El carné de entrenadores lo invento Martínez Soria

Pasmao me quedé, pasmao. Yo estaba fregando y por la radio alguien preguntaba a Floro a qué se había dedicado últimamente. «A dar conferencias», contestó el técnico, y yo adopté semblante estatuario y agarrado al plato hice la estampa de discóbolo doméstico. No menos pasmao cuando a la misma pregunta Camacho, a la sazón seleccionador murciano, contestó que «a ver fútbol y a conocer nuevas formas de organización». Esto, dicho así, no parece mucho, pero hay que ponerlo en labios camachiles para que gane prestancia, ese tono cabreado y atropellado que parece sólo natural si se remata con un «coño» tabernario. Hombre, lo de estudiar las nuevas formas de organización supongo que será para conocer el modo más efectista de tomar las de Villadiego al quinto día de trabajo. Esa manía de los jugadores por meterse a técnicos ha acabado con el mito pundonoroso de Camacho, el bravo defensa, el castizo defensor al que nada podía, ni la fiebre, ni un nudo marinero en los ligamentos; ese titán se ha convertido en un rajao, el rajao por antonomasia y de la misma forma que ser un Poulidor es ser un segundón profesional y hacer un Montilla es hacer un sinpa financiero, hacer un Camacho es pirarte a la francesa, dejando, eso sí, un perfume de hombría y refrito en el ambiente.

López Caro, que se ha hecho a sí mismo a base de geometría por correspondencia y del estudio de los coleccionables RBA de tácticas militares, no tiene esos problemas: no nos puede decepcionar porque no esperamos nada de él, Juan Nadie, el hombre del traje gris, nowhere man, mister nobody. Sus declaraciones nos revelan a un Juande Ramos un poco más apuesto, con un perfil no bajo, diminuto, dispuesto a dejarse comer como buen cristiano por los leones perfumados del vestuario blanco. Aunque es fácil decir eso de que es sólo un Floro meapilas no debemos ceder a la tentación de hacer chistes con la fe religiosa de las personas. Aún recuerdo escandalizado el cuestionario que cierto periodista con un ojo a la birulé le hizo al bueno de Caro. ¿Crees en Dios? ¿Rezas? ¿Vas a la Iglesia? ¿Los domingos?¿Todos los días? ¿Practicas?… Sí, hombre, practico con tu puta madre, no te jode… La Constitución dice muy claro que en materia religiosa esos interrogatorios sobran. Probad a poner en el lugar de Caro a un musulmán, hubiesen saltado todas las alarmas de la corrección política a la segunda pregunta. En fin, miserias de un país a la deriva.

Floro empezó como Caro y el tiempo ha terminado por rehabilitar su figura. Sus tecnicismos, su obsesión tacticista, sus carreritas postpartido, su psicólogo (esta vez volverá a ser revolucionario si contrata a un educador infantil o un pedagogo especializado en border-lines), su 4-4-2 con barra metálica de futbolín (de tan inflexible), todo eso, que chirriaba en tiempos de la fantasia cruyffista y del carajillo mecánico de Aragonés, ha terminado por convertirse en el abc del fútbol, el catón de cualquier manchapizarras. Pese a todo, pese a lo simpático que nos resultó ese señor manchego (que como el Moro resulta que no es de allí), tan maltratado por la prensa, la fortuna y los árbitros, he de decir que su fichaje es la demostración de que Florentino ha perdido el rumbo. Me imagino que viene en calidad de Molowny a la espera de que López Caro sea destituido cuando el Arsenal nos meta media docena y se disparen los tratamientos por depresión entre la grey madridista. Floro es el enésimo clínex de esa devoradora de hombres que es Floren. Su fichaje nos devuelve, como si fuésemos todos Michael J. Fox, al principio de los noventa. Es una nueva recaída madridista en el revival. Antes Beenhaker y Toshack, luego será Capello. De nuevo a revivir la década pasada, síntoma claro de que no hay ideas y de que somos un club ensimismado en un pasado glorioso y en unas ideas paralizantes. Los equipos avanzan, sin más, sin tanto miramiento, sin conjurar el pasado como si fuésemos una máquina hegeliana, un artefacto cíclico.

