son de misteriosas y caprichosas la corrientes psicomágicas. Mentiría si no reconociese que en un momento estuve a punto de renunciar a mi penitencia y regresar a mi antigua vida de drogadicción, carnalidad y desenfreno. Ocurrió precisamente en el partido de vuelta frente al Forussia, pero entonces empleé mi vieja técnica (que recomiendo a todo fansista que alguna vez se encuentre en una situación comprometida) de meterme el dedo índice en el culo y cantar con toda la fuerza de mis pulmones el Glorioso Himno del Club Blanco. El resultado fue, como todos sabéis, que la banda de gayers fashionistas de Psychoklopp se estrellaron una y otra vez frente a un invisible muro psicomágico. El Madrid pasó la eliminatoria, y cuenta la leyenda que la cantidad de mierda contenida en los calzoncillos de los jugadores blancos atascó la lavandería de Valdebebas.

Estaba escrito que la Cruzada blanca debía de continuar su tortuoso camino a través de tierras germanas. La Diosa Fortuna estaba obligada a escuchar el viejo deseo del General Custer. Y así se desarrollaron los aconteciemientos: el Bayan rival en semifinales. La Venganza debía de ser consumada, La Bestia descuartizada, el Tiburón cazado, el Mojón soltado y el Culo limpiado. Pero en esta ocasión necesitaría algo más que un simple manual para jesuitas. Regrese a la civilización desde el desierto, con mis harapos, mi barba y mi polla tiesa. Un hombre feliz, que lo era porque sabía que tenía una misión gloriosa que cumplir. Debía de ponerme en contacto con el Socio, pero no de una forma convencional como en ocasiones anteriores, forma que había resultado inútil. Debía de hacerlo de una forma sibilina y astuta, sin que se diera cuenta. Debía por tanto acceder a su subconsciente con el objetivo de influir en su voluntad. Como experto onironauta que soy, y seguidor acérrimo de las teorías del sueño lúcido de Stepehen Laberge, no me resultó nada difícil acceder al mundo onírico del Socio: tan sólo tuvo que concentrarme, justo en el punto en el que la vigilia da paso al sueño, en el puto Festival de Eurovisión. Y allí aparecí, en un extraño festival de Eurovisión en blanco y negro y calidad low-fi que se celebraba en un país de detrás del telón de acero, y donde el Presidente del Jurado y Secretario del Politburó del Partido era el temido Marius Putin, un dictadorzuelo de voz melosa pero puño de hierro, que se había propuesto premiar a la representante rumana, una rajuda de melena cobriza y pechámen King size, no por sus nulas dotes artísticas, sino con el objetivo de follársela en los camerinos para hacerla primera dama y madre de sus hijos comunistas.
En el sueño conseguí tener una entrevista personal con la versión sovietorínica del Socio tras sobornarlo con unas copias en 35mm de musicales norteamericanos de contrabando. Gracias a mi persuasiva labia, y por qué no reconocerlo, a una buena dosis de burundanga, logré convencerlo que premiara en lugar de a la jaca eslava al representante español, un ser barbudo de nombre artístico Roberto Flanco, un gallego extraño que concursaba con una fantasmagórica versión de un tema de Julio Iglesias con gaitas y zambombas y acompañado a los coros por un grupo de milfs ferrolenses de dientes amarillos y carnes fofas. Aún dentro del sueño, y debido a la sobredosis de burundanga, una descomposición intestinal obligó al Socio a pasarse el resto del concurso eurovisivo en los camerinos yéndose por la pata abajo. Y, os preguntareis, queridos cabrones, ¿qué tienen que ver todas estas disparatadas situaciones oníricas con la realidad? Si habéis visto un engendro cinematográfico titulado “Inception” comprenderéis el objetivo de todo esto: se trata de sembrar una idea en el subconsciente de una persona, de influir en su voluntad a través de una siembra de símbolos cuando la mente se encuentra fase REM.
Así fue como en primer lugar, para sorpresa de propios y extraños, el Socio -con un inesperado espíritu democrático- sometió el indulto de Flanker a la votación de los fansistas, indulto que fue concedido porque el fansismo es consciente de que la baraka de Flanker es como la leche de Peter North, inagotable. En segundo lugar nos obsequió con varias entradas referentes a la semifinal con un inusitado respeto, por no decir auténtico cangelo hacia el puto Bayan. La Hysteria y el Cagazo seguían inoculándose en el Fansismo y eso era una buena noticia. (Bueno, también tuvo un efecto no deseado: la tremenda cagalera en los camerinos le impidió al Socio conocer a la mujer de sus sueños, que traducido a la realidad quiere decir que el Gran Fumigador tendrá que seguir recurriendo a clubs de vicio y soledad posmoderna como el Badoo o el Meetic. Sorry, querido Mario. Todo sea por el bien del madridismo.)
