Sí, bueno, ¿no? En realidad ya está casi todo dicho del asunto Casemiro. Se ganó la 14, a Case le entró sensación de fin de ciclo, llamó a su agente y le cantó aquello de «Show me the moneyyyyy!!» El money se lo ha mostrado Manchester de Ten Hag, que anda desesperado por montar una plantilla que al menos se asiente en puestos de Champions.
Uno entiende que los futbolistas, por no usar la palabra «mercenarios», son «superprofesionales» y tienen que apurar su corta carrera, pero no deja de ser una decisión desconcertante. Imagino que su sueldo en Manchester será unos 3 millones más anuales, o sea 15 millones adicionales pasados cinco años, lo cual es mucho dinero, pero también una cantidad que puedes conseguir invirtiendo con habilidad. A cambio, Casemiro pierde mucho de lo que da sentido a vestirse de corto cuando ya llevas una década al máximo nivel: el prestigio, la entrega de la llama a la siguiente generación, la leyenda. Hablamos de un tipo que tenía la posibilidad real de superar las Copas de Europa de Gento, y que en lugar de eso va a pasar el último lustro de su carrera oliéndole los pedos al Shitty, el Chelshit, el Loserpool… ¡y quizá incluso el Farsenal!
No me he molestado en ver el acto de despedida porque, la verdad, esas cosas a mí ni fu ni fa. Tampoco me apetecía mucho oír topicazos del estilo «me voy a un equipo de segunda a ganar más, pero no es por el dinero, ¿eh?» Tampoco es que le haga ningún reproche, son sus piernas y su carrera, pero creo que en el fútbol no es lo mismo acabar como van a hacerlo Benzema o Modric que apurar la última etapa hacendo caja. El tipo iba a ser un verdadero mito… que se quedará en «casi».
En lo deportivo, habría sido cojonudo tenerlo de mentor para los jovenasos morenos, pero es cierto que el Madrid, como un bosque quemado o una nacion post conflicto bélico, está mostrando una sorprendente capacidad de regeneración tras perder a casi toda la plantilla de la Décima. Probablemente el perjuicio sea más sentimental que futbolístico. El club, por su parte, claramente ha quedado contento con la operación, aplicando esa política, inaugurada con Redondo, de vender a los cracks veteranos diez minutos antes de su decadencia mejor que un minuto después. Flópor, emocionado durante la despedida, se secó las lágrimas con billetes como Woody Harrelson, y en general todos aceptamos con resignación esos 83 millones.
Nos deja Case en el recuerdo muchos partidos heroicos, muchos títulos y, sobre todo, la icónica hostieja a Milner; aquello estuvo bien.