Floro y Caro son dos paletos, seamos claros. Hay entrenadores que no lo son. Benítez no lo es. Pero estos tipos sí y no está mal ser un paleto, yo quizás lo sea. Un paleto en este ámbito del fútbol es alguien que no te puedes tomar en serio, carne de categorías inferiores. El problema es que la inseguridad de estos tipos les lleva a insistir en sus trucos, en su jerga, en esa manera cansina de subrayar la humildad, de modo que cuanto más altos están más ridículos parecen. De hecho, Floro y Caro comparten un rasgo común: el miedo al periodista. Hablan con el culo prieto y sueltan las palabras tras haberlas repensado como quien chupa un caramelo. De la logorrea del brasileiro al ni esta boca es mía. A los dos se les ve que no dan el nivel, que a mitad de frase pierden la concordancia y cambian singular por plural y viceversa. Uno, modestamente, les pediría más naturalidad. Trappatoni no era Dante, ni Miguel Muñoz decía palabras esdrújulas. Floro ya ha vuelto a dejar clara su enfermiza propensión a lo numérico, por ejemplo, como si utilizando cifras las cosas pareciesen más meditadas, más técnicas. Promete un porcentaje 50-30-20 de canteranos-españoles-extranjeros, de modo que volvemos al dogma y a regalar titulares y eslóganes a la prensa. En los noventa, los madridistas nos sentíamos un poco así, un poco paletos frente al glamour y al cosmopolitismo culé. Ahora volvemos a depender de señores que dicen «de que», y no me vale eso de que Floro ha viajado. Viajar, en fútbol, es ir al norte, como Benítez, ir a Italia o a Inglaterra. Lo de México, Japón y demás lugares no da prestigio, lo resta. A Florentino sólo le queda contratar a Bora Milutinovic.

En fin, amigos, hoy me parece que hay un amistoso Patético-Real Madrid. La cosa tiene gracia. Es un homenaje póstumo a Gil, y el Madrid, que si es más pupas nace gilipollas, pues allí que va presto a ver si el trofeo nace de pie. Hombre, Gil, para el Madrid, fue un enemigo, una persona ingrata que no dejó nunca de atacar a su memoria y a sus aficionados. Está muy bien ir, pero debería constar en acta que ese señor era un indeseable. El homenaje va de cinismo, además, porque el segundo propósito del partido es eso tan socorrido de «ir contra el racismo». Gil no era precisamente Luther King. Si la prensa madrileña no fuera radicalmente colchonera podría complementar la información del encuentro con entrevistas a Donato, Valencia y Musampa. Y ni hablamos de los muchachos del Calderón, que son tan gilipollas que se llaman indios cuando lanzan plátanos al primer moreno que aparece.

Por cierto, Raúl vuelve a correr (con balón). Supongo que toca alegrarse.

Benítez II

Lo que ha hecho Florentino está muy bien. Nada es enteramente bueno o enteramente malo y si deportivamente la cosa está mal en otros ámbitos su legado es ya historia de oro del club. Deja un estadio ampliado y modernizado al que se le puede sacar un rendimiento antes del necesario cambio a un CocaCola Arena. Deja un proyecto de ciudad deportiva que va a ser señero en Europa; un club organizado, serio, profesional. Deja canales de comunicación con su afición, una imagen reforzada y limpia, una marca en todo el mundo. Y, sobre todo, queda una manera elegante y respetuosa de proceder. Ni la chulería algo barriobajera de Sanz, ni la chulería de alto standing de Mendoza. Floren cae mal a los antimadridistas, pero porque ha salvado al club. De él no ha salido una mala palabra, ni un mal gesto. En eso, más que en otra cosa, se encuentra su vuelta a los origenes. De ese señorial comportamiento tuvimos un ejemplo el sábado.

En mi opinión, Floren se equivocó lanzándole un temerario reto al fútbol. Cuando ganó la última liga decidió prescindir de Hierro y Del Bosque y poco después dejó marchar a Makelele. En esas decisiones se suele datar el origen del desastre cuando en mi opinión el problema estuvo en lo que sustituyó a ese proyecto. Un entrenador de “perfil bajo” y la radicalización sin red de los Zidanes y los Pavones. Recordemos que ese equipo de Queiroz –zzzzz…-eran once más Solari y cinco muchachos no precisamente brillantes (Pavón, Raúl Bravo, Rubén, Borja y el sin par Portillo). Ese equipo resistió hasta el 11M, después una final de copa que nunca debió haberse celebrado y de ahí en adelante cuesta abajo y sin frenos hacia la gran leche.