Pero el Bayan no era un simple equipo de fútbol: era el temido tiburón del que mi padre siempre me habló. Un Leviathan con un maricón catalán en sus entrañas: un tipo que además de su conocida querencia por los objetos cilíndricos, sean pollas o jeringas, reunía siete de las nueves señales del hijoputa que Cela señaló en la última novela suya que merece la pena ser leída, “Mazurca para dos muertos”. A saber: La primera es el pelo ralo, la segunda la frente buida, la tercera la cara pálida, la cuarta es la barba por parroquias, la quinta son las manos blandas, húmedas y frías, la sexta es el mirar huido, la séptima la voz de flauta, la octava es el pijo flácido y doméstico y la novena señal del hijoputa es la avaricia. Y esta avaricia era la más característica de sus señales. Una avaricia irrefrenable, inagotable, irracional, es decir, profundamente catalana. Esta avaricia catalufa, unida al odio africano -envidia mal digerida y peor camuflada- que siempre han sentido los bavieros por nuestro amado club, hacían que fuera el rival más temible que podíamos tener. Me vi obligado, por tanto, a usar mi imaginación y actuar de forma contundente. Fue entonces cuando se me ocurrió incendiar la Kuben Platz. Desde aquí mando un saludo a los chicos de la Menetérita que seguro que nos leen.

La teoría estaba clara: si la Bestia germana eliminaba al Madrid, se produciría una masiva ola de suicidios entre los fansistas, que no pudiendo soportar tanta vergüenza, dolor y sufrimiento se prenderían fuego en su sagrado templo, se quemarían a lo bonzo en la Kuben Platz. Como todo el mundo sabe las causas determinan los efectos, pero como casi todo el mundo ignora los efectos también pueden influir en las causas. Cualquier borracho de pueblo, yogui vispasano, físico cuántico o drogata «de papela y descampao” ha experimentado la doble direccionalidad del tiempo y sabe que éste no es lineal, es pura subjetividad mental que avanza tanto hacia adelante como hacia atrás, y que pasado y futuro pueden influir en el presente. Por tanto, si quiero actuar sobre la causa debo hacerlo desde el efecto; de esta forma la causa se convierte en un nonsense y queda desarticulada para condicionar el presente. Si quemo la Plaza de los Cubos habré actuado desde la consecuencia, desde el final, para condicionar la causa, el principio. Es decir, Bayan Out, Madrid In. (Si alguien no entiende lo que acabo de escribir que pregunte a Miki, actor porno para minorías parafílicas y neurólogo cuántico).
No me costó nada entrar en el edificio de los Juzgados de lo Social con mi viejo truco de caminar hacia atrás que aprendí de Mortadelo Y Filemón, subir a la azotea y arrojar mis calzoncillos cagados e impregnados en gasolina en los aparatos de aire acondicionado. ¿A quién le apetece un cigarrito? El resultado fueron unas bonitas fallas psicomágicas que se pudieron ver en el cielo de Madrid. Comencé a sospechar que esto marchaba bien cuando un Carlos Rumenigo enrojecido por el abuso de bebidas espirituosas agarró el micrófono y, delante de una congregación nazi-muniquesa, soltó la famosa frase de que los arboles de Múnich arderían. Efectivamente, cómo ardió la Kuben Platz. MUAJAJAJAJAJAJA. Resumiendo: con Flanker, nuestro Percival particular, liberado y su Baraka desatada, con el Socio y su sortilegio gafe “A casa en cuartos” funcionando pero en sentido inverso, con todos los paladines de Camelot sometidos a la Hysteria y al Cagazo, con la Kuben PLatz on Fire, y el General Custer afilando su arpón para dar caza al Tiburón, la Hora de la Venganza había llegado. Cinco -por el culo te la hinco- a cero le endosó la Gloria blanca a la puta bávara. Follada triple: Primero a uno de los puticlubs más odiados del mandrilismo junto al Milan y a la Farsa, Segundo al talibanismo tikitaka y sus acólitos pseudoperiodistas, y tercero al Dalai de San Pedo y a su odiosa moda de combinar americanas con jerseys de cuello de cisne, que quiso imponer ese día al mundo occidental con su presumible victoria; jódete, cabrón.
El Mandril se corre y se limpia la lefa en las cortinas del Allianz Arena. Ya sólo nos quedaba esperar al rival con el que disputaríamos el torneo más prestigioso de todo el universo conocido, la PUATACOPADUROPA. Resultó ser el Pátetico de Madrid. Ahora os preguntaréis, queridos niños y niñas fansistas, qué gracioso y sorpendente ritual siguió vuestro querido Divino de Los Huevos Pelones. La respuesta es obvia: NINGUNO. Joder, es el puto Patético de Madrid. No es el Bayan, el Milan, La Farsa, el MU, la Juve, el Liverpool, es el Pupas, coño. Un club cuyo máximo “título” histórico fue perder una final frente al Bayan en el último minuto con un tiro desde el medio del campo de un fulano de nombre impronunciable. Un club que tiene la desvergüenza de vender esa derrota como si fuera una victoria: a esa Copa de Europa que perdieron la llaman «la casi”. ¿Se puede ser más patético? La respuesta es sí, efectivamente: a pesar de que fueron subcampeones, disputaron la intercontinental simplemente porque los germanos pasaron de semejante engendro de torneo y prefirieron atiborrarse de cervezas y follarse a sus putitas. Torneo que loa Patéticos ganaron al “todopoderoso” Independiente, siendo el único subcampeón que tiene una intercontinental en toda la historia del fúrgol.
