El dios-emperador del madrilismo, Chochentino Pérez, realizó anteayer («antier», que diría un lolombiano) la ya tradicional ceremonia de colocación de la Copa de Europa en la sala de trofeos. Pero ojo, que este es un tema con mucha más miga de lo que parece: ¿qué puso ahí exactamente? ¿Son esos trofeos los originales?
Es complejo. Si nos vamos a los orígenes de la competición, cuando los trofeos antiguos o «botijos», la UEFA, a imitación de la FIFA con el trofeo Jues Rimet, no permitía quedarse la copa en propiedad, y tan sólo la entregaba al equipo ganador durante diez meses, sustituyéndola postriormente por una réplica, que era lo que el club podía quedarse. No obstante, en 1966, cuando el Madrid conquistó su Sexta Copa ante el Pártisan, los prebostes uefos tuvieron a bien entregarnos el trofeo en propiedad, aprovechando de paso para introducir un nuevo diseño, la conocida «orejona», creada por el joyero suizo Jörg Stadelmann y ganada por primera vez en el año 1967 por el Celtic de Glasgow.
Esto hace de la Sexta una copa muy especial, porque si no entiendo mal es el trofeo original donado por L’Equipe, y el Real Madrid es el único club del mundo que lo tiene en propiedad. Desde ese 1967 se fijó la regla de que la Orejona será entregada permanentemente a cualquier club que ganara su quinto título, o bien tres consecutivos. Esto ocurrió cuatro veces, pero ninguno de los trofeos fue para el Madrid, sino para el Bayern, el Milan, el Ajax y el Liverpool. ¿Y por qué no tenemos ninguna en propiedad por ganar la Décima, o por las tres consecutivas de los años 2016 a 2018? Pues porque la UEFA al parecer quiso ahorrarse el enorme gasto de 7.000 euros que cuestan 11 kilos de plata, o simplemente imitar de nuevo a la FIFA, y en 2009 decidió que ya no le entregaría el trofeo a nadie, ni siquiera temporalmente, custodiándolo en su sede de Nyon como el mismísimo Gollum cuidaría su tesoro.
¿Entonces qué es exactamente lo que colocó Florentino en la vitrina? Una réplica, lamentablemente. Según el artículo 11.1 del reglamento de la competición, «el trofeo original, que usa para la ceremonia de entrega oficial de la final y otros actos oficiales aprobados por la UEFA, permanece bajo la custodia y propiedad de la UEFA en todo momento». Ese trofeo original se distingue de las copias por tener grabada en la parte trasera una lista de los vencedores y es el que se pasea en el estadio, pero inmediatamente se devuelve, y el que se lleva en el avión tiene en el reverso la inscripción «VANQUEUR» seguida del año en curso y el nombre del equipo ganador debajo (la ya clásica secuencia del grabado del metal con un buril eléctrico). Existen reglas estrictas para el manejo de las réplicas: sólo una puede ser del tamaño original, y aunque el club puede hacer tantas copias como quiera, estas sólo pueden tener como máximo un 80% del tamaño original (que es de 74 cm de alto). Además, ninguna réplica puede abandonar las instalaciones del club sin permiso expreso de la UEFA (artículo 11.02), y no pueden usarse de modo que un tercero (incluyendo patrocinadores) pueda asociar su imagen con la de trofeo (sería interesante saber qué opinan los uefos sobre los paseos de las réplicas por las sedes de las peñas…).
Considerando todo lo anterior, puede deducirse que las copas que se ven en el museo son la Sexta original, cinco réplicas originales de los demás «botijos» y seis réplicas originales de las «orejonas», ¿verdad? ¡¡No es tan sencillo!! Aunque lo mencionado sería lo lógico, resulta que en el club existen (como mínimo) dos juegos de Copas: uno el que ve todo el mundo en el Tour del Bernabéu y otro en la sala de juntas, donde típicamente se posa cuando se firma o renueva a un jugador, y donde también se exhiben las 10 Copas de Baloncesto. Uno pensaría que es de sentido común que las réplicas «buenas» estén en el museo, peeeeero… ¿realmente es inconcebible para alguien como Flópor reservarse el placer personal de conservarlas en un espacio más exclusivo como la sala de juntas? Para complicar las cosas todavía más, el Madrid ofrece un palco VIP con «catering» en la Sala de las Copas de Europa, que quizá utilice la misma vitrina del museo (pero al otro lado del muro), o quizá no…
Y si todo lo anterior os parece complicado, aún queda lo mejor: existe la nada desdeñable posibilidad de que ninguno de los «botijos» (copas ganadas del 56 al 66) exhibidos, ya sea en el museo o en la sala de juntas, sea auténtico. Esto se debe a… la cuestión de la peana. Resulta que estos trofeos se entregaban sin ningún tipo de base al ser ganados en el campo, pero posteriormente alguien (el Madrid o la UEFA) le añadía a las réplicas que se quedaba el club una peana de mármol para darle más lustre en la sala de trofeos. No obstante, en la actualidad ninguno de los «botijos» del museo ni de la sala de juntas posee dichas peanas, lo cual por sí solo no es enormemente misterioso, pues puede inferirse que en un momento dado simplemente se retiraron para crear una armonía estética entre trofeos antiguos y modernos, e incluso existen fotos de Gento en los 70 donde posa con las copas sin peana, peeeeero…
Resulta que hay fotos mucho más recientes, con Gento ya de presidente de honor, en las que posa nuevamente con los «botijos», ¡¡y estos sí tienen la antigua peana!! ¿Qué pasa aquí? Sólo existen dos posibilidades: o los trofeos originales, incluida la preciadísma Sexta, actualmente se custodian en algún lugar donde no están a la vista de nadie, o las peanas se atornillan y desatornillan arbitrariamente para ciertas ocasiones. Esto último no es exactamente imposible, ¿pero no sería muy raro, además de bastante irrespetuoso con los trofeos más venerados del madridismo? Fijaos en esta foto de principios del siglo XXI (cuando sólo habíamos ganado nueve), donde se ven las tres «orejonas» flanqueadas por los «botijos» con peana, a diferencia de los exhibidos actualmente, que no la tienen.
No puedo aportar más sobre esta cuestión auténticamente intrigante, y es posible que tan sólo el presi y gente como Manolo Redondo sepan toda la verdad, pero sí os pido que cuando vayáis al Tour midáis discretamente si las «Orejonas» miden 74 cm desde la base a la punta de las asas o tan sólo 60 cm. Mientras tanto, mi teoría conspiranoica es la siguiente: todo lo que hay en el museo y la sala de juntas es pura quincalla, y los verdaderos trofeos, los de plata, se guardan o bien en una caja acorazada, o bien en la antigua sala de trofeos que ya no visita nadie y adonde, según enelfondohaysitio, podía accederse en tiempos prehistóricos si eras socio y le pedías la llave al conserje del club, comprometiéndote a no romper ni afanar nada. La verdad es que no me parece mal: al fin y al cabo habamos de reliquias sagradas, demasiado buenas para ser observadas por la plebe, incluso a través de una vitrina, que además serían un objetivo demasiado apetitoso para los ladrones en un lugar tan masivo como el Tour del Bernabéu. Me gusta más la idea de que los tesoros verdaderos estén a buen recaudo en un sitio como el almacén de Indiana Jones, a salvo de quienes no pueden entender ni manejar su poder.