A partir de ese momento, Florentino fue abandonando sus dogmas, sus estrambóticas ideas que al principio nos parecieron geniales y luego han resultado surrealistas. Empezó a fichar defensas, a jugadores de clase media y este año ha optado por volver a fichar jugadores jóvenes, estrellas en ciernes. Es decir, el fútbol, con sus viejos axiomas y sus esquemas ya centenarios, pudo más que sus intuiciones. El fútbol está inventado; fútbol es fútbol, quien perdona lo paga, las ligas la ganan las plantillas, once jugadores no hacen un equipo y toda la larga cadena de tópicos que aburren pero que son verdad. Se da el agravante de que esta plantilla vieja y cascada ha tenido que soportar el calendario más exigente de la historia del fútbol sin refresco alguno. Raúl y Zidane han jugado a ritmo de NBA durante años. Nadie puede exigir regularidad a la genialidad. Florentino les ha sacado hasta la última gota de sudor y no es justo que les critiquemos ahora. Hemos exprimido el limón de Zidane y no creo que a este hombre le queden ganas de volver a jugar al fútbol.

¿Qué queda entonces? Pues en mi opinión queda darle la razón al fútbol de forma definitiva. Volver plenamente a la ortodoxia. Una de los eslóganes célebres de Floren –esos que repite con frecuencia de líder de secta religiosa-ha sido el de volver a la normalidad. “Trabajemos desde la normalidad”, nos dice con su voz aflautada y nasal. Eso es, precisamente, lo que no ha hecho. Ha optado siempre por entrenadores sin prestigio y sin fuerza suficientes para llevar el club. En el fútbol se inventó, hace ya muchas décadas, la figura del entrenador. El mal necesario, dicen algunos. Es un señor que se viste de traje y suele utilizar un lenguaje forzosamente técnico –toda profesión tiene su jerga para blindarse, ellos no van a ser menos-, un individuo itinerante y anodino que suele ver tarde o nunca lo que toda su afición ve en un instante. Un tipo caprichoso que gusta de ofrecer soluciones complicadas a problemas simples y que suele llevar bajo el brazo un compendio de geometría y frases sacadas de un manual de psicología que se denomina “su sistema”, artefacto técnico-ideológico por el que es capaz de vender a sus hijos . Los entrenadores, pese a todo, parecen ser vitales en los equipos y hay grandes misters para grandes clubes. Sucede a veces, por inexplicable que resulte, que algunos grandes se peguen por un mismo entrenador. En el fútbol hay porterías, banderines de córner que solo sirven para que Eto’o vaya allí a hacer el gilipollas, masajistas que llevan un milagroso linimento, directivos bocazas que se dedican a la contrucción y fuman puros contaminantes , árbitros amanerados que sacan tarjetas como puñales, futbolistas toscos que se llaman defensas, futbolistas hábiles o medios, acróbatas locoides que responden al nombre de porteros y egoístas patológicos que nunca bajan y están para empujarla y ligarse a la más golfa. Y hay entrenadores. Así que Floren debería dejar de descubrir mediterráneos y darle la responsabilidad a un entrenador-manager que tome las decisiones. Toda la vida se ha dicho eso de “Fulano no es entrenador para el Madrid”. Pues eso, uno que esté a la altura de este glorioso club al que amamos con loca pasión de gavilanes. Ayer hablamos de Benítez. Puede ser él o puede ser Capello. En otras circunstancias podría intentarse una solución más arriesgada y “belcalcistica”, pero estamos desesperados y me temo que sólo ellos dos garantizan un 100% de aciertos. Apuesta segura, competitividad garantizada. Tres años sin ganar títulos en el Madrid son una eternidad.

Benítez

Cuando suceden cosas como las del sábado uno hace propósito de enmienda. Decide dejar el fútbol y dedicar ese valioso tiempo a aprender un idioma, a hacer senderismo a aprender a cocinar… La sacudida es fuerte y se parece a una resaca de veterano: bache depresivo, cuestionamiento general de tu vida y promesas de cambio –año nuevo a mitad de temporada-. Pero el fútbol, como la peor de las drogas recreativas, comienza a despertarse en el interior de nuestras venas y en los rincones más encallecidos de nuestro cerebro. Ya somos mayores para asumir que el club está tatuado en la corteza cerebral con una navaja albaceteña y forma parte de nuestro sistema nervioso. El fútbol es nuestro reloj biológico.

