Por Rappol
A las puertas de la Semana Santa de El Corte Católico, la imagen que resume el partido fue la de un Bello —sin lingam— echando su mano incorrupta al cuello a Ódegor, que más bien parecía Iván Drago el día de la paga en el Ejército Rojo; en una instantánea que ilustra muy bien la frustración colectiva de la banda vestida de blanco que pululó de manera infructuosa anoche por el Emirates de Londres. Que siempre tenga que haber cosas morunas que le dan por culo al Madrid no puede ser otra cosa que el signo de los tiempos.
Si al Arsenal se le apareció la virgen, puede que la fe tuviera algo que ver. Desde luego, Rice obró un par de milagros —el segundo fue de ponerla a la derecha del Padre, digan lo que digan—, pero el equipo londinense le pegó una misa al centro del campo del Madrid de esas en las que sale uno pensando en cómo se las ingenió la paloma Arteta para dejar preñada a la mujer del carpintero marrullero de Reggiolo, que declamó su típica homilia de eufemismos para tratar de explicar la derrota. Mercachifle. El Madrid sólo consiguió ser un algo fofo durante la primera parte, para transfigurarse en nada después del primer chirlazo de Rice. El Madrid fue, para ser más precisos, algo de nada que se transformó en nada; pero en nada de nada. 3-0 y a tomarse una manzanilla para dormir.
Hay que tener clase hasta para suicidarse. El italiano perezoso debería saberlo, por edad y arrestos. Y si ya lo sabe, debería contárselo a Camavinga, que se consagró definitivamente como el desquiciado de la temporada, vulgar como una torrija mustia y contagiada de esa inusual enfermedad que quita el brillo y el lustre a nuestros negros y los hace parecerse a los negros del Sevilla, que son más malos que los chistes de Broncano. Para empezar a morir así, Carlo, mejor con Endrickis y Dramones. No sé si me explico.
¿Por dónde pasan las posibilidades del Madrid? Con sinceridad les digo que no lo sé. No veo a ningún Padre Karras. No veo a nadie en una forma pujante. No veo venas marcadas en los troncos de las vergas. No veo los cojones duros. No veo Mesías. No veo exorcismos posibles. Sólo veo a una tropa de desharrapados sin fe y sin dama a la que encomendarse —tantas Jessicas no pueden ser buenas—, vagando sin catecismo por el campo y comiéndose una hostia tras otra, sin que haga falta cruzarse con párrocos célebres…
Entonces, hay que tirarse a la desesperada, como cristianos en el circo. Abalanzarse sobre las fieras —que ya tiene cojones que haya que usar la metáfora parar referirse a los jugadores del Arsenal—; ir a lo loco, que no a lo vago y redundante. Sí, queridos amigos: nuestro mediohombre es Endricki, y un vendaval de 25 minutos. ¡Lo veo! ¡Con el ojo del culo! Estas cosas pasan, sí. Pero hay que hacer que estos chicos quieran y, por supuesto, que el planteamiento táctico haga que puedan. ¡Ay! ¡Qué lejana queda ya la silla de Alaba! Sólo se lo imagina uno pasando el cestillo para que los fieles contribuyan en el mantenimiento de La Mastaba del Faraón. Es todo tan vulgar…
Seguro que pasan.
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– Farsenal: 3
– Sporting Hipogeo: 0