¿Sólo compañeros?
La caída en la Champions fue un palo duro. Tras ver destrozadas nuestras ilusiones, el mundo me parecía un lugar más gris y feo; las marujas peliteñidas más gordas e insoportables, las veinteañeras más vulgares e incultas y las calles más llenas de gentuza, en general. Y sin embargo, desde hacía tiempo la hipotética victoria en la Copa de Europa me preocupaba por su daño colateral: ver al repugnante cacique del dorsal 7 disfrutar de la máxima gloria, incluso atribuyéndose una parte significativa del éxito, y tener la ocasión de marcharse del Madrid en lo más alto (¡o ganar crédito para quedarse unos años más!). Y la verdad es que habría sido injusto, muy injusto, que este horror ético y estético que es Baúl, el Tábano, el Querido Líder, etc., se hubiera ido de rositas tras siete temporadas -se dice pronto- en las que nos ha hecho comer mierda a cucharadas soperas. Siete temporadas de carreras agónicas, de mangoneo, de populismo, de tirar para abajo de la masa social, apelando a lo más burro, grasiento y supersticioso de la misma. Sí, amigos, tras la eliminación tengo un nuevo e ilusionante objetivo: ver a este tipo caer en medio del mayor desprestigio e ignominia. A él y por supuesto también al otro, al maricón.
Florentino se encuentra ahora con la libertad del que ha perdido todo: durante todo el año se actuó con tremenda prudencia, se intentó no herir sensibilidades, ir pasito a pasito, contemporizando, y sin embargo todo terminó horriblemente mal. No aprendió la lección que nos da la historia de que el mal debe ser siempre cercenado, cortado de raíz, no apaciguado. Pero eso mismo le permite entonar el proverbial «¡a la mierda!» y tirar por la calle de enmedio. Dicho de otra forma, darle un gusto al cuerpo, y lo que pide clamorosamente el cuerpo madridista es mandar a estos tiparracos a la mierda de la forma menos ceremoniosa posible. No hay entendimiento posible: si los dos estuvieran dispuestos a salir con dignidad se podría hacer un paripé, ensalzar sus virtudes y su enorme madridismo, firmarles una modesta compensación -¡o ninguna!- y salir todos sonriendo en la foto. Pero no, ellos saben que hace mucho frío ahí fuera, que aquí son los amos pero en un club normal se les valorará exclusivamente por sus méritos deportivos, y eso es lo último que quieren. Además, ambos tienen claro que quieren cobrar hasta el último céntimo de euro. «Madridismo» significa exprimir al Madrid lo máximo posible, que para eso «lo han dado todo».
Por eso, la salida será fea: cruce de declaraciones, caras largas, reproches… Lo de Del Bosque será un acuerdo amistoso al lado de esto. Pero al final, si en el club tienen lo que hay que tener, las dos rémoras saldrán, por la puerta de atrás, largando de todo el mundo y llevándose su cochino dinero. Si yo fuera Florentino, cambiaría toda la pasta que se les debe en miles de monedas de plata y las arrojaría al césped del Bernabéu, para que ellos las recogieran ávidamente. Habrá revuelo en la prensa, sin duda, pero durará una semana como máximo, y luego volverán a sus obsesiones de siempre: los fichajitos, el triunfalismo, la desestabilización… Ya llegados a su nuevo destino, los tiparracos sabrán lo que es vivir sin privilegios, jugando poco, sin las portadas que tan ridículamente les reglaron durante años y recibiendo el apoyo justo de la grada. Mirando por fin de frente a la fea realidad, se retirarán uno o dos años después, casi en el anonimato. Que después se sepa la verdad sobre sus pestilentes carreras dependerá de muchas cosas: hay mentiras históricas que perduran simplemente porque suficientes personas están de acuerdo con ellas. Al director de Marca que esté entonces puede darle por sacar un coleccionable tanto con las vergüenzas del Capitán como con sus fazañas imperecederas y sus récords. La verdad no suele salir sola a la luz, muchas veces hay que tirar de ella con un enorme esfuerzo.
El precio económico de dar este paso será de 13 millones de euros (gracias, señor Calderón), pero serán sin género de dudas una excelente inversión. Porque el problema de este equipo en los últimos años no ha sido lo que le faltaba (siempre hubo buenas plantillas, incluso muy buenas), sino lo que le sobraba, tanto futbolística como humanamente. La defenestración total del Carvajalismo, que llevamos sufriendo durante 15 años, supondrá la verdadera refundación del club, el nuevo comienzo que se buscó este año y que no se supo y no se quiso (por falta de cojones) acometer. Los ladrones no tendrán más remedio que dedicarse a otra cosa -como bien refleja nuestro amigo Quim Pons en su montaje-, yo me llevaré una enorme satisfacción y podré a ver el fútbol con un placer casi olvidado. Y cuando echen a Valdano al año siguiente, ya será la repanocha.