Si nos hacen una resonancia nos sacan el escudo del club y una cosa con forma de copa de Europa. Y ya no se puede cambiar, hay que asumirlo y pedir a Floren que esto cambie.

Personalmente –no sé qué opina el socio- me permito una propuesta –este blog es, probablemente, el lugar más lúcido del madridismo, nos sobra autoridad moral para hacerlo, aunque no seamos muchos-. La propuesta, que sé que no gusta a todos, se llama Rafael Benítez. Arreglaría algunos problemas del equipo de un plumazo; a saber: confeccionaría una plantilla, introduciría las rotaciones, haría competitivo al equipo, contaría con la cantera, generaría automatismos tácticos y él solito haría de portavoz, escudo, manager y entrenador. ¿Qué no juega bien? Cualquier cosa es mejor que lo que ha venido haciendo el Madrid últimamente. Es español y madrileño. Le entendemos.

El club en sus manos y Floren con los números. Otras salidas nos llevarían a un similar desastre.

En los últimos partidos del Madrid he disfrutado viendo el centro de campo conformado con Ramos, Diogo y Mejía. No sabía por qué, puede que yo solo sea un degenerado más, pero es emocionante cuando tus jugadores son jóvenes, fuertes y dinámicos. Ya no recordaba al Madrid ganando balones divididos.

¿Qué tal si por una vez nos convertimos en un equipo de fútbol? No he visto nunca al Madrid defender en medio campo, ni presionar. Eso también tiene que ser bonito. No lo he visto nunca, de verdad. A la Quinta le siguió el bodrio de Floro, y al bodrio de Floro Valdano, y a Valdano Capello –meses que sirvieron para cambiarlo todo-, la quinta de los Ferraris y, voilà, Florentino. En total, dos meses de Floro, cuatro con Valdano y siete con Capello. Esa es toda la disciplina táctica que ha disfrutado un madridista de mi generación.

Y para terminar, he de subrayar las declaraciones de Gravesen, el naturópata. El danés consideró injusta la derrota del sábado y aseguró que ganaríamos la liga-a los naturópatas les gustarán mucho las hierbas, digo yo-. Añadió, además, que esperaba volver pronto a los terrenos de juego. Hay que recordar que Thomas se lesionó levemente y que los cinco días de baja del diagnóstico inicial llevan camino de superar las tres semanas. Gravesen, que no se caracteriza por un fútbol cerebral –más bien craneal- asegura que las lesiones se curan mentalmente. Tenemos un mediocentro en la línea Uri Geller. Schuster y Redondo utilizaban la cabeza para trazar hermosas geometrías, Gravesen cree en el poder mental. No es exactamente lo mismo hacer una ecuación que doblar una cuchara. En este equipo los que no son insumisos en el gimnasio lo son en el centro médico. Qué panda.

La caipirinha

Bueno, pues pasó por el Bernabéu el «ejército desarmado de Cataluña» y le tenemos que agradecer la visita. Diez minutos han sido suficientes para cerrar la temporada y cancelar de forma definitiva el proyecto Luxe, aberración futbolística que tardaremos en olvidar. Media canarinha, cuerpo técnico brasileño y arena de Copacabana en Valdebebas. Un micro clima y un sambódromo para Luxe, pero ni orden ni progreso, ni siquiera un remedo. No somos la canarinha, sino la caipirinha. Lisergia en la pizarra, vergüenza torera, incomunicación y mucha sensación de nerviosismo. Un desconcierto y un mensaje críptico. La necesidad de traducir el español. Eso es lo que deja el varias veces ganador del Brasileirao. Luxe no hace alineaciones, hace alienaciones.

