
Debatíamos ayer los fansistas sobre jugadores como Courtois o Icardi, que como personas dejan más bien mucho que desear. No faltó el argumento -que siempre sale a relucir en estos casos- de que «los tiempos han cambiado» y, debido a ello, por más taras personales que pueda tener un jugador, lo importante es su calidad futbolística. Puedo reconocer lo válido del argumento, pero parémonos a pensar un poco: las quejas principales del madridista sobre los jugadores suelen ser su incapacidad para concentrarse durante largos periodos de tiempo, su aversión al trabajo y su tendencia al motín más o menos soterrado en cuanto deciden que el entrenador ya no les vale.
Pueden achacarse estos defectos al exceso de fama y dinero, y en parte será verdad, ¿pero es esa toda la historia? ¿No puede ser que, al no realizar ningún filtro de personalidad, la mayoría de clubes, y particularmente el Real, se llenan de jugadores muy tendentes a la pereza, la falta de compromiso y la rebelión? Consideremos esto: alguien que se pone a tener hijos y luego abandona el hogar común sin darle mayor importancia, ¿va luego a trabajar con constancia y sacrificio, año tras año, por cumplir los objetivos de su empleador? Alguien que tiene como una de las prioridades de su vida cubrirse el cuerpo de dibujos grotescos, ¿tiene muchas posibilidades de ser una persona centrada, con una ética de trabajo intachable?
Me parecen preguntas de fácil respuesta. Alguien me hablará de la profesionalidad y el compromiso de Cristiano, ese señor aficionado a traer hijos al mundo sin decirles quién fue su madre. Y aunque reconozco que es un jugador trabajador, su tipo de «compromiso» no me vale. Una cosa es darle su justa importancia al dinero, y otra que la integridad de tu ego dependa de ser el mejor pagado del mundo; esto es especialmente grave cuando expresas tu malestar en público con insinuaciones y lloriqueos más propios de una adolescente en crisis hormonal. Tenemos también a un jugador que, en conversaciones grabadas por la policía, se jacta de haber mediado en la extorsión a un compañero de selección, a uno sin disciplina de peso -ni de ningún otro tipo- y a otro con el peor gusto estético y corporal de la galaxia. Todos ellos, significativamente, entre los favoritos del presidente.

Aquí se ha clamado mucho tiempo por tener otro tipo de club, sin pedir tener otro tipo de jugador, algo que parece más bien imposible. Podemos pensar que basta con que no sean juerguistas, pero la cosa es más compleja. No estoy diciendo que debamos tener una colección de filósofos y caballeros ingleses, pero no estaría de más intentar juntar un grupo de jóvenes íntegros, disciplinados y presentables, que además fueran excelentes futbolistas. Se ha hablado mucho tiempo de «lo que distingue al Real Madrid», ¿pero realmente existe tal cosa? ¿Qué nos diferencia, concreta y objetivamente, de otros clubes de la élite? Precisamente, he dicho muchas veces que el gran fracaso del Real contemporáneo ha sido su incapacidad de crear una «imagen de marca», exceptuando el concepto de los «Galácticos», que no deja de ser un cromismo sublimado. El Parcas sí ha tenido éxito en este aspecto, con conceptos tales como la cantera, Unicef o el tiki-taka, que unidos a una larga racha de victorias han hecho que se nos coman por los pies en imagen, como puede comprobar cualquiera que salga por el mundo.
El Madrid puede y debe crearse esa marca distintiva, que existió innegablemente en tiempos de Bernabéu. El presidente decidía quién era material para el Real Madrid y quién no, generando una potente identidad que por supuesto repercutió en los éxitos deportivos. No me vale decir que ya no estamos en los 50: la integridad, la responsabilidad y el acicalamiento personal son algo vigente ahora igual que hace 70 años. Personalmente, soy incapaz de entender por qué debemos fichar a tipos que parecen salidos de una galería de presos peligrosos, o incapaces de algo tan básico como proporcionar un núcleo familiar a las vidas que traen al mundo. Hay cientos de cosas que podemos hacer para distinguirnos sobre los demás (ahí está la propuesta de jugar sin publicidad, aunque ahora sea infactible por la superioridad económica de la Premier), pero para mí la primera ha de ser el fichar únicamente futbolistas aptos para proyectos a largo plazo, con una idea nítida de lo que es una jerarquía y conscientes del respeto debido a su superior inmediato, que es el entrenador. Mientras esto no ocurra, seguiremos preguntándonos por qué somos incapaces de rendir dos años seguidos.