Sí, bueno, ¿no? Hubo un tiempo en que teníamos un Florentino chuleta, pujante, imparable. Primero te traía a Figo y luego iba completando la colección de estrellas mundiales como un niño con el álbum Panini, hasta el punto de que se fichó a Béckams sin necesitarlo porque era lo único con nombre que quedaba en el mercado. Quizá esa iteración floperiana se habría traído a la dupla Meforré-Jólan, y Al Khelaifi para vender kebaps en el Bernabéu, pero ha pasado mucho tiempo desde entonces, y ahora los podres fácticos del fúrbol europeo le pasan la polla por la cara a nuestro simpático abuelete con inquietante regularidad. Primero fue el asunto de la Superliga, presentada de forma ultracasposa en Chez Farlopol y abortada a las escasas horas, y luego el asunto Meforré, dramón de año y medio al final del cual hemos fichado las mismas figuras mundiales que el Rayo Majadahonda.
¿A qué se deben tan lamentables sucesos? ¿Está Florentaino I más acabado que Kamela, o simplemente vivimos en un entorno nuevo, que utiliza todas sus armas legítimas e ilegítimas para acabar con la hegemonía madridista? Probablemente una mezcla de ambas: desde luego Flo no está a tope de valor y facultades, pero todavía aguanta 20 minutos seguidos sin ir al baño, y en un entorno más favorable seguramente se habría traído a algún crack consolidado el último par de años. El problema es que los nuevos poderes (Premier y dinero árabe, principalmente) lo han identificado como su principal enemigo, y están multiplicando la dificultad de operaciones que antes se solucionaban con un par de sentadas, un apretón de manos y un cheque gordo. Eso sí, lo de la Superliga fue una chapuza floperiana 100%, que sólo pudo salir de la mente de alguien sin nadie cerca que sepa decirle «no».
¿Quiere esto decir que el tío Flo debería agotar su mandato, subirse al Pitina II y navegar hacia el horizonte? Posiblemente, pero en la realidad no veremos nada por el estilo. Estoy convencido de que Flo no tiene la menor intención de retirarse, ni ahora ni nunca: si la construcción es su trabajo y su condumio, el Madrid es su pasión, la cual seguramente le consume poca energía mental, y dudo que vea motivos para no seguir hasta que el cuerpo aguante. Al fin y al cabo, el Madrid casi nunca fue democrático, y ya le fue bien así. Probablemente Flo quiera emular a los dos grandes caudillos españoles que lo precedieron, Franco y Bernabéu, compartiendo con ambos la poca preocupación por la cuestión sucesoria. «Yo aquí hasta que me muera… y el que llegue que arree». Esperemos que al menos tenga la lucidez necesaria para dejar implantado el modelo alemán de propiedad poco antes de cascar el poleo.
¿Qué podemos esperar, pues, del florentinismo crepuscular? En principio yo diría que calma chicha, con el faraón tirándose pedos en su asiento del Papel Albal y ganando lo que buenamente se pueda, que no tiene por qué ser poco. A ese respecto, la austeridad forzada quizá sea la mejor noticia, obligando a formar a los talentos localmente antes que dejarse verdaderas morteradas en fichajes a cara o cruz. ¿Hay 300 millones disponibles por cierta operación fallida? Quizá sea mejor meterlos en la megaobra… La gran cuestión, claro, es si Flops volverá a intentar arrancar la Superliga, al estilo Carlos Sáinz. Al fin y al cabo, el nuevo modelo de Champions para la 24-24 no parece especialmente atractivo, y podría ser la excusa perfecta para tratar de romper amarras nuevamente. Ciertamente sería un fin de dinastía espectacular, pero a juzgar por el actual estado de forma del presi no puede descartarse que el segundo intento se produzca en el programa de Juanma Castaño, con Andy y Lucas poniendo el acompañamiento musical.