Pocas veces un Madrid tan pobre. No sé si el abandono del centro del campo ha sido premeditado o pura impotencia. Y es que no sería justo descargar la culpa enteramente en Luxe. Nuestros creadores de juego son un desastre: Zidane es un ectoplasma que vaga por el campo al ritmo de chanson francesa; García tiene un fútbol corto y administrativo; Raúl nació delantero y cuando juega en el medio es muy directo -los delanteros tienen otro ritmo y otra vocación, no tienen esa manera de madurar la jugada, la pausa, la contemplación. No urden la jugada porque sólo ven porteria. Poner delanteros en un equipo lleva el partido al arrebato, al trompeteo de séptimo de caballería, a la epica de los minutos finales-. Capítulo especial para Beckham. Ni las giras, ni los spots, ni un actor calentando junto a Guti, ni el glamour barato de las ruedas de prensa, el gran tributo que el equipo esta pagando al departamento de marketing es Becks -yo mismo, ahora, me sorprendo a mi mismo llamándole Becks, como un cretino inglés-. Su presencia en el once, como viene impuesta, es soportable sólo si se limita a esperar en la cal y a meter roscas. Debe sonreir, debe peinarse y debe cambiar su aspecto cada dos meses. Nada más. No tiene ni la orientación ni el tempo de un mediocentro, no tiene ese tercer ojo de Redondo, ni la visión cenital -cenital, la genital la tienen todos- de Guardiola. Tampoco tiene regate. En realidad no tiene nada. Algún sociólogo explicará algún día el secreto de este personaje. Pandemia de estupidez y bobaliconería.

Balones altos para Robinho y las bandas para Roberto Carlos y Michel Salgado. Muy coherente todo. Roberto está mayor, como Zidane -los noventa pasaron. Somos un equipo remenber, atrapado en los encantos de un decada pasada. Melancólico y triste como las cogorzas de la gente que sale a escuchar a Ultravox y Spandau Ballet. Cada jugada es una demostración del paso del tiempo, un ¿te acuerdas?, un lamentar las canas, la juventud perdida- y Michel no es un futbolista, es un operario. Cicinho ya.

Me quedo con Robinho. Volvió a salir acelerado, tenso, con la cara del que va a pasar un examen, pero deja detalles. Este chico tiene futuro y sabemos que cada jugada puede ser un milagro. El fútbol necesita esa esperanza porque es muy triste cuando se reduce a jugadores que no deparan sorpresas. Robinho es un nuevo Butragueño, un angelito negro que no debe salir del área. Puede caer a banda, puede bajar a buscar el balón, pero sólo como un recurso. Su regate es petroleo cerca de la portería y un sifón de soda en mediocampo.

Y me quedo con la afición del Madrid. A Eto’o se le ha silbado un minuto. Hace falta mucho odio para estar silbando durante noventa. Nosotros somos ese señor feo con bigote que ha empezado a aplaudir el tercer gol del Barça. El Marca no nos va a cambiar a estas alturas.

En fin, ya sabemos que con Luxe tampoco. Hoy tenía que retratarse y en la tele yo sólo he visto a un señor aterido haciendo muecas. Y menos mal que Ronaldo estaba motivado y en forma. Qué desperdicio de gimnasios hay en Valdebebas…

Y sí, vuelve el deam team. No sólo se quedan con el monopolio de la energía, también con el del fútbol. Me va a costar ponerme del lado del Chelsea o del Milan.

– Madrid: 0
– Barsa: 3 (Eto´o y Ronaldinho (2))

Cataluña blanca

Versos lamentables, lo sé, pero bien intencionados. Hala Madrid y viva la Federación de Peñas Madridistas de Cataluña, musa forofa e irreductible. Va por ellos.

De Tarrasa, Tarragona o Cornellá

en vida comunera de peñista

o en triste soledad de reservista

eres salvaguarda de la identidad

merengue, popular y españolista.

Arrabalero, extrarradial y alegre;

frente al «normalitzat», un insurgente;

hereje si te mira un convergente.

Eres civil y heroico resistente

a las mentiras del Sport demente.

Si ellos la font, tú inventas las Cibeles.

A las helvéticas franjas del culé

o a las camisas negras de errecé

opón el blanco noble de tu fe,

tu militancia firme de carné.

De toda la misión florentiniana,

madridista en tierra catalana,

tú eres la flor más alta y la más rara.

En tierra hostil sigues amando a España.

En tu altar con mimo has repartido

a Amancio, Zamora y Florentino,

Stielike, Raúl, Gento y Gordillo…

Bajo una foto en sepia de Juanito.

Ante el voraz empuje exclusivista

del radical mensaje laportista

afirmarás negando al extremista:

«soc catalá i, a més, soc madridista»

Samuel el plasta

El Marca abría hoy con una gran foto de Eto’o en gesto suplicante. ¿Le perdonará el Bernabéu? El club ya acepto públicamente y de forma oficial sus disculpas y el Bernabéu no es una masa unánime. Para un madridista de más de veinticinco años -la mayoría de edad del que vivió los robos de Tenerife, por ejemplo- Eto’o es un tema que provoca una enorme pereza. A mí, personalmente, me aburre soberanamente. Habrá exaltados que se desgañiten, pero no creo que el madridista decida, por un día, salirse de su papel de aburrido ciudadano, de su modorra.

A Eto’o le gusta jugar a victima de raza, hace chistes continuos sobre su negra condición, pero ya fue capaz de acusar al Chelsea -con más negros que Zambia- de racismo. Eto’o es Malcolm E y también el nuevo niño mimado de la prensa deportiva. Su incontinencia es el nuevo chollo y como está como unas maracas igual te pide perdón que te llama cabrón. Ronaldo cría la fama y Eto’o carda la lana. Su vida privada, turbulenta como la de Kluivert, no merece las portadas que llevaron a Raúl a pedir públicamente perdón en su momento. Y está bien que así sea. Para todos. Y decía lo de Malcolm E porque al mínimo abucheo, aullido o gilipollez seudo racista el muchacho montará el pollo con la ayuda de la prensa tripartita y de los bienpensantes de toda la vida. Mucho ojito con aullar que nos empapelan. Están afilando los lapiceros esperando el primer u-u-ú.

El tema de Eto’o me aburre. Por mucho que lo intento no consigo odiarle. Me pongo su foto delante de la mesa, me siento durante horas observando sus morritos y no consigo ver en él nada más que un buen futbolista que nunca podrá ser ingeniero. No tiene la consistencia neuronal, ni la relevancia para ser el malo oficial del Bernabéu. Es más simple que malicioso, sin el resabio rencoroso de Luis Enrique. Su grito al madridismo se pareció al despecho del recién casado que, borracho, sentimental y gimoteante se acuerda tanto de la ex como para llamarla cuando ya todo el mundo está bailando pasodobles: «jódete…snif, Pepita, porque…snif… soy feliz con otra», mientras se sorbe los mocos.

Eto’o es, salvando todas las distancias -siderales- un Juanito camerunés. Tarambana, bocas, explosivo, genialoide y, en el fondo, buenazo. De Juanito dijo Núñez que las dejaba preñadas por las esquinas; no es previsible que Floren salga diciendo algo así de Samu. Aunque motivos tiene.

Hay que huir de toda la metafísica del derbi y no dejar arrastrarse por esa atmósfera cainita, obsesiva y psicótica que forman los tarugos goebbelsianos de la prensa culé. El Barça es un gran club, menos grande y menos víctima de lo que ellos se han terminado por creer, pero lo único que puede hacernos sombra, en casposa alianza con Arminio, en esta liga. Nos ayuda a mejorar y nos debe servir para comprobar cómo responde Luxe y cómo combatimos a un rival que acostumbra a tener la posesión en proporciones abusivas. Pero nada más. No somos el yin y el yan, las dos Españas, pares y nones, zipi y zape, simon y garfunkel, Ortega y Gasset, la playa o la montaña, en tu casa o en la mía, lo blanco o lo oscuro del tarro de nocilla. No estamos frente a frente, estamos por encima de ellos y por eso el derbi nos rebaja. Ellos tiran de nosotros hacia abajo; el derbi es su guerra. Cuando alguien del que pasamos nos busca las vueltas le solemos responder eso de «cómprate un mono y vacilas con él». Mira, salvo lo del mono, que puede molestar al susceptible Eto’o, es la frase que resume mi actitud hacia el clásico.

Por cierto, hoy cumbre hispano-china en Madrid. Cientos de empresarios españoles intentando introducirse en el gigante chino de la mano de Papá Estado, mientras Floren lleva años soñando un Leal Madlid. Porque Floren no sólo quiere su dinero, Floren quiere un rincón en sus corazones. Hoy en el AS dice un Carlin shakespeareano que para el Madrid o el Barça es el marketing o nada. Floren, ese visionario, ese pionero. Evangelicemos.