Sí, bueno, ¿no? La postura de Flópor ante el Barsa, por lo menos de cara al público, ha sido durante su mandato de bastante cordialidad, en contraste con la actitud del aficionado de a pie, siempre beligerante con la piara blaugrana. Quizá todo sea postureo para hacerse perdonar el rejonazo que les metió con Figo, pero creo que ni siquiera en los famosos audios se le conocen manifestaciones despectivas hacia los culeros. Parece verlos como unos imprescindibles socios en la lucha por prestigiar la liga española y sacar adelante la Superliga, más que como el odiado enemigo que conviene tener bajo nuestra bota.
Si se piensa detenidamente, lleva algo de razón, pues a la liga hispana no le sobran precisamente atractivos, y la rivalidad Mandril-Farsa, representada por el Clásico de los cojones, es la locomotora que tira de la LFP. El problema es que nuestra cortesía no encuentra ningún tipo de correspondencia en Can Barsa, y sinceramente uno se pregunta por qué hay que colaborar lealmente con unos tipos que nos acusan constantemente de tramposos y de maltratadores del fútbol, y que en cuanto ven un resquicio para golearnos lo aprovechan sin vacilar un segundo. Ciertamente el Barsa no ha trabajado para que las institucines futboleras funcionen de forma más eficiente y justa, sin que ha hecho todo lo posible para que funcionen a su favor, lo cual suele coincidir con perjudicar al Madrid.
Habrá quien alegue que hay cosas que favorecen a ambos clubes, pero yo lo pongo en duda: ¿Para qué quieren arbitrajes justos, cuando lo que les interesa es la épica del penalti y la expulsión? ¿Cómo tenerlos de socios en la Superliga, si cuando encuentren algo que les vaya mejor económicamente nos apuñalarán por la espalda? ¿Por qué les interesaría hacer una buena difusión de todos los equipos de la Liga, cuando son verdaderos maestros de la propaganda a su favor, y tienen por ejemplo a Hispanoamérica totalmente abducida, con docenas de periodistas a sueldo o adictos a la causa? No, el «bueno para el Madrid» de Gómez Pintado no suele coincidir con un «Bueno para el Barsa».
Así pues, ¿qué hacemos con este «socio»? ¿Lo seguimos invitando a casa hasta que nos envenene el café o ponemos pie en pared? Personalmente, yo adoptaría con ellos una actitud más cercana al mendocismo, burlándome públicamente de sus miserias y haciendo notar al mundo la insondable distancia de gestión entre una institución y otra. En lo deportivo, inculcaría insistentemente a los jugadores la necesidad de golearlos cada vez que hubiera ocasión. Y si pudiéramos contribuir sutilmente a la quiebra, pérdida de categoría o incluso desaparición culera, sínceramente les daría ese empujoncito. Claro que si uno de esos supuestos se produjera, ¿qué pasaría con el Clásico (de los cojones)? Pues nada, que otro equipo tomaría tarde o temprano su lugar. Al fin y al cabo, hasta los 80 nuestra gran rivalidad era con el Paleti y eso no nos impedía tener una entidad muy similar a la de ahora.
Resumiendo, opino humildemente que al enemigo culerdo no hay que darle ni agua. Es más, si viera a Laporta en el desierto muerto de sed no le escupiría en la boca. Y con todo y con eso, creo que le tengo mucha más simpatía de la que a él tiene a los madridistas.