Parece un sueño, pero no lo es: El Real Madrid es Campeón de Europa. Estamos ya en el día siguiente, que ha amanecido precioso y primaveral, y todo el universo rezuma armonía y serenidad. Así debían sentirse en Star Wars al día siguiente de tirar al puto emperador por el bujero ese. Hemos bebido del Grial, y todo lo que decían de él era cierto: se ha llevado nuestras penas, nuestros pecados y quizá incluso nos ha quitado un año que otro. En suma, nos ha regenerado. La verdad es que, desde el domingo pasado, tras la gran pena de Milán, todo parecía mucho más difícil, y el transcurso del partido de Lisboa empezó a confirmar esas sensaciones. Decir que fue una final agónica no es sólo fidedigno, sino que seguramente se queda muy corto. Afortunadamente, yo ya estaba en un cierto estado de resignación desde el citado domingo y padecía muy poco, no como el bueno de Geodotto, que entró en shock después que recibiéramos el gol.
Llegados a los últimos diez minutos, ya todo se reducía mascar la amargura de la derrota e ir pensando cómo llevar los siguientes días de forma no muy penosa. Al menos terminaba ya el padecimiento. Y de repente, el gol; y vaya gol. ¿De dónde salió? De la nada, del caos en el que reposan tantas cosas, hasta que la conjunción precisa de fuerzas las convierten en algo tangible y significativo. Ramos, otra vez el puto Ramos, hizo con otro cabezazo soberbio lo más parecido a un milagro futbolístico. Fue el primer sorbo del Grial. A partir de ahí, todo fue un camino mucho más sencillo, transitado con miembros y espíritu ligeros, hasta llegar a la remontada, al gran subidón de la Gloria. Y aunque es cierto que desde el empate ya íbamos un poco a favor de corriente, no se puede obviar la jugada de Di María, su tremenda dificultad y el extraordinario golpeo, suficiente para superar a un magnífico arquero como Courtois y dejar el remate franco a Bale. Tanto el argentino como Marcelo, con todos sus defectos, eran dos jugadores que nos venían extraordinariamente bien en una prórroga, donde lo que se necesita es precisamente frescura y atrevimiento.
Quizá una de las cosas que más enganchan del deporte es que a veces nos da cosas que parecen concebidas por un guionista. Al principio del partido todos habríamos firmado un 3-0, un 4-0, marcando en los primeros minutos, pero creo que ahora nadie querría que las cosas se hubieran desviado un ápice de cómo ocurrieron: el gol encajado, la agonía, el golpe milagroso in extremis, la goleada final (¡4-1!), y hasta los apretones de manos entre Ánsar y Flóper, que por supuesto han soliviantado a toda la Antiespaña (sigan ma-mando). Por cierto que el «guionista» del partido debía ser florentinista: los dos goles fueron hechos por fichajes suyos, ambos difíciles y bellos, en una narrativa muy parecida a la de la Novena. Se debió quedar a gusto el hombre, tras estrellarse tantas veces durante estos años. Incluso se le ha quedado a huevo la cosa para dar salida a Casillas, que evidenció su decadencia de la forma más estrepitosa. En cuanto al Paleti, ¿pena por ellos? Quizá la sienta algún día, cuando el 70% de los productos que venden en sus chiringuitos no exalten el odio antimadridista. Nuestros jugadores les hicieron un pasillo, en un gesto que quedó bonito, y ésa es toda la deferencia que debemos tener con ellos.
Cuando llegó el final, la entrega de la bellísima Copa, la fiesta, el alivio y la euforia, trataba de descifrar lo que sentía, y solamente se me ocurría una palabra: Gracias. Pero no gracias al equipo ni al club, como podría pensarse; lo digo ahora, cuando es más complicado: creo que la gestión del equipo ha sido deficiente, y que los errores cometidos nos pusieron al mismísimo borde de perder una Copa que nos pertenecía casi por derecho. No, mis Gracias iban dirigidas a la gente que me ha acompañado aquí durante estos años y, sobre todo, a la vida. Gracias por estar vivos, por sufrir, por sentir, por vibrar y por ser felices. Todo eso es lo que experimentmos ayer, concentrado en tres horas que ya jamás se nos olvidarán. Pasarán los años y las décadas, seremos padres y abuelos, y quizá nos hartemos totalmente del fútbol, pero nunca olvidaremos la noche de la puta Décima.
¿Y ahora? No importa tanto, supongo. El Madrid ha recordado a todos que es la entidad deportiva más grande que jamás ha existido, un mensaje que ahora se propaga con la increíble rapidez y multiplicidad de las redes informáticas: no hay un solo rincón del planeta al que llegue una radioseñal o un cable de cobre donde no se tengan ya extensas noticias e imágenes de La Décima. Es simplemente el momento de manejar tan extraordinario legado, una labor que pasa, en mi visión utópica, por romper con la UEFA y con la FIFA, porque somos mucho, mucho más grandes que ellos. En manos de Florentino está llevar la Leyenda Blanca a cotas nunca vistas o simplemente dejarla como un hermoso recuerdo. Los que ya nos consideramos «old school» nos conformaríamos con eso: tan bello es lo logrado y vivido que rememorarlo siempre nos provocará la calidez de lo bueno y familiar. En cuanto a Fans, seguirá, porque es de los fansistas y no tengo por qué quitárselo, pero de una forma mucho más relajada. Ya hablaremos de eso.
En fin, disfrutad, celebrad y recordad. Como dijo Filípides al llegar de su extenuante carrera desde la ciudad de Marathon: «Vενικήκαμεν». Vencimos.
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– Real Madrid: 4 (Ramos, Bale, Marcelo y CR (pen.))
– Paleti: 1 (Godín)
Incidencias: La Décima.
REAL MADRID CLUB DE FÚTBOL
DECACAMPEÓN DE EUROPA
1956-1957-1958-1959-1960-1966-1998-2000-2002-2014
(Videoresumen)
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