Un club que fue fundado por el Ejército del Aire del Caudillo, pero cuyos aficionados van de rojos, republicanos, perroflaúticos y antisistema. Un club cuyo uniforme está inspirado en los colchones más mugrientos de la postguerra civil española. Un club que ha hecho del perder y el sufrir una mística y una filosofía de vida. Estamos hablando de un equipo entrenado por la versión lunfarda y sietemesina de Ron Perlman, un tipo con pintas de chuloputas cuyo vestuario parece producto de un robo de una boutique de Chueca, y que si no lleva sombrero es porque su cornamenta se lo impide. Un equipo que tiene como laterales a una niñita rubia de media melena semianoréxica y un fulano que cuando no está dándole puntapiés a un balón se dedica a trabajar de extra en The Walking Dead; un equipo que tiene como portero a un adolescente pajillero y bobalicón que parece salido de American Pie, y como delantero centro a un estibador de puerto adicto la placenta de caballo y cuyas aficiones conocidas son depilarse las cejas y sacarse los mocos para pegarlos en la camiseta del rival; un equipo que tiene como centrocampistas a dos reponedores del Carrefour de nombre Coca Resurrección y Gabi, el Payaso Triste. El resto de jugadores sólo son conocidos en comedores sociales y sedes de Proyecto Hombre.

El estilo de juego del Paleti es el denominado “Cholismo”, que nadie sabe qué cojones significa, pero que suena a lavarse el coño en un bidé. Y al igual que George Clooney no necesita de ningún ritual de amarre para tirarse a cualquier choni poligonera o cajera del Lidel que se le antoje, el Madrid no necesita de ningún ritual psicomágico para follarse a los putos colchoneros de mierda. La Psicomagia, queridos niñas y niños, sólo se debe emplear en aventuras que merezcan la pena y en objetivos de difícil consecución. Si se emplea en memeces irá perdiendo su efectividad, e incluso se corre el riesgo de que se vuelva en tu contra si se usa con la corriente demasiado a favor. No era ni necesario ni conveniente, por tanto, recurrir a ningún ritual para vencer al Patético. Me senté frente al televisor en mi sillón de piel de búfalo, ataviado con el batín de seda que me regaló mi padre -impregnado con restos de su orín y semen- para las ocasiones especiales, con un gin tonic en la mano, y la otra en mis cojones, esperando la victoria madridista, sin nervios, sin anhelos, con desapego budista, confiando en la Ley Inexorable que Rige el Universo: El Fuerte se Folla al Débil. Y de esta forma, el Madrid se folló al Patético. La Final podría haberse desarrollado de mil formas distintas, pero el resultado habría seguido siendo el mismo. Tan sólo decir que estaba plenamente convencido de que el Madrid empataría el partido en el tiempo de descuento; el Karma es el Karma y el Pupas sólo podía hacer honor a su leyenda. El Destino se desplegó como estaba escrito y los Mandriles profanaron en cuatro ocasiones el culo del Pupas. El Madrid logró la Décima y el Santo Grial regresó a Camelot gracias a la Sabiduría de Custer, a la Baraka de Flanker y a la Magia de Von Rothbart.
A nivel fansista, la consecución de la Décima ha supuesto una nueva conquista de la Familia Pertusato: al igual que cuando Custer y su amado hijo Nicolás extinguieron de la faz de la Tierra al infame Partido de la Virtud de los traidores de la Compañía blanca, en esta ocasión han liquidado al Colectivo Desjarrosonanales y a las Viudas de Mou, que con su gafe, mala sombra, continuos lloriqueos, plañiderismo y culto al ídolo de Barro, Moubucodonosor, suponían un verdadero peligro para las auténticas esencias y ADN madridistas. Los miembros de estas peligrosas sectas serán ejecutados, desmembrados y dados de comer a los cerdos, tal y como establece la Ley No Escrita.
Y este es el final , queridos niños y niñas fansistas, del bonito cuento que os he contado.
La bonita historia de un padre y su hijo que hace mucho, mucho, tiempo en una bochornosa tarde de verano, y tras una ingesta masiva de aceitunas en salmuera en mal estado y vino de pitarra tuvieron una visión, que se convirtió en obsesión y por último en la misión de sus vidas: imponer al mundo lo que sus enfermas y visionarias mientes concibieron en la soledad de un cortijo cordobés: Un Madrid Hegemónico y Triunfador. EL MADRID DE LOS AUSTRIAS.
Firmado de su Puño Y Polla por Nicolás Von Rothbart Pertusato
P.D. Ningún enano ha sido asesinado, dañado ni maltratado física o psicológicamente durante la realización de esta película.