Por Guarroson
Los dos últimos partidos del Real Madrid habían sido la final de Copa del Rey contra el Barcelona y la ida de unas semifinales de Copa de Europa contra el Bayern, y al ver al Osasuna en el televisor me entró un poco de jet lag. Este tipo de partidos casi sin aliciente se hacen muy aburridos cuando no se juegan en el Coliseo Alfonso Pérez, porque uno sólo puede fijarse en el partido y no distraerse leyendo los paneles publicitarios que anuncian talleres de coche y electricistas o contar todas las publicidades que lleva el Mallorca en su indumentaria. Osasuna tiene un montón de esos jugadores que al oír en una conversación de bar no sabes si juegan en el Elche, el Almería o el Levante. Del once inicial pareció normal la aparición de Cristiano para que cogiera ritmo de cara a Múnich, pero no tanto la de Modric o Di María. ¿Sicario Casinigro no está ni para este tipo de partidos? Fue el único suplente que no fue titular.
En ataque el Madrid era el Ebro por la izquierda, el Cofio por la derecha y el peñón de Gibraltar en el centro. Todo el ataque posicional era de Cristiano, Isco y Marcelo, cosa que suena lógica. Morata no encuentra su sitio en el mundo, y eso tiene que ser muy duro cuando tu mundo es el Real. Morata en el Madrid parece un crío de 15 años saliendo con una MILF, y da la sensación de que juega con dos números más de calzado. Además aúna lo mejor de cada casa: las rachas sin marcar de Morientes y las ocasiones falladas de Higuaín. La falta de confianza se nota prácticamente en cada acción, y durante la primera parte realizó más acciones de pívot que de delantero. Cómo estará el pobre que hasta Isco le dio un beso en la cabeza, sana sana, culito de rana.
El partido tenía aire laxo por la descompensación del once y la poca oposición de Osasuna, a medio camino entre una pachanga veraniega y un partido de all stars en la NBA. Aún no había sonado el ‘illa illa illa Juanito maravilla’ y Cristiano ya tenía un gol. Esos goles que marcan Cristiano o Bale desde lejos parecen más un triple que un gol. Ramos jugó un partido muy sobrio en defensa (alguien le habría dicho que si veía amarilla contra el Osasuna no podría jugar en Munich) y muy alborotado en ataque. Subió y subió cada vez que pudo, porque al bueno de Sergio se le acumulan las dedicatorias, un abuelo fallecido y un hijo que va a llegar. Menos mal que como ya no están Mourinho ni Özil tiene una dedicatoria menos que hacer.
Osasuna llegaba sin asustar y el Madrid balconeaba el área rojilla pasándose el balón como si quemara. Jugó Nacho otro partido aséptico, formal, casi diplomático, todo lo contrario que Cristiano, que si en la primera parte metió un triple, en la segunda hizo lo que parecía un smash de Nadal. Lo malo de los goles de Cristiano es que después vienen sus celebraciones. Narciso se ahogó contemplando su propia imagen, y un día CR se hará daño en el tendón de aquiles al dar el saltito de superhéroe.
Tras los dos hits de Cristiano, las caras B y las rarezas. Marcó por fin el farandulero Ramos en su cuarta o quinta incorporación, y para sonrojo de los defensores de Osasuna Carvajal hizo el cuarto de cabeza, como una vez que Mejía le marcó al Betis. El estadio se quitó el corsé y se puso a festejar, sospechando que el año no acabará con la Copa del Rey. A mi me gusta mucho la alegría de la gente, pero ojo a la cara de gilipollas que se nos puede quedar, que aún no hemos jugado en Munich y regalamos la liga al Aleti.
Hala Madrid, hijos de puta.
Guarroson edita 20six dollars in my hand.
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Real Madrit: 5 (Yitán (2), Ramos, Carvajal y Marrata)
Putasuna: 0
Incidencias: Minuto de música de Morricone por Tito y pasillo de Campeón de Copa.
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Liga ACB: Real Madrid-Valencia Basket